18. El baile
Caminamos hasta meternos en su coche, el pub no estaba lejos así que no tardamos mucho en llegar. Era un lugar bastante concurrido de Oviedo, a mucha gente le gustaba ir a bailar o a tomarse un par de copas. Enseñamos el DNI al guardia que estaba protegiendo la entrada y accedimos al interior.
Dentro, las luces fluorescentes brillaban con intensidad y la música latina animaba el ambiente, un montón de chicos bailaban, apenas había espacio para respirar. Miré a Flavio y él pareció entender mi suplica por alejarnos a un sitio un poco más vacío, estaba empezando a agobiarme.
Decidimos sentarnos en la larga barra que había en una esquina del pub y pedimos un par de bebidas, en mi caso sin alcohol, no quería montar otro espectáculo como cuando estaba con Daniel, no levantaría cabeza.
Daniel...me parecía una locura que aun quedaran cinco largos años, que estuviera en la cárcel durante tanto tiempo sin poder ver a Ana. Di un sorbo a la coca-cola mientras seguía sumida en mis pensamientos, no era la primera vez que pensaba sobre mi relación con Daniel y la aparición de Flavio.
No podía negar que Daniel me atraía, el tiempo que había vivido con él había sido realmente intenso y mis piernas temblaban cuando le veía sonreír. Pero la presencia de Flavio me hacía cuestionarme todo, ¿le quería de verdad o era mi dependencia emocional la que hablaba? Porque, siendo sincera, Daniel aún tenía mucho que cambiar, no solo por él sino también por Ana, estaba metido en una vida que no le traía más que problemas y peligros y salpicaba a todas las personas que le querían, si Ana y yo tuvimos que sufrir estar secuestradas ¿qué más podía ocurrir si seguía metido en ese negro ambiente?
Miré hacia Flavio, estaba absorto bebiendo su bebida mientras se movía al son de la música cerca de mí, a veces me dedicaba miradas furtivas y me animaba a unirme haciéndome señas con la mano. Consciente de que Flavio me hacía animarme a hacer cosas que ni me imaginaba, dejé el vaso vacío en la barra y me acerqué hasta él, formando una atmósfera de intimidad al borrar la presencia de todos los demás, solo le veía a él, a sus intensos ojos azules y a su sonrisa seductora.
En ese instante la canción cambió y pude reconocer que ahora sonaba Propuesta indecente de Romeo Santos. Carraspeé nerviosa al recordar lo estúpida que me iba a ver al no saber bailar y más si era bachata, eso requería parecer sensual y yo era todo lo contrario.
Flavio sonrió abiertamente y me acercó más hacia él, pegando su mano a mi cintura y me subió con agilidad encima de sus pies. Acercó su cara a mi oído y me respigué al notar su respiración y su voz cerca.
—Conmigo solo tienes que dejarte llevar...si te parece prudente esta propuesta indecente —cantó entre susurros con voz ronca.
En seguida me hizo girar con gracia y posó su mano en mi cintura de nuevo para dejarme caer, mirando al techo un instante hasta regresar de nuevo a sus brazos. Mi respiración comenzó a agitarse y el calor empezó a emanar por todo mi cuerpo, ¡yo estaba bailando! Bueno, medio bailando, era increíble. La verdad era que en este año había avanzado bastante y más con Flavio, no me imaginaba que podría dejarme tocar por un hombre de esa manera.
Seguimos moviéndonos como me resultaba posible, muchas veces siguiendo los pasos de él, era un gran bailarín. Tenía que admitir que sus movimientos de cadera me atrapaban, no podía levantar la vista de su cuerpo y como era capaz de seguir el ritmo de la canción, el concepto de sexy pasaba a otro grado al verle así, me daba vergüenza admitirlo pero me estaba excitando viéndole moverse de esa manera.
Cuando la canción terminó paramos, sentía que estaba completamente ruborizada y mi corazón latía deprisa, necesitaba relajarme o las hormonas me iban a jugar una mala pasada. Por desgracia, el DJ que estaba poniendo los temas no estaba por la labor y anunció que iba a continuar poniendo bachatas románticas para ver si de aquí salían nuevas relaciones, nos animaba a juntarnos y a seguir bailando así de pegados.
