33. Crush

Último capítulo chicas... respirar hondo, sacar kleneex, chocolate, helado...todo lo que necesitéis y darle al play a la canción... 

Muchas gracias por todo vuestro apoyo.

Abrí los ojos al sentir unas manos tocando mi hombro, al parpadear pude ver el rostro de un enfermero mirándome con semblante serio. Me levanté de golpe, temía que hubiera malas noticias y Álex hubiera empeorado, aunque no sabía si eso era posible, me negaba a aceptar mi vida sin su sentido del humor y el sonido de su risa.

—¿¡Cómo está mi hermano!?

—Cálmese y venga conmigo, por favor.

—¡Pero respóndame! —chillé nerviosa—. No entiendo cómo pueden estar tan tranquilos cuando la vida de mi hermano está en juego.

El hombre exhaló un suspiro pero no dijo nada, solo me señaló para que lo siguiese. Miré hacia donde estaba Daniel, parecía dormido pero no tardó en levantarse también y acompañarme.

—Lo siento, solo puede ir ella.

Daniel se quedó quieto con gesto de enfado pero no dijo nada, se cruzó de hombros y me indicó con la cabeza que fuera con el enfermero.

No tardamos en avanzar hasta llegar a la sala donde Álex se encontraba, teniendo en cuenta que estábamos prácticamente al lado. Al entrar traté de respirar hondo y no desmayarme al volver a ver a mi hermano con tantos tubos y vendas, no era momento para armar un espectáculo de los míos, tenía que acostumbrarme, aunque el verle siempre me impresionaba.

Me acerqué a su lado y contemplé su expresión, parecía relajado, su pecho subía y bajaba ligeramente. Aún estaba con el aspecto algo demacrado pero habían hecho un buen trabajo curándole.

—¿Y bien? —pregunté nerviosa—. ¿Cómo está?

—Por lo que se ve se ha vuelto a quedar dormido por el sedante pero hace poco estaba despierto preguntando por usted.

—¿A-Álex es-está despi-pierto? —tartamudeé por la emoción.

—Sí, me alegra informarle que está fuera de peligro. Iremos observando que todo se desarrolle con normalidad y de ser así pronto podrá volver a casa, pero por el momento está todo correcto, recuerda quien es y quienes son ustedes, eso era importante.

Me acerqué para acariciarle su pálido rostro y le cogí su mano para apretarla con cuidado, lo había pasado jodidamente mal pensando mi vida sin él, ni siquiera era capaz de imaginármela. Él había sido mi hermano pero también mi mejor amigo, compañero y confidente, aquella persona que lo sabía todo de mí solo con ver la expresión de mi mirada, Álex era mi ángel de la guarda.

—A-alma...

—Shh, no hables —le regañé sobresaltada al oír su voz de nuevo, quitándole un mechón de cabello que le tapaba el ojo—. Nos has tenido muy preocupados.

—¿Qué..? —Suspiró intentando tragar saliva.

El médico, enfermero, o lo que fuera, nos miró a ambos y salió de la habitación para darnos privacidad. Yo observé a mi hermano y a esos preciosos ojos marrones que me miraban confusos y cansados, cuánto había echado de menos esa mirada.

—Estás a salvo, hermanito, todos lo estamos.

—Os...escuchaba.

—¿Escuchaste a...? —tragué saliva con temor, me daba miedo como podía reaccionar ante la visita de su ex novia.

—María...sí... —contestó con voz ronca, le costaba hablar.

—Ya ha pasado todo lo malo, Álex. Podemos descansar tranquilos.

—¿Daniel ya se...se ha...ido? —preguntó intentando tragar saliva.

—¡¿Qué?! —chillé con el corazón latiéndome a mil por hora.

—Vino a despedirse de mí.

—Eso no...no es...po-posible, n-no —tartamudeé nerviosa.

—Alma...

—No, no, ¡no! —repetí aún sin creérmelo, saliendo de la habitación.

Miré fuera y vi que estaban mis padres, Flavio y Sara mirándome preocupados. Les avisé que Álex estaba despierto con dolor y angustia, me sentía hecha una mierda porque tendría que sentirme feliz porque por fin lo teníamos de vuelta pero la frase de Álex me había desarmado por completo, no veía a Daniel por aquí.

—Alma, Daniel está en su habitación, dijo que esperaría a que acabaras de ver a Álex —dijo Flavio mirándome con preocupación—. Nosotros esperaremos a que nos informen sobre Álex y después os esperaremos en la entrada del hospital. Ve por él.

Asentí con la cabeza sintiéndome la peor novia del mundo pero bajé las escaleras apresurada hasta el piso de abajo y entré en su habitación sin llamar, me invadían los nervios.

—Daniel, yo...no entiendo...quiero a Flavio p-pe.... —musité con todas mis fuerzas, tenía un nudo en la garganta que apenas me había permitido sacar un hilillo de voz.

—Lo sé —suspiró con ojos vidriosos—. Lo peor es que lo sé... he sido un completo estúpido.

—¡No! Daniel... yo te amo, te lo dije ayer y...

