Capítulo XVIII: Lee entre líneas
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◦❥Lilibeth❥◦
Me siento en la cama, lista para abrir la carta. Un presentimiento oscuro me invade; estoy segura de que nada bueno se esconde en estas líneas, considerando que esta persona ha estado acosándome. Después de todo, no estaba equivocada al sentirme observada.
Mis manos tiemblan mientras intento abrir el sobre, y aunque trato de convencerme de que estoy exagerando, de que tal vez solo es Ashton o Helen intentando asustarme.
Su actitud siempre ha sido sospechosa, pero, claro, nada en los hermanos Relish-Ziegler es normal.
Querida Lilibeth,
No sabía cómo empezar este mensaje, a pesar de eso, me he arriesgado a ser anticuado y enviarte una carta. He estado cerca de ti muchas veces, pero por miedo al rechazo me he detenido. Sin embargo, tu sonrisa y tu mirada no me han dejado dormir durante días desde que supe de ti.
Debo confesar que me sorprendió verte como modelo webcam, pero te advertí de tener cuidado con quién te rodeas, ¿recuerdas? Aun así, soy fiel admirador de tus sesiones. En esas noches de soledad, cuando ya nada es suficiente, es cuando más te necesito.
Quiero tenerte cerca, sentir tu cuerpo junto al mío, tus labios carnosos y acariciar cada rincón de ti. No puedo esperar a verte en una posición donde pueda admirarte por completo, allí, en mi cama.
Muy pronto sabrás más de mí, así que te pido estar atenta.
Att: Una sombra en la noche.
¡Genial! Ahora tengo un psicópata detrás de mí. Releo el texto varias veces, tratando de asimilar cada palabra. Mi corazón late con fuerza; el miedo es tan intenso que siento un sudor frío recorrer mi espalda.
Respiro profundamente para calmarme, doblo la carta y junto con las fotografías las escondo bajo mi ropa, en un lugar donde estoy segura de que nadie las encontrará.
¿Será esto una broma, o algún desequilibrado en la red ha desarrollado una obsesión enfermiza por mí? No puedo contárselo a nadie, ni siquiera a la policía, ya que eso significa revelar mi trabajo, y si lo hiciera, podrían contárselo a mi madre.
Esto destruiría mi posibilidad de seguir como modelo, y mis ingresos se reducirían justo ahora que más los necesito, con mi hermanito en camino. Quizás estoy exagerando; por ahora, lo mantendré en secreto hasta que pueda averiguar quién está detrás de esto.
Al día siguiente, al abrir mi casillero junto a mi libro de matemáticas, me encuentro otro sobre idéntico, aunque esta vez es blanco, sin remitente.
Miro a mi alrededor, sospechando de cada persona que pasa; tiene que ser alguien de la preparatoria, ya que nadie externo podría acceder a las instalaciones. No logro pensar en nadie capaz de algo así; descarto a Helen por el contenido tan explícito de la carta.
Durante la clase de arte, no puedo evitar bostezar. Las pesadillas no me dejaron dormir anoche, y mis ojeras revelan el cansancio acumulado.
Miro varias veces hacia mi bolsa, donde la carta espera a ser leída. La curiosidad me consume, pero debo esperar hasta estar sola para averiguar su contenido.
He observado a cada uno de mis compañeros, y no tengo pistas; la mitad de ellos apenas sabe de mi existencia, y la otra mitad probablemente ni siquiera me nota. Esta incertidumbre es frustrante.
Mi celular vibra en silencio dentro de mi bolso. Aprovecho que el profesor está distraído evaluando el trabajo de un compañero para echar un rápido vistazo.
Es un mensaje; mi corazón se acelera, pensando que podría ser de Ashton, pero al abrirlo veo que solo es mi madre pidiéndome que llegue temprano a casa. Con toda esta tensión por la carta, apenas he tenido tiempo de recordar mi último encuentro con Ashton.
Desde esa última vez, cuando sus caricias provocaron en mí una respuesta que me cuesta olvidar, no he vuelto a saber de él. Debería sentirme aliviada, ya que no tengo que lidiar con su constante presencia.
