23. La llamada inesperada

La bomba está a punto de explotar, preparaos para que vuestro corazón late a mil por hora y vuestras pupilas se dilaten.... 

La pesadilla está a punto de cumplirse ¿Estás preparado/a?

Me desperté al sentir la vibración de mi móvil en la mesita que tenía a mi lado. Alargué el brazo hacia la molesta luz de la pantalla y deslicé el dedo para responder sin pararme a mirar quién era, de todas formas no hubiera podido leerlo bien pues mis ojos no se habían acostumbrado a la claridad.

—¿Sí?

—Alma, soy Sara ¿dónde estás?

—¿Yo? —pregunté extrañada—. En casa de Flavio, me quedé a dormir ¿Por? ¿Pasa algo?

—¿Se quedó Álex contigo? ¿Está durmiendo? Han llamado del trabajo preguntando por él.

—¿Álex? N-no... —balbuceé incorporándome de golpe de la cama—. ¿Por qué iba a estar conmigo?

—Recibió ayer por la noche un mensaje tuyo diciendo que estabas mal y necesitabas hablar, que Sergio te había hecho daño al intentar razonar con él. Trató de llamarte pero habías apagado el móvil, así que cogió sus cosas y fue donde le habías escrito, estaba bastante preocupado por ti. No sé nada de él desde entonces...

—¡¿Qué?! —Chillé despertando a Flavio—. Yo no le he escrito nada, Sara.

—Nno... no puede ser...hay que buscarle, Alma.

—Eh...esto...no te preocupes, ¿vale? —dije tratando de animarla—. Voy a llamarle a ver si responde.

—No lo hace...tiene el móvil apagado, lo he intentado ya cincuenta veces.

Su voz desesperada hizo que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo, no podía imaginarme lo que estaba sucediendo, no podía ser verdad.

—Vamos a la policía ¿vale? Para avisar de su desaparición.

No alcancé a escuchar su respuesta y colgué con la mano temblorosa. Miré a Flavio, el cual me observaba sin decir palabra pero con sus ojos azules bien abiertos.

—¿Qué ha pasado, cielo?

—Es Álex —susurré asustada—. Ayer por la noche le llegó un mensaje falso mío diciendo que tenía que hablar con él y no ha vuelto a aparecer...

—¿Crees que...?

—Estoy segura, Flavio. En el mensaje decía que había hablado con Sergio. No sé qué será peor...temo que haya sido él, o peor...—musité—. Marco.

Me levanté con rapidez de la cama y me vestí con lo primero que encontré en el armario. No podía perder tiempo cuando la vida de mi hermano podía correr peligro. No desayunamos, aunque tampoco hubiera podido, tenía el estómago completamente cerrado. Salimos del portal de Flavio y nos subimos en su coche para acercarnos hasta la comisaría.

Al entrar localicé a Lucas hablando por el móvil, estaba apoyado en el marco de la ventana con el uniforme puesto y por su reflejo en el cristal parecía preocupado. Me acerqué para hablar con él pero un cuerpo me detuvo al chocar conmigo.

—¡Alma! ¿Qué haces aquí?

—Cristofer...mi hermano...

No me dio tiempo a terminar la frase porque Lucas ya se había acercado hasta donde estábamos y me miraba con el ceño fruncido.

—¿Sucede algo?

—Álex ha desaparecido, Sara me acaba de llamar hace nada diciendo que ayer por la noche había recibido un mensaje mío diciéndole que necesitaba quedar con él.

—¿Y se lo mandaste? —preguntó Lucas.

—¡No! Por eso digo que está desaparecido —contesté alterada elevando el tono—. No ha vuelto a aparecer, me temo lo peor.

Me sobresalté al notar la vibración de mi móvil dentro del bolsillo de mi pantalón. Mi corazón dio un vuelco al pensar que podía ser Álex dando señales de vida y miré la pantalla con nerviosismo. Me estaba llamando un número desconocido.

—¿Te acuerdas de mí? No respondas mi nombre, sé dónde estás y, si quieres volver a ver a Álex con vida, finge que hablas con otra persona y sal de la comisaría. No quiero policías de por medio.

—Vale —contesté con el labio tembloroso, apenas me salía voz audible—. Un momento que con el ruido de aquí no te escucho bien.

