Capítulo 2
Era tarde, quizás más de la cuenta. Estaba acostumbrada a quedarme hasta las tantas estudiando o haciendo trabajos y se me pasaba el tiempo volando. Cansada, apagué el portátil que tenía en la mesa de escritorio y eché un vistazo al sofá. Ahí tenía a mi compañero de piso, además de mejor amigo, durmiendo. Álex tiene un año más que yo y está trabajando en una empresa de mecánica. La verdad es que no sé qué haría sin él.
Había muchas ocasiones en las que discutíamos y nos gritábamos pero, a pesar de todo, Álex siempre ha sido un apoyo incondicional en mi vida. Tiene el pelo castaño, revuelto por las vueltas que estaba dando por el sofá, y lo tenía tan largo que le estaba tapando un ojo, los cuales eran grandes y castaños. Además, ahora estaban cerrados y su boca chupaba uno de sus pulgares, como si fuera un bebé. ¿Debería decírselo? La verdad es que era algo gracioso a la vez de tierno. Siento que, a pesar de que él fuera algo mayor que yo, era como mi hermano pequeño. En resumidas cuentas, alguien a quien cuidar.
Desde hace unos cuantos años él sabía todo de mí, hasta mis sombras más oscuras, las cuales me devoraban en múltiples ocasiones. Le tengo especial aprecio, aparte de por todo lo vivido, por cómo es en general. Es bastante sociable, pero solamente da su confianza a aquellas personas que se la ganaban de verdad, las cuales eran pocas. Él también me quiere, nos ayudábamos mutuamente. Hacíamos un gran trabajo en equipo.
Nuestra relación era envidiable a ojos de los demás, pues se había solidificado a través de sincerarnos e ir aumentando la confianza a lo largo del tiempo. Ambos tenemos nuestros problemas pero sabemos que estamos ahí para lo que haga falta.
Por fin Álex se había logrado dormir, lo cual era algo que le costaba por su trastorno del sueño: el insomnio. Sus movimientos bruscos causados por el frío me hicieron volver a la realidad. Cogí una manta que tenía cerca y le tapé hasta el cuello. Él suspiró a modo de agradecimiento. Me fui a mi habitación a ponerme el pijama, un pantalón corto sin dibujos con una camiseta de manga corta con un dibujo de Dora la Exploradora. Todos odiaban esa serie animada, pero a mí me gustaba. ¡Lástima que casi no tenía tiempo para verla!
Agotada, me tiré en la cama. Mi adorada cama con nórdico de corazoncitos. Desde luego no entendía cómo podía querer vivir con una chica que era, en ese sentido, tan infantil.
A la mañana siguiente me desperté con calma. Solía tener la manía de despertarme media hora antes de lo habitual para tener un amplio tiempo para prepararme y no andar con prisas. Me desperecé con sumo cuidado haciendo sonidos propios de un gato y, al abrir un ojo, pude ver a Álex pasando por el pasillo, cerca de mi puerta, con una taza de café en la mano. Al verme se acercó. En pocos segundos ya lo tenía encima dándome un abrazo y canturreando "Buenos días, Almi". Álex era de las personas más afectivas que conocía y estaba agradecida de ello, era muy reconfortante despertarse y recibir algo así.
Fui a la cocina con intención de prepararme el desayuno, pero ya tenía allí todo lo que necesitaba preparado. Desde luego había veces que adoraba a este chico. Y esta era una de ellas. Me senté en una de las sillas de madera y unté nutella en uno de los croissants mientras que echaba zumo de naranja en un vaso. A eso lo llamaba desayuno de princesa, y era mi favorito. Al acabar fui a vestirme a mi habitación y empecé a sacar ropa del armario. Era agobiante cuando no sabía que ponerme. Opté por unos leggins negros con una camiseta de tirantes blanca y una chaqueta fina negra junto a unas converse negras. Acto seguido, le un repaso a mis ojos marrones con el perfilador. Al menos así parecían más grandes.
Cuando estaba a punto de irme, eché una última mirada al sofá donde estaba sentado Álex viendo la tele. Me despedí tirándole un beso. ¡Desde luego qué suerte tenía de poder estar en casa un rato más!
Las horas en mi carrera universitaria de Magisterio pasaban rápidas. Era afortunada por poder hacer lo que me gustaba, no me costaba lo más mínimo atender a las distintas asignaturas. Me dedicaba a tomar apuntes, dado que a los profesores les encantaba hacer su "lección magistral" y hablaban tan deprisa que se requería de una gran habilidad escritora para poder captar todo el contenido.
Un poco más tarde llegó mi deseado momento de felicidad, el descanso. Cada día, llegado este momento, me dirigía a un bar que había cerca de allí con unas compañeras. Solía estar lleno y en ese momento todavía más. Justo cuando estaba pidiendo mi habitual bebida, un colacao, sonó mi móvil. Era un Whatsapp de mi novio, Sergio.
Físicamente me encantaba, eso fue lo primero que me atrajo de él. Era bastante alto y fuerte, con unos ojos verdes preciosos en los que me perdía al mirarle. Tenía el pelo rubio dorado y corto, me encantaba acariciarlo. Al ser corpulento, me sentía protegida a su lado y completamente segura. Lo único que no me terminaba de convencer era la poca paciencia que Sergio tenía. Le gustaba saber dónde estaba y, si no le contestaba rápidamente, se enfadaba. No me gustaba que se pusiera mal por mi culpa.
Leí su mensaje del Whatsapp que se resumía en contarme lo que estaba haciendo y alguna broma, con la que le respondí mediante iconos. Quité el sonido a mi móvil cuando ya estaba terminando mi bebida y el reloj ya marcaba los últimos minutos de relax.
