Capítulo III: Desde las sombras
◦❥Lilibeth❥◦
Es viernes por la noche. Estoy en mi habitación, leyendo mi libro favorito antes de ir a trabajar. Desde el año pasado, ayudo a Marian a pagar las facturas; conseguí trabajo como mesera en un bar llamado "El Refugio Nocturno" gracias a mi amiga Lena, que también trabaja allí.
Marian no sabe la verdad. Le he mentido sobre lo que hago los fines de semana tan tarde en la noche. Según ella, soy auxiliar en una farmacia que abre las veinticuatro horas. Me levanto de la cama cuando el reloj marca las siete, deteniéndome un instante para romper la nota que encontré en mi casillero el otro día. Es muy probable que se trate de una broma.
Bajo a cenar antes de ir al trabajo. Los turnos son largos, tanto que no me da tiempo de comer algo en el bar. Mi madre está preparando una sopa, así que me siento en la pequeña mesa de madera de la cocina, que es igual de modesta que toda la casa.
De milagro tenemos una estufa y una refrigeradora llena de imanes de diferentes países que Marian consiguió en una venta de garaje. Aunque nunca hemos viajado, a ella le gusta presumir cuando tenemos visitas.
Con un suspiro, saco mis libros de la mochila y me decido a estudiar. Muerdo mis uñas o el lápiz que tengo en la mano mientras intento resolver las ecuaciones, hasta que recibo un mensaje de Lena: tengo que llegar antes de mi turno.
El señor Jones, nuestro jefe y dueño del lugar, tendrá invitados especiales y quiere que los atendamos bien. Si no lo hacemos, nos descontará las propinas de la noche. Me levanto apresurada, sin terminar la tarea ni cenar. Me despido de mi madre y Logan antes de salir de casa.
Al salir por la puerta principal, me pongo los audífonos para escuchar música durante el camino; así me siento un poco menos sola. El bar está cerca de Crescent Beach, pero como no encontré transporte público, tuve que caminar durante media hora.
Al llegar, entro a lo que parece un almacén abandonado, lleno de polvo y ratas. El bar opera de forma clandestina, así que debo bajar unas escaleras que llevan a un sótano.
—Hola, Big Boy. —Saludo al guardia de seguridad. Aquí, casi todos usan sobrenombres.
—Hola, cariño. —me responde Rafael, que solo tiene tres años más que yo. Le sonrío antes de entrar.
Al cruzar la puerta, el bullicio del lugar me golpea de inmediato. Las personas que frecuentan este bar entran solo por invitación, para evitar problemas con la policía. Los fines de semana, por lo general está lleno de adolescentes y adultos que buscan diversión. Incluso se permite el consumo de marihuana y otras sustancias ilegales.
Me dirijo al baño de los empleados para cambiarme. El uniforme es sencillo: una falda negra por encima de la rodilla y una camiseta blanca con el logo del bar. Me hago una coleta alta para mantener el cabello lejos de la comida, y guardo mis cosas en el bolsón de Lena.
Hoy he llegado veinte minutos tarde de lo que me dijo mi amiga. Al salir, veo a Lena y a Nicholas, las únicas dos personas además de mí que tienen la edad legal para trabajar aquí. Los demás empleados aparentan ser menores de dieciocho, pero al dueño no parece preocuparle la ley.
En las mesas negras, a juego con las paredes decoradas con cuadros vintage, están esparcidas por todo el lugar. A esta hora, ya hay varias personas bastante ebrias, y eso que apenas son las diez de la noche.
La iluminación es tan tenue que a veces es imposible ver los rostros de los clientes, y hay rincones oscuros donde las parejas tienen sexo sin importarles que los vean o escuchen.
La barra se encuentra al fondo, junto a una cocina de higiene cuestionable. Pero mientras me paguen y no tenga que comer aquí, estoy bien.
—Hola, Lena —la saludo con un beso en la mejilla—. Hola, Nick. —Repito el saludo con él—. Hoy será una larga noche. Ya quiero que sea sábado. —Suspiro exageradamente mientras me coloco el delantal.
