4. Flavio

Después de pasar unos días con Ana en casa, decidí retomar mis clases de teatro. El tiempo que fui a la psicóloga para tratar de disolver mis traumas en la oscura sala de Marco, me aconsejaba que hiciera alguna actividad que me distrajera y me hiciera abrirme a los demás, me había vuelto muy desconfiada con los desconocidos.

Por eso mismo escogí teatro, de las opciones que tenía era la que más me atraía, ayudaba a socializar y desenvolverte, pues es necesario confiar en los demás para que toda la escena salga bien.

Me apresuré para prepararme y que Álex pudiera acercarme a tiempo hasta allí, era la desventaja de que mi familia viviera en un pueblo, todo quedaba algo lejos. Antes de marchar me miré en el espejo, mi piel había vuelto a recuperar su tono natural y mi cabello rubio brillaba con intensidad, había mejorado mucho desde que Luna me había arropado entre sus brazos.

Una vez en la clase de teatro, me centré en hacer bien los ejercicios que mandaba la profesora Flores, aunque había un chico nuevo que no paraba de mirarme y me ponía muy nerviosa, me recordaba a la forma en la que Pietro me miraba cuando estaba con Daniel, me entraban escalofríos.

Al acabar la clase la profesora se acercó hasta donde me encontraba haciendo sonar sus rojos tacones, los cuales resonaban al pisar la madera. La miré, era una mujer atractiva con su cabello castaño y sus ojos marrones, tenía las facciones suaves y un cuerpo esbelto, parecía que le gustaba hacer deporte. El chico nuevo la seguía detrás con timidez, parecía su sombra.

—Alma, tesoro, acércate.

La miré con cierta desconfianza, que estuviera ese chico detrás de ella como un perro faldero no me ayudaba, no estaba preparada para tener que socializar con gente extraña, aún tenía el trauma de estar metida en ese lugar y haber vivido como múltiples hombres abusaban de mí.

—¿Qué pasa?

—Quiero que te encargues de Flavio, es nuevo y no conoce a nadie de aquí —sonrió—. Sé que lo harás bien.

—Pp-pero...señora Flores, sabes que yo...

—Precisamente por eso te va a venir bien, necesitas relajarte y confiar —Me cortó con tono alegre—. Y yo confío en ti, Alma.

Suspiré, apreciaba a mi profesora pero no era nadie para meterse en mi vida y decidir por mí qué me hacía bien y qué no, eso era un asunto mío.

—Bueno, os dejo solos, sé que tendréis mucho de lo que hablar y además la clase ya ha terminado. Nos vemos la semana que viene.

Los dos la miramos enmudecidos mientras se alejaba hasta el otro extremo de la sala. Incómodos, decidimos abandonar el lugar y nos quedamos parados en la calle del edificio.

Comencé a toquetear un mechón de mi cabello y a tragar saliva, aún era demasiado pronto para enfrentarme a una situación así, me incomodaba estar con hombres que no fueran de mi familia o amistades cercanas, me daba miedo confiar. Sin saber muy bien qué hacer decidí mirarle, quedándome sorprendida al contemplar sus facciones y su cabello oscuro.

Parecía guapo, de hecho tenía unos ojos azules que llamaban la atención, además se notaba que estaba tan nervioso como yo, pues sus mejillas estaban algo encendidas.

—Bueno...—dijo rompiendo el hielo—. Soy Flavio.

—Yo Alma —musité, casi para mis adentros.

—¿Eres de aquí?

—Sí.

—Oh, qué bien. Yo...me he mudado hace poco, antes vivía en Italia.

Mi cuerpo se tensó de forma inconsciente al escuchar de dónde venía, no podía evitarlo pero traté de relajarme recordando que no todos los italianos eran iguales, también había italianos amables y buenos.

—Y... ¿Por qué te mudaste? ¿Estás aquí con tus padres?

—Es una larga historia pero...no, he venido solo. Quizás más adelante mi hermano regrese a vivir conmigo, lleva un tiempo de negocios por allí.

—Ah, tienes un hermano ¿pequeño o mayor?

—Mayor —sonrió—. Se llama Marco.

Sentí como comenzaban a llegarme sudores fríos, quizá no tenía nada que ver pero el simple hecho de relacionar a Marco con Italia y que estaba buscándome me hizo ponerme muy nerviosa, casi entrando en un ataque de pánico.

—L-lo ss-sient-to...—tartamudeé—. Tengo que irme.

No le di tiempo a decir nada porque comencé a correr calles abajo hasta que mi corazón comenzó a bombear tan rápido que se me iba a salir del pecho. Revisé mi bolso con rapidez, mirando a cada lado por miedo a que alguien me hubiera intentado seguir o estuviera acechándome, y cogí el móvil con dificultad porque mi mano no paraba de temblar.

Traté de inhalar todo el aire posible para dejarlo en mis pulmones y marqué el tono de llamada, caminando hasta un parque cercano y quedándome cerca de un grupo de gente que estaba por ahí.

—Á-álex...ven rápido por f-favor.

—¿Qué pasa? ¿Dónde estás?

—En frente del campus de humanidades, en el parque.

—Eh...vale, voy en seguida, dame dos minutos.

Decidí quedarme sentada en un banco, mirando continuamente a ambos lados mientras mis piernas se movían frenéticamente. Estaba deseosa de salir de Oviedo y refugiarme en casa, tenía que relajarme.

¿Me estaría volviendo loca? ¿Sería Flavio el hermano de Marco? ¿El mismo Marco que nos había secuestrado? Flavio me parecía un buen chico y me resultaba raro que dijera el nombre de su hermano con tanta tranquilidad, si lo tuvieran planeado ¿no debería de ocultarlo?

Me llevé las manos a la cabeza, seguramente la gente de mi alrededor pensaría que estaba loca pero no me importaba. No podía ayudar a Flavio, ni siquiera sabía si podría volver a las clases de teatro, temía que mis peores pesadillas se hicieran realidad.

Me alegré al ver la silueta de Álex acercándose hasta mí, venía corriendo con el gesto preocupado.

—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?

—S-sí, perdona por llamarte así, estaba muy asustada.

—Pero ¿Qué ha pasado? —Insistió.

—He conocido a un chico en el teatro que es italiano.

—Pero Almi...no todos los ita...

—Sí, lo sé —Le corté—. Pero dijo que tiene un hermano mayor que se llama Marco, mucha casualidad, ¿no?

—Bueno —dijo pensativo—. Es verdad que es curioso pero Marco es un nombre muy común en Italia. Además, no creo que fueran tan tontos de exponerse así sabiendo quién eres.

—Puede que tengas razón —suspiré.

—A ver, eso no quita que tengas cuidado, no quiero volver a perderte otra vez. Pero tampoco desconfíes de todos a la primera de cambio, solo mantén precauciones.

Asentí con la cabeza avergonzada, el pobre chico no tenía la culpa de que un loco me hubiera secuestrado y torturado en un sitio mugriento y cerrado, seguro que se habría quedado confundido al salir corriendo sin dar explicaciones, le debía una explicación cuando volviera a las clases.

—¿Volvemos a casa?

—Sí, por favor, creo que necesito una buena ducha de agua caliente —sonreí.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top