Capítulo 17

Me desperté agitada, con el corazón latiéndome a mil por hora. Miré mi cuerpo al recordar el sueño y aprecié que estaba en ropa interior, entonces una duda comenzó a rondarme por la mente: ¿Qué había pasado por la noche?

Al incorporarme y quedarme sentada en la cama me vino un intenso dolor de cabeza, me molestaba mucho la claridad.

—Bienvenida al maravilloso mundo de las resacas, preciosa —Me saludó con una sonrisa socarrona—. Ven conmigo a desayunar y tómate un ibuprofeno después, te sentará bien.

Me tapé con la sábana hasta la cabeza, me moría de vergüenza al recordar lo que había soñado pero no sabía hasta qué punto todo había sido soñado ¿qué fue real? Me sobresalté al sentir a Daniel tirando de la sábana, dejándome expuesta de nuevo.

—Vamos, te aseguro que después lo agradecerás.

Como yo no quería colaborar, me sentía horriblemente mal, Daniel me levantó y me sujetó con fuerza, llevándome a la cocina entre sus brazos. Caminó por el pasillo hasta llegar allí y me depositó con suavidad en una de las sillas, enfrente de una Ana muy curiosa, que no paraba de mirarme.

—¿Qué te pasa? Te veo muy mal.

Abrí la boca para contestar pero Daniel se me adelantó.

—Y por esto, querida hermana, no quiero que tomes alcohol —contestó con un suspiro—. Se emocionó mucho bebiendo.

—¡No lo he probado! —Se defendió Ana cruzando los brazos.

—Pero creces muy rápido, seguro que pronto te entra la curiosidad.

—¿Quieres que te prepare un nesquik? —Me preguntó ignorando a su hermano.

—Sí, por favor — musité.

Mientras que iba dándole sorbos al nesquik empezaron a llegarme imágenes de la noche anterior, haciendo que me hundiera de la vergüenza, cada vez más, en la silla. Miré a Daniel con cautela, rezando para que no bromeara sobre mi lamentable situación y vi cómo me miraba divertido, seguro que disfrutando.

Recordé mi notable entusiasmo ante el descubrimiento del Sex on the beach, mis contoneos hacia el cuerpo de Daniel con la música, las palabras que salieron de mi boca durante toda la noche...«Oh...las palabras» pensé arrepentida, «tengo muchas conversaciones pendientes con Daniel».

Terminé mi desayuno sin decir palabra y esperé a que Cristofer llevase a Ana a casa de una amiga, parecía que se iba allí a comer. Daniel se quedaba conmigo, seguramente consciente de mi estado de confusión mental.

Aliviada porque ya se habían marchado y Ana no me escucharía, me senté en el sofá a una distancia prudencial.

—¿Qué ha pasado? —pregunté avergonzada.

—Por dónde empezaré... —dijo mirándome con sorna y comenzó a contar con los dedos—. Ignoraste mi consejo de controlarte con la bebida, intentaste seducirme contoneándote contra mi entrepierna, te sinceraste conmigo...creo... la carcajada de después me dejó algo confundido, y para rematar te desmayaste, cuando volviste en sí intentaste besarme, vomitaste y te volviste a desmayar de nuevo.

—Oh...Dios —Me tapé la cara con mis manos, me estaba poniendo roja de la humillación—. Qué pérdida de dignidad más grande.

—Fue...interesante conocer esa faceta tuya —sonrió abiertamente.

Recordé a Daniel desvistiéndome, me vinieron los recuerdos otra vez del sueño, de los besos, lo que estaba a punto de suceder... me invadieron las ganas de saber, la curiosidad siempre mataba al gato.

—¿Qué pasó en casa? En...mi habitación —carraspeé.

Daniel disfrutaba del momento, levantó una ceja con curiosidad y succionó su labio inferior, haciendo un sonido muy seductor al soltarlo.

—¿Qué crees que pasó?

Contuve la respiración al recordar el momento que estaba completamente desnudo ante mis ojos, iba a contarle lo que había soñado pero recordé el tatuaje del dragón, en la piscina no lo llevaba y dudaba si lo había soñado o sería real, eso me sacaría de dudas.

—Daniel ¿puedes quitarte la camiseta? —Ante mi mandato, sonrió divertido.

—¿Tan pronto quieres desnudarme?

Puse los ojos en blanco, ignorando su intento de ponerme nerviosa y le hice un gesto para que se apurase. Se quitó la camiseta despacio, como solía hacer cuando quería torturarme, y se la sacó del todo.

Me mordí el labio tratando de ocultar mi decepción, no llevaba ningún dragón en el brazo.

—¿Qué pasa? Pareces decepcionada.

—Mm...nada —murmuré.

—De verdad ¿qué ocurre? —preguntó mientras volvía a ponerse la camiseta—. Ahora tengo curiosidad.

