Capítulo 39
—Eres Alma, ¿verdad?
Sus ojos marrones me miraron como si trataran de analizarme, seguramente tratando de asegurarse por su cuenta, contemplando mi físico, o más bien lo que quedaba de él.
—Sí —suspiré, no había motivos para seguir ocultándolo, solo quería regresar a casa.
—Nos has tenido muy preocupados buscándote, temíamos darte por perdida. Cuando ese chico llegó... —arrugó la frente, pensativo—. No esperaba encontrarte aquí.
—¿También me buscaban aquí por Barcelona?
—Supongo.
—¿Supones? —fruncí el ceño.
—Pertenezco al equipo policial de Asturias, junto al resto que está aquí dentro. Obviamente el equipo de Barcelona está colaborando fuera, pero no podían arriesgarse a meterse aquí dentro, estos miserables les conocen.
—Ah... —mi voz sonó cansada, casi desganada.
Lucas se movió por la pequeña sala con rostro serio, parecía concentrado. Su polo azul y sus vaqueros le daban un aspecto juvenil, parecía que apenas pasaba los treinta. Sus ojos marrones repasaban cada rincón, analizándolo todo, incluso veía su recta nariz arrugarse cada vez que contemplaba o pensaba algo que no era de su agrado.
Tocó su oscuro pelo corto, seguramente como gesto nervioso, y detuvo de nuevo su mirada en mí. Me giré incómoda, durante mi estancia en este lugar me había acostumbrado a sentir vergüenza de mí misma, de mi cuerpo, deseaba que esto terminase pronto.
—¿Qué vais a hacer cuando estemos todas juntas?
—Tratar de movilizarles, esposarles y llevarles a la cárcel lo antes posible, tratando de que se queden allí el mayor tiempo que se pueda. Se lo merecen, aunque no me importaría que quedaran bajo tierra, lo que os hacen no tiene perdón.
—Espero que nunca más hagan esto, que ninguna otra chica tenga que pasar por lo que todas nosotras hemos pasado —respondí con un hilo de voz, recordando que una de las otras chicas estaba sufriendo ahora una nueva agonía, seguramente Valeria.
—Se terminará, te lo prometo. Por cierto —dijo haciéndome darme la vuelta, captando mi atención—. ¿El chico de ojos grises es el jefe?
—No. Ese es Pietro, seguramente es su mano derecha. El jefe es un italiano llamado Marco Fiore —contesté con voz asqueada.
—Fiore... —repitió Lucas con semblante serio.
—¿Le conoces?
—He oído hablar de él, es el más peligroso de todos.
—¿Ha hecho algo malo?
—¿Aparte de ser el jefe de toda esta mierda? —contestó esbozando una sonrisa irónica—. Sí, lo ha hecho. Pero mejor olvidar eso, al menos por ahora, lo importante es encontrarlo y que vosotras podáis descansar.
—No sé si eso será posible... estoy segura de que tendré pesadillas cada noche, recordando todo esto —susurré abrazando mi cuerpo con mis brazos.
—Sabes que cuando salgas los periodistas te buscarán, ¿verdad? Serás noticia de primera plana.
—Todas lo somos... me pregunto cómo no las han buscado también —respondí dolida.
—Seguramente sí, en cuanto tengamos sus nombres completos lo averiguaremos. No te imaginas la de chicas que desaparecen a cada poco, no vivimos en un lugar seguro y eso me hace recordar la importancia de mi trabajo —suspiró—. Cada vez que nos informan de un nuevo caso sobre una chica desaparecida se me encoge el corazón, pensando por lo que debe estar pasando o...en el peor de los casos... habrá pasado.
—¿Cómo podéis trabajar viendo cosas como esta? ¿Cómo llegáis a casa después, sin tener pistas sobre esas chicas?
—Pues haciéndolo... es jodido pero es así, nos aferramos al objetivo de conseguir encontrarlas, nos desvivimos buscando, preguntando, investigando... pero eso no quita que nos aterra pensar que pueda sucederle a nuestras hijas, sobrinas, vecinas... nadie se merece caer en las garras de seres sin corazón como estos —contestó con el rostro ensombrecido por el dolor.
—No entiendo la maldad que pueden llegar a tener algunas personas en su interior, cómo pueden dormir tranquilos sabiendo que lo que hacen está mal.
Lucas me miró, sus ojos oscuros brillaban tristes, apenados. No me quería ni imaginar la de casos que podían tener así y la impotencia que debían de sufrir cuando no salían bien.
—Yo creo que no piensan en eso, solo viven por el dinero, por alcanzar la fama y el poder, pisando a quien sea por su paso.
—¿Acaso no les importa su familia? ¿Lo que puedan pensar?
—Creo que ya nada les importa, Alma. Solo ellos mismos, ellos y el dinero, es eso lo que mueve el mundo.
Mi mente me recordó a Daniel, creando en mí un sentimiento agridulce que me hacía estremecer. ¿Le habría podido el dinero? ¿Le podía el dinero antes que el amor? Pensé en Ana, en lo pequeña que era para tener que soportar estar en un sitio como este, ¿sabría su hermano lo que estaba sufriendo? ¿Haría algo por ella?