—Shh —respondió colocando dos dedos sobre mis labios—. He sido un completo estúpido al haberte secuestrado, fui egoísta, solo pensé en mí. En la cárcel he tenido mucho tiempo para pensar y estando ayer a tu lado me he dado cuenta que no te merezco, Alma. Solo te he traído problemas, a ti y a tu familia. Os he salpicado a todos con mis movidas y eso no me lo puedo perdonar, no me puedo olvidar de tu rostro aterrado con Marco y tu mirada llena de odio aquella vez en el hospital —susurró con la voz quebrada y añadió con una mueca de dolor—. No soy...bueno para ti.

—Daniel...

Traté de contener las lágrimas que estaban brotando por mis ojos pero no me pude contener, sentía miles de agujas clavando mi corazón con cada palabra que salía de su boca. Se estaba despidiendo y mi cuerpo lo sabía pero no lo podía aceptar, Daniel era mi droga, sin él una parte de mí se iría también, no había logrado olvidarle, no estaba preparada.

—Lo siento, nena, por no haber dado la talla, por haberme dado cuenta tarde qué era lo que necesitabas. Me encantaría volver atrás y detenerme en el momento que te conocí por internet, hubiera sido distinto —sus ojos oscuros conectaron con los míos y bajé la cabeza rota por el dolor—. Pero es tarde... y no quiero destruirte más de lo que ya lo he hecho, siempre serás tú, Alma...siempre mía. Aunque me duela tengo que dejarte marchar. Tengo que enfrentarme a mis demonios y, aunque me joda, tengo que hacerlo solo.

Mi labio inferior comenzó a tener vida propia al ponerse a temblar, las lágrimas recorrían mis mejillas dejándome completamente empapada. Miraba a Daniel vacía, vacía de él. Sus ojos oscuros estaban apagados, incluso podía notar como su corazón se aceleraba con cada lágrima que mojaba mi ropa. Se acercó hasta quedar a unos centímetros de mí y limpió mis mejillas con suavidad, posando sus dedos por mi piel, haciéndome aún más daño al recordar su tacto, la electricidad que sentía con él.

Una parte de mí, esa niña de quince años enamorada, gritaba con fuerza que no se fuera, que se quedara a mi lado siempre y me abrazara ahora que sentía tanto frío. Pero la otra tenía miedo, había sufrido mucho desde que él había regresado para poner mi vida patas arriba, me habían secuestrado, violado, habían intentado matarme...incluso a Álex, todo se había descontrolado y me había vuelto a quemar por jugar con fuego y...joder, dolía de verdad, incluso más que la primera vez, su llama resentía toda mi piel, me provocaba heridas que costaría mucho cicatrizar. ¿Quién puede olvidar a un hombre como él? ¿Quién puede dejar escapar a un hombre como Daniel?

—Sé que estás con Flavio y sé que esto no está bien pero... déjame sentirte una última vez, Alma, necesito retener tu olor en mi mente antes de alejarme de ti.

Le contemplé con, todavía, más lágrimas en el rostro, tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Su rostro estaba apenado, no sonreía, tenía una mirada de necesidad que seguramente era igual que la mía, sus manos temblaban dudosas, dudando si acercarse o no.

Asentí con la cabeza y me dejé atrapar entre sus fuertes brazos, cerré los ojos e inspiré todo lo que pude, atrapando también su olor. Nunca una despedida se me había hecho tan dura como esta, nunca se había clavado tanto alguien en mi ser, sus ojos, su boca, su sonrisa... intentaba desesperadamente pegarme a él, recoger los trozos que se me iban cayendo del corazón, ese corazón que, inevitablemente, latía al compás del suyo.

—Nunca te olvidaré, nena, eres el amor de mi vida —susurró cerca de mi oído, erizando mi piel al sentir una lágrima suya.

—Yo...tampoco te olvidaré a ti —sollocé hundiendo mi cara en su pecho, aferrándome a él por última vez—. No quiero olvidarte. No puedes irte, Daniel. No otra vez.

—No me lo hagas más difícil, por favor. Esto es lo más duro que he hecho en mi vida pero tengo que hacerlo.

—No sé vivir sin ti, Daniel. N-no...—balbuceé—. No quiero hacerlo. Renuncio a todo, no quiero nada si no te tengo a ti. Daniel —imploré.

—No olvides nunca lo que te dije ayer, nena. Sé feliz, te lo mereces.

—No me digas que sea feliz cuando te vas a ir, cuando me vas a abandonar, otra vez...—sollocé rota de dolor.

—Y cada minuto que esté sin ti va a ser mi peor condena.

Nos quedamos abrazados unos instantes hasta que inevitablemente me separó de él, llevábamos un largo rato apartados y seguramente todos debían de estar preocupados, no quería herir a Flavio, no se lo merecía. Consciente de que no habría vuelta atrás por más que le suplicara, retuve en mi mente su rostro, sus facciones, cada centímetro de su morena piel. Retuve todo lo que pude lo que me hacía sentir mirarle, tratando de atrapar cada mariposa que se moría al saber que todo se había terminado, Daniel me había arrancado la venda y eso, sin duda, era mil veces más doloroso que quitármela yo.

