Capítulo X: Enredada en el engaño

◦✧Ashton✧◦

Me sirvo el tercer vaso de coñac y observo el panorama a través de la ventana, incapaz de poder concentrarme en mi trabajo. No puedo sacarme de la cabeza lo que hizo esa pelirroja hace un par de días en el set. Nunca pensé que sería capaz de hacer algo tan atrevido. Y por alguna razón, me irrita que lo haya hecho.

Una parte de mí deseaba que se diera la vuelta, que simplemente saliera de ese lugar antes de verla hacer algo que pudiera afectarla. Incluso, pensé en buscar otra manera de ejecutar mi plan. Pero luego recordé que el arrepentimiento no tiene cabida en mi vida, y mucho menos el preocuparme por ella.

Debo mantener mi enfoque en mis objetivos. Ella solo es una pieza más en este juego, un medio para alcanzar lo que realmente quiero. No hay lugar para distracciones. Pero ahí está, persistente, invadiendo mi mente.

Tocan a la puerta de mi despacho, y Jessica entra sin esperar respuesta, atrayendo mi atención. Verla con esa pequeña falda me recuerda a cómo la poseí justo aquí, en este mismo escritorio. La imagen me provoca una reacción instantánea, pero incluso entonces, mi mente traicionera me lleva de vuelta a ella.

No logro quitarme de la cabeza lo que vi aquella noche: Lilibeth en un babydoll, tocándose y gimiendo. Esa escena no deja de torturarme. La última vez que estuve con Jessica, ni siquiera pude alcanzar el orgasmo, y eso me ha molestado desde entonces. 

He intentado muchas cosas para aliviarme, pero nada ha funcionado, salvo imaginarla a ella: con su cabello rojo, esas pecas en su rostro y esos ojos que parecen gritar inocencia.

—Hola, cariño —dice Jessica, acercándose mientras su cuerpo se pega al mío.

Me da un beso profundo, nuestras lenguas se encuentran en una danza frenética, y mis manos se deslizan hasta su trasero. La levanto y la siento sobre el escritorio, y ella envuelve sus piernas alrededor de mi cintura. Pero, una vez más, mi mente me traiciona. Las imágenes de la pelirroja invaden mi cabeza hasta que un gemido de Jessica me devuelve a la realidad.

Molesto conmigo mismo, me aparto bruscamente.

—¿Tienes los reportes de este mes? —le pregunto, sentándome detrás de mi escritorio, con la irritación claramente dibujada en mi rostro.

Mi oficina siempre ha sido mi refugio, el único lugar donde me siento completamente en control. Como socio mayoritario de la empresa, tengo el espacio más amplio del edificio. Los muebles italianos combinan a la perfección con los sofás de algodón egipcio, y las paredes grises están adornadas con cuadros de paisajes de San Agustín. 

Los enormes ventanales ofrecen una vista imponente de la ciudad. Jessica ha intentado darle un toque femenino al lugar, pero prefiero algo más sobrio, más acorde a mi estilo.

—Sí, te los envié esta mañana a tu correo —responde Jessica, su voz decepcionada por mi comportamiento. Se baja del escritorio y ajusta su falda, sin intentar ocultar su frustración—, también tengo las estadísticas del otro negocio —añade, bajando la voz, como si quisiera retomar algo de control sobre la situación.

—Bien, los revisaré más tarde —contesto, sin mucho interés, enfocando mi mirada en la pantalla de la computadora.

Jessica camina hasta quedar detrás de mí, coloca sus pequeñas manos en mis hombros y comienza a realizar suaves masajes. La tensión se ha acumulado en mi cuerpo durante semanas, y ella lo sabe. Empiezo a sentir una ligera culpa por haberla apartado, quizás debería compensarla. Tal vez con flores o una joya cara... algo que la haga feliz.

Cuando Jessica se va y me quedo solo en la oficina, trato de concentrarme en mi trabajo. Presentaciones, informes, clientes... A las cinco de la tarde, un dolor punzante en mi cabeza comienza a intensificarse, y no sé si es por la media botella de coñac que he bebido o por la frustración de no tener los reportes del equipo de marketing.

Salgo a los pasillos, descargando mi irritación con cualquiera que tenga la mala suerte de cruzarse en mi camino. Finalmente, llego al área de marketing, donde el ambiente es tenso.

—¡No entiendo por qué aún no tengo los reportes del mes! —grito, mi voz retumbando en la sala—. ¡Los quiero en mi oficina en una hora, o todos están despedidos!

