5. ¿Qué tienen las clases de teatro?

Regresé a mis clases de teatro nerviosa, tenía miedo de haber quedado como una completa loca ante el pobre Flavio, bastante tenía con llegar a un sitio nuevo sin conocer a nadie.

Ana me tenía loca desde hacía unos días, quería quedar con Mauro para verle y poder estar juntos, no pensaba en los posibles peligros que podía haber y que había que tener cuidado, podía ser un chico pero también podía ser un hombre pasándose por un chico y si encima solo le vio por fotografías... tendríamos que investigar antes de quedar en ningún sitio, para quedarme más tranquila, además si Daniel se llegase a enterar un día que iba a quedar con el chico le daría algo seguro.

Al entrar vi que apenas estaban empezando a llegar mis compañeros pero Flavio ya estaba preparándose al fondo de la sala. Me acerqué con timidez hasta donde se encontraba y le toqué el hombro con cuidado.

—¡Oh! Eres tú —sonrió—. Me has asustado.

Contemplé su sonrisa, desde luego podía alumbrar todo el sitio si se lo proponía, era muy bonita. Me mordí el labio al ver que no me miraba mal ni incómodo, actuaba como si no hubiera sucedido nada, como si no hubiera huido sin darle ninguna explicación.

—Perdona por... —suspiré—. Lo de ayer, no quería dejarte tirado.

—No pasa nada, aunque es verdad que me quedé algo confundido, pensé que había dicho algo que no debía.

—No, bueno...sí.

Sus ojos azules me miraron con curiosidad, dejó el estiramiento que estaba haciendo pegado a la pared y se acercó hasta mí, analizándome de arriba abajo.

—¿Qué dije?

—En realidad nada malo pero...malo para mí.

—Dios, mujer, no he entendido nada —rió.

—Perdona —sonreí avergonzada—. Tu herma...

—¿Le conoces? ¿Te hizo algo? —Me interrumpió.

—¡No! Bueno o sí, es que...no lo sé. Supongo que en Italia hay muchos Marco.

—Es uno de los nombres más comunes, como aquí Juan —sonrió.

—Me alivia saberlo —suspiré contenta, me había relajado mucho.

—Pero ¿qué te pasó? Ahora me muero de la intriga.

—¿No sabes quién soy? ¿No viste las noticias? —pregunté extrañada.

Flavio negó con la cabeza pero no pudo abrir la boca porque la señora Flores ya había aparecido haciendo sonar sus tacones, preparada para comenzar con su clase.

—Bueno chicos, hoy para calentar haremos una actividad llamada el espejo, tenéis que poneros por parejas.

Miré para Elena rápidamente, mi amiga y fiel compañera de las clases de teatro. Por desgracia ella ya se había colocado con Juan, el chico con el que estaba empezando a tontear últimamente. Me mordí el labio incómoda al no saber con quién ponerme, Elena era la chica con la que más conectaba y siempre me juntaba. «Traidora» pensé al verla sonreír mientras Flavio se acercaba hasta mí.

—¿Puedo? Eres la única con la que he hablado algo por el momento.

—Claro, sin problema —sonreí tratando de parecer normal, en realidad estaba muy nerviosa, esperaba que no tuviera que tocarme, no estaba preparada.

Todos nos colocamos por parejas, cada uno enfrente del otro y miramos a la profesora esperando alguna indicación. Miré la sala mientras la señora Flores se iba hasta donde se encontraba la radio para poner algo de música. Estábamos en una sala con suelo de madera y paredes de ladrillo, era una combinación extraña pero me gustaba, además era amplia y al fondo había espejos por si necesitábamos ver lo que hacíamos.

—Bien, dejaré la música para fomentar vuestra inspiración y creatividad. Uno de cada pareja será el líder y realizará los movimientos que le nazca, el otro tendrá que imitarlos. En unos minutos cambiaremos los roles y el líder será el otro. Espero que disfrutéis con la actividad —concluyó dando una sonora palmada.