Sonreí con timidez y revolví el cabello al ver que ahora era el turno de Prince Royce, otro experto en crear ambientes íntimos. Flavio me miró expectante, parecía que quería seguir bailando pegados un rato más y...sinceramente, no me podía negar a esa mirada llena de propuestas indecentes.
Continuamos así un rato, cada vez íbamos coordinándonos más y disfrutaba girando y sintiendo sus manos en mi cintura, me hacía sentirme especial y deseada. No tardaron en llegar las miradas de complicidad, su rostro se estaba acercando cada vez más al mío y sus labios carnosos me provocaban al humedecerlos pasando su lengua.
—Flavio —contesté con voz jadeante y ruborizada—. Mejor paramos a tomar algo, estoy seca.
—Está bien —accedió mirándome con ojos brillantes—. Yo también necesito un trago, o dos.
Nos acercamos a la barra de nuevo y pedimos otro par de bebidas. Mientras el camarero lo preparaba y terminaba de atender a los demás, Flavio se acercó hasta mi oído para poder decirme algo, la música estaba tan alta que era muy complicado escuchar bien.
—¿Te lo estás pasando bien?
—Sí, la verdad que es genial. Lo único siento haber dejado a Álex de niñero de Ana.
—Podrá soportarlo —sonrió—. Esta es tu noche, Alma. Por cierto, nunca te lo he preguntado pero ¿por qué cuidas a Ana?
—Eh... —carraspeé—. Ya sabes que era una de las chicas que estaba secuestrada conmigo, su hermano ya sabes dónde acabó y el chico que la cuida está investigando el caso, es policía.
—Joder... tan pequeña, es repulsivo —su rostro se contrajo—. Qué asco de gente. ¿Y sus padres?
—Es algo complicado... su padre se murió y su madre está desaparecida, no se sabe nada de ella.
—Pues menuda vida lleva la pobre niña.
—Sí —respondí incómoda.
Me acerqué hasta la bebida que al parecer ya estaba preparada y me la bebí de un trago, era un refresco así que no tenía de qué preocuparme. A los pocos minutos un subidón de adrenalina me hizo arrastrar de nuevo a Flavio a la pista. Él accedió encantado pero me miraba extrañado, me estaba pegando más de la cuenta a él y no entendía el porqué, me sentía eufórica.
Rodeé su cuello con mis brazos e inspiré el aroma que desprendía su piel, acercando mis labios. Le di un beso cerca del oído y le susurré con voz ronca, ni siquiera estaba pensando en lo que hacía.
—Eres muy guapo, ¿te gusto?
Su rostro se volvió pálido, casi níveo, movía constantemente los labios sin emitir palabra, parecía que estaba pensando la respuesta. Me toqué la frente, estaba empezando a sentir mucho calor, incluso notaba algo de sudor, se me estaba yendo de las manos.
—Tengo mucho calor —jadeé tratando de quitarme la camiseta.
—¡Alma! ¿Qué haces? —contestó sorprendido tratando de frenarme—. No puedes quedarte en sujetador aquí, si quieres salimos fuera, creo que necesitas un poco de aire.
—N-no... voy...voy al baño. Espera aquí, no tardaré.
No le dejé contestar ni seguirme y me moví con dificultad entre la gente que bailaba, en busca del baño. Estaba empezando a sentir taquicardias y el sudor recorría mi frente, mojando mis manos. Al llegar a la puerta del baño comencé a ver borroso, no sé ni cómo distinguí el cártel que indicaba que era el baño femenino.
Tragué saliva con dificultad, notaba la garganta completamente seca, seguro que si bebía agua se me pasaría. Me moví haciendo eses hasta tocar el lavabo y mis piernas me flaquearon, tuve que agarrarme con fuerza para no caer al suelo.
—Joder... —suspiré—. Qué mal me ha sentado la puta coca-cola.
Unos sudores fríos recorrieron mi cuerpo y comencé a sentir un leve mareo. Me tiré en el suelo con rapidez, estaba empezando a asustarme, en estos momentos lo único que quería hacer era morirme.
Intenté coger el móvil que tenía guardado en el bolso para llamar a Flavio, sabía que no iba a poder levantarme y más con el agobio de gente que había ahí dentro, la cabeza me dolía, me sentía embotada. Abrí la cremallera con dificultad por el tembleque de mi mano pero no alcancé a encontrar el móvil, lo vi todo negro.
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