—Sé que a las mujeres no os gusta que os pregunten esto pero... ¿En qué piensas? Tu mirada se ha vuelto llena de...odio creo.
—Estaba cavilando. Creo que mi mirada solo sabe mirar con odio... en un sitio así es lo único que se respira...—resoplé—. Odio y miedo.
—Dentro de poco volverás a recordar el sentimiento de amor —sonrió tratando de reconfortarme.
Amor...que bonita palabra y cómo la echaba de menos, recordé el rostro de Álex nada más verme entrar en la sala; recordé a Luna mirándome con ese sentimiento, con esa dulzura que solo ella sabía transmitir de una forma tan pura y bondadosa, recordé lo a gusto que me sentía a su lado, escuchándola hablar de las energías de las personas, de las diferentes tonalidades de cada alma. Dios... qué razón tenía, lo único que transmitían las personas de este lugar eran tonalidades grises, luces apagadas que quizá nunca más volverían a iluminarse, la oscuridad les había absorbido.
El sonido de la sirena que avisaba del fin del tiempo llegó a nuestros oídos. Lucas se enderezó e inconscientemente llevó su mano hacia la zona donde noté una silueta, una pistola.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al percatarme de la peligrosa situación que estábamos a punto de vivir, había muchas almas inocentes en juego. Nos miramos y me hizo una seña enseñándome la puerta, había llegado la hora.
Revolví mi cabello como pude, quité la sujeción de uno de los cierres del sujetador y me pellizqué las mejillas para parecer que había salido de tener sexo, parecía real. Dejé a Lucas marchar mientras contemplaba su cuerpo tensarse debajo de su ropa, seguro que había vivido muchos casos pero en todos sentía lo mismo, miedo y fe en que todo saliera bien.
Minutos más tarde avancé decidida hasta la puerta, con temor a encontrarme una Valeria con rostro pálido y débil, deseando tirarse en el suelo de "nuestra" habitación, aunque no hubiera nada más que eso, solo suelo. Abrí la puerta negra y contemplé a las chicas: Ana se veía tranquila, esperanzada, parecía que su rostro había adquirido un nuevo tono de piel, más cuidado. Lucía se veía relajada, podía notar cómo ese momento de felicidad al saber que no iba a tener que hacer nada que no quería la había ayudado completamente, haciéndola sentir un poco más fuerte. Y... Valeria... hubiera dado lo que fuera por haberme puesto en su lugar.
Se encontraba sentada en el banquito de madera con la mirada perdida, sus pupilas se encontraban fijadas en el suelo pero su pensamiento no parecía acompañarle. Sus brazos temblaban intentando sujetar su cabeza, su cuerpo hecho un ovillo, parecía inmóvil pero sus movimientos la delataban, su fragilidad y debilidad asustaba, no parecía poder soportar un minuto más.
Todas la miramos con gesto preocupado, la presencia de Valeria les había hecho volver a la realidad y darse cuenta de que no podían seguir con esa sonrisa esperanzada y esa energía renovada, nuestros captores se darían cuenta y Valeria necesitaba todo nuestro apoyo, estaba tan vulnerable que cualquier gesto o hecho la afectaría el doble.
Me acerqué hasta ella, me puse de cuclillas e intenté atraer su atención con la mirada. No me atreví a tocarla, en esos momentos temía que me apartase horrorizada pensando que era otro de los clientes, no estaba en este mundo.
—Val, volvamos a la habitación. Necesitas descansar.
No contestó, siguió rígida como una piedra, y las demás me miraban con rostro preocupado, conscientes de que si no nos dábamos prisa nuestros captores nos buscarían, llevándonos de malas formas a la habitación, entorpeciendo que la policía pudiera sacarnos sanas y salvas.
—Val, por favor. Sé fuerte, puedes con esto y más.
Sentí su cuerpo moverse, levanto su rostro con torpeza, dejando caer su pelo hacia los lados. Sus ojos estaban completamente idos, aunque sus pupilas parecían mirarme, nunca había visto una mirada tan perdida y vacía.
—Ha... acabado den-tro... no ha u-usado condón... me que...queda...ré emba-ba...raza-za...da... —su voz sonaba rota, sin vida.
—Eso no pasará, Val. Te lo prometo —respondí con firmeza—. Pero por favor, necesito que te muevas, hay que ir a la habitación.
Sus ojos parpadearon con fuerza, sus pupilas redujeron su tamaño y vi como tragaba saliva. Exhaló un suspiro tembloroso que le hizo respigar todo su cuerpo y trató de ponerse de pie, con dificultades. Rápidamente la ayudé sujetándola del brazo y, acompañadas por las demás, salimos todas de ese vestíbulo, con esperanzas de que fuera la última vez.
____________________________________________________
Ya estamos más cerca del final :( Quería recompensaros por todo el apoyo con esta doble actualización y ojalá podáis ayudarme a alcanzar las 20k de visitas para mañana <3
¡Por cierto! En el grupo de Facebook dejaré ese extra que tanto anheláis y me decís, ese extra para saber qué hace Daniel, dónde y está y porqué está ahí ¿Queréis leerlo? Pues... ¡os espero en el grupo! ;)
Con todo mi cariño,
Karlee D.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top