Capítulo IX: Fiesta en casa de Helen
◦❥Lilibeth❥◦
El lunes, al llegar a la prepa, siento que todos me observan como si pudieran ver a través de mí y descubrir mi mayor secreto. Cada mirada parece juzgarme por lo que hice el fin de semana, y aunque sé que todo está en mi cabeza, la culpa crea escenarios que se sienten demasiado reales. La sensación de ser juzgada me persigue durante todo el día, a pesar de que en realidad nadie tiene idea de lo ocurrido.
Ese mismo sábado, Lena me llamó para contarme que las autoridades habían descubierto el bar y lo clausuraron por falta de registros sanitarios, además de otros cargos por operar de manera clandestina. Al final, este nuevo trabajo me vino bien para cubrir mis necesidades hasta que termine la escuela.
Mi amiga también me mencionó que Jones aún no sabe quién lo traicionó, pero por suerte nadie estaba en el bar cuando llegaron los inspectores, lo que evitó que alguien fuera arrestado.
Honestamente, no me afecta mucho. Ser modelo webcam me beneficia más que trabajar en un bar de mala muerte. Jessica, antes de irme, me entregó un cheque de quinientos dólares, más de lo que había ganado en todo un mes trabajando con Jones.
—¡Chica webcam! —me saluda Megan entre risas, burlándose sin consideración. No me hace ninguna gracia
—¡Cállate! —le replico con rapidez—. Alguien podría oírte.
Abro mi casillero con prisa, metiendo mis libros dentro. Ya casi es hora de salir, y el bullicio de los estudiantes que se preparan para irse a casa invade el pasillo.
—No seas paranoica, amiga. —Megan me agarra las mejillas y las estira como lo haría una tía fastidiosa.
—¡No soy paranoica! —le doy un manotazo para que me suelte—. Es solo que alguien podría escucharte y descubrir nuestro secreto. —Miro nerviosa a mi alrededor, como si realmente alguien pudiera saber lo que hicimos.
—Está bien, no diré nada. —Resopla, levantando las manos en señal de rendición—. ¡Mira, ahí viene Helen!
La saluda con la mano, y volteo a ver a la chica de cabello multicolor que se acerca a nosotras. En los últimos días, hemos estado muy unidas.
—¡Hola, chicas! —nos dice Helen entusiasmada—. ¡Tienen que contarme con lujo de detalles cómo les fue el sábado!
«Si por detalles te refieres a cómo me toqué frente a extraños, no sé si puedo tener esa conversación», pienso, aunque parece que lo he dicho en voz alta porque ambas se me quedan mirando con sorpresa.
—Cambia esa cara, chica. Me refiero a si quedaron en el proyecto o no.
—Lo siento —me disculpo, aún con nervios en la voz—. Todo esto me tiene bastante tensa.
—No te preocupes por ella —interviene Megan—. Siempre está así. Yo te cuento todo.
Megan abraza a Helen por los hombros mientras se dirigen a la salida, y comienza a narrarle todo, y cuando digo todo, es todo. De verdad, esta chica no tiene filtros.
Camino detrás de ellas, aferrada a las correas de mi mochila, que hoy se siente más pesada debido a las tareas acumuladas. Observo a Megan hablar emocionada sobre su experiencia en el set y sus planes para la próxima sesión. Apenas me prestan atención, así que me limito a escuchar su conversación.
Cuando llegamos al estacionamiento, Helen se despide de nosotras con un abrazo. Algo en su comportamiento sigue inquietándome, especialmente el hecho de que ahora parece preferir nuestra compañía a la de sus amigas de siempre, Celia y Bonnie. Desde pequeñas, las tres han sido inseparables, pero, de repente, Helen prefiere pasar el rato con nosotras.
—¿No te parece raro? —le pregunto a Megan mientras el auto de Helen se aleja.
—¿A qué te refieres? —Me mira confundida.
—A cómo nos trata. Antes ni siquiera nos dirigía la palabra, y ahora pretende ser nuestra amiga. —La observo por un momento, tratando de entender qué piensa—. Además, tú fuiste quien me la presentó, lo que significa que primero se acercó a ti.
—¿Qué estás insinuando? —dice cruzándose de brazos.
—Solo quiero entender por qué de repente está tan interesada en nosotras.
—Siempre buscas un porqué para todo. —Megan suspira—. Estábamos en el curso de latín cuando ella se acercó a pedirme un lápiz. Luego se sentó a mi lado y comenzamos a hablar, nada más.
—Celia y Bonnie no parecen estar de acuerdo con eso —comento alejándome hacia el auto de Megan.
—Helen es diferente —afirma Megan, con un toque de molestia en la voz.