—Hey Lili, Lena, ¿tienen algo que hacer mañana en la tarde? Mi amigo Jake está organizando una fiesta en la casa de playa de sus padres —dice—, será divertido —agrega alzando la voz para hacerse escuchar por encima de la música y el bullicio.
—No lo sé... Mañana mi madre estará de turno y me toca cuidar de Logan. —respondo, intentando sonreír a pesar que será imposible asistir—, Te aviso, te mando un mensaje.
—Oh, vamos, Lili. —Me insiste Lena, sonriendo de forma traviesa—. Será divertido y además escuché que llegarán chicos universitarios muy guapos. —Me codea Lena mientras levanta las cejas en señal de complicidad—. ¿Qué crees Nick? Nuestra pelirroja necesita un poco de diversión.
Veo a Nick de reojo y noto su expresión de fastidio cuando escucha la propuesta de Lena. Siempre ha sido como un hermano mayor para mí, protegiéndome en todo momento, así que, para evitar la conversación, solo me río y me alejo de ellos.
Me acerco a una mesa donde hay cuatro chicos jóvenes que han venido a divertirse. Les tomo la orden y voy a la barra a pedir cuatro cervezas y un platillo de alitas con barbacoa a Oliver, el cocinero y bartender.
Cuando regreso a la mesa para entregar el pedido, uno de los chicos se propasa, levantando mi falda. No es la primera vez que algo así sucede aquí, así que respiro hondo y me alejo sin hacer escándalo.
Lena ya me había advertido que estos eran los invitados del señor Jones; al parecer, son amigos de su hijo, quien siempre ha intentado sobrepasarse, como lo hizo hace un rato tocándome donde no debía.
La noche transcurre entre risas, bromas de Nick y atendiendo a personas ebrias. La mayoría son treintañeros buscando escapar de la rutina de trabajo, sus esposas e hijos.
A las cuatro de la mañana, el bar comienza a vaciarse, quedando solo unos pocos grupos dispersos. El olor a marihuana es tan fuerte que parece que veo doble con solo inhalar el aire. Nunca he sido de consumir, así que la rechazo cada vez que me la ofrecen.
Mientras limpio unas mesas, siento que alguien me observa. No es la primera vez que me pasa, y ya se lo he comentado a Lena, pero ella siempre me dice que es paranoia mía.
Aun así, no puedo evitar voltear y examinar el lugar. Hay varios clientes borrachos que me parecen sospechosos hasta que giro a una esquina y veo a un chico sentado solo. A primera vista parece normal, pero su mirada fija en mí me inquieta. Justo en ese momento, Nick se acerca a tomar su orden y bloquea mi vista. Decido no darle más importancia.
Lena aparece a mi lado, sonriendo.
—Lili, ¿vas a ir a la fiesta del amigo de Nick?
—No creo. Tengo que cuidar a mi hermano. Ya sabes, mi mamá trabaja doble turno los fines de semana para ganar dinero extra —respondo con un suspiro.
—Es una lástima. Nick está claramente enamorado de ti. Fíjate cómo te mira.
—Es solo tu imaginación. Hemos sido buenos amigos desde pequeños.
—Aquí viene, ponte linda —me dice mientras intenta arreglarme el cabello. Con un gesto rápido, aparto su mano.
Nick se acerca y, sin rodeos, me pregunta:
—¿Conoces a ese tipo raro?
—¿Qué tipo raro? —le pregunto, confundida.
—El chico alto, de ojos azules, que siempre viene. Lleva meses frecuentando el lugar —aclara señalando la esquina de donde lo vi antes.
—¿En serio? No me había fijado hasta hoy.
—Si, ha preguntado por ti —refunfuña Nick, con un tono ligero teñido de celos.
—¿Y qué dijo? —Mi curiosidad se enciende.
—Solo preguntó a qué hora terminas tu turno.
