Capítulo 30
Abrí la boca para hablar pero mi cerebro se había bloqueado por completo, parecía que el tiempo se había parado de golpe y solo veía el rostro serio de Sara.
—¿Es en serio? Si es una broma de mal gusto no tiene gracia.
—Es en serio, yo... le conocí en el hotel pero fue en el concierto cuando me cuidó... —se sonrojó avergonzada—. Estaba en muy mal estado ese día y Álex...fue muy bueno conmigo.
Recordé el día del concierto, repasé cada imagen, hasta las más hirientes. Fue entonces cuando me acordé de ella con nitidez, me acordaba de verla tambaleándose, como si le fallaran los sentidos, y sentarse en una silla del bar casi cayéndose.
—¡Eras tú! —chillé de golpe.
Sara parpadeó confusa, sin entender a qué me estaba refiriendo.
—Te recuerdo, es verdad que estabas muy mal...
—Sí... —agachó la cabeza—. Prefiero olvidar ese día, excepto el momento en que Álex me cuidó, fue todo un caballero conmigo.
—Álex... —repetí con nostalgia y cariño—. Es un amor de chico, eres muy afortunada.
—Lo sé —respondió con la mirada vidriosa y ambas sonreímos tímidamente.
—¿Qué tal está?
Bajé la mirada, Álex no se merecía que yo formulara esa pregunta, qué daño tuve que haberle causado... seguro que Sara, en el fondo aunque intentara aparentarlo, me odiaba.
—Bueno... admito que estaba destrozado cuando desapareciste y...luego... cuando le hablaste... —carraspeó—. Se quedó en shock, no se lo creía.
—Lo siento...le he hecho tanto daño —Me llevé las manos a la cabeza, ocultando mis emociones.
—No te preocupes, cuando hablaste con él cambió, volvió a comer y consiguió dormir, fue un verdadero alivio —sonrió—. Pero no entendía tanto misterio y secretismo, me costó convencerle de que no llamara a la policía.
—¿Sabías que estaba con Daniel?
—Por todo lo que había contado me lo olía, tenía la sensación de que no querías delatarle y que acabara en la cárcel, así que acordamos que él no diría nada si yo me acercaba para ver cómo estabas...—se sonrojó.
—Así que por eso estás aquí, por Álex.
—Sí, y al escuchar a Melissa me di cuenta de que algo estaba mal, estoy muy preocupada, por eso creo que aún me quedaré aquí unos días más, por si acaso.
—Gracias —susurré—. ¿Le digo a Daniel que...?
—No, no hace falta. Seguro que piensa que he venido por él —dijo entre risas.
—Él es así... —esbocé una sonrisa.
—Sí pero tengo que admitir que ha cambiado, bueno al menos es lo que he notado el tiempo que os he visto juntos, está más relajado, más...
—¿Maduro?
—Exacto —sonrió—. Me alegro mucho por él.
—¿Es verdad que Sergio está con Melissa? —pregunté de golpe.
—Sí... deberías pedirle a Daniel que use sus habilidades informáticas, tengo la sensación de que ese chico no ha sido sincero contigo.
Asentí con la cabeza, esa sensación la había tenido semanas antes de ese concierto, cuando tecleaba con tanta velocidad en su móvil, intentando alejarse de mí y ocultarme el contenido. Tenía que admitir que aunque tenía esa sensación nunca lo había transformado en sospechas, pensaba que simplemente quería tener privacidad y yo lo respetaba.
—¿Daniel es sincero conmigo? ¿Tiene algo con Melissa?
—Bueeno... —suspiró—. No te voy a negar que tuvo algo con ella, pero creo que es sincero contigo. Por la reacción de hoy pienso que se siente rechazada y tiene celos hacia ti.
—Eso explica muchas cosas —sonreí.
—Será mejor que volvamos con los demás, se preguntarán a donde hemos ido.
Asentí con la cabeza y regresamos a la plaza, donde el público ya se había marchado, quedando solamente Daniel y su grupo.
Sara se quedó hablando con unas chicas del grupo que había visto antes en la casa de Santo y Melissa, entre ellas Nerea. Daniel aprovechó para acercarse hasta donde yo me encontraba y cogerme de la cintura para atraerme hacia él.
—¿Te he sorprendido? —preguntó después de depositar un beso en mi coronilla.
—Mucho, no me esperaba eso.
—Me relaja mucho, además pasamos un buen rato.
Le miré a los ojos, estaba muy guapo con esa sonrisa arrebatadora y los ojos brillantes pero no se me iba de la cabeza la conversación que teníamos pendiente.
