Capítulo 15

—¿Te apetece divertirte esta noche?

Con esa pregunta de Daniel comenzó todo, el principio de mi pérdida de control, el ponerle a prueba sin ni siquiera darme cuenta y mi primera y única gran borrachera.

—¿Qué quieres hacer? —pregunté extrañada.

—Ir a un club de por aquí cerca. Ya sabes, beber un poco, bailar... pasar el rato —Se acercó a mi oído y susurró—. Nunca te he visto bailar y tengo...mucha curiosidad.

—¿Y Ana? —pregunté, tratando de calmar las sensaciones que empezaban a brotar de nuevo por mi piel, ese cosquilleo que siempre respondía ante su seductora voz.

—Cristo vendrá y cuidará de ella.

—Espero que al menos le recompenses por todo lo que hace por ti.

—Claro, yo siempre recompenso a la gente —Sonrió abiertamente y añadió—. Sobre todo a las mujeres, las dejo muy satisfechas.

Otro respigo, era como un escalofrío que empezaba en mi cabeza y acababa en los dedos de los pies. Una punzada de celos atizó mi estómago al recordar la última frase. ¿Sobre todo a las mujeres? ¿No me había dicho que ya no se acostaba con nadie? Me mordí el labio, no quería que se pensara que me importaba ni darle el gusto de demostrar que de verdad empezaba a volver a sentir algo hacia él. Pero me pudo más la curiosidad y acabé soltándolo.

—¿No decías que ya no te acuestas con mujeres? —pregunté recalcando el "ya".

—Oh... —Se acercó a mí, haciéndome retroceder hasta chocar de espaldas con una pared, y apoyó sus manos a ambos lados, quedando enfrente de mí—. ¿La señorita se ha puesto celosa?

—En tus sueños —bufé.

Daniel sonrió abiertamente, mostrando esa sonrisa socarrona que le daba un aspecto muy atractivo y varonil 

—En mis sueños te hago mía durante toda la noche —Me guiñó el ojo y se apartó de la pared, dejándome con la respiración algo agitada.

Traté de recomponerme respirando para mis adentros, odiaba mostrarme tan frágil y vulnerable hacia él, odiaba que las mejillas se encendieran con cada frase indecente que salía por su boca y odiaba más aún que el fondo de mi corazón quisiera que las cumpliera. Odiaba caer ante él.

—Y para tu información me refería a la fama que tengo, ahora solo me interesa dejarte satisfecha a ti —Mis mejillas volvieron a sonrojarse—. Ahora cámbiate, en media hora nos vamos.

Acto seguido cerró la puerta de la habitación, sin darme tiempo a reaccionar o responderle con alguna negativa, aunque había tenido tiempo suficiente para decirle que no ¿verdad?

«Esto no está bien...No, no ¡NO! Alma ¿qué estás haciendo?» la voz de mi conciencia se quejaba, pensé en Sergio y de golpe me vinieron los recuerdos del día de la actuación. Las canciones, los bailes, la chica extraña besándose con Sergio... ¿Y si le daba igual yo? ¿Y si se había acostado con ella? ¿Y si era su amante? ¿Y si...? « ¡A la mierda!, solo voy a divertirme, no voy a hacer nada malo» pensé para mis adentros. La voz de mi conciencia bufó, sabía que era volver a meterme en la boca del lobo, aunque ambas sabíamos que ya estaba dentro.

Me miré en el espejo bastante satisfecha. Había recogido mi cabello castaño en una larga trenza, decidí ponerme unos shorts con una camiseta de tirantes un poco escotada que mostraban mi figura y blanca piel, y me había maquillado bastante natural, destacando solamente mis ojos con raya y rímel, ojos que Daniel me insistió en que usara lentillas, porque no quería que me descubrieran. ¿Quién me va a descubrir de noche en un club?

Al final cedí, pues Daniel tiene un imán en mí que hace que no pueda resistirme mucho, siempre terminaba haciendo lo que él quería, daba igual que hubiera pasado mucho tiempo, años de entrenamiento y autoestima tirados a la basura. Suspiré, no quería reconocerlo pero me veía preciosa, no podía parar de mirarme en el espejo y admirar esos ojos azules tan llamativos que llevaba, de esos que puedes perderte en ellos durante horas.

Cuando me encontré con él se quedó parado comiéndome con la mirada, soltando un silbido automático al quedarse mirando mi rostro. ¿Mi rostro? Fruncí el ceño al observar que no se me había quedado mirando el escote ¿Estaba malo? Seguro que tenía fiebre.

—Joder, estás tremenda, Alma —Tragó saliva—. No te imaginas como me estoy conteniendo para no ponerte de nuevo contra la pared.

Sonreí ligeramente, era interesante ver como sus ojos brillaban y su cara de sorpresa y admiración aún no había desaparecido de su rostro.