Seguí conversando con mis compañeras de facultad hasta que me dio por mirar el reloj otra vez y vimos que se nos había pasado el tiempo de descanso.
—¿Vamos? —le pregunté a Marta, la cual estaba bebiendo el último sorbo de su café.
—Yo creo que me quedaré por aquí un rato con Lu. Tú deberías apresurarte. Ese profesor es un demonio, pero tú aún estás a tiempo de aprobar la asignatura.
—No entiendo porque te rindes tan fácilmente, quizá te apruebe —respondí tratando de animarla.
—Ambas sabemos que me tiene manía, creo que le pongo nervioso —dijo con una gran sonrisa de satisfacción en la cara —.Es una lástima que esté casado. Tan guapo y joven... —suspiró.
—¡Marta! Es tu profesor —contestó Lucía escandalizada.
—Eso no quita que esté bueno —respondió Marta poniendo los ojos en blanco.
—Bueno, como veáis. Yo me voy ya, a ver si me da tiempo a llegar antes que él.
—¡Suerte! —gritaron las dos al unísono.
Estaba tan nerviosa porque no me dejara entrar en clase que salí disparada por la puerta del bar. Era un profesor muy estricto. Con las prisas tuve la mala suerte de chocar con alguien y caerme al suelo.
—Mierda —masculló un hombre con tono enfadado —.Mira por dónde vas.
Al levantar la vista me quedé petrificada al darme cuenta de quién se trataba. No me había equivocado ese día en el supermercado. Me entraron nervios y miedo a la vez. Habían pasado años desde la última vez que hablamos y nunca me había imaginado verle aquí, a mi lado. Así que me preparé mentalmente para salir corriendo.
Él abrió los ojos de golpe y abrió la boca preparado para decir algo, pero no le dio tiempo porque ya me había levantado y estaba huyendo por la calle a toda velocidad. ¿Me habría reconocido? Había pasado mucho tiempo desde la última vez, esa vez que había sido un gran error. Pero no había tiempo para tener remordimientos. El pasado había regresado.
Conseguí regresar a mi clase de la universidad a tiempo. El profesor había llegado hace escasos minutos y aún estaba preparando las cosas. «¡Bendito sitio!» pensé para mis adentros, aquí estaría a salvo de él. Me acomodé en mi silla de madera como pude e intenté escuchar la charla del profesor, aunque fue en vano. No podía concentrarme. Miles de preguntas atacaban mi mente y me repetían constantemente: «¿Qué hace él en Oviedo?» «¿Me estará buscando después de tanto tiempo?» «¿Se acordará de mí?».
Empezaba a agobiarme al pensar en todo eso. La idea de que me estuviera buscando, o incluso siguiendo, me estaba volviendo loca. ¿Tendría un buscapersonas en mi móvil? Lo apagué por si acaso. Estaba empezando a sentir ansiedad.
Pensé en Sergio y en los cuarenta Whatsapp que me había mandado minutos antes. Ya le explicaría después que no podía responderle, lo entendería. Sentía el no haberme despedido o avisado, pero con las prisas no podía. Las horas pasaron lentamente hasta el fin de la mañana. Tras recoger mis cosas me situé detrás de una de mis fieles compañeras de universidad porque tenía un mal presentimiento. Tenía la sensación de que volvería a verle.
Al llegar al umbral de la universidad, miré por cada rincón con mucha cautela. Y ahí estaba él nuevamente. Se encontraba en una esquina apoyado en una de las múltiples farolas que rodeaban el gran edificio mirando de lado a lado buscándome, pero no lograba encontrarme. «¿No se cansaría nunca?» Para mi suerte o desgracia, Sergio estaba justo al lado contrario, esperándome. Tenía muchísimas ganas de verle y comerle a besos, pero no quería correr el riesgo de que mi acosador —que había decidido llamarlo así recientemente— me viera con Sergio y le hiciera algo. No podría perdonarme que le pasara algo a mi chico.
Analicé la hipotética situación de irme al lado de mi pareja, la cual descarté enseguida debido a que mi acosador era más alto y posiblemente mucho más fuerte y rápido. Además, sabía perfectamente lo terco que era; no dejaría escapar la ocasión y querría hablarme. No estaba preparada para vivir una escena así; encima con Sergio al lado, el cual no sabía nada acerca de su existencia.
Eché un último vistazo a Sergio con gran tristeza. «No puedo arriesgarme», pensé para mis adentros. Así que me fui sin que nadie me viera por la otra puerta de la universidad, la cual se encontraba al otro lado del largo pasillo. Me marché corriendo hasta casa y nada más cerrar la puerta respiré aliviada. Álex, mi compañero de piso, ya con la mirada puesta en mí, me preguntó si me pasaba algo, pero le respondí con una negativa. No quería preocuparle. Desde luego era listo, nunca se le escapaba una.
No quise arriesgarme a que mi acosador me espiara el móvil así que encendí mi portátil. A toda prisa tecleé la contraseña de mi Instagram y le dejé un mensaje privado a Sergio. Estaba segura de que lo leería: "Mi vida, no pude contestarte antes. Lo siento :( se me quedó el móvil sin batería así que en poco lo pondré a cargar. Te quiero."
Decidí ponerme los cascos para escuchar música y coger un libro para distraerme. Las imágenes de una época pasada no paraban de rondar por mi mente, martirizándome por haber hecho cosas que en el fondo no quería. Pero ya era tarde, el pasado había regresado y parecía que no iba a marcharse. Al menos no por el momento.
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Espero que os esté gustando la historia, ¿quién será ese hombre? ¿qué habrá pasado?
Besos,
Karlee D.
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