—¿Recuerdas que aún tenemos cosas de las que hablar?
Daniel suspiró, esa expresión de felicidad que tenía hace unos instantes se había esfumado, quedando con el rostro serio y preocupado.
—No se me ha olvidado.
—Entonces regresemos — contesté desafiándole con la mirada.
—Tú ganas —respondió en tono derrotado.
Ya nos habíamos despedido del grupo y empezado a caminar cuando alguien tocó mi espalda, haciéndome girar para mirar quien era. Me respigué al ver a Pietro, otra vez ese insistente chico.
—Espera bella, la noche es joven y sin ti no tiene gracia salir, ¿por qué no vienes conmigo?
Miré a Daniel discretamente, temía que se pusiera celoso o enfadado por el atrevimiento de Pietro, al fin y al cabo me había presentado como su novia y le recordaba como un chico celoso y posesivo.
Para mi sorpresa sonreía divertido, como si algo le hiciera mucha gracia, y tenía la ceja levantada esperando mi respuesta.
—No, gracias.
Me di la vuelta para seguir mi camino pero Pietro volvió a detenerme, esta vez poniéndose enfrente de mí.
—¡Vamos, bella! No me creo que seas su novia, él no sabe ni qué significa eso —dijo mirando mi escote con deseo—. Estoy seguro que te mueres por echar un polvo con un italiano.
Resoplé enfadada y traté de apartarle, parecía que no captaba las negativas de forma amable.
—¿Sabes qué? Si fueras Raoul Bova estaría encantada, pero da casualidad de que no lo eres. Así que hazme un favor y déjame marchar.
Su cara fue todo un poema, parecía que nunca le habían rechazado. Su rostro se fue tensando y puso una mueca de desagrado.
—Ya me suplicarás...las putas como tú siempre lo hacéis.
Daniel gruñó en respuesta y le apartó de mi lado de un empujón.
—No te pases, Pietro. Búscate a otra, ella es mía.
—O quizás es de todos...— susurró mientras desaparecía entre los árboles del lugar.
Regresamos a casa en silencio, yo no estaba de humor para hablar y él lo sabía perfectamente. Pietro ya me había dado mala espina desde el primer momento en que lo había visto, su mirada de deseo posada sobre mi cuerpo me daba verdaderos escalofríos pero lo que más me asustaba era su brusquedad a la hora de hablar, la firmeza con la que había dicho esas palabras antes de irse. Ese chico me daba verdadero pavor.
Al llegar a la casa me dejé caer sobre la cama mientras contemplaba a Daniel desvestirse, quedándose con unos ajustados bóxer azules.
—Daniel ¿Qué es todo esto? No me gusta este lugar —musité preocupada.
—Lo sé, en pocos días nos iremos, te lo prometo.
—¿Por qué no nos vamos ya?
—Quiero estar seguro de que la policía ha dejado de investigar, por eso no quiero precipitarme —contestó mientras se acomodaba echándose a mi lado.
—No me dejes sola —suspiré mientras me arropaba con la sábana.
—Nunca.
Le miré, aún temerosa por lo sucedido, si Daniel quería que aguantara en este sitio tenía que darme motivos para confiar en él, empezando por el tema de Melissa.
—¿De qué conoces a Melissa?
—Me acostaba con ella.
—¿Sólo eso? ¿No saliste con ella ni nada de eso?
—No, apenas he salido con chicas —contestó con seriedad.
Esa frase me hizo recordar la conversación con Sara y el tema de Sergio. Quizá era buena idea recurrir a Daniel para saber si Sergio me había sido fiel cuando estaba conmigo, necesitaba salir de dudas.
—Daniel, ¿podrías hacerme un favor?
—Los que quieras —sonrió.
—¿Sabrías entrar en el móvil de Sergio?
Daniel arqueó una ceja con sorpresa —¿Y eso?
—Quiero comprobar algo —contesté mordiéndome el labio.
—Está bien, dame unos minutos.
Se incorporó de la cama y cogió mi móvil, el cual estaba apagado en la mesita de noche. No entendía muy bien lo que hacía pero se le veía concentrado manejándolo, entonces se levantó y comenzó a teclear en el ordenador, salían un montón de pantallas y códigos, no entendía nada así que le miraba callada. Minutos más tarde sonrió de satisfacción, parecía que lo había conseguido.
Me dio el móvil y comencé a mirar lo que aparecía en la pantalla del ordenador, eran las conversaciones de Sergio en el Whatsapp, parecía que estábamos viendo su pantalla.
