Capítulo XVI: Los errores no se cometen dos veces

◦❥Lilibeth❥◦

Abro los ojos desorientada, parpadeando varias veces al ser cegada por la luz del sol que se filtra entre las hojas de los árboles. 

La frescura de la tierra húmeda bajo mis manos se siente extrañamente real, y el aroma de la naturaleza me envuelve, llenando mis pulmones de un aire puro y revitalizante. 

La sensación me resulta tan agradable que, por un momento, olvido dónde estoy.

Una pequeña ardilla se me acerca, sosteniendo una nuez entre sus patas. Me incorporo despacio, estirando la mano para acariciar su suave pelaje, pero, de repente, un crujido rompe el silencio. La ardilla se asusta y desaparece en un parpadeo, dejándome sola otra vez.

Me pongo de pie y sacudo el polvo del vestido morado que roza mis tobillos. Al mirar hacia abajo, noto que estoy descalza, y al tocarme la cabeza descubro, para mi sorpresa, una corona de flores enredada entre mi cabello suelto. 

Un viento fuerte y repentino sopla alrededor de mí; su susurro es tenue, pero inconfundible: alguien pronuncia mi nombre.

El escalofrío que recorre mi cuerpo me hace tensar los hombros. Escucho de nuevo esa voz, suave y lejana, llamándome. Con un nudo de incertidumbre en el pecho, miro a mi alrededor, tratando de ubicarme. 

Sigo en el bosque, cerca de la cabaña, pero al mismo tiempo, todo se siente diferente... como si estuviera en otro lugar, en otro tiempo. Giro lentamente y, entonces, lo veo: a lo lejos, mi padre me observa, con una inquietante tranquilidad...

Él se acerca, y yo corto la poca distancia que nos separa. Cuando sus brazos me envuelven, todo el dolor acumulado en mi alma sale a la superficie. Es tan real que hasta puedo percibir el aroma de su loción que siempre lo acompañaba.

—Te extrañé tanto —susurro, con los ojos nublados por las lágrimas que no puedo contener.

Apoyo mi cabeza en su pecho, mientras él acaricia mi cabello y mis sollozos se mezclan con el latido sereno de su corazón. Las heridas que creía sanadas vuelven a abrirse, y en este instante, me doy cuenta de que no soy tan fuerte como pensaba. 

Él deposita un beso en mi frente y, al mirarlo a los ojos —tan idénticos a los míos—, siento un amor tan profundo que apenas puedo soportarlo.

—Estoy orgulloso de la mujer en la que te has convertido.

El viento vuelve a soplar, envolviéndonos en una ráfaga que eriza mi piel. Cierro los ojos, sintiendo el cabello ondear a mi alrededor y cómo el aire seca lentamente mis lágrimas. Es como si todo el universo se hubiera detenido solo para darnos este momento.

—Papá... ¿Estoy muerta?La pregunta brota de mis labios sin que pueda detenerla, y una punzada de temor se instala en mi pecho.

Mi respiración se acelera al no obtener respuesta. La idea de estar en algún tipo de limbo, de haber dejado tantas cosas sin decir, sin hacer, me aterra. 

Miro alrededor, buscando algún indicio de vida, algún signo de movimiento, pero todo permanece en una calma inquietante. El bosque parece haberse desvanecido; ya no hay nadie más que nosotros, inmersos en esta realidad suspendida.

—No, mi niña. —responde, posando una mano sobre mi cabeza y atrayéndome hacia su pecho—. Todo estará bien.

—Te amo, papá.

—Yo también te amo, hija. —Limpia mis lágrimas con delicadeza—. Pero al despertar, recuerda que todo depende de ustedes dos.

Sus palabras me confunden, y mi ceño se frunce mientras trato de comprender su significado. De pronto, una luz cálida y suave nos envuelve en una paz indescriptible. 

Siento cómo sus manos comienzan a desvanecerse de mi piel, y, antes de que pueda protestar, él deposita un último beso en mi frente y se aleja.

—¡Espera! —grito, extendiendo mi mano hacia él, pero ya es tarde. 

Lo único que me devuelve el eco es un leve susurro, un murmullo que me alcanza justo antes de desaparecer: «Él es tu salvación»

━━━━━━ ◦ 🌷 ◦ ━━━━━━

Despierto boca abajo en el suelo, y, al igual que en mi sueño, el aroma de la naturaleza me envuelve. Sin embargo, esta vez es diferente. 

