Capítulo XIV: Excursión familiar - La cabaña

◦❥Lilibeth❥◦

Mi madre guarda silencio, y en su rostro puedo ver a una mujer dolida por el amor de su vida. Mientras habla, a veces, una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios cuando menciona a Frank; un brillo nostálgico aparece en sus ojos al revivir los recuerdos. 

Sin embargo, la pena vuelve a opacar su mirada. Mis lágrimas no han cesado desde que comenzó a sincerarse conmigo, y con mis dedos fríos me las seco, tratando de procesar todo lo que ha compartido.

—Una noche, al regresar de la universidad, noté que tu padre había llegado antes de lo usual —murmura con la voz entrecortada—. Al abrir la puerta de la habitación que compartíamos... —Hace una pausa, tragando con dificultad— ahí encontré a Frank con Claire...

No necesita describirme más; su rostro lo dice todo. Entiendo lo que vio, el dolor que la atravesó y la herida que jamás cerró del todo. Me cuenta que, apenas una semana después, firmó los papeles del divorcio. Luego vendió la casa donde alguna vez fuimos una familia, dejando atrás lo poco que quedaba de su pasado con él.

—¿Cómo fue tu relación con mis abuelos después del divorcio? 

—Nunca volvió a ser la misma —susurra. Su mirada se pierde en algún punto del suelo, como si las memorias la envolvieran en un mar de emociones—. Mi madre falleció poco después, víctima del cáncer. Y mi padre... él me dejó de hablar. Me quitó de su testamento por haberme separado de Frank. 

La historia de mi abuelo es conocida por todos: un hombre poderoso, dueño de una considerable fortuna. Pero mi madre jamás vio un centavo de esa herencia. Su comportamiento tras el divorcio fue suficiente para que él la desterrara de su testamento.

—¿Y mi tía Camille? —Miro sus ojos en busca de respuestas—. ¿Por qué nunca hablas de ella?

—Mi hermana encontró un buen marido y formó una familia. Tienen tres hijos y viven en una hermosa casa en Carolina del Norte —responde con un tono neutro, aunque puedo leer la tristeza detrás de sus palabras—. Pero no hablamos desde el funeral de mi padre... Después de eso, cada una tomó su propio camino y decidimos distanciarnos.

—No es tu culpa, mamá —susurro, tomando su mano entre las mías con delicadeza—. Nunca lo fue. Tú, Frank... incluso Claire... todos eran tan jóvenes y cometieron errores.

Ella aparta la mirada, pero su agarre se aprieta en el mío.

—Ahora dime... ¿Dónde has estado? Estuve preocupada por ti —dice cambiando de tema.

—Me quedé a dormir en casa de Lena. Su mamá insistió en que me quedara a cenar y a pasar la noche con ellos —miento con naturalidad, apoyando la cabeza en su hombro para no tener que sostenerle la mirada—. No pude avisarte porque mi celular se quedó sin batería.

—La próxima vez presta un celular para avisar que estás bien —me reprende con dureza, pero noto todo lo contrario. 

—Si, madre —respondo, rodando los ojos por su repentino cambio de actitud.

Me doy cuenta de que, a pesar de su fortaleza, mi madre ha llevado sola un peso demasiado grande durante muchos años. Y por primera vez, me pregunto si alguna vez podré ayudarla a sanar esas cicatrices que la vida le ha dejado.

Cuando la alarma suena el lunes por la mañana, le suplico a mi madre que me deje faltar a clases. Lo que comienza como un día de ausencia se convierte en dos, y antes de darme cuenta, ya he faltado toda la semana a la preparatoria. Marian, llamó a la directora para avisar que mi estado de salud no era el mejor.

No tengo el valor de salir de casa y enfrentarme a Helen o a Ashton. Mi madre, por su parte, asume que una indigestión es la causa de mi dolor y de mi incapacidad para levantarme de la cama.

—Te traje un té —dice suavemente al entrar a mi habitación el sábado por la mañana. Abre las cortinas y deja que el sol inunde la habitación—. Debes levantarte ya. Sé que no estás enferma de verdad. Lo único que has hecho toda la semana es dormir, comer y volver a dormir.

—Debe ser porque estoy por tener mi regla. Solo me siento... mal.

—Lili. —Suspira, mirándome con preocupación mientras se sienta en la orilla de la cama—. Necesito preguntarte algo que me ha estado rondando la cabeza toda la semana. ¿Por qué, de repente, te interesa tanto el tema de tu padre?

Me encojo de hombros, fingiendo desinterés, y evito mirarla a los ojos.