Los empleados me miran con el pánico reflejado en sus ojos. Es lo que quería lograr. A veces es necesario ser cruel para mantener el control. Cuando el día finalmente termina y me voy a casa, la sombra de Lilibeth sigue persiguiéndome, no importa cuánto intente sacarla de mi mente. Cada vez que cierro los ojos, allí está ella.



Son pasadas las siete de la tarde y, por suerte, es viernes. Mañana no tendré que ir a trabajar, lo que me da un leve respiro. De camino a casa, decido comprar comida china; hoy no tengo ni la más mínima intención de cocinar.

Cuando entro a mi apartamento, noto que Helen ya está acomodada en mi sillón, comiendo palomitas mientras mira una película de terror. Aunque a ella, aparentemente, nada parece asustarla.

—Baja los pies de la mesa —le ordeno con un tono ligeramente molesto—. Y deja de ensuciar mi sillón de cuero con la grasa de las palomitas.

Tras cerrar con llave la puerta, me despojo del saco y entro en la cocina. Sirvo la comida en dos platos y me arrepiento, una vez más, de haberle dado a Helen una llave de mi casa. Llega cuando quiere, hace lo que se le antoja y siempre deja un desastre a su paso.

—Deja de quejarte tanto —me responde sin mirarme—. Eres peor que mi madre.

—Vannia, ya te dije que no son tus padres —le recuerdo, mientras me siento en el sillón y le paso su plato—. Llámalos tío Greg y tía Margareth.

Mi hermana solo levanta los hombros, restándole importancia, pero noto en su rostro una sombra de tristeza.

—He vivido tanto tiempo con ellos que ya me acostumbré a verlos como mis padres —dice, con su voz algo apagada. Se queda viendo un punto fijo de su comida—. ¿Por qué nunca regresó por nosotros? Si mamá nos amaba tanto, ¿por qué nos abandonó? Primero papá se suicidó y luego ella nos dejó...

Sus ojos buscan los míos, buscando respuestas que ni siquiera yo tengo del todo claras. La decisión de Frank de quitarse la vida ha sido un misterio para todos en esta ciudad y, por supuesto, para quienes lo amábamos.

—Frank tomó la peor de las decisiones, y mamá... no pudo soportar la pérdida del hombre que amaba. —Hago una pausa, mido mis palabras para no mencionar demasiado sobre su padre—. Te prometo que muy pronto nos reuniremos con ella.

—¿Cómo estás tan seguro? —me pregunta con incredulidad—. No creo que el tío Greg lo haga fácil. Cada vez que trato de hablar con él sobre mamá, cambia de tema.

—No será sencillo, pero te juro que haré lo que sea necesario para que eso ocurra.

Comemos en silencio, con la única compañía del ruido de la televisión de fondo. Apenas presto atención a las imágenes de la película. Mis pensamientos están en otro lado, lejos de aquí. 

—Hablé con Megan —musita Vannia, rompiendo el silencio—, Le conté sobre la fiesta que quiero organizar en casa de mis padres, y ha aceptado la invitación.

—No importa quienes asistan, procura que Lilibeth esté allí. 

—Megan se encargará de convencerla.

Una hora después de ver la repetición de un partido de fútbol americano de los kansas city chiefs, Vannia se encuentra acostada en mi pecho, entrelazando sus dedos con los míos. A pesar del tiempo perdido, hemos logrado mantener una buena relación. No importa lo que haya pasado, ella siempre será mi pequeña hermana. 

Su respiración lenta y superficial me indica que se ha quedado dormida. Con cuidado, la levanto entre mis brazos y se aferra a mí, incluso en su sueño. La acuesto en su cama, tapándola con las sábanas.

Una vez en mi habitación, me pongo ropa cómoda y me siento en la cama con mi laptop. Reviso las estadísticas y los ingresos de la empresa de modelos webcam. Cuando tenga suficiente material sobre Lilibeth, pediré a Jessica que la saque del proyecto. Aunque Tyler y yo somos los únicos que tienen acceso a esta información, no soporto la incomodidad que siento al pensar en Lili involucrada en esto.

Cada sesión de las modelos se guarda en la plataforma por solo veinticuatro horas. Luego, los vídeos son eliminados, para que no quede evidencia si algún día las autoridades deciden hacer su trabajo. Descargo los vídeos de Lili, los clasifico en una carpeta y selecciono algunos para enviarlos a la dirección de correo que el detective me proporcionó.