—¿Qué has hecho? —pregunté con interés.
—Entrar dentro de su whatsapp sin que él lo sepa, pero no escribas o verá que alguien ha entrado.
—Está bien, ¿puedo curiosear las conversaciones?
—Mm... espera unos minutos, dame tu móvil.
Se lo pasé de nuevo sin tener ni idea de lo que era capaz de hacer Daniel, podías esperarte cualquier cosa. Él tecleó rápidamente algunas cosas que no fui capaz de descifrar, se fue al ordenador a teclear más cosas extrañas y, al parar, comenzó a sonreír maliciosamente.
—¿Qué has hecho ahora? —pregunté mientras miraba su imponente tatuaje.
—Bloquearle el móvil unos minutos, se le reiniciará y tendrá que esperar a encenderlo de nuevo, puedes entrar unos instantes así que date prisa.
—Gracias —contesté atónita.
No me llevó mucho tiempo, Sergio era de las personas que nunca borraba las conversaciones, así que solo tuve que mirar nombres y fechas. Me sorprendió, parecía que tonteaba con alguna chica por aquel entonces, aunque eso explicaba mi pronta sustitución con Melissa. Al cotillear rápidamente las conversaciones con ella, me di cuenta que las conversaciones empezaban después de la actuación en el Shanzam.
Miré hacia Daniel y una chispa se me encendió, me daba miedo atar cabos y escuchar la posible respuesta que resonaba en mi mente. Cerré el Whatsapp y le tiré el móvil, mi rostro se oscureció.
—Daniel —gruñí—. ¿Alguna vez entraste en mi Whatsapp?
Me miró enmudecido, parecía que se había quedado cortado sin saber bien que decirme, parecía claro que me estaba dando la razón aunque no emitiera ninguna palabra.
—Un par de veces... sé que hice mal —se excusó—. Pero fue por una buena causa.
—¿Qué buena causa?
—Yo...bueno...tú —tragó saliva.
—¿Conocía Melissa a Sergio? O... ¿la conoció gracias a ti?
Su pálida cara le delató por completo, todo se había desvelado, acababa de descubrir lo que Melissa no paraba de insinuar, todo había sido cosa de él.
—Eres un completo gilipollas —escupí con odio.
—¡Joder! —chilló, resonando su voz por la pequeña habitación—. Estaba preocupado por ti.
—¿Preocupado por mí? —repetí molesta—. ¿Perdona?
—Sí, conozco a Sergio mucho antes que tú, sé qué clase de persona es.
—¿Y qué clase de persona eres tú metiéndote en la vida de los demás?
Vi como el rostro de Daniel se endurecía, dolido por las palabras que acababa de pronunciar. En otro momento me hubiera ablandado pero estaba realmente enfadada con él, no tenía ningún derecho de meterse en mi vida y cambiarla a su antojo.
—Es el ex de Azucena también, salió un tiempo con él después de terminar conmigo y le fue realmente mal, había caído en una depresión.
—¿Y? —gruñí—. ¿ahora vienes de héroe para enmendar tus errores?
—Solo quería comprobar si estabas bien, si eras feliz. Investigué un poco y vi que Sergio no te era fiel, solo quería abrirte los ojos —movió las manos desesperado—. Por eso fui a Asturias, por ti, para demostrarte que yo puedo hacerte feliz.
—Tú eres el menos indicado —Le señalé—. Mira en lo que estamos metidos, todos.
—¿Crees que no lo sé? Sé que hice mal, joder, no sé cuántas veces tengo que repetírtelo, pero estoy intentando solucionarlo. Y sí, yo le dije a Melissa de ir hasta allí pero fue él el que cedió, yo no le obligué a nada, si hubiera querido la hubiera frenado, pero no lo hizo —exhaló todo el aire que tenía en sus pulmones y añadió—. Eso no es mi culpa, Alma. Yo solo soy culpable de quererte y no me arrepiento.
—Para de hacerlo, Daniel.
—¿El qué? —preguntó confuso.
—De meterte en mi vida, de hacer lo que te da la gana, ya soy mayorcita y no necesito que me salves.
—Está bien...—suspiró—. Tienes razón, perdona.
Se tumbó en la cama y vaciló un poco, moviendo su mano sin saber muy bien qué hacer con ella. Entonces me atrapó por la cintura y me atrajo hasta él, cubriendo mi espalda con su cuerpo. Para mi desgracia eso hizo que me calmara al instante, aunque tratara de evitarlo siempre caía ante él, daba igual el tiempo que pasara, él era mi adicción.
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