—¿Flavio sabe...?

—Sí, he hablado algo con él. Sabe que me voy, quiero que seas feliz, nena, y sé que él es un buen chico.

—Daniel...

—Lo siento, Alma, pero mi egoísmo solo nos ha perjudicado. Esta elección me mata pero no puedo hacer otra cosa, sé que es lo mejor para ti.

—Yo tendría que elegir lo que es mejor para mí —musité herida.

—Por favor, nena, no me lo hagas más difícil. Sé que serás capaz de ser feliz sin mí, Flavio tiene todo lo que siempre has deseado, lo sé.

—Pero no eres tú —susurré casi para mis adentros, el dolor golpeaba mis fuerzas vocales.

Avanzamos despacio hasta salir del hospital, queríamos saborear hasta el último minuto que estábamos cerca el uno del otro. Todos nos esperaban a la entrada cerca de su respectivo coche y eso me ponía más nerviosa, el ver ese coche donde se marcharía hacía sangrar mi corazón.

Me detuve al ver como Daniel se acercaba de forma segura hasta Flavio, mi cuerpo comenzó a temblar como una hoja temiéndome lo peor ¿qué le iba a decir? ¿iría a intentar algo? Flavio nos miró a ambos confuso, su frente formaba unas arrugas dando a entender que no comprendía nada.

—Flavio.

—Daniel —contestó mirándole fijamente.

—Espero que cuides a Alma y la hagas feliz cada día de su vida. Espero que la trates y seas ese hombre que se merece, como me hubiera gustado serlo yo —suspiró mirándome de reojo por un instante, posando de nuevo sus ojos en Flavio—. Espero que la llenes de detalles, que escuches el sonido de su risa cada mañana al despertar y la protejas cada noche antes de dormir, espero que borres sus pesadillas y le hagas ver lo especial que es, que no te canses nunca de ella, de esa tozudez que me hizo perder la cabeza. Pónmelo difícil Flavio, házmelo completamente jodido y complicado porque pienso volver, pienso arreglar la mierda de vida que tengo y regresar para recuperarla — añadió mirándome de nuevo con un intento de sonrisa—. Volveré y le demostraré que soy el amor de su vida, que la conozco mejor que a mí mismo y daría todo por ella, por ser lo primero que viera a mi lado nada más abrir los ojos y hacerle ver el poder que tiene sobre mí con solo una caricia, con una mirada. Prometo que lo haré y será sin secuestros, sin mentiras, sin secretos...sin trampas, solo yo.

Contuve la respiración ante sus palabras, Daniel había dejado caer sus brazos en señal de rendición y miraba a Flavio sin enfado, sin odio, sin celos...le miraba con sinceridad pero apagado. Él miraba a Daniel con el rostro suavizado pero la respiración agitada, soltó sus brazos, que los tenía cruzados y se acercó para darle unos golpes en el hombro.

—Créeme que lo haré, no te lo pondré nada fácil, Daniel.

—Bien —asintió acercándose hasta donde estaba Ana con su madre y el marido de esta.

Era extraño, el silencio reinaba en el ambiente, Flavio seguía estático dirigiendo su mirada hacia Daniel y hacia mí. Mis padres miraban a todos con tristeza pero con cierto atisbo de amor y admiración, Luna creía en las historias de amor tanto como yo. Ana miraba a su hermano con lágrimas cayendo de su rostro y Sara también lloraba con disimulo, observando la escena tan dolorosa que estábamos formando.

Daniel se acercó hasta el coche y abrió la puerta trasera apoyándose para mirarme por última vez antes de meterse dentro y cerrar, quebrándome por completo. Ana corrió para abrazarme y me dejé atrapar por sus delgados brazos.

—Almi...te voy a echar de menos.

—Y yo a ti enana pero nos veremos, no te preocupes, cumple tu sueño y se feliz —contesté tratando de sonreír.

—Cuidaré a Dani por ti —me susurró al oído antes de meterse en el coche también.

—Gracias... —musité, dejando llevar mis palabras por el viento.

Miré a la señora Flores y a su marido, ambos se despidieron con la mano antes de entrar también en el coche, ese coche que pondría rumbo a Barcelona, su hogar, para intentar rehacer su vida, ese puzle que esperaba ser unido.

Me abracé el cuerpo en un intento de proteger mi corazón, aunque sabía que iba a ser complicado, los pedazos ya estaban esparcidos por el suelo. Me di cuenta que nunca le podría olvidar, Daniel había sido mi pasado, ha estado en mi presente y, en el fondo, sabía que siempre formaría parte de mi futuro, pues una parte de mí le pertenecía.

Con disimulo, limpié un par de lágrimas que recorrían mis mejillas mientras veía como su coche se alejaba y miré hacia el cielo. «Daniel...» susurré para mis adentros como si fuera una caricia.

«Nuestras sombras siempre estarán unidas».

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