Le miré detenidamente, con descaro, estaba tremendamente sexy. Llevaba unos pantalones vaqueros que se ajustaban a su piel, una camisa negra sin los tres primeros botones y había peinado su pelo hacia atrás usando gomina. Podía notar cómo se me caían las bragas con solo mirar hacia su boca, hacia esa barba incipiente que le daba un aspecto muy masculino. Creo que esa camisa se iba a convertir en mi favorita con solo ver como marcaba sus músculos, su cuerpo bien dotado.

—¿Estoy guapo? —preguntó sacándome de mi estado de letargo.

—Nnnssí —respondió mi cuerpo por mí.

—Entonces vamos.

Al acercarme a él para salir por la puerta mis fosas nasales se abrieron de forma instintiva, un perfume muy dulce y tentador salía del cuello de Daniel, atrayéndome aún más si eso era posible, parecía que susurraba "pruébame".

Caminamos durante un rato por las calles de Barcelona hasta llegar a nuestro destino, un club que parecía ser bastante conocido, pues estaba lleno de gente, tanto dentro del lugar como fuera en la acera.

Los rótulos con el nombre del local alumbraban en blanco todo el lugar invitándote a entrar. Había una larga cola pero gracias a Daniel pudimos entrar sin tener que esperar, por lo visto, estaba incluido en las personas VIP y podíamos acceder a una zona privilegiada.

Habíamos llegado relativamente pronto pues aún faltaba como media hora para que el local se llenara, agradecí para mis adentros que Daniel fuera VIP, odiaba los sitios abarrotados donde no puedes ni respirar. Nos sentamos en uno de los sillones negros y un camarero se acercó para ver qué queríamos pedir. Al darse cuenta de que se trataba de Daniel le saludó dándole un fuerte abrazo y se detuvo unos minutos para charlar, lo justo para que el jefe no se percatara de su ausencia y le riñera.

No sabía muy bien que pedir, pues la fiesta y el alcohol no eran lo mío, era más de refrescos, así que me dejé asesorar por el propio camarero.

—Lo siento, no soy mucho de alcohol —Me sonrojé—. ¿Qué me recomiendas?

—Te prepararé un Sex on the beach, creo que te gustará —contestó guiñándome un ojo.

—A mí dame lo de siempre.

El camarero asintió y se fue a la zona de abajo silbando felizmente la canción que estaba sonando en todo el local. Las luces rojas alumbraban la sala, creando una atmósfera de intimidad y elegancia. Miré de un lado para otro, admirando el lugar. Desde donde estábamos podíamos mirar a la gente bailando en el piso de abajo y al DJ pinchando los temas. Volví a dejar mi mirada en Daniel, seguía viéndole muy atractivo.

—¿Qué es lo de siempre? —pregunté con curiosidad.

—Un cubalibre.

—¿Está rico?

Daniel enarcó una ceja —Sí pero es demasiado fuerte para ti, comienza con lo que te va a traer Pedro.

Asentí con la cabeza, no se me apetecía empezar con mal pie en el mundo de las borracheras, así que esperé a que Pedro volviera con las bebidas.

—Es bonito el local, nunca había estado en una zona VIP.

—Sí, es de mis preferidos —Me miró a los ojos—. Lo escogí porque recuerdo que no te gustan los lugares abarrotados y podía subirte conmigo a esta zona sin problemas.

—Gracias —respondí con sinceridad.

Nos quedamos callados, el volumen de la música comenzaba a subir y hacía más difícil el poder mantener una conversación fluida. Me gustaba el tipo de música que el DJ ponía y podría estar entretenida escuchándola sentada, pero bailar ya era otro tema más serio, me daba vergüenza que Daniel me viera e hiciera el ridículo, o que se riera de mí.

Pedro no tardó en llegar con las bebidas y decidí probar lo que había decidido por mí. Di un sorbo pequeño, con miedo a lo que podía sentir al llegar el alcohol a mi garganta y con miedo a no saber controlarme y emborracharme, a saber qué podría decir.

«Mmm... ¡qué rico! Sabe a frutas» pensé, pasando la lengua por mi labio para terminar de degustar el sabor que me había dejado. Me relajé, no sabía cuánto alcohol llevaba pero no parecía que llevara mucho, así que di un sorbo más largo, seguido de otro. «Joder, qué bueno está» me estremecí, estaba acostumbrándome tanto al sabor que mi cuerpo no podía estar mucho tiempo sin volver a beber. Tanto fue así que en cinco minutos ya me había acabado la bebida.

Me sentía bien, muy alegre, creo que estaba empezando a tener una sonrisa que no podía borrar de mi cara. Animada busqué a Pedro, ignorando a Daniel, que me decía que me quedara ahí sentada y esperara a que se me pasara un poco el alcohol, según él había bebido demasiado rápido y podría afectarme. « ¡Bah! Tonterías» moví la cabeza hacia los lados y seguí mi camino hasta el camarero.

—¡Eh! ¡Pedro! Me encaaanta esta bebida, quiero más —Me relamí, podía notar el brillo alegre de mi mirada—. Dame otra.

Pedro sonrió y me dijo que me quedara un minuto ahí mientras que lo hacía. Mientras tanto miré por el lugar, estaba empezando a llenarse tanto que apenas había sitio para moverse con naturalidad. Me llamó la atención un chico que estaba conversando con una chica morena, me recordaba mucho a Sergio.