Ahora soy capaz de escuchar con claridad el canto de los pájaros sobrevolando mi cabeza y el escurridizo correteo de varias ardillas que saltan de un árbol a otro, llenando el entorno de vida y movimiento.

Llevo una mano temblorosa a la cabeza, justo en el lugar donde recibí el golpe contra un viejo tronco. Me incorporo, sintiendo que mis fuerzas son apenas suficientes para moverme. 

Apoyo la espalda en el árbol más cercano y cierro los ojos un momento, tratando de disipar las luces blancas que danzan frente a mi visión. Por suerte, tengo puesto mi abrigo; de lo contrario, el frío de la noche ya habría calado hasta mis huesos.

En silencio, me abrazo a la esperanza de que Megan y los demás estén buscándome. La idea de quedarme aquí, sola y desprotegida, es aterradora. 

No puedo evitar pensar, con un humor sombrío, que si muero en este lugar, mi único destino será convertirme en alimento de roedores. 

Junto mis manos y exhalo sobre ellas, tratando de calentarlas mientras la niebla comienza a envolver los árboles a mi alrededor, aumentando mi desesperación.

—¡Ayuda! —grito, con una voz débil y quebrada. 

Me siento un desastre. Mi cabello está enmarañado con hojas secas, y mi ropa se ha manchado de tierra y humedad. El peso de mis malas decisiones me oprime el pecho, y me doy cuenta de lo absurda que es mi suerte...

Primero beso a mi mejor amigo, luego casi tengo relaciones con Ashton y ahora me encuentro perdida y sola en medio de un bosque. 

Como si el universo quisiera hacer aún más notoria mi desdicha, los truenos resuenan a lo lejos, seguidos por el golpe de una pequeña llovizna que se mezcla con mis lágrimas al deslizarse por mi rostro.

Otro relámpago ilumina el cielo en la distancia, y la idea de quedarme aquí, atrapada bajo la tormenta, me llena de pavor. Con esfuerzo, me levanto apoyándome en el árbol, abrocho mi abrigo y trato de avanzar. 

Pero apenas doy un paso cuando un dolor punzante me atraviesa el tobillo, aun así, no me detengo, sigo avanzando, rogando que mis pasos, a pesar de mi torpeza, me conduzcan de regreso a la cabaña.

El sonido de unos arbustos moviéndose detiene mi marcha. Mi corazón se congela mientras escucho las pisadas de algo —o alguien— acercándose. El miedo se apodera de mí, dejándome completamente paralizada. 

Entre la niebla, una sombra se hace visible, dejo escapar un grito desgarrador y, con el poco aliento que me queda, trato de correr. Sin embargo, apenas he dado unos pasos cuando siento unos brazos rodeándome desde atrás.

◦✧Ashton✧◦

Salir a caminar solo me ha traído dolor de cabeza y más cuando nos toca escuchar a Megan hablar sin parar por más de una hora, está chica realmente nunca se calla. 

Mientras caminamos por el sendero estrecho que tantas veces lo recorrí de niño, me percato que alguien falta.

Esperen, ¿dónde está Lili? pregunta Megan, visiblemente exaltada. 

Todos volteamos en varias direcciones, preocupados, incluyéndome.

¡Lili! ¿Dónde estás? —gritan todos al unísono.

Helen, guía a los demás a la cabaña; yo buscaré a Lili —le ordeno a mi hermana. 

Ella, obediente, empieza a guiar al grupo de regreso.

Yo también iré contigo —dice Nicholas, acercándose con insistencia. Sin embargo, hay algo en él que simplemente no me agrada.

No. Ve a la cabaña, pronto anochecerá. El bosque resulta peligroso en la oscuridad. —No muy convencido, Nicholas me pide que la encuentre pronto. 

No me lleva más de cinco minutos encontrarla, así que me tomo el tiempo para observarla a la distancia, vulnerable y asustada, mientras fumo un cigarrillo. 

Debo aceptar que admiro la fortaleza de Lilibeth. He notado el dolor en sus ojos, ese mismo que veo cada mañana al mirarme en el espejo, aunque con una sutil diferencia: ella parece tener un espíritu más fuerte. 