Ahora que pienso en él, recuerdo las pesadillas. Una escena se repite cada noche: estoy de pie, frente a Ashton, mis pies descalzos en la arena, sintiendo cómo el agua salada sube y baja.
Esta vez, él no tiene esa sonrisa maliciosa; solo me observa, y al extender su mano hacia mí, justo antes de poder tocarla, me despierto.
—Bebé, ¿en qué estás pensando?
Megan chasquea los dedos frente a mi rostro, interrumpiendo mis pensamientos. A pesar de tener esta única clase juntas, agradezco que hoy esté aquí; en estas últimas semanas, mi vida ha cambiado tanto que ella se ha vuelto mi ancla, la que mantiene mis pies en la tierra.
—En los próximos exámenes —miento, pues no estoy lista para contarle sobre mi acosador.
Guardo mis cosas cuando el timbre indica la salida. La carta que llevo conmigo parece burlarse de mí, aumentando mi curiosidad.
—¡Deja de ser tan aplicada! —exclama Megan—. Por suerte para ti, tengo la solución para que dejes de pensar en el estudio. Nicholas me mandó un mensaje esta mañana; nos invita a una fiesta en la playa este sábado en la tarde —dice con emoción.
—Meg, sabes que no voy a la playa, y mucho menos al mar —respondo. Desde que soy pequeña, le tengo una fobia inexplicable al mar.
—¡Oh, vamos! Será divertido. Escuché por Helen que Ashton estará ahí —me codea, insinuando que la presencia de Ashton podría interesarme.
Salimos del aula apresuradas, tratando de evitar que nuestros compañeros, ansiosos por salir, nos aplasten.
Caminamos por los pasillos de la preparatoria rumbo a nuestros casilleros. Solo pensar en esa pequeña caja me da ansiedad; temo que me esté esperando otra carta.
—Genial. Ojalá una ola lo arrastre y se lo lleve —respondo con una mueca en el rostro, al estar en un lugar más calmado.
Megan se detiene cuando Heather la intercepta, y comienzan a hablar sobre la fiesta en la playa. Parece que Nick, al igual que mi amiga, es bastante popular en la ciudad.
Yo, en cambio, llego a mi casillero, y cuando lo abro, mis peores temores se confirman: otra sorpresa me espera, esta vez en forma de una caja mediana y morada al fondo.
Miro a Megan para asegurarme de que sigue entretenida con Heather; aprovecho para sacar la caja rápidamente y guardarla en mi bolsa. Me alejo de su vista y corro por los pasillos hasta llegar al baño.
Cierro con llave la puerta, para asegurarme de que nadie más pueda entrar. Coloco la caja en el lavamanos, la observo durante unos segundos, y el miedo me invade al pensar en lo que podría encontrar adentro.
Finalmente, decido levantar la tapa y lo primero que veo es algo envuelto con papel periódico junto a una nota adhesiva. Lo abro, y descubro un traje de baño de dos piezas, negro y de corte atrevido, con un panty tipo tanga.
Confundida, lo dejo en su lugar y leo la nota, esperando encontrar alguna pista que me ayude a entender qué está pasando.
Lilibeth,
Espero que este hermoso conjunto te guste. Debes usar el bikini en la fiesta que Nicholas ha organizado en la playa. Aunque no podré tocarte, si podré observarte a la distancia. Recuerda, gatita: si no cumples con lo estipulado, me veré obligado a revelar cada uno de tus secretos íntimos.
Att: Una sombra en la noche.
Como la primera vez, leo cada línea una y otra vez, intentando captar alguna pista de este psicópata, pero nada me aclara su identidad. ¿Cómo sabe de la fiesta de Nick? ¿Debería creer en su amenaza?
Me es imposible pensar siquiera en ponerme ese traje en público, menos en la playa. Solo de imaginarlo, la vergüenza me consume. Unos golpes en la puerta interrumpen el momento; intento ignorarlos y me concentro en la carta que dejó esta mañana.
No encuentro nada nuevo, solo más fotos mías, las cuales rompo en pedazos antes de tirarlas por el inodoro, que desaparecen por el desagüe.
El resto lo arrojo al bote de basura, pero un sonido metálico resuena dentro. Meto la mano y encuentro una pequeña memoria USB; la revisaré cuando esté en casa.