Lena, emocionada, me agarra del brazo.
—¡Lili! ¡Debes tener un admirador secreto!
—La que tiene admiradores secretos todo el tiempo eres tú, no yo.
Lena con su altura y curvas impresionantes atrae la mirada de los hombres que frecuentan el bar. Agarro la muñeca de Nick para ver la hora en su reloj. Ya son las cinco de la mañana, y mi cuerpo me va a agradecer que regrese a casa por una ducha caliente y duerma un par de horas en la suavidad de mi cama.
—Ya es hora de terminar el turno —digo, aliviada de que la noche haya terminado sin problemas.
—Vayan ustedes —nos dice Nick—, yo me encargaré de los clientes que quedan y de limpiar el lugar.
Camino hacia la barra donde Lena deja sus pertenencias para recoger mi ropa y luego me dirijo al pasillo donde está el baño de empleados para cambiarme.
El baño a pesar de ser pequeño, está limpio, a diferencia del de los clientes, que siempre está sucio, lleno de grafitis y, a veces, con alguien desmayado en el suelo por la intoxicación. De suerte tenemos a Nicholas que siempre se encarga de dejar limpio y vacío. Durante el día no abren, por miedo a la policía.
Me miro en el espejo, roto en dos partes. Me suelto el cabello, intentando arreglarlo con las manos, me lavo la cara y dejo el uniforme en un pequeño mueble debajo del lavamanos, listo para el próximo turno.
Al salir del baño, ya cambiada, me topo con el mismo chico que antes levantó mi falda. Apenas puede mantenerse en pie. El problema de este tipo de trabajo es que nunca sabes con qué clase de persona te vas a encontrar, y siendo el hijo del dueño, debo ser cuidadosa.
Me encuentro alejada de la vista de los demás, pero sin dejar que el miedo me paralice, camino junto a él sin mirarlo. Trato de pasar desapercibida, pero sé que está drogado. No obstante, cuando pienso que no ha notado mi presencia, me agarra del brazo y esboza un sonrisa perversa. Trato de alejarme, pero me empuja contra la pared.
—¡Suéltame! —le grito, luchando por liberarme.
—Eres muy hermosa —susurra cerca de mi oído, sintiendo su aliento desagradable invadiendo mi espacio.
—¡Ayuda! —grito, pero mi voz se ahoga entre el estruendo de la música.
—No grites, sé que me deseas tanto como yo a ti —dice mientras me toca el pecho por encima de la blusa, provocándome náuseas.
—No te deseo. ¡Eres repugnante! —respondo, tratando de zafarme inútilmente.
—¡Quédate quieta! —gruñe jalando mi cabello con brusquedad, haciendo que duela en esa zona.
Su boca repulsiva se posa sobre mi cuello, mientras yo intento empujarlo, enterrando mis uñas en su pecho. Parece que mis esfuerzos solo lo excitan más. Su mano sube por mi pierna hasta llegar a mi muslo. Aprovechando su distracción, levanto la pierna y le doy un rodillazo en la entrepierna.
—¡Maldita perra! —grita entre dientes, doblándose de dolor.
Intento correr, pero sostiene mi cabello otra vez, tirándome hacia atrás y estampándome el rostro contra la fría pared.
«Ayuda, ayuda, por favor» pienso desesperada, sabiendo que nadie vendrá a salvarme. Comienzo a temblar, sintiendo el pánico apoderarse de mí cuando su mano busca el cierre de mi pantalón. Lucho con todas mis fuerzas, suplicando entre lágrimas, pero él no pretende detenerse.
—¿Algún problema? —Una voz masculina irrumpe de pronto. No puedo ver bien, mi rostro sigue presionado contra la pared.
Mi agresor voltea a mirar desinteresado, pero parece no importarle dicha presencia y continúa bajando mi pantalón y tocándome descaradamente.
—Aléjate, imbécil. No ves que estoy ocupado con esta chica. Ya tendrás tu turno —ríe, su aliento alcohólico me revuelve el estómago.
