Capítulo 27
Entré en la que, por lo visto, era la habitación de Ana. Aprecié que era bastante parecida a mi habitación, con la diferencia de que la de Ana tenía una cama individual. Estaba echada en ella leyendo un libro, se le veía muy concentrada.
—Hola peque.
—¡Almi!
—¿Qué haces aquí metida? —pregunté mientras dejaba el libro en la mesita.
—Dani no me deja salir de casa a no ser que esté él. Además, me siento un poco incómoda... Santo está un poco raro conmigo, se ha vuelto muy seco —contestó frunciendo el ceño.
—Ni idea cielo, solo conozco a Cristofer y a Daniel.
—Bueno, Santo es el otro amigo de Dani, ya te lo había dicho. Y Azucena es la ex de Dani.
Abrí la boca de sorpresa al escuchar esas palabras y recordar las fotografías del ordenador de Daniel, por algo me resultaba esa chica tan familiar. Así que esa era su ex... eso explicaba su forma de mirarme, como si analizara cada milímetro de mi ser. ¿Estaría celosa? ¿Aún sentiría cosas por él? Quizá me encontraba como una invasora o su competencia, eso explicaría su extraña forma de ser conmigo.
—No te preocupes, Dani te quiere a ti.
Suspiré, Ana siempre tan inocente, seguro que se pensaba que me había puesto celosa de esa chica.
—¿Daniel viene mucho aquí?
—No creo —contestó encogiéndose de hombros—. Es la casa de Azucena, a mí solo me trajo aquí una vez y porque no le quedó más remedio, no le gusta que esté con ella.
—¿Por?
—No lo sé, nunca me dice nada —suspiró.
La miré, en el tiempo que llevaba con ella, Ana había cambiado mucho, parecía más mayor. Tenía los ojos y los labios pintados y se había hecho un perfecto moño en el pelo. Incluso su ropa había cambiado, siendo más femenina y ajustada, parecía que quería aparentar más años.
Me fijé que no paraba de mirar hacia el cajón de su mesita con nerviosismo, como si estuviera esperando algo o... a alguien.
—¿Qué tal con Mauro? —pregunté arqueando las cejas.
—Bien, le mostré una foto mía y dice que le gustó mucho, quiere conocerme y que podamos ser novios de verdad —Se sonrojó y soltó una sonrisa de enamorada.
—¿De dónde es exactamente?
—De Asturias.
—¿De qué parte? —pregunté sorprendida.
—De Oviedo.
—¡Oh! —exclamé—. ¿Sabes que yo soy de allí?
La mirada de Ana se iluminó, incluso podía notar cientos de destellos por sus ojos.
—¡Podrás llevarme a conocerlo!
—Bueno... veremos a ver qué opina Daniel de eso.
—Pero... ¡él no tiene por qué enterarse! —Se quejó.
—Ana, es tu hermano y además eres menor, podría denunciarme si te llevo a otro lugar sin su consentimiento. Podría acusarme de... secuestro —Me estremecí al pronunciar esa palabra.
—No podré conocerle nunca... me dejará por otra —susurró sorbiendo la nariz, parecía que iba a ponerse a llorar.
—No llores Anita, lo conocerás. Ya encontraremos alguna forma —La consolé—. Por cierto, ¿puedo preguntarte algo?
—Dime...
—¿Por qué Cristofer está tanto tiempo contigo?
—Le gusta estar conmigo, me dice que le recuerdo a su hermana.
—¿Tiene una hermana?
—Tenía... —susurró—. Se murió.
—Vaya —contesté con un hilo de voz—. ¿Puedo preguntar qué le pasó?
—Se suicidó hace un par de años. Yo no sabía qué era eso pero ahora sí... me pone triste pensar en ella, jugaba mucho conmigo cuando era más pequeña —Me miró con gesto compungido.
—Pobre Cristofer... ¿Cómo se llamaba?
—Alisson, aunque siempre la llamábamos Ali. Era muy guapa, yo quería ser como ella.
Se levantó de la cama y se puso de cuclillas en el suelo para revolver en su mochila hasta que regresó donde estaba con una fotografía.
—Mira, esta es la única foto que tengo con ella.
Al mostrármela pude ver a una chica que parecía algo mayor que Ana, con un cabello rubio y liso que parecía brillar como la seda, unos ojos azules como el mar y una cara dulce de tez blanca, parecía una chica preciosa. Aparecía con Ana, con unos años menos, calculaba que en esa fotografía Ana tendría unos nueve o diez años.
—¿Qué años tenía cuando murió?
—Diecisiete. Recuerdo que era una chica muy feliz pero algo le pasó, fue menos a jugar a mi casa y cada vez que la veía estaba triste, miraba siempre al suelo vestida con ropa muy abrigada y tenía grandes ojeras.
Contemplé la fotografía de nuevo, la alegría que irradiaba en esa amplia sonrisa no parecía acompañar a un suicidio, no parecía que fuera infeliz. Tenía la sensación de que alguien podía haberle hecho algo, pero ¿el qué?
Para quitar el triste ambiente que se había creado a causa de la conversación, decidí distraer a Ana con otra pregunta más sencilla.
—Cristofer no es español, ¿verdad?
—Noo, sus padres son ingleses —dijo riéndose.
—Pero no tiene nada de acento inglés.
—Por lo que sé, Cristo y Ali nacieron aquí en España.
—Algo era —sonreí.
—Alma...
—¿Sí?
—¿Qué se siente en el primer beso? ¿Sabré hacerlo?
Me quedé mirándola pensando en la respuesta, la inocencia de Ana me hacía recordar mi primer beso con Sergio, como las dudas que me surgían se las preguntaba con vergüenza a la madre de Álex, la cual me miraba con ternura y amor. Me compadecí de la pequeña, por lo que veía su madre no estaba para sus dudas, estaba creciendo y necesitaba una figura femenina en quien poder confiar.
—Claro que sabrás, te prometo que eso sale solo, sin pensarlo. Yo también temía hacerlo mal, así que no te preocupes tesoro.
—Es la primera vez que me gusta un chico... —confesó con una gran sonrisa.
—Todo llega, así que no te preocupes y cualquier duda me tienes aquí para lo que necesites.
—Gracias Almi, te quiero mucho —contestó emocionada y me dio un fuerte abrazo.
Los golpes en la puerta centraron nuestra atención y vimos a Daniel asomarse por ella con un ramo de rosas rojas.
—Esta para ti —Le dio una rosa a Ana —. Y... —añadió mirando hacia mí—. Todas estas para ti.
—Gracias —contesté con una amplia sonrisa.
—¿Te apetece que demos un paseo?
—¿Yo no puedo ir? —preguntó Ana indignada.
—Tú vete con Cristo, quiere jugar al UNO contigo.
—¡Oh! —contestó mientras se le iluminaba el rostro y se fue corriendo hacia donde estaba Cristofer.
—¿Quieres? —repitió mientras me daba la mano para levantarme de la cama.
—Está bien —accedí.
Fuimos caminando alejándonos de la casa, Zenat nos miró de soslayo pero se mostró amigable, sugiriéndome ir después de compras con ella. No la conocía apenas pero acepté la invitación, no quería ser una molestia para ella si era su casa y estaba dentro de ella. Daniel la miró con semblante serio al escuchar su invitación pero no dijo nada, solo chasqueó los nudillos y me movió para sacarme de allí.
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Capítulo interesante, ¿verdad?
¿Por qué se habrá suicidado Ali? ¡Hagan sus apuestas!
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¡Sois los mejores lectores!
Con cariño,
Karlee D.
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