—¿Y cómo lo sabes? Apenas la conocemos.
Siento su mano en mi hombro, deteniéndome de inmediato. Me gira hasta que quedamos frente a frente.
—¿Pasó algo entre ustedes que no me hayas contado? Porque ya sabes que siempre pondré nuestra amistad por encima de cualquier cosa.
La miro a los ojos, indecisa. Nunca le conté lo que ocurrió en el baño. Las palabras de Helen aún resuenan en mi cabeza, como un eco que no desaparece: «Cuando todo esto termine, espero que no me odies tanto. Realmente me agradas mucho».
—No, no pasó nada —murmuro, alejándome—. Solo... olvídalo.
━━━━━━ ◦ 🌷 ◦ ━━━━━━
Durante la semana, nos llamaron para otras dos sesiones de modelaje. Con el dinero recibido, por fin pude pagar los meses atrasados de la casa. Además, mi beca fue renovada para el siguiente semestre al liquidar la deuda que tenía pendiente con Alessia.
Megan, por otro lado, ha llenado su armario con ropa de diseñador. A pesar de todo, siento que tomé la mejor decisión. Sé que esto es algo temporal, hasta que pueda ir a la universidad y conseguir una carrera que me permita mejorar mi vida.
Como había previsto, Marian no tardó en interrogarme sobre cómo conseguí tanto dinero. Sabía que no podría contarle la verdad, así que estuve ensayando una pequeña mentira. Le dije que mi jefe en la "farmacia" me dio un préstamo tras contarle sobre nuestra situación, y que, además, me aumentó el sueldo por mi buen desempeño.
Estoy en la cocina, lavando los platos. Después, tendré que bañar a Logan y acostarlo para su siesta. Mi madre ha estado encerrada en su habitación toda la mañana, llorando por su novio, ese bueno para nada.
Como lo imaginé, Owen dejó de llamarla y de buscarla. Según él, se fue a otro estado a buscar trabajo, ya que en San Agustín no hay oportunidades. Eso fue hace tres semanas, y desde entonces, ni una sola llamada.
Mi madre está desesperada, pero, en el fondo me alegra que se haya ido, sin embargo, no puedo decírselo. Menos ahora, con lo frágil que está. Marian sigue en negación cuando le pregunto por él.
Me acerco a su habitación; no la he visto en todo el día y me preocupa que siga sin comer. Si continúa así, podría enfermarse. Toco la puerta dos veces y, al no obtener respuesta, la abro lentamente, temerosa de despertarla si está durmiendo. El cuarto está en penumbras, las cortinas cerradas y la cama hecha un desastre.
Entro, cerrando la puerta detrás de mí. La veo sentada en el borde de la cama, llorando, con la mirada perdida en el suelo de madera desgastado. Su cabello está desordenado, pero aun así conserva un aire de elegancia con su bata de satén y el maquillaje ligero que cubre las marcas de noches sin dormir.
—Mamá, deberías bajar a comer algo. Es malo para el bebé que no te cuides —le digo suavemente, tratando de que entre en razón.
—No he pedido tu opinión —musita, con enojo en su voz. Sus ojos, llenos de rabia contenida, se clavan en los míos.
—Si esto es por Owen, debes saber que él no es un buen hombre para ti. Mereces algo mejor...
—Te repito, no pedí tu opinión —dice con lentitud, como si no entendiera lo que dice—. Él se fue a Nueva York para conseguir trabajo porque se preocupa por nosotros —balbucea, con la voz entrecortada y sollozos que acompañan cada palabra—. Me dijo que quiere darle lo mejor a su hijo.
—Desapareciendo no le va a dar lo mejor a mi hermano.
Me quedo en silencio, esperando su reacción, deseando poder decirle más. Quiero que sepa que, aunque Owen no esté, siempre estaré aquí para apoyarla. Pero sé que en este momento nada de lo que diga le importará, así que me limito a escucharla.
—¿Y tú qué sabes? —espeta, con desdén—. Solo porque conseguiste algo de dinero para pagar el alquiler, crees que tienes derecho a opinar sobre mi vida amorosa. —Hace una pausa, mirándome de arriba abajo con desprecio—. No sé a quién le abriste las piernas, pero eso solo te convierte en una fácil. Todos empezarán a hablar de ti y de cómo crie a una cualquiera...
No quiero seguir escuchando. Sus palabras me duelen demasiado y sé que esto solo llevará a una pelea. Así que, antes de decir algo de lo que me pueda arrepentir, me doy la vuelta y salgo, dejándola hablando sola. Me encierro en mi habitación y me froto las sienes con los dedos. Estoy agotada de tener que ser siempre la adulta en esta casa, mientras parece que la adolescente es ella, Marian.
