Capítulo 36
Aquí tenéis el capítulo, sigue siendo fuerte así que...quedáis avisadas. Son situaciones delicadas que son difíciles de escribir y leer.
Antes que nada, ¿os gustaría que hiciera un grupo para hablar sobre Sombras Partidas y las demás novelas que vaya haciendo? Espero vuestra respuesta <3
Con amor,
Karlee D.
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Los días fueron pasando, siendo cada uno peor que el anterior. Vivíamos en un bucle tan repetitivo y mecánico que habíamos perdido la noción del tiempo, no sabíamos qué día era ya.
Nos movíamos por los sitios como si fuera algo artificial, como robots, intentando no pensar en todo lo que estaba sucediendo, solo avanzar. Estábamos tan delgadas por la falta de alimento que se notaban los huesos, sobre todo yo tenía más desgaste físico y emocional. Por suerte Ana aún no había tenido que vivir la experiencia con algún cliente, Marco había puesto una suma indecente de dinero debido a su virginidad y ausencia de regla, aunque esto último no entendía el por qué.
Cada día perdía más la esperanza en poder escapar o en que pudiéramos ser rescatadas, incluso Ana lo sabía, cada vez estaba más callada y más pensativa, sentándose en una esquina del cuarto mirando a la pared, inmóvil.
El ruido de la puerta hizo que mis sentidos se agudizaran, era un sonido horrible que solía anunciar la llegada de un nuevo cliente o, con suerte, la llegada de la nueva dosis de comida y agua, dos veces al día como habíamos comprobado.
La figura de Pietro apareció ante nosotras con semblante serio, parecía preocupado.
—Hoy atenderé yo el lugar. Tenéis que venir conmigo.
—¿Dónde vamos? —pregunté escéptica.
—Con las demás, necesito esta habitación para una que llega nueva.
Mi estómago se contrajo, no entendía cómo Pietro podía decir eso tan tranquilo y no sentirse mal por lo que hacía, deseaba con fuerza que le hicieran algo a él, a ver cómo se sentía entonces.
Caminamos por el pasillo hasta llegar a una puerta que se encontraba al final, al entrar pude ver a un grupo de ocho chicas, algunas con rostros asustados, otras con rostros demacrados. Una vez dentro, Pietro nos empujó y caímos en el suelo, protegiéndonos, por suerte, con las manos.
Al ver al gran grupo en una habitación algo más grande que la nuestra, aunque no mucho, y con las mismas cosas me preocupé, ¿hasta dónde podrían llegar permitiendo las condiciones degradantes que estábamos viviendo?
—¿Cuánto tiempo lleváis aquí?
Las respuestas no se hicieron esperar, la que peor aspecto tenía llevaba dos años y medio en este espantoso lugar. Una de las chicas miró a Ana con tristeza, además parecía sorprendida y no paraba de parpadear.
—¿Cómo han podido captar a alguien tan joven? ¿Estás bien?
Ana no pudo aguantar más al ver a tantas chicas sufriendo, al ver el horrible ambiente donde nos encontrábamos, y se echó a llorar. La chica que preguntó se movió como pudo hasta ella, tratando de consolarla.
—Nos secuestraron, no pudimos hacer nada para evitarlo. ¿Y vosotras?
—A la inmensa mayoría de nosotras nos engañaron. Nos hicieron prometer que ganaríamos muchísimo dinero con un trabajo fácil de modelaje. Marco nos vendió que tenía una agencia de modelaje y fotografía, bajo la marca Fiore —suspiró—. Muchas de nosotras no teníamos recursos, necesitábamos el dinero para poder sobrevivir, a mi familia estaban a punto de desahuciarla... no pensé que... fuera a acabar así —sollozó—. ¿Qué será de mi familia ahora? Me los imagino en la calle muriéndose de frío bajo la lluvia y se me rompe el alma...
Mi corazón se contrajo ante cada palabra de la chica. Estaba segura que de haberla conocido en la calle era una chica preciosa, llena de vida e ilusión. Pero ahora tenía los ojos hinchados, la ropa sucia por el tiempo que llevaba en este lugar, el cuerpo casi anoréxico y las ideas rotas, mezcladas con sus sueños hechos añicos y tirados en el suelo.
—¿Sabéis? —continuó—. Yo quería ser actriz, soñaba con recibir un premio y dedicárselo a mi familia por el apoyo que me han dado, cada euro invertido en mi educación con el esfuerzo que eso les conllevaba. Cada noche, antes de intentar dormir, me imagino sus caras... los ojos azules de mi madre, brillando mientras me escuchaba interpretar una escena que llevaba semanas preparando... las manos de mi padre aplaudiendo cuando de pequeña terminaba una obra escolar...rezo por no tener pesadillas pero nunca se cumple, sinceramente vivo en una eterna pesadilla, todas lo vivimos.
La chica que estaba más débil, a causa del tiempo en este lugar, se arrastró con ayuda de las manos para darle un abrazo a la que había comenzado a llorar. Era una situación difícil, que podía acabar con la fuerza de cualquiera, pero por encima de eso me alegré de encontrar a más chicas.