Unos golpes más insistentes me apuran a guardar todo. Reviso cada rincón, asegurándome de no haber dejado ninguna cosa, y salgo del baño, ganándome los reproches de las chicas que esperan afuera.
En el pasillo trato de actuar con normalidad. Varias chicas pasan a mi lado, susurrando entre ellas con emoción, como si una celebridad estuviera afuera de la preparatoria. Me acerco a Megan, quien está apoyada en mi casillero, distraída con su celular.
—¿Por qué tanto alboroto? —le pregunto.
—Cinco palabras: el hermano guapo de Helen. Tiene un grupo de admiradoras liderado por Celia y Bonnie, que hasta hoy me vengo a enterar —responde Megan, poniendo los ojos en blanco.
—Así que, al verlo salir por la puerta de la escuela, las chicas con las hormonas alborotadas lo persiguen como un pedazo de carne. Vino por la directora, algunos rumorean que tiene un romance con ella —agrega con un tono curioso.
—Nunca me había dado cuenta de eso —contesto, confundida y con un extraño sentimiento de celos. La directora es joven y atractiva.
—Porque siempre estás en tu mundo. Pero no te preocupes, eres mucho más linda que Charlotte.
Salimos juntas por las puertas dobles. Afuera, un grupo de chicas rodea el auto de Ashton, quien está ahí, apoyado con los brazos cruzados y una actitud arrogante, algo que parece fascinar a todas, menos a mí.
Al pasar cerca de él, se quita los lentes y me regala una sonrisa ladeada. Sin embargo, al ver sus ojos, las palabras de Megan vuelven a mi mente: "Tiene un romance con la directora"
¿Significa que tiene acceso a las instalaciones? La bilis sube por mi garganta, y una sensación de mareo me hace sostenerme del brazo de Megan.
¿Será Ashton el psicópata de la red? ¿O es mi mente la que me está jugando una mala pasada?
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Durante toda la semana no volví a encontrar cartas ni regalos en mi casillero. Sin embargo, he estado merodeando por los pasillos en mis horas libres y yendo a la oficina de la directora, con la esperanza de ver a Ashton. Mis sospechas sobre él no han disminuido en absoluto.
Recuerdo cómo se mostró heroico el día que me defendió de Celia y Bonnie; ahora creo que solo fue una fachada más de su plan. Estoy convencida de que ese día me siguió hasta el casillero y memorizó mi contraseña. Por eso, solicité que cambiaran el candado, solo para sentirme un poco más segura.
No me hace ninguna ilusión ir a Crescent Beach este sábado, pero es el cumpleaños de mi mejor amigo, y aunque la última vez que lo vi fue incómodo, no quiero que un pequeño desliz afecte nuestra amistad.
He oído que varios de la preparatoria estarán allí; parece que será una fiesta enorme. Nicholas, como hijo del alcalde, tiene acceso a lugares exclusivos para hacer sus fiestas, y la playa es uno de ellos.
Hoy jueves regreso a mi hogar más temprano de lo normal. Desde que comencé a recibir esas cartas sospechosas, el miedo constante de ser seguida o vigilada en la distancia me invade.
Entro por la puerta principal de mi casa y noto que no hay nadie. Cierro con llave, subo a mi habitación y, paranoica, corro las cortinas. Me siento en la cama y enciendo mi laptop. En la mesa de noche, veo la memoria USB que decido por fin revisar.
Al conectar el pequeño dispositivo, aparecen varias carpetas con nombres extraños, al tratar de abrir una, no existe contenido en su interior. ¿Será una broma de ese demente? Frustrada, arrojo el aparato al bote de basura, decidiendo ignorarlo por completo.
Olvidando el asunto del acosador anónimo, me concentro en lo que realmente importa. Jessica nos ofreció la opción de trabajar desde casa. Según sus palabras, es un método fácil y seguro.
Accedo a la plataforma; desde allí, los usuarios pueden conectarse, vernos y escucharnos, aunque no pueden interactuar con nosotras, a menos que soliciten un servicio especial, algo que rara vez ocurre.