—Solo quería saber más de nuestra historia familiar... y sobre él.




El lunes por la mañana, Marian me obliga a retomar las clases. Parada frente a las puertas de la escuela, no quiero encontrarme con Megan, porque sé que me bombardeará con preguntas sobre mi repentina desaparición en la fiesta, y no puedo darle la misma excusa que le di a mi madre; Lena ni siquiera fue invitada. 

Luego está Helen... ¿Cómo voy a mirarla a los ojos y actuar como si nada? ¿Cómo pretender que no me duele cada vez que la veo, sabiendo que esa "niña de élite" es mi hermana?

Mientras camino hacia mi casillero, escucho pasos detrás de mí. Siento su presencia antes de verla, y mi cuerpo reacciona automáticamente. Su perfume, con notas de menta, inunda mis sentidos cuando pasa un brazo por mis hombros de manera posesiva. Mis músculos se tensan, pero rápidamente me esfuerzo en recomponerme para no mostrarle ni un atisbo de miedo.

—¡Hola, hermanita! Te extrañé tanto —exclama con una voz excesivamente alegre mientras me atrae más hacia ella.

—Sí, yo también. No tienes idea de cuánto.

Le dedico una sonrisa forzada y me aparto, intentando librarme de su agarre sin perder la compostura. Sin embargo, apenas avanzo unos pasos, la escucho de nuevo, burlándose detrás de mí.

—¿Sabes? No estoy segura de sí llamarte "hermanita" o "futura señora de Ziegler" —se mofa, riendo a carcajadas. 

Su risa resuena en el pasillo y algunos compañeros se giran, observándonos con curiosidad.

—¡Eres increíble! 

Me detengo de golpe, obligándola a tropezar ligeramente conmigo. Giro para enfrentarla, furiosa, pero ella solo me mira con una expresión de triunfo.

—Vengo a dejarte un mensaje —responde con un tono satisfecho, ignorando mi reacción —, Ashton te invita este fin de semana a una salida familiar. La cabaña del abuelo está disponible y, ya que ahora somos familia, es el momento perfecto para pasar tiempo juntos.

—¿Qué sucede con ustedes? No voy a ir a ningún lado. Mucho menos a un bosque, después de haberme secuestrado una vez —replico con voz firme, apresurando el paso para distanciarme de ella.

—¿En serio vas a ponerte en ese plan? —pregunta, con una sonrisa cargada de malicia—. Sabes que podría ir directamente con la directora y hablar sobre, ya sabes...

—Tú y tu hermano son patéticos —respondo, deteniéndome en seco frente a ella. Aunque Helen es un poco más alta que yo, no bajo la mirada ni un milímetro, dejando claro que no me intimida.

En ese instante, una voz inconfundible resuena a la distancia. Megan se acerca trotando, con su uniforme deportivo y con una energía positiva.

—¡Hola, hermanas de otra madre! —exclama con entusiasmo.

¿Acaba de llamarnos hermanas? ¿Ya lo sabe todo? Mis ojos se dirigen a Helen con una mirada acusadora, pero ella solo levanta los hombros, aparentando no saber nada.

—¿Qué les pasa? Parece que vieron un fantasma. Se pusieron pálidas de repente

—No es nada. 

—En realidad —interviene Helen con una expresión cínica—, estoy invitando a mi querida amiga a una excursión este fin de semana en la cabaña de mis abuelos. Casi nunca voy con mis padres, y sería una buena idea pasar un tiempo en familia, ¿no crees, Lili? —Su sonrisa se ensancha cuando me lanza una mirada desafiante. 

—¿En serio? ¡Yo quiero ir! Nunca he acampado en el bosque y sería genial tener esa experiencia.

—No puedes ir, Ashton dijo que es una excursión fami... —intenta replicar, pero no la dejo terminar. Le doy un codazo en las costillas, haciendo que se calle.

—Claro que puedes ir, la cabaña debe ser enorme —señalo, disfrutando al ver la molestia reflejada en el rostro de Helen—. Donde caben tres, caben cuatro, ¿verdad, Helen?

El timbre de salida suena, salvándome de continuar con esta absurda conversación. Aprovecho el momento para agarrar a Megan del brazo y llevarla conmigo, dejando a Helen atrás. 

Si tengo a mi mejor amiga a mi lado, tal vez pueda sobrevivir un par de días con los hermanos Ziegler. Aunque, por dentro, no puedo evitar preguntarme qué tienen planeado realmente y hasta qué punto están dispuestos a llegar para mantenerme bajo su control.

