3. La llegada

Avisé a Luna y a Zeus sobre la inesperada visita de Ana y Cristo y que ella iba a estar conmigo, les pedí permiso y acordamos que lo mejor sería ir a su casa, estaría más protegida.

Nos metimos en el coche y Álex nos llevó hasta casa, se encontraba en un pueblo cercano, pues a Luna no le gusta el ajetreo y el bullicio de la gran ciudad, era feliz respirando el aire puro de la naturaleza y conviviendo entre sus hortalizas.

Cuando llegamos, ambos ya se encontraban mirándonos desde la puerta. Al salir del coche, Ana se quedó contemplando la fachada impresionada mientras Álex entraba en casa con la maleta de ella, ayudándola porque tenía bastante peso.

—¡Qué casa más bonita! Es como todo muy natural.

—A ver si te sigue gustando mañana cuando despiertes con el olor de la caca de las vacas y caballos —chilló Álex desde el interior de la casa.

—¡Álex! —Le riñó Luna.

Ana sonrió ante la escena y me acompañó hasta el interior del hogar. Recorrió el lugar despacio, mirando con cautela y curiosidad cada rincón. Parecía entretenida observando los cuadros que adornaban las paredes y las plantas que había por el salón.

Cuando Luna entró y se colocó cerca nuestro, Ana se acercó hasta ella y la miró con una sonrisa.

—Muchas gracias por dejarme estar aquí, tiene una casa muy bonita y acogedora.

—No tienes nada que agradecerme, tesoro. Y háblame de tú, sino me sentiré vieja —dijo guiñándole un ojo—. Llámame Luna.

Contemplé a Luna con cariño, intentaba disimularlo pero se notaba que estaba ilusionada con que alguien más viniera a casa y pasara un tiempo aquí, era una mujer muy sentimental.

Ana sonrió en respuesta, supuse que estaba cansada así que decidí llevarla hasta mi habitación, donde se quedaría a dormir. Al entrar y ver la zona donde se encontraba la mesa del escritorio sentí como mi corazón se encogía, se me hacía extraño tener en mi habitación a la hermana del chico que me había conquistado por la red, además Ana casi tenía la edad de cuando le conocí, había pasado mucho tiempo desde entonces.

Cuando estaba ayudándola a acomodar la ropa de su maleta en el armario, apareció Álex tocando a la puerta. Le miré sonriente, estaba orgullosa de tenerle como hermano, se había cortado un poco el cabello, dándole un aspecto más varonil, parecía un poderoso empresario, a su lado Christian Grey no era más que un sencillo empleado.

—¿Necesitáis ayuda?

—Todo controlado —Le sonreí—. Por cierto, ¿cuándo vuelve Sara?

Los ojos de Álex mostraron tristeza pero enseguida lo ocultó, se notaba que estaba perdidamente enamorado de ella.

—Parece que aún no será posible, tiene mucho lío en Barcelona. Me dijo que cuando pudiera venir me avisaba.

—Paciencia hermanito, lo bueno se hace esperar.

—Ya...—suspiró—. Mierda de relaciones a distancia, el tiempo se vuelve eterno.

—Qué me vas a contar...—Se quejó Ana.

Álex abrió la boca sorprendido, se me había olvidado contarle sobre el primer amor de la pequeña.

—¡Cuenta, cuenta! —sonrió mientras corría hasta tirarse en mi cama y acomodarse sentándose como un indio.

—Me gusta un chico de aquí, llevo hablando con él desde un poco antes de conocer a Almi.

—Ay...el primer amor —Me entristecí al ver como los ojos de Álex se ponían llorosos, sabía que era un tema delicado para él—. ¿Os habéis visto?

—Aún no...pero me gustaría hacerlo, quiero que Alma esté conmigo cuando le conozca, me da mucha vergüenza solo de pensar que le tendré a mi lado...me da miedo que no sea igual —suspiró—. Que le parezca fea o que no sienta lo mismo que cuando hablamos por la DS, no quiero pasarlo mal...

—Ey —dijo Álex atrayendo su atención—. Seguro que le gustas incluso más, es muy afortunado de haberte conocido. Pero si es verdad que es mejor quedar con alguien por si acaso no es quien dice ser.

—Gracias, Álex —suspiró—. Pero sé que es él, tiene que serlo.

—Por cierto, tú y yo tenemos una conversación pendiente —Le advertí con el rostro serio, intentando cambiar de tema.

—Aquí estoy su señoría, preparado para el interrogatorio, pero antes déjame preparar palomitas.

Me sonrió mientras desapareció a toda prisa por la puerta, no sin antes darse con un cojín que casualmente voló hasta su cara. Al mirar a Ana pude ver como sus ojos se empañaban, limpiándoselos rápidamente con la manga de su camiseta.

—¿Estás bien?

—Sí...es que me gusta mucho tu familia, echo de menos tener a mi madre a mi lado.

—Ana, ¿qué pasó con ella? Yo...me gustaría saberlo.

—Está bien —susurró mientras jugueteaba intranquila con un mechón de su pelo—. Mi madre me dejó con Daniel cuando el cumplió dieciocho años, nos abandonó.

—¡¿Por qué?!

Miré a Ana asombrada, no podía entender como una madre era capaz de hacer eso y quedarse tan tranquila.

—No lo sé... Daniel no me lo explica, ni siquiera sé si él lo sabe, pero estoy segura que tiene más información que yo.

—Pero —tragué saliva antes de continuar—. ¿Está viva?

—Pues espero que sí porque me gustaría encontrarla, quiero que me dé explicaciones sobre lo que hizo, igual —dijo con voz quebrada—. Igual está arrepentida y quiere volver...quiere volver a ser mi madre.

—Bueno, hasta que eso suceda, sabes que me tienes a mí y te cuidaré siempre.

Avancé hasta donde ella estaba y le di un abrazo, dejé que sollozara y mojara mi ropa, la pobre había vivido tantas cosas con tan poca edad...era una chica muy valiosa y madura.

En ese momento Álex regresó con un bol lleno de palomitas y sus mejillas hinchadas, al parecer se había metido como diez en la boca. «Ladrón de palomitas» farfullé para mis adentros, si me descuidaba se comía todas, era uno de sus mayores vicios.

—¿Vemos una película? Creo que todos necesitamos distraernos un poco.

—¡Yo decido! —sonrió Ana mientras se abalanzaba hasta la zona donde guardaba las películas—. Me encantan las películas de acción.

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