El dolor es lo que mantiene mis pies firmes sobre la tierra, y el deseo de venganza es lo único que corre por mis venas.

Es por eso que, el verdadero propósito de este viaje es encontrar el acta de poder y las patentes de la empresa, documentos que originalmente pertenecían a la familia Sallow. 

Hace años, mi abuelo, Kennedy Ziegler, aprovechó la frágil salud mental de Frederick, destrozado por la muerte de su esposa, y lo manipuló hasta hacerle firmar la sucesión de derechos del negocio, que ahora administra Greg.

El día que llegamos, aproveché el momento en que todos estaban distraídos para buscar los documentos. En el despacho de mi abuelo, sin preocuparme por la suciedad, pasé horas revisando cada archivo sin encontrar nada. 

No me rendí; bajé cada cuadro de la pared hasta dar con una caja fuerte. Pero, después de probar múltiples combinaciones, nada funcionó.

Una sensación de derrota me invadió al no hallar lo que buscaba. Revisé cada rincón de la habitación, y, sin otro lugar donde registrar, cometí el primer error de la noche: destapé una botella de bourbon.

Cuando toda la bebida se agotó, otro sentimiento —la desesperación— envolvió sus garras alrededor de mi cuerpo, impulsándome a lanzar la botella vacía contra la pared, provocando que pequeños fragmentos salieran disparados por todos lados. 

Al salir del despacho, me detuve por un momento al escuchar la risa de los adolescentes. Invité a Lilibeth con la esperanza de que el aire fresco la ayudara a abrirse y hablar de Frank y de lo que sabe sobre él. 

Sin embargo, no contaba con que un par de adolescentes decidieran unirse al viaje, frustrando todos mis planes.

Al subir a mi habitación, me quedé dormido enseguida, gracias al efecto de la bebida. En cierto modo, mi mente —como cada noche últimamente— me llevó a soñar con una pelirroja, especialmente después de verla en el set un par de veces, donde sus manos tocaban los lugares que más deseaba. 

Aun así, no me agrada la idea de soñar con esta chica en particular; entre todas las mujeres, mi mente se empeña en torturarme con ella. 

Siempre he pensado que la carne humana es débil ante las tentaciones, por eso he intentado mantenerme a distancia, acercándome solo cuando es estrictamente necesario, algo que anoche no cumplí. 

Y ahora estamos en esta situación. Ella, ahí en el suelo, intentando levantarse, mientras yo permanezco hipnotizado como un idiota, observando cada uno de sus movimientos. Disfruto viendo su miedo, su vulnerabilidad... su sufrimiento.

No fue fácil verla bajar esta mañana, arreglada y bañada, oliendo a ella misma, ese aroma que, aunque quisiera, no puedo ignorar. Lo mejor que he hecho es mantenerme alejado, intentando reprimir cada pensamiento y cada recuerdo, porque sé que solo se trata de un juego perverso.

La lluvia comienza a intensificarse, dándome la señal definitiva para obligar a mis piernas a moverse. Me acerco más al lugar donde se encuentra pidiendo ayuda con leves murmullos. 

Observo cómo intenta caminar con dificultad; tiene una herida en la frente y cojea al andar, probablemente se ha torcido el tobillo.

Cuando escucha que me acerco, comienza a correr. Instintivamente, salgo tras ella y la alcanzo a los pocos metros. La abrazo desde atrás mientras ella sigue gritando, temerosa, pidiendo que no le haga daño.

Lili, soy yo, Ashton. ¿Quieres calmarte?

La suelto despacio, y ella se voltea hacia mí. Me sorprende cuando se lanza a mis brazos, temblando y llorando. No soy bueno consolando a nadie, así que simplemente le devuelvo el abrazo. 

Nunca he abrazado a nadie más que a Vannia, pero no me siento incómodo haciéndolo con Lili... y eso me irrita.

Lo siento murmura, separándose un poco, con la mirada algo avergonzada—. Estaba muy asustada. Pensé que moriría en el bosque.

Tuviste suerte. Hay muchos lobos por aquí.

¿Qué?

En un acto reflejo, se aferra a mí, rodeando sus piernas en mi cintura y sus brazos alrededor de mi cuello. Voltea a mirar en todas direcciones, visiblemente alarmada. No puedo evitar reírme; su cara es épica.