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Es viernes por la noche y el frío del invierno se aproxima, lo que le da al aire un toque fresco. A mi madre no le pareció una buena idea que fuera sola a una cabaña en medio del bosque; aun así, decidida, tomé un taxi y me dirigí al apartamento de Ashton. Él tuvo que alquilar una camioneta familiar, ya que en su Porsche de dos asientos no cabríamos todos.

Helen, por supuesto, corrió a contarle que invité a Megan. Como era de esperarse, no le agradó nada la idea, pero no podía hacer mucho al respecto. Las cosas empeoraron cuando, sin querer, también invité a Nicholas y Lena. Ayer en el trabajo les mencioné lo de la salida y se emocionaron tanto que me rogaron para acompañarnos.

—Para que sepas, sigo muy enojado contigo —murmura Ashton, acercándose sigilosamente por detrás.

Desde que llegué no he tenido el valor de mirarlo a la cara, y ahora, incluso ese tono irritado que usa me parece atractivo. Con ese simple pensamiento, el rubor se apodera de mis mejillas, pero puedo culpar al frío por el color rosado que adquiere mi piel cada vez que está cerca.

Decido ignorar su comentario, manteniendo la mirada fija al frente. No tiene sentido responder, pues no es mi culpa que se sienta frustrado. Ya somos cinco adolescentes esperando a Megan, mientras Ashton refunfuña sin parar porque debimos haber salido hace media hora.

—Si Megan no llega en dos minutos, nos vamos sin ella —masculla, su aliento cálido rozando mi cuello mientras se inclina más cerca.

Me quedo inmóvil, luchando por no reaccionar. Si lo hago, sé que no podré contener las ganas de gritarle o... besarlo. Mi mente sigue jugando conmigo. No, realmente no quiero besarlo, pero todo parece volverse un caos cuando se trata de él. 

Mantengo la postura firme, los brazos cruzados sobre el pecho, fingiendo indiferencia, mientras veo los autos pasar por la avenida. No pienso ir a un lugar tan lejos sin ella. De repente, el auto de Megan frena frente a nosotros y un chico se baja tras ella.

—¿Y ahora quién demonios es él? —gruñe Ashton, visiblemente molesto, sin dejar de quejarse como si fuera un niño pequeño.

Lo miro por primera vez desde que bajé del taxi. Está apoyado en la camioneta con los brazos cruzados, su expresión mezcla de impaciencia y curiosidad. Trato de controlar los nervios que me produce su mirada, aunque ni siquiera yo sé quién es ese chico.

—Lili, perdón por llegar tarde —se disculpa Megan mientras arrastra una maleta enorme—, pero me tomé mi tiempo escogiendo los mejores atuendos para el frío.

—¿Y quién es él? —le pregunto, ignorando su comentario sobre la tardanza. No vale la pena discutir por eso, y sé que a Ashton le irrita que no lo tome en serio.

—Él es Luke —responde—, lo conocí en la fiesta de Helen. Y bueno, es con él con quien he estado acostándome últimamente —agrega despreocupada.

Mis mejillas arden de inmediato, pero la atención de Megan se desvía al darse cuenta de la presencia de Ashton. Lo examina de arriba abajo, casi devorándolo con la mirada.

—Es hermano de Helen —digo rápidamente, sintiendo la necesidad de aclarar la situación, aunque omito el hecho de que mi padre alguna vez lo consideró como un hijo.

—¡Ya vámonos! Se nos hace tarde y el camino es largo —grita Helen desde el asiento del copiloto, golpeando la bocina con impaciencia.

Durante el trayecto hacemos varias paradas para ir al baño o comprar snacks y bebidas para el camino. Finalmente, llegamos a la cabaña. El lugar es impresionante, rodeado de naturaleza y alejado de cualquier signo de civilización, con un lago tranquilo reflejando la luz de la luna a lo lejos.

Al entrar, la cabaña nos deja a todos con la boca abierta: es espaciosa, con dos pisos de madera impecable, una gran sala de estar con chimenea, una televisión de pantalla plana y una cocina amplia. En el segundo nivel, hay cinco habitaciones, cada una con su propio baño y un guardarropa.

Megan y Luke escogen una habitación. Helen, Nicholas y Ashton se acomodan en otra, mientras que Lena y yo compartimos la tercera. Después de dejar nuestras cosas, nos reunimos en la sala.

—Me encanta esta cabaña, podría quedarme aquí para siempre, lejos de la civilización y de todos los problemas —suspira Megan con una mirada soñadora.

