21. La sorpresa nocturna
Por fin habíamos vuelto a casa. Sara se quedaría unos días con nosotros durmiendo en la habitación de Álex con él. Yo me quedaría en la habitación de invitados para que Ana continuara en la mía.
Di vueltas por el cuarto mientras recordaba la conversación con Cristofer, tenía tantas dudas... ¿cómo había sido capaz Daniel de hacer eso? Por las palabras de Cristo intuía que no lo había hecho queriendo pero... tenía que haber sido completamente doloroso para él, su hermana pequeña muerta... por Marco, por un error de Daniel, era horrible.
Pensé en Ana, tan inocente, tan vulnerable, cada vez entendía más el sentimiento sobreprotector de Daniel hacia ella. Debía de sentirse culpable por la muerte de Ali y no querría que ella pasara por lo mismo, por eso la metía en una burbuja, para no perderla.
Ya era tarde, todos se habían ido a dormir. Yo lo había intentado pero no conseguía pegar ojo, pensaba en lo que había hecho Sergio, pensaba en cómo me estaba acercando a Flavio, pensaba en Daniel...
Miré hacia la mesita y pegué un salto al ver como la pantalla de mi móvil se iluminaba, al parecer tenía un mensaje anónimo. Me acerqué para ver que ponía y si reconocía el número, al parecer era privado.
Asómate a la ventana, la luna está llena y brilla, pero no tanto como tú.
Arrugué la frente al leer el mensaje y miré a los lados de mi habitación, buscando una cámara oculta. Después de todo lo que había tenido que pasar ya no me fiaba de nada ni de nadie. Barajé la posibilidad de mirar por la ventana, quizás era una broma, quizás alguien se aburría.
Abrí con cuidado y asomé la cabeza con mucha cautela, esperando que no hubiera nadie extraño merodeando por la casa, después de la conversación con Cristofer temía que alguien volviera a secuestrarnos.
Las gotas de lluvia mojaron mi rostro, al parecer estaba cayendo una tormenta fuerte. Al mirar hacia la luna me di cuenta que el que había escrito el mensaje tenía razón, había luna llena y brillaba con mucha fuerza. Miré hacia abajo por si acaso y me tapé la boca para no chillar, Flavio estaba mirándome con una sonrisa.
—¿¡Qué haces aquí!? —susurré, conteniéndome para no chillar y despertar a todos.
—¡No puedo esperar más, Alma!
—¿Esperar? No te entiendo —sonreí nerviosa.
—¡Baja! Si no correré el riesgo de que Zeus me mate por despertarle.
—¡Estás loco! —reí—. Estás empapado.
—Baja, por favor.
—¡Vale! Dame un minuto.
Miré a mi alrededor, era absurdo pues nadie me estaba espiando, pero me parecía una situación surrealista, típica de aquellos libros que leía hace años y me hacían suspirar.
Bajé las escaleras de puntillas, conteniendo la respiración al escuchar la madera quejarse. Me miré antes de abrir la puerta principal, estaba en pijama y tenía el pelo alborotado, no me veía nada atractiva y además me empaparía. Meneé la cabeza tratando de ignorar eso, embriagándome por la curiosidad de saber qué me tendría que decir Flavio a estas horas.
—Flavio... —susurré al verle completamente empapado.
Se acercó hasta mí y me abrazó, arrastrándome hasta la lluvia. Sentí el frío y el agua recorriendo mi cabello y mi pijama, pegando la tela a mi cuerpo. Contuve la respiración al sentir que acercaba su mano a mi mejilla, deslizándola por mi piel. Me centré en el iris de sus ojos, su color azul mar me hipnotizaba, acompañado por el movimiento de sus pestañas.
—Déjame hablar, por favor. Llevo preparando este discurso muchos días pero nunca me decidía, me costaba encontrar el valor —sonrió—. Te quiero, Alma. Desde que te conocí ese día en el teatro me quedé prendado de tu sencillez y tu bondad. Nunca me había obsesionado tanto el hecho de hacer sonreír a alguien, de escuchar tu risa. Eres... eres increíble, el modo en que tratas a las personas, como das todo por protegerlas, incluso poniendo tu propia vida en peligro. Y...
—Flavio...