Te odio —dice bajándose de mí, con el rostro sonrojado.

Eso no decías anoche, cuando me rogabas por más —comento, solo para molestarla.

Eso fue un error, y los errores no se cometen dos veces —réplica con desafío, mirándome a los ojos antes de girarse y comenzar a caminar.

Eso lo veremos —murmuro como una promesa, aunque ella ya no alcanza a escucharme.

Me acerco a Lili y, sin decir nada, la cargo entre mis brazos. Es tan liviana que no me cuesta nada levantarla. El aroma a lirios que desprende me embriaga de una manera inesperada.

Tomo el sendero de regreso a la cabaña, pero la lluvia ahora cae con fuerza, y los truenos iluminan el cielo, amenazándonos con la posibilidad de una descarga eléctrica.

—Aún estamos lejos de la cabaña —comento, alzando la voz para que pueda oírme a pesar de la tormenta. 

Lili se aferra más a mi cuello. En otras circunstancias, habría disfrutado de su cercanía, pero ahora solo me preocupa mantenernos a salvo.

Como si algo me guiara, recuerdo el viejo establo de mi abuelo. Antes solíamos tener caballos, pero, tras su muerte, los vendieron todos. Apuro el paso hacia el lugar, y al llegar, noto que aún se encuentra en buen estado.

Había olvidado este sitio. De niño, solía ayudar a cuidar a los caballos: los peinaba, los bañaba y los montaba cada vez que venía aquí.

Bajo a Lili en la entrada y, con mi celular —ahora empapado por la lluvia—, ilumino el interior del establo. Grandes telarañas cuelgan en cada rincón, el polvo se acumula en las esquinas, y la paja vieja está esparcida por el suelo.

—Entremos antes de que muramos congelados aquí afuera —le digo, entrando sin esperar respuesta.

Me quito el abrigo empapado; por suerte, mi ropa debajo aún está seca. Lili hace lo mismo, y, al darle un vistazo rápido, noto que también está seca, lo cual me da un pequeño alivio.

En una esquina, encuentro unos estantes llenos de herramientas, un encendedor, una manta y algunas latas de comida que vencen dentro de un par de años. A mi abuelo siempre le gustaba tener provisiones.

Reúno paja y algunos trozos de madera que encuentro, los coloco en el suelo y, usando unos cerillos que encontré, enciendo un fuego que nos ayudará a entrar en calor. Hasta ahora, Lili se ha mantenido distante, sentada un poco lejos de donde estoy.

—Ven aquí. El fuego nos ayudará a calentarnos.

—Estoy bien aquí —responde, con la voz temblorosa, mientras se abraza a sí misma para combatir el frío.

—Si no vienes, iré y te obligaré a acercarte al fuego —amenazo con firmeza.

Veo la duda en sus ojos, pero sabe que no dudaría en cumplir mi advertencia. Con algo de indecisión, se levanta de la paja y se acerca. Me siento en el suelo con las latas de atún y noto que mi celular marca las siete de la noche. Mi estómago, ya hambriento, exige comida.

Lili se sienta a mi lado, manteniendo su mirada fija en el calor de las llamas. Paso el borde de la manta que tengo sobre los hombros y lo coloco sobre los suyos. Sin protestar, se envuelve en la manta, dejando de temblar.

—Deberías de comer algo —le sugiero, pasándole una lata abierta. 

Ella no dice nada y comenzamos a comer en silencio, observando cómo el fuego arde y nos reconforta.

Aunque su cabello sigue mojado y gotea agua, no puedo evitar observarla de reojo. La luz de las llamas resalta el color de sus ojos, y su cabello rojizo parece volverse aún más intenso, provocándome un deseo inexplicable de enredar mis dedos en su melena.

Al terminar de comer, preparo un lecho con paja para usarlo como soporte y poder dormir, evitando el suelo frío. 

Nos envolvemos en la manta para mantener el calor, ahora que el fuego ha comenzado a consumirse y solo quedan cenizas.

Paso un brazo alrededor de la cintura de Lili, acercándola a mí. Ella protesta, pidiendo que la suelte, pero se rinde cuando se da cuenta de que no le daré lo que quiere. 

Minutos después, se queda dormida, y yo la sigo en un sueño profundo, envuelto en el aroma de su cabello.

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