Flavió sonrió y comenzó a moverse siguiendo el ritmo de la canción, curiosamente era súbeme la radio. Sonreí nerviosa pues no estaba acostumbrada, me daba un miedo horrible bailar. Bueno, siendo sincera me daba miedo moverme, era completamente arrítmica y no quería ser el centro de atención pasando vergüenza.

Le contemplé con las mejillas ardiendo, Flavio parecía que no prestaba atención a nada más que no fuera la música. Se le veía concentrado con los ojos cerrados y canturreando la canción entre susurros, era gracioso ver como sus labios se movían sin parar. De repente se quedó quieto y me miró divertido, haciéndome una seña para que comenzara.

—Tienes que imitarme, Alma.

—No sé bailar —susurré casi para mis adentros.

—¿Qué? No te escucho con el volumen de la música.

—Que no sé bailar —dije subiendo la voz justo cuando la canción había terminado.

Todos se quedaron mirándome con rostros divertidos, la señora Flores incluida. Noté como mis mejillas comenzaban a arder y miré al suelo sin saber muy bien qué hacer.

—Alma querida, no pasa nada, aquí nadie es un experto, solo hay que cerrar los ojos y dejarse llevar, quiero que saquéis vuestra espontaneidad y perdáis el miedo y la vergüenza, es algo muy importante para cuando os subáis a un escenario delante de muchas personas —Me miró con ternura—. Ánimo y, si te ayuda, imagínatelos a todos desnudos.

Miré a Flavio aún más roja si eso era posible, las palabras de la señora Flores le habían divertido y se estaba riendo a carcajadas.

—Espero que al menos me imagines con tableta —contestó guiñándome un ojo.

—Bueno, ahora será al revés, los que imitasteis a vuestro líder os toca innovar —anunció la profesora.

La canción de felices los cuatro comenzó a inundar la sala y todos comenzaron a moverse, la verdad es que la profesora tenía unos gustos musicales curiosos, quién lo diría, viéndola por la calle te la podías imaginar en el salón de su casa leyendo el periódico con unas gafas mientras acaricia a su gato y escucha música clásica de fondo, pues resultaba ser todo lo contrario.

—¿Y bien? —Me animó Flavio.

—Esto se me da aún peor, prefiero imitarte a ti —supliqué.

—Me parece que tienes que perder la vergüenza, Alma, creo que tienes mucho miedo a lo que piensen los demás de ti —contestó sonriendo pero con el rostro serio—. Sino nunca conseguirás disfrutar. Olvida al resto, imagínate a ti aquí sola y déjate llevar.

Suspiré mientras cerraba los ojos e intenté imaginarme en el pub que Daniel me llevó hacía un año, traté de verme con los Sex on the beach en mi organismo y le visualicé a él a mi lado, al chico que tanto añoraba. En seguida logré verlo en la sala mirándome con su sonrisa socarrona, guiándome con la mano para bailar con él, solo los dos.

Comencé a moverme, me acerqué hasta ese Daniel que se había colado en mi imaginación y noté su respiración en mi cuello, consiguiendo que mi piel se erizara al sentirle. Le miré a los ojos, esa mirada oscura y penetrante que me desestabilizaba completamente y seguí bajando hasta contemplar su boca, esos labios carnosos y suaves que tanto anhelaba.

De repente en mis oídos dejé de escuchar la música y abrí los ojos, dejando de ver la imagen de Daniel y viendo de golpe el rostro de Flavio a escasos milímetros de mi cara, parecía que estaba a punto de besarle.

—¡Joder! Perdona —contesté agitada, apartándome con rapidez.

Flavio tragó saliva pero no dijo nada, solo se quedó mirándome con intensidad. A los pocos segundos movió la cabeza y volvió en sí.

—Dios, Alma, tienes que dejarte llevar más a menudo —dijo con voz ronca, esbozando una leve sonrisa.

—Ya... —Musité avergonzada.

Aún estaba en shock, no me podía creer lo que estuvimos a punto de hacer, me estaba imaginando que era Daniel, me había dejado llevar demasiado, tenía que tener cuidado.