Contuve las ganas de mirar hacia Lucas y Cristofer, me daba miedo que pudieran captar en mi mirada que algo estaba mal y por mi culpa Álex perdiera la vida, no me lo perdonaría nunca.

—¿Quién es, Alma? —preguntó Lucas serio.

—Es Luna...quiere...está preguntándome si se sabe algo de Álex. Un minuto —pedí tratando de fingir que todo estaba bien.

Me miró un instante pero asintió más calmado, sin embargo Cristofer me escrutaba con sus ojos cristalinos, no parecía muy conforme. Observé a Flavio por un instante y grabé la imagen de su rostro en mi mente, temía no salir de esta con vida, sabía que estaba metiéndome en un terreno peligroso al escuchar esa voz femenina, me hacía una idea de quien tenía a mi hermano.

Mirando a mi alrededor, antes de salir por la puerta, aproveché para escribir una nota y dejarla caer en el suelo a la vista de Flavio. No quería que se pusiese en peligro por mi culpa y me daba mucho miedo Ana y mi familia, si tenían a Álex quien sabe si podía darles por secuestrar a alguien más.

Ve a por mi familia y Ana, marchaos.

Hice que revisaba mi bolso un momento y dejé caer la nota al suelo. De soslayo vi que Flavio se había dado cuenta y se acercaba para avisarme de que se había caído, entonces aproveché para salir por la puerta y volver a coger mi móvil, rezando porque Melissa siguiera en la línea. No podía arriesgarme a perder más tiempo y que ella perdiera la paciencia pero tampoco quería que más miembros de mi familia se vieran expuestos en esta mierda de situación. Esto era entre ella y yo, siempre lo había sido.

—Ya está —susurré.

—Has tardado mucho ¿Qué coño hacías? Y no me mientas o tu hermano lo pagará caro, por ahora está intacto pero no tientes a la suerte.

—Estaba cerciorándome que no me seguirían. No me fío de ti, Melissa ¿Qué quieres? —pregunté tratando de controlar la voz—. ¿Por qué haces esto?

—A ti. Tuviste suerte de que te salvaran esa vez en el prostíbulo pero esta vez no vas a tener tanta suerte —escupió con odio—. Si quieres que tu hermano se salve sigue recto hasta que veas un Mustang negro y súbete. Cuelga ahora el móvil y tíralo en la basura más cercana que encuentres. No hagas tonterías, te estoy vigilando.

Alma no lo hagas, te van a...

Me sobresalté al escuchar la voz entrecortada de Álex y su grito ahogado, me tapé la mano con la boca intentando no llorar, parecía que le habían pegado.

—Vale...está bien —contesté tratando de contener las lágrimas—. Pero no le hagáis daño, por favor.

—Tienes quince minutos.

Colgué inspirando hondo y miré a mi alrededor, me daban miedo todas las personas que caminaban cerca, los coches aparcados, las personas que hablaban por el móvil...cualquiera podría estar observando mis movimientos. No podía creerme lo que estaba viviendo, la situación se repetía como el año pasado, con la excepción de que esta vez no era yo la que estaba secuestrada, sino mi hermano, no se lo merecía. Pensé en Daniel, en Flavio y en mi familia...contuve un sollozo pensando en Álex, imaginándome lo que podrían estar haciendo con él, esperaba poder llegar a tiempo. «Aguanta, por favor» supliqué para mis adentros «Sé que eres fuerte hermanito».

Me apresuré para tirar el móvil en la papelera y avancé poniendo mis ojos en todos los coches que estaban aparcados en hilera. Mi corazón empezó a agitarse al encontrar el coche que Melissa me había indicado, era el único coche negro aparcado con las luces puestas de la zona. Avancé con el miedo recorriendo todo mi cuerpo, me estaba costando avanzar por el asfalto, los pies se habían vuelto pesados como si llevara piedras en el interior de mis zapatos.

Al entrar a la parte trasera del coche traté de controlar los desenfrenados latidos de mi corazón y observé la figura de un hombre conocido, era corpulento y los músculos de su cuerpo se marcaban sobre su ropa cómoda. Al sentir los seguros cerrarse me sobresalté, si quería escapar ya era imposible, no había vuelta atrás. Aprecié bien su rostro al girarse para mirarme, sus ojos oscuros y su barba incipiente me hicieron cerrar la boca con fuerza hasta hacerme daño con los dientes. Era Santo, el mejor amigo de Daniel.

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