—Shh —dijo poniendo sus dedos en mis labios—. Cuando te di ese beso en la playa, nunca me había arriesgado así por nadie, pensé...pensé que me rechazarías pero...me lo devolviste aunque fuera por un instante y...cuando te enfadaste, dios...me sentí un completo estúpido, no me esperaba eso, no quería que te pusieras mal por mi culpa. Sé que has sufrido mucho, que aun te cuesta tener contacto físico con hombres por lo que viviste y...lo entiendo. No quiero hacerte daño, solo quiero contribuir a tu felicidad pero ... quiero ser más para ti —movió la cabeza nervioso salpicándome con la lluvia que tenía atrapada en su pelo—. ¿Tú...querrías estar conmigo?
Abrí la boca sin saber bien qué decir, no me esperaba una declaración por su parte bajo la lluvia. Pensé en Daniel, «Joder» maldije para mis adentros, no entendía porque en un momento así, que tanto deseé de pequeña, me debatía y pensaba en otro chico. Me daba miedo sufrir, me daba miedo hacerle daño y herir a Flavio también, nunca me había sentido tan confundida, ¿Se podía querer a dos chicos a la vez?. Sus ojos me atrapaban, invitándome a acercarme más y rodearle con mis brazos para besarle. Podía sentir como una energía electrizante recorría mi cuerpo, atrayéndome hacia el suyo.
—Alma... olvida por un momento a Daniel, quiero que seas completamente sincera. Sé que sientes algo por él, sé que te costará olvidarle pero soy paciente, sabré esperar. Solo necesito saber si... ¿Sientes esto?
Dio un paso hacia mí, su mano acarició mi cabello hasta bajar a mi barbilla, acariciando mientras tanto mi mejilla. Me miró con intensidad antes de deslizar sus dedos por mis labios y acercar su frente hasta la mía para sentir su cálida respiración.
—¿Sientes calor?
—Sí.
Mi corazón bombeaba con fuerza pero sin miedo, no sentía el agobio que podía sentir con Marco o cualquier otro chico que se me acercaba, con Flavio era distinto, él me relajaba.
—Puedo... ¿puedo besarte? Me arrepentiré toda mi vida si no lo hago en estos momentos.
Miré sus ojos por última vez y sujeté su cuello con mis manos para atrapar sus labios con los míos. Su lengua se adentró con timidez, deteniéndose al encontrar la mía y me dejé guiar por su movimiento de baile. Un fuerte rubor apareció en mis mejillas haciéndome arder, moví mis brazos por su pelo apretando con fuerza para adentrarle más en mi boca, necesitaba más de él.
Nos detuvimos un instante para respirar y le ataqué, volviendo a la carga de nuevo. No sabía que me estaba pasando, estaba fuera de control, pero necesitaba con urgencia sus labios, solo podía pensar en Flavio y su sonrisa, en que me sujetara con fuerza.
—Flavio...yo... siento cosas por ti pero...también por Daniel y...me da miedo, no sé si esto es normal, no quiero hacerte daño o defraudarte, yo...
—Eso es todo lo que necesitaba escuchar —sonrió, apoyando su frente junto a la mía—. Iremos despacio. No espero tu amor eterno tan pronto. Por el tema de Daniel no te preocupes, sé que es complicado y te sientes un poco confundida.
—¿Haces esto muy a menudo?
—¿Declarar mi amor bajo la lluvia en casas ajenas? —Rio—. No, esta es mi primera vez.
—Pensaba que ya no quedaban hombres así —me sinceré—. Pensé que os habíais extinguido.
—Aún quedamos algunos, solo cuesta encontrarnos.
—¿Quieres...? ¿Quieres entrar?
—No te preocupes, solo necesitaba decirte esto. Ahora ya podré dormir tranquilo —contestó con voz dulce—. Será mejor que vuelvas a entrar a casa, ya te he empapado bastante y sino te vas a enfermar.
—Eso no te importó hace unos minutos.
—Touché, pero ahora si me importa y mucho, que duermas bien, Alma.
—Y tú —susurré.
Me dio un beso más tímido en los labios y se metió en el coche. Me quedé observándole mientras se alejaba y después entré en casa, al calor del hogar. Subí a la habitación despacio y tiré la ropa al suelo, ya no me servía de nada. Busqué en el armario algún pijama y me acosté, pensando en todo lo que acababa de suceder.
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