Ahora, solo queda esperar respuesta.

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Al día siguiente, me ajusto el reloj en la muñeca, aplico un poco de loción y agarro mi chaqueta antes de dirigirme a la fiesta que Helen organizó.

Me miro una última vez en el espejo: los jeans oscuros, el polo azul y las botas negras combinan perfectamente con mi estado de ánimo. Mis tíos están de viaje en Inglaterra, lo que me da una ventaja clave: puedo ir a la mansión sin que nadie me reconozca. 

El plan de hoy es sencillo. Debo memorizar cada rincón de la casa para después poder trazar un mapa que me permita entrar y salir sin problemas.

Estaciono mi Porsche al otro lado de la calle y, al bajarme, me coloco una gorra para ocultar mi rostro de las cámaras de seguridad de la residencia. Mi objetivo es pasar desapercibido y asegurarme de que Lilibeth no me reconozca.

Comienzo mi recorrido en el primer nivel de la mansión. Hay pocas personas, lo que me permite tener una vista más clara y detallada del lugar.

—¡Ashton! —exclama Helen. Me saluda con un abrazo y un beso lleno de saliva en la mejilla.

—Eres asquerosa —le reclamo limpiando mi cara con la manga de la chaqueta.

—¿Qué? Solo te estoy mostrando el cariño que mereces —insinúa riendo. 

—¿Recuerdas lo que tienes que hacer? —le pregunto, esta vez más serio. Hoy no estoy para bromas.

—Si, Ashton, lo tengo todo memorizado aquí —responde señalando su cabeza con un dedo, sonriendo para tranquilizarme.

Alrededor de las cuatro de la tarde, la mansión comienza a llenarse de adolescentes con las hormonas alborotadas. Varias chicas intentan acercarse, pero no tengo ningún interés en tener sexo con una desconocida.

Pasan algunas horas, y empiezo a pensar que no van a llegar. Sin embargo, justo cuando estoy a punto de perder la paciencia, las veo entrar por la puerta principal. No puedo evitar fijarme en la pelirroja, con ese atuendo provocativo que parece diseñado para atraer todas las miradas.

Me apresuro a seguirlas antes de perderlas entre la multitud. Tengo que admitir que Helen se excedió un poco con la cantidad de invitados.

Las veo atravesar la sala en dirección a la cocina, así que las sigo a una distancia prudente, manteniéndome fuera de su vista. Me detengo en un punto estratégico desde donde puedo observarlas a través de una ventana, asegurándome de que mi presencia pase desapercibida.

Mientras espero a que Lili haga algún movimiento interesante, enciendo un cigarrillo. Sé que a mi tía no le agradaría que fume dentro de la casa, pero, siendo honesto, me importa muy poco. Después de observar por un tiempo a Lili, me parece la chica más aburrida, cuando lo único que hace es comer. 

Por un momento, la pierdo de vista. Apago el cigarrillo en la costosa alfombra y reviso el celular, esperando el mensaje de Helen para continuar con el siguiente paso.

Vannia: No le gusta el alcohol. Una gaseosa sería lo ideal.

Me dirijo a la cocina para preparar un vaso de gaseosa. Al salir, la veo en medio del salón, bailando con movimientos torpes. Esa es mi señal para seguir con el segundo plan.

Camino hacia una esquina de la casa desde donde Lili apenas puede verme, pero yo la observo perfectamente. De mi bolsillo, saco una pequeña pastilla y la disuelvo en la bebida burbujeante. 

De repente, un chico rubio de ojos marrones pasa a mi lado. Lo observo un instante y decido que es la persona perfecta para lo que tengo en mente.

—¡Eh, tú! Ven aquí —ordeno mientras lo jalo de la camisa.

—¡Suéltame! ¿Qué te pasa? —protesta, tambaleándose. Está claramente borracho.

—¿Quieres ganar quinientos dólares? —le muestro los billetes y, sin pensarlo mucho, asiente—. Lleva este vaso y dáselo a la pelirroja. —Señalo con el dedo.

Observo cada uno de los movimientos del rubio. Se acerca a Lili, le dice algo, y ella, sin sospechar nada, bebe el contenido del vaso que él le entrega.

Bailan unos segundos más, hasta que noto cómo el somnífero empieza a surtir efecto. Lili sale de la pista de baile tambaleándose, así que la sigo afuera hasta que la encuentro en la orilla de la piscina.