Espero unos minutos hasta que algún usuario se conecte. Estoy casi segura de que Ashton o alguien relacionado con él es quien suele solicitar mis servicios...
Mientras espero, me pongo un conjunto blanco de dos piezas que apenas cubre mi cuerpo. Bajo a la cocina por un poco de hielo y chocolate líquido; hoy tengo algo especial en mente.
Al regresar, no me sorprende ver una notificación en la pantalla."El usuario @Javadd ha solicitado una transmisión en vivo. ¿Acepta la solicitud? La oferta inicial es de cien dólares"
«Bien, le voy a demostrar que yo también puedo jugar este juego», pienso, dispuesta a no dejarme intimidar. Termino de colocarme unas medias negras y unos tacones a juego.
Me pinto los labios de un rojo intenso y, lista con mi máscara sobre el rostro, acepto la solicitud con una sonrisa desafiante.
La cámara se enciende y comienza a transmitir para mi espectador. Sentada en la orilla de la cama, inicio con suaves masajes por mi cuello, hombros y pechos, entreteniéndome un poco más en mis pezones, cubiertos por una fina tela de seda.
Agarro el bote de chocolate líquido y lo unto de forma provocativa en mis pechos. Intento falsos jadeos para tratar de provocarlo. Regreso con los masajes lentos en mi cuerpo, ayudando a crear un ambiente erótico.
Meto mis dedos en la boca, disfrutando del sabor dulce, todo mientras veo de forma directa a la cámara. A pesar de que él solicitó un servicio especial, donde puede hablar, o incluso darme órdenes, no lo ha hecho.
Sin embargo, tengo un plan. Debo hacer que hable o encienda la cámara para saber de quién se trata.
—¿Te gusta lo que ves? —pregunto sarcástica—, ¿que deseas que haga a continuación?
No hay respuesta, algo que incrementa mis conjeturas. Las alarmas suenan en mi cabeza y esto solo me confirma lo que he estado sospechando, así que no detengo lo que hago.
Me acuesto en la cama dispuesta a seguir con este juego. Sin retirarme el conjunto, agarro un cubo de hielo un poco derretido, y lo paso a lo largo de mi garganta, pecho y abdomen. El frío entrando en contacto con mi piel me eriza por completo.
Luego, deslizo mi mano poco a poco hasta llegar a mi sexo. Abro las piernas y con una mano introduzco un hielo, masajeo mi punto sensible sin dejar que vea lo que realmente estoy haciendo.
—Déjame ver —escucho un susurro.
Me congelo al oír su voz, pero la confusión viene cuando no la identifico. A pesar que mi corazón late de manera frenética, sigo con el juego. No dejo que me atemorice, así que finjo placer arqueando mi espalda, y falsos gemidos siguen saliendo de mi boca.
Antes de llegar al orgasmo, detengo mis movimientos. Cambio de posición en la cama, me siento sobre mis piernas siguiendo con los masajes en mis puntos sensibles. Me dirijo a los tirantes del sostén, bajo uno primero y luego el otro, pero antes de continuar, le digo con una voz sensual:
—¿Quieres ver más?
—Si sigues provocándome, no dudaré en entrar a esa habitación y poseerte como lo deseo.
Trato de memorizar su voz, aunque sospecho que está arreglada y no es la verdadera. Sin embargo, no dejando que me intimide, le doy lo que pide y libero mis pechos.
Introduzco de nuevo mi mano en mi vagina para seguir jugando con él. Siento como un flujo escurre entre mis dedos, pero antes de alcanzar mi máximo punto de placer, finjo un orgasmo para mi espectador.
Sin ser capaz de seguir con esto, me levanto de la cama y antes de detener la sesión, vocifero: —Espero que lo hayas disfrutado, idiota. —Y cierro de golpe la pantalla.
Solo espero no estar equivocándome y que realmente se trate de Ashton; si no, mi lista de sospechosos se reduce a cero. Miro alrededor: las sábanas están manchadas con restos de chocolate y hielo derretido.
Aun con los nervios de punta, agarro ropa cómoda y me dirijo al baño, deseando una ducha caliente y larga para despejarme. El sábado, finalmente, pondré en marcha mi plan para descubrir qué es lo que Ashton realmente quiere de mí.
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