—No lo creo —responde con una voz calmada a pesar de la situación.
Antes de que mi mente pueda procesar lo que sucede, un grito sale de la garganta del abusador. Me giro, paralizada, cuando veo al desconocido apartar al hombre de encima de mí.
Nuestros ojos se cruzan, unos profundos ojos azules que me miran intensamente. Su presencia me transmite una extraña sensación de alivio, aunque mi cuerpo sigue temblando. Bajo la vista a sus labios, que intentan decirme algo, pero el aturdimiento no me permite despegarme de la pared. Mis brazos siguen abrazándome, protegiendo mi pecho.
—Vete de aquí —ordena, firme pero gentil.
Sin pensarlo, corro fuera del lugar. Cuando miro hacia atrás, veo al desconocido golpeando al agresor en el rostro hasta dejarlo tirado en una esquina. Sé que el señor Jones creerá que fue otro altercado con un cliente; no es la primera vez que pasa algo así. Sin avisar a los guardias, sigo caminando, intentando recomponerme, arreglándome la ropa y limpiando las lágrimas. Sé que debo parecer un desastre, aunque trate de ocultarlo.
Decido no contarle a Nick lo sucedido, porque sé que, si lo hago, buscará al tipo y lo golpeará, y no quiero que lo despidan por defenderme. Me despido de mis compañeros y salgo del bar. Nadie que pase por aquí sospecharía lo que sucede debajo de este lugar, camuflado por un cartel desgastado que dice "La Pescadería de Jones".
Al salir por la puerta principal, el sol ya empieza a asomarse. La mañana es fría, y la brisa de la playa cercana hace que el ambiente sea aún más gélido. Recuerdo lo que sucedió hace apenas unos minutos, y un escalofrío recorre mi espalda.
Mis manos todavía tiemblan. Si aquel chico de ojos azules no hubiera llegado a tiempo, probablemente habría sido abusada en este bar de mala muerte.
A veces, estas situaciones me hacen preguntarme si vale la pena seguir trabajando aquí. Sin embargo, mi estómago vacío y el rostro de mi pequeño hermano me dan la respuesta.
Me toca caminar de regreso a casa, ya que a esta hora no hay transporte público, desventaja de vivir en un pequeño pueblo. Lena tiene la suerte de que su hermano siempre la recoge, pero hoy no ha venido por ella. De alguna manera lo prefiero, porque si alguien me hablara en este momento, rompería a llorar y no deseo dar explicación de lo que pasó.
Siento que alguien me sigue. Acelero el paso, casi corriendo, con el corazón desbocado por si el hijo de Jones ha decidido seguirme.
A las seis de la mañana, las calles están desiertas, y más siendo sábado. La mayoría de las personas seguramente aún duermen, disfrutando del fin de semana. Sin embargo, mi mente sigue imaginando escenarios catastróficos, y mi cuerpo no puede evitar sentir el miedo.
De repente, un gato negro sale de un arbusto, haciéndome saltar del susto. Me mira un segundo y luego sigue su camino. Me río nerviosa de mi propia paranoia, al pensar que mi casi abusador saldría de ahí. Sin pensarlo más, acelero el paso lo más rápido que mis delgadas piernas lo permiten hacia mi casa.
Finalmente, llego. Estoy jadeando, sudando y con la sensación constante de que alguien me seguía. A pesar de que volteaba a todos lados nunca vi a nadie.
Entro y lo primero que veo es a Logan, mi hermano, viendo la televisión con el volumen bajo. Al parecer muchas cosas no han cambiado desde que era una niña. Mi madre duerme en el sofá. No quiero despertarla, así que subo directamente a mi habitación.
Me doy una ducha caliente, me pongo ropa cómoda y me acuesto en mi cama. El cansancio me vence rápidamente. Sin embargo, en lugar de soñar con la playa y mi padre, como siempre, esta vez veo unos ojos azules observándome desde las sombras.
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