Si no la hubiera sujetado a tiempo, probablemente habría caído al agua. Al momento de taparle la boca para que no grite, se desmaya en mis brazos. "Duerme, pequeña", le susurro, mientras aparto con suavidad algunos mechones que cubren su rostro.

Cargo entre mis brazos su ligero cuerpo y una vez frente al Porche la coloco en la parte trasera. Me acomodo en el asiento del conductor, enciendo el motor y me pongo en marcha, rumbo a mi apartamento.

◦❥Lilibeth❥◦

Una vez más, tengo ese sueño recurrente en la playa. Estoy de pie frente al inmenso mar, con mi vestido blanco ondeando suavemente en el viento. Escucho el sonido del oleaje, un murmullo que me envuelve: juuuh, juuuh...

De repente, abro los ojos al sentir una corriente de aire que acaricia mi piel. Unos ojos azules, profundamente atormentados, se clavan en los míos, y un escalofrío me recorre de pies a cabeza. 

Trago saliva, nerviosa por la intensidad de su mirada. Mi corazón palpita con fuerza mientras alzo la mano, intentando tocarlo, pero él parece alejarse cada vez que me acerco.

Ashton no aparta su mirada de mí. Las olas continúan su ciclo, subiendo y bajando, acariciando mis pies descalzos y dejando granos de arena entre mis dedos. 

Todo esto me hace darme cuenta de que estoy soñando, sin embargo, estar aquí con él, bajo este cielo infinito, me trae una calma inexplicable, como si el peso de mis angustias se esfumara momentáneamente.

Levanto la vista hacia su rostro, ansiosa por encontrar una sonrisa que anhelo en secreto. Una sonrisa que podría convertir mis pesadillas en algo dulce, en algo hermoso. Pero, lo que veo me deja petrificada. En lugar de ternura, lo que dibuja en su rostro es una mueca fría, casi cruel. 

Una sombra oscura nos rodea de repente, y la atmósfera cambia. La calma se desvanece, reemplazada por una tensión abrumadora, opresiva, que me hace sentir pequeña y vulnerable.

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Despierto de golpe, sobresaltada, con el sudor empapando mi frente y el tum, tum, tum de mi corazón resonando en mis oídos. Llevo las manos a mi pecho, intentando calmar el frenesí que siento, aliviada al darme cuenta de que solo fue una pesadilla. Sin embargo, ese consuelo se desvanece tan rápido como llegó. No estoy en mi habitación, ni en la de Megan ni en la de Helen.

Parpadeo varias veces, tratando de enfocar mi vista. Nada de lo que veo me resulta familiar. Mi mente está nublada, como si una niebla pesada se interpusiera entre mis recuerdos y yo. 

Me esfuerzo por recordar lo último que sucedió, y de repente las imágenes de la fiesta invaden mis pensamientos. Sacudo la cabeza, intentando apartar la bruma que persiste.

Intento incorporarme, pero el mareo que siento me obliga a detenerme. Un dolor agudo me atraviesa las sienes. Trato de nuevo y al sentarme, dejo caer mi cabeza contra la cabecera, buscando algo de estabilidad. Pero, justo en ese momento, escucho voces y pasos que se acercan. El sonido me pone en alerta.

—¿No crees que te pasaste con la dosis? No ha despertado —Escucho la voz preocupada de Helen.

—Ya va a despertar —responde alguien más con tono tranquilo—. El medicamento pronto saldrá de su sistema. Lo importante ahora es esperar, ya que pronto tendremos una reunión familiar bastante... interesante.

—¿Cómo crees que reaccionará cuando sepa la verdad? —pregunta Helen, casi en un susurro.

—No lo sé, Vannia. Debemos ser cuidadosos con cómo le decimos las cosas.

Sus pasos se alejan, dejando un eco vacío en el pasillo. Me quedo sola, inmóvil y con un miedo creciente. Reconozco claramente la voz de Helen, pero la segunda voz... me revuelve el estómago. Sé muy bien quién es, aunque desearía no saberlo. Todo mi ser se niega a aceptarlo.

Cierro los ojos con fuerza. Esto debe ser una pesadilla. Ninguna de las piezas encaja, y nada tiene sentido. ¿De qué verdad hablan? El frío se instala en mis huesos, y mi mente se llena de preguntas. Debo estar atrapada en otra pesadilla, porque nada de esto tiene sentido.

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