—Soñé que tenías el tatuaje de un dragón enroscado en tu brazo derecho, la cabeza descansaba cerca de tu pecho —contesté señalando la zona donde lo había soñado.

—Interesante —murmuró pensativo, rascándose la barbilla.

—Bueno, ¿qué pasó en la habitación?

—Te dejé en la cama y fui a cambiarme los pantalones, también me los habías vomitado —avergonzada, miré a otro lado—. Luego volví y te quité la tuya, estabas deseosa de que te desnudara.

Me sonrojé aún más, parecía que la escena donde le provocaba mientras me quitaba la ropa si había sido real.

—¿Y después? —Le apremié.

—Me iba a marchar pero me suplicaste que me quedara, así que me tumbé a tu lado y al poco tiempo te dormiste. No te volviste a despertar hasta que moví la cortina —respondió encogiéndose de hombros.

—¿Y ya está?

—Bueno... pasó algo más —añadió mirándome fijamente, parecía que estaba intentando controlar su diversión.

—¿Sí? —pregunté, olvidándome de cómo se respiraba.

—Antes de despertarte pude escuchar como gemías mi nombre.

Miré al suelo esperando ser tragada, sin mucho éxito. Daniel no paraba de sonreír, parecía muy contento.

—Por cierto —continuó, atrayendo mi atención—. ¿Por qué me preguntaste lo de las fotos antes de desmayarte? ¿De verdad piensas que aún las conservo?

Mi estómago se revolvió ante el recuerdo de esa escena, estaba tan borracha que el miedo había salido al exterior en forma de pregunta, la humillación seguía impregnada en el ambiente.

—Me da miedo... quiero terminar con ese pasado.

—Ven — contestó decidido, levantándose del sofá.

—¿A dónde vamos? —pregunté escéptica.

—A mi habitación, ven.

Decidí seguirle por el pasillo hasta que llegamos al marco de la puerta, donde me quedé apoyada. Empecé a sentir mis nervios a flor de piel, no entendía cuál era su plan y qué pintaba su habitación en todo esto. Él entró y levantó el canapé, sacando el portátil de entre sus cosas.

Mientras lo encendía me miró fijamente y me hizo una seña para que me sentase a su lado.

—Recuerdo haberte pillado mirando mis cosas hace un tiempo.

Me sonrojé al recordarlo pero asentí sin decir palabra.

—Tenías curiosidad por una carpeta cifrada, ¿verdad?

Volví a asentir con la cabeza, nunca me imaginé que me la fuera a mostrar. Daniel tecleó Alma y la carpeta se abrió. «Hay que ser imbécil, Alma» me regañé «Cómo no se me había ocurrido en ese momento»

Mis ojos se movieron de izquierda a derecha observando distintos documentos relacionados con el narcotráfico, documentos relacionados con Ana, con él...me dio un vuelco al corazón al verle entrar en una subcarpeta que ponía "Fotografías". Este era el momento que necesitaba desde hace muchos años, el momento que me demostraría si verdaderamente había cambiado.

Observé las fotografías con gran rapidez, mientras sentía los latidos de mi corazón bombeando a mil por hora. Muchas eran fotos donde aparecía Ana, tanto sola como con Cristofer o con Daniel. También había fotos de su coche y de otras personas que desconocía, además de una fotografía mía que al parecer había tomado en Asturias, pero ni rastro de fotografías mías desnuda.

Por un momento respiré aliviada pero me volvió a invadir la sensación de miedo ¿y si estaban escondidas en otra carpeta? ¿Y si las tenía en el móvil? Le miré con preocupación y el captó lo que estaba sintiendo.

—Aún no te fías ¿no? —preguntó con tono apagado, dejando caer un suspiro—. Esto va a costarme más de lo que creía.

—Si quieres que confíe en ti plenamente tendrás que mostrarme todo, móvil incluido —Le advertí.

Sabía que parecía una novia celosa y desconfiada pero mi cuerpo me lo pedía a gritos, era algo indispensable para mí. Para mi sorpresa, Daniel suspiró pero accedió. Poco a poco fue mostrándome todas las carpetas que tenía y las cosas que había en su interior, no eran muchas, así que nos llevó poco tiempo. Vi que tenía muchas películas descargadas y algo de música, qué esperar de un narco...

Después cogió su móvil y me enseñó todas las carpetas con fotografías, muchas eran repetidas, pues estaban también en la carpeta del ordenador que me había enseñado, por suerte ni rastro de las mías. La parte de mí que me hacía bloquearme y sentirme una mierda por lo que había hecho se relajó, desapareció, había cerrado mi oscura etapa con Daniel.

Me llamó la atención una fotografía que, aunque la pasó deprisa, pude apreciar que se trataba de una chica joven con una niña pequeña, ¿sería su madre con Ana? Tendría que salir de dudas pronto, la intriga me podía.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top