Continuamos la clase con distintas actividades, por suerte eran sencillas y no me costó hacerlas, era más de practicar voces y poner sentimiento en las palabras. Al acabar, la señora Flores se acercó hasta nosotros y nos anunció la actividad final.

—Bueno teniendo en cuenta que queda poco tiempo, os dejaré relajaros poniendo música y bailando lo que queráis. He visto que algunos tenéis buen ritmo y sabéis como moveros, es una maravilla.

Flavio dejó caer un silbido de alegría, parecía feliz pudiendo bailar más.

—Eres la mejor, profe —sonrió como un niño pequeño.

Los demás comenzaron a reírse e incluso escuché a algunos llamarle pelota pero él parecía ignorarles y comenzó a bailar al ritmo de la canción. En seguida algunos se le unieron, los que mejor sabían moverse, y armaron una coreografía donde iban bastante coordinados.

Le miré con cierta envidia y admiración, tenía un carácter explosivo, parecía que le daba igual el resto de la gente, solo se centraba en disfrutar, como me había aconsejado. Me sonrojé al verle mover las caderas y no era la única, al girar la vista vi como algunas chicas le miraban con lo que parecía un intento de disimulo, un poco más y se le salían los ojos.

Al acabar la clase ya estaba a punto de marchar cuando escuché a Flavio llamándome. Se acercó corriendo hasta donde estaba y me sonrió abiertamente.

—Aún tenemos una conversación pendiente, no sabía que eras famosa.

—¿Qué? —pregunté extrañada.

—¿No me dijiste que saliste en las noticias?

—Oh, esa conversación —dije al recordar a qué se refería—. Sí, el año pasado me secuestraron y...bueno, el jefe se llamaba como tu hermano, por eso me fui corriendo, me entró el pánico. Lo siento.

—¡Hostia! —contestó con la cara desencajada por lo que acababa de escuchar—. Lo siento mucho, debió de ser horrible.

—Sí...me quedó algo de trauma por eso.

—Lo entiendo, es normal —asintió—. ¿Quieres ir contándome mientras bajamos la calle? No sé dónde vives pero tengo que bajar este parque que hay cerca de la clase de teatro.

—Sí, yo también. Quedé con mi hermano cerca del campus de humanidades.

—Anda, yo vivo por ahí, que coincidencia —dijo con la mirada iluminada—. Así que ¿tu secuestrador se llamaba Marco?

—Sí, creo que le tengo fobia a ese nombre.

—Bueno, no te preocupes, ahora estás a salvo.

—Sss...pff

—¿Qué sucede?

—Nn-nada, no pasa nada —fingí una sonrisa.

—Puedes contarme, de verdad.

—Me han dicho que ha regresado, está buscándome —Mi voz se quebró diciéndolo, no había día en que me torturaba pensando qué pasaría si me encontraba otra vez.

—Si vuelve estaré aquí y le patearé el trasero —Me guiñó el ojo—. Prometido.

—Gracias —respondí con sinceridad y vi a Álex a lo lejos apoyado en una pared—. Bueno, tengo que irme, mi hermano está cerca esperándome.

—¡Oye! —Me frenó antes de alejarme—. ¿Puedo pedirte tu número? Me gustaría quedar contigo alguna vez.

—Eh...sí, claro, espera —pedí mientras revolvía en el bolso que llevaba—. No me sé mi número de memoria, apunta.

Cuando acabé de dárselo me despedí de él y me acerqué hasta donde estaba Álex, parecía que estaba hablando con Sara por whatsapp.

—¿Y ese chico? ¿Tu nuevo ligue? —preguntó divertido.

—Imbécil —respondí poniendo los ojos en blanco—. Es el chico del que me alejé corriendo la última vez.

—Parece simpático.

—Sí, es buen chico.

Los dos nos metimos en el coche y pusimos rumbo a la casa de Luna, donde estaba segura de que una inquisitiva Ana estaría esperándome para convencerme de quedar con Mauro cuanto antes.

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