Me apoyo en la puerta, respirando hondo para contener las lágrimas que amenazan con brotar. Realmente me hirió lo que me dijo. Tratando de restarle importancia, me siento en la cama y enciendo mi laptop. Gracias al dinero que he ganado, pude comprarme una por primera vez.
Mi madre nunca me regaló nada. Cuando era pequeña, veía cómo mis compañeros presumían sus regalos de Navidad, mientras ella siempre me decía que debía estar agradecida porque al menos había conseguido un pavo para la cena.
Con Logan, sin embargo, ha sido diferente. Podemos no tener nada para comer, pero siempre se asegura de consentirlo con regalos. A veces pienso que me culpa por la muerte de mi padre.
Intento alejar esos pensamientos y me pongo a investigar más sobre el trabajo de modelo webcam. Quiero estar mejor preparada para la próxima sesión. Me pierdo navegando por internet hasta que una llamada de Megan interrumpe el silencio.
—¡Hola, bebé! —me saluda Megan, con su habitual tono alegre.
—Hola, Meg —contesto con pocos ánimos
—Helen nos invitó a una fiesta en su casa. ¡Quiere celebrar que conseguimos el trabajo!
No tengo ganas de ir a una fiesta, pero sé que, si me niego, Megan me fastidiará toda la semana, diciéndome que soy una mala amiga por no pasar tiempo juntas.
—Celebrar te refieres a... ¿algo tranquilo? o ¿al estilo Megan? —pregunto, ya sospechando la respuesta.
Cada vez que Megan organiza una fiesta en su casa, la policía termina interviniendo por el escándalo.
—Por supuesto que es algo al estilo Megan. Así que levanta tu trasero perezoso de la cama y ven a mi casa. Te voy a poner irresistible para los chicos.
A veces no entiendo cómo somos mejores amigas. Somos polos opuestos. Mientras ella adora las fiestas, yo prefiero quedarme todo el día disfrutando de un buen libro y escuchando música.
—Estaré ahí en diez minutos —digo, resignada.
No quiero quedarme en casa y toparme nuevamente con mi madre, que seguirá enfadada conmigo durante mucho tiempo por lo que le dije.
━━━━━━ ◦ 🌷 ◦ ━━━━━━
El tablero del auto marca las seis de la tarde, la hora exacta en que fuimos citadas en casa de Helen. Megan se sabe el camino de memoria, ya que este lugar se ha convertido en nuestro punto de encuentro habitual, ya sea para estudiar o divertirnos.
Nunca hemos conocido a los padres de Helen. De seguro están demasiado ocupados con su trabajo, de lo contrario, dudo que viviría en un lugar tan lujoso. Aunque su vida pueda parecer algo triste sin la presencia de sus padres, a veces pienso que preferiría estar en su lugar, en vez de tener que lidiar con mi madre cuando está de mal humor.
Megan estaciona el autor frente a la mansión. Al bajar me ajusto la incómoda falda y el top corto, idea de Megan. Camino hacia la entrada aferrándome al brazo de Megan, luchando por no caerme con los tacones.
El exterior de la casa luce impresionante, con las luces de colores que resaltan en la oscuridad de la noche. La música suena a todo volumen. Una vez dentro, tras haber logrado llegar sin tropezarme, me aferro más a Megan para no perderla de vista entre la multitud de cuerpos sudorosos que van y vienen.
Atravesamos la sala hasta llegar a la cocina, donde más adolescentes están bebiendo. Conozco a muy pocas personas aquí, pero Megan parece saludar a todos como si fueran sus amigos de toda la vida. Megan agarra un vaso con alcohol sin siquiera ofrecerme uno. Ella sabe perfectamente que no bebo, y por más que insista, no pienso empezar ahora.
—Ya vuelvo —me dice Megan al oído, esforzándose para que la escuche por encima del ruido.
Antes de que pueda protestar, ya se ha alejado de la cocina. Cuando la pierdo de vista, salgo a buscar un lugar donde sentarme, ya que los tacones empiezan a lastimarme los pies. No obstante, todos los sillones están ocupados por parejas besándose.
Me acerco a la mesa de bebidas buscando algo que al menos sea familiar, y me sirvo una gaseosa. Estoy por alejarme cuando una mano se posa suavemente sobre mi hombro, haciéndome girar, algo inestable, sobre mis tacones.
—¿Te estás divirtiendo? —grita Helen por encima de la música, con una sonrisa traviesa.
—Un poco —respondo, encogiéndome de hombros—. Megan me dejó por un chico.
—La vi hace un momento, no pierde su tiempo —comenta con una risa divertida. Nos reímos juntas, aunque por dentro me siento un poco abandonada.
Helen observa mi vaso, arqueando una ceja.