Espero que no se malinterprete, no deseaba a nadie estar aquí, ni siquiera a mi peor enemigo, solo que me sentía menos sola con gente que estuviera pasando por lo mismo que yo, me daba fuerzas para continuar: Quería volver a ver el tierno rostro de Álex y volver a abrazar a Luna, la señora Ayuso, para decirle lo mucho que la quería, hasta ahora no me había percatado de todo lo que había hecho por mí y lo poco que se lo había agradecido, se había convertido en mi segunda madre, en mi refugio.
—Yo también quiero ser actriz... —suspiró Ana.
—Y lo serás —dijo la chica animándola—. Tienes un gran futuro por delante
—Debemos continuar, por María —añadió una tratando de dar fuerza al grupo.
—¿Quién es María? —preguntó Ana.
La chica que quería ser actriz bajó la mirada, dejando caer un profundo suspiro de tristeza.
—¿Alguna vez fuisteis a la sala verde?
Arrugué la frente al recordar el lugar donde Pietro miró si Ana estaba bien. La sala con paredes verdes, llena de máquinas extrañas y estantes repletos de papeles y artilugios que te ponían la piel de gallina. La camilla de hospital, la cual te recordaba lo lejos que estabas de poder pisar uno verdadero, un lugar seguro.
—¿Lo que parece una sala de hospital?
—Sí, justo esa. ¿No os parasteis a pensar en por qué tiene tantas cosas extrañas?
—Sí pero tenía otras preocupaciones aparte de eso.
—Pues... ahí es donde te llevan si te quedas embarazada, Pietro te lo extirpa —dijo con voz asqueada.
Me quedé sin respiración durante unos segundos, nunca había pensado en la posibilidad de quedarme embarazada aquí dentro. En mi mente surgió un interrogante ¿en qué condiciones haría eso Pietro? Me temía lo peor.
—¿A María...le...sacaron al bebé?
—Sí —su respuesta hizo eco, todas estábamos calladas escuchándola, aunque muchas seguramente se sabían la historia—. Como imaginarás en malas condiciones, María se desangraba mucho, no pudieron hacer nada, murió en esa horrible sala.
—Por eso yo estoy tan jodida... —contestó con dificultad la chica que estaba peor.
—¿Te han...? —pregunté sin poder continuar con una pregunta tan dura.
—Sí...—respondió con una mueca de dolor al intentar moverse—. Espero que a ti no te pase y consigas salir de aquí, a mí sé que me queda poco ya.
—¿Cómo pueden quedarse de brazos cruzados viendo como una mujer se muere desangrada? ¡Es inhumano! —chillé con frustración.
—Porque para ellos nosotras no somos mujeres, somos objetos. Solo somos cuerpos que les dan dinero y beneficios, nada más —respondió con dureza.
Me quedé callada sin saber que decir, todas agachaban la cabeza mirando al suelo en señal de derrota. Estábamos completamente humilladas, nos habían arrebatado la alegría y las ganas de luchar, nos habíamos quedado sin alma.
—¿Aún no os ha tocado alguno de esos hombres? Es una agonía pasar cada día mirando a cada segundo si ya te ha bajado la regla, rezando para que eso suceda y no morir desangrada.
—A mí me encantaría morirme ya desangrada, antes que quedarme aquí eternamente. Al menos así podría reunirme con mi abuela, la echo tanto de menos... —contestó con voz apagada la mujer con aspecto demacrado.
—Por suerte no nos ha tocado... —suspiré—. Marco ha puesto muy alto el precio de Ana y nadie ha pagado aún por ella, cosa que agradezco. Y a mí me han tocado por el momento hombres que prefieren usar preservativo porque dicen que no quieren correr el riesgo de contraer alguna enfermedad, y otros solo son felices tocando mi cuerpo o pidiéndome hacer otras cosas...
Vi como el rostro de Ana palidecía, quizá imaginándose las escenas que estábamos relatando. Podía ver como el miedo la abrazaba, temía que eso algún día le tocase a ella, yo deseaba con todas mis fuerzas que eso nunca le sucediera.
Tratando de evitar el tema y no generar más incomodidad, sentí curiosidad por saber sus nombres. No éramos sujetos como para ser anónimas entre nosotras, había que seguir adelante juntas.
—¿Cómo...? ¿Cómo os llamáis?
—Lucía —respondió la chica que estaba tan mal.
—Valeria —dijo la que quería ser actriz.
Otros nombres como Laura, Sofía e Irina resonaron por la sala, todas nos sentíamos mejor al sentir ese momento de conexión especial y confianza.
—¿Sabéis por qué valoran tanto aquí que Ana aún no tenga la regla?
—Creo que no debería escucharlo ella, no quiero ponerla nerviosa —advirtió Valeria.
—No importa —dijo Ana—. Acabo de escuchar cosas peores hace un momento.
Valeria me miró fijamente, abriendo esos ojos azules que me recordaban tanto a las olas del mar.
—Que aún no tenga la regla implica que los clientes pueden acabar dentro de ella las veces que quiera sin quedarse embarazada —arrugó la nariz con asco—. Ana es el premio gordo de la lotería de mujeres para Marco.
Al escuchar eso Ana vomitó, quedándose más vacía por dentro de lo que ya estaba.
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