Mientras terminamos de instalarnos, Ashton, distante y taciturno, se encarga de encender la chimenea. Lo observo en silencio. Hay algo en él que siempre me desconcierta. Saber que nuestros padres comparten un pasado solo hace las cosas más complicadas.

Luego de cenar, nos sentamos alrededor de la chimenea, cubiertos con mantas gruesas. El frío aquí es intenso, y ni siquiera nuestros abrigos parecen ser suficientes para combatirlo. Pasados unos diez minutos frente al fuego, todos decidimos sentarnos en el suelo en forma de círculo. Megan y Helen están a mis lados; Nick, Luke y Lena se encuentran enfrente de nosotras.

—¡Juguemos verdad o reto! —propone Megan.

—¡Sí, me parece genial! —añade Lena con entusiasmo, sus ojos brillando de emoción.

—Bien, empiezo yo preguntando. Lili, ¿verdad o reto? —pregunta Megan, apuntándome con un dedo. 

—Verdad —respondo sin pensarlo mucho.

—¿Quién te gusta de los que estamos presente? —suelta Megan, sabiendo la respuesta.

De reojo, noto que Nick no me quita los ojos de encima. Su mirada me envuelve con una ternura que no sé cómo interpretar. Un pequeño cosquilleo me recorre el pecho cuando una suave sonrisa curva sus labios, y mi corazón comienza a latir con más fuerza de lo habitual.

—Creo que... nadie —contesto con un leve titubeo.

—Es mi turno —interviene Lena—, ¿verdad o reto, Nick?

—Reto —replica sin dudarlo.

—Te reto a besar a Lili —declara Lena, dejando a todos boquiabiertos.

El aire se vuelve pesado y tenso. Todos los ojos se centran en nosotros dos, esperando la reacción de Nick. Solo Luke parece desinteresado, mientras yo trato de procesar lo que está ocurriendo. ¿Acaba de proponerle que me bese? Mi mente corre a mil por hora, y no puedo evitar preguntarme qué responderá él.

—Si no quieres, podemos seguir con el juego —balbuceo, intentando sonar despreocupada, pero mis palabras salen más temblorosas de lo que pretendía.

Nick se queda mirándome, y en su rostro no logro leer ninguna emoción clara. Esto solo hace que mis nervios se disparen aún más. Mis manos empiezan a sudar, y mi respiración se acelera. ¿Será que mi primer beso va a ser con mi mejor amigo?

El tiempo parece ralentizarse cuando Nick se pone de pie y se acerca a mí sin vacilar. Mis ojos se cierran automáticamente, el corazón martillando con fuerza en mi pecho. No sé qué hacer, ni cómo moverme. Simplemente espero...

Siento sus manos acariciando suavemente mis mejillas, como si estuviera explorando un terreno delicado. Luego, sus labios rozan los míos con infinita suavidad. Es apenas un toque, pero es suficiente para que el mundo entero desaparezca. Por un instante, no existe nada más que este momento. La calidez de su boca, el leve cosquilleo, y el deseo intenso de que no termine.

Pero la magia se desvanece tan rápido como llega. Nick se aleja, dejándome con los labios ligeramente entreabiertos y la mente en blanco. Paso las yemas de mis dedos por donde segundos antes estuvo su boca. 

Megan y Lena se observan con una sonrisa cómplice, claramente satisfechas con el giro de los acontecimientos. Varios desafíos más pasan mientras trato de calmar el torbellino de emociones que siento.

—¡Miren lo que encontré! —anuncia Helen con voz triunfal—. ¡El tequila de mi abuelo! Esto nos ayudará a entrar en calor, y, además, mi hermano ya debe estar durmiendo a estas alturas, así que... ¿quién quiere un poco?

Todos levantan la mano, incluso yo, deseosa de ahogar las emociones confusas que revolotean en mi interior, acepto un vaso. Quizás así pueda alejar el deseo insatisfecho que se ha aferrado a mí desde ese inesperado beso.

Las horas pasan sin que nos demos cuenta entre risas, anécdotas y tragos de tequila. El alcohol fluye, calentándonos de adentro hacia afuera, hasta que finalmente decidimos que es momento de subir a dormir. Camino con cuidado hacia mi habitación, sintiendo cómo el mareo me embota los sentidos. 

Lena ya está acostada, aunque no recuerdo en qué momento subió. Me deslizo a su lado con movimientos torpes, la cabeza dando vueltas. El sueño me envuelve rápidamente, arrastrándome a un mundo de fantasías en el que los besos de Nick se repiten una y otra vez, cálidos, dulces... y demasiado breves.

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