—Veo que no tomas —dice con tono curioso, mientras levanta su vaso lleno de cerveza y lo agita levemente.
—No me gusta el alcohol, prefiero evitarlo —le aseguro con una sonrisa tímida, notando cómo su mirada se vuelve un poco más intensa.
Helen, con su cabellera teñida de colores brillantes y su estilo deslumbrante, tiene una energía arrolladora que me resulta a la vez fascinante y desconcertante. Me siento pequeña a su lado, no solo por la altura, sino por la seguridad con la que se mueve, como si cada espacio le perteneciera. Pero, de alguna forma, últimamente ha sido amable conmigo, algo que no he terminado de entender.
Su celular suena, lee el mensaje y luego se despide: —¡Nos vemos luego! —agrega con un guiño.
Se va con su grupo, donde Celia y Bonnie me lanzan una mirada de desdén. Siempre lo hacen, pero no me importa demasiado. Ahora que Helen nos habla, eso, de algún modo, me hace sentir que por primera vez pertenezco.
La noche continúa y no vuelvo a ver ni a Megan ni a Helen. La soledad se instala como un peso incómodo. Después de vagar un rato por la casa, decido ir por otro vaso de gaseosa, pero solo quedan latas de una bebida que no reconozco. Me siento un poco más audaz, así que decido probarla. El sabor es dulce y burbujeante. Nada mal.
Con la tercera lata, una sensación de mareo comienza a adueñarse de mí. Mi cuerpo se siente ligero, casi flotante, mientras una energía inesperada se apodera de mí. Levanto la lata, curiosa, para leer la etiqueta. Las letras pequeñas son borrosas, pero algo logra destacarse: cinco por ciento de alcohol. Genial. Me he emborrachado sin darme cuenta.
Siento el impulso de moverme, de dejar que esa energía fluya. Camino hacia la pista de baile, donde la música está en su apogeo, cada beat retumba en mi pecho. Comienzo a balancearme suavemente, dejando que mis caderas sigan el ritmo, sintiendo la música atravesar cada parte de mi cuerpo.
Esa extraña sensación de ser observada vuelve. Me detengo por un instante, buscando entre la multitud alguna pista. De repente, unas manos se posan en mis caderas. Me tenso de inmediato, pero el calor de su toque me mantiene inmóvil.
Me giro lentamente para enfrentar a la persona. Es un chico más alto que yo, rubio, con unos ojos marrones profundos y algunas pecas que suavizan su rostro. "Atractivo", pienso.
—Eres muy hermosa —me susurra al oído, su aliento cálido me hace estremecer—, me llamo Tomás.
—Lili, encantada.
—Me tomé el atrevimiento de traerte una bebida —dice, ofreciéndome un vaso.
—Gracias, pero ya tomé demasiado alcohol por hoy —le contesto con suavidad, tratando de ser amable mientras rechazo el vaso.
—Es solo gaseosa —masculla, acercándose un poco más.
Dudo por un segundo, pero acepto. Llevo el vaso a mis labios y, para no parecer grosera, lo termino de un trago. Las burbujas bajan por mi garganta, y por un momento, todo parece más fácil, más ligero.
Tomás me invita a bailar, y aunque estoy un poco torpe, coloco mis manos en sus hombros. Él pone las suyas en mis caderas y nos movemos siguiendo el ritmo de la música. Sin embargo, el mareo vuelve de repente, más fuerte, haciendo que el suelo se mueva bajo mis pies y el salón comience a dar vueltas.
Me aparto rápidamente de Tomás, la confusión y el pánico empiezan a mezclarse en mi interior. Busco desesperadamente a Megan o a Helen, pero no veo ni rastro de ellas. Decido dirigirme hacia la puerta que da al jardín trasero, necesito tomar aire fresco, distanciarme un poco. Siento a Tomás siguiéndome.
Camino lo más rápido que puedo, empujando mi cuerpo entre la multitud mientras el pánico crece dentro de mí. Todo se siente surreal, como si la realidad estuviera distorsionada.
Al salir por la puerta corrediza, el aire fresco golpea mi rostro, pero no me calma. Intento respirar profundamente mientras el mareo sigue envolviendo mi cabeza. Escucho unos pasos detrás de mí y, aunque creo que es Tomás, antes de poder girarme, una mano se posa sobre mi boca y otra en mi cintura.
Intento gritar, pero mi voz no sale.
—Hola, hermanita —me susurra con sarcasmo una voz masculina.
Algo en esa voz me resulta familiar, pero antes de que pueda procesarlo, me desmayo en los brazos que me sostienen. El silencio y la oscuridad se ciernen sobre mí como una ola que me arrastra hacia lo profundo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top