Se me revolvió un poco el estómago al ver como se besaba con la chica pero traté de desechar los pensamientos de mi mente al recordar que era imposible, Sergio estaba en Asturias y yo estaba demasiado animada en un lugar con luces que no te dejaban ver bien a las personas.

—¡Toda tuya!

La voz de Pedro me hizo recordar la rica bebida y di un chillido de niña pequeña, muy contenta.

—¡Yuuujuuu! Eres el mejor.

Cogí la bebida y subí arriba, donde Daniel me esperaba con la frente arrugada y los brazos cruzados.

—Deberías calmarte un poco, estás empezando a beber y no sabes cómo puede sentarte y dónde está tu límite.

—Por favor Daniel, relájate, suenas como mi abuela, mi límite aún está muuuy lejos ¿lo ves? —dije señalando la entrada del local—. Ahí se encuentra mi límite...mmm sep.

Comencé a reírme sola, pues Daniel empezaba a poner cara de pocos amigos. No le entendía, me sentía tan feliz... como nunca me había sentido antes. Además, mi frase había sido muy graciosa, al menos podía sonreír. Le puse morritos de niña pequeña para intentar persuadirle.

—¿No querías que nos divirtiéramos? Eso hago.

—Pero me refería bailando y vale sí, también bebiendo, pero con un control.

—Shh...—contesté tapándolela boca con dos dedos—. No seas aguafiestas y... vamos a bailar.

Bebí otro sorbo largo de mi bebida y cogí la mano de Daniel, guiándole hasta la zona de baile. La canción Borro Cassette de Maluma sonaba por todo el recinto, los bafles retumbaban y mucha gente se movía perreando.

Me sentía como una diosa sexy, el alcohol me había ahorrado el sentimiento de vergüenza y decidí contonearme un poco, a ver si de verdad Daniel tenía esa capacidad de contenerse de la que tanto hablaba.

Me pegué a Daniel tanto que podía sentir mi trasero rozando su entrepierna, la cual sentía que había aumentado un poco. Decidí seguir el ritmo de la canción y comencé a mover las caderas subiendo y bajando un poco, moví la cabeza revolviendo mi pelo y me giré para mirarle. Tenía una expresión indescifrable, no sabía si le estaba gustando o iba a sacarme de ahí en brazos. Sin ganas de averiguarlo seguí con mi juego bebiéndome otro sorbo más de mi refrescante nueva adicción.

Sentí que Daniel me decía algo pero la voz de Maluma me impedía escucharle con claridad ¿qué me habría dicho? ¿Alma? Tal vez... ¿Para? ... ¿Más? Me resigné y rodeé su cuello con mis brazos, empezaba a sonar la canción de Me rehúso y me atrapaba, la voz de Danny Ocean y la figura de Daniel formaban una combinación muy destructiva, atrayéndome hacia su cuerpo.

No sabía muy bien si era el sabor del Sex on the beach o el perfume de Daniel, el caso era que cada vez estaba acercándome más a sus labios.

—¿No habíamos dejado algo pendiente en la piscina? — ronroneé.

Daniel se alejó un poco de mí ¿acababa de rechazarme?

—Así no. De darte un beso me gustaría que pudieras recordarlo mañana.

Moví la cabeza dándole una negativa ¿cómo me iba a olvidar de esos labios?

—Así que te rehúsas de darme un último beso —Hice una pausa—. Pues guárdalo para que la próxima vez me lo des haciéndomelo así, así, así.

Solté unos gemidos para provocarle, Daniel soltaba unos grandes suspiros pero seguía impasible, ni siquiera la canción conseguía convencerle. Frustrada gruñí, siempre intentaba provocarme y ahora que quería ¿él se negaba? Era cruel, seguro que estaba disfrutando haciéndome la cobra.

De repente sentí como me levantaba del suelo y me llevaba hasta el piso de arriba. Intenté zafarme como pude, teniendo cuidado de no tirar lo que me quedaba de bebida, pero no conseguí despegarme de sus garras. Me sentó en un sofá de una zona un poco alejada, quedándose sentado enfrente de mí.

—¿Estás bien? —preguntó preocupado mirando mi rostro con detenimiento.

—Nunca me había sentido mejor —Le contesté riéndome—. Qué guapo estás... en estos años te has vuelto jodidamente bueno.

Me mordí el labio, no entendía por qué, pero en este rato que llevábamos en el local incluso se veía más guapo, si es que eso era posible. Empezaba a tener mucho calor, la necesidad de tener contacto con su piel era insoportable y la música no estaba ayudando. Mi mente solo pensaba en sus labios, esos labios que no paraban de moverse, diciéndome a saber qué. Pobre Daniel, ni siquiera le estaba prestando atención.

—Eres cruel, te estaba olvidando ¿sabes? Vale que Sergio no es romántico y el sexo es muy normalito pero... ya no pensaba en ti —Me sorbí la nariz, ahora tenía ganas de llorar—. Y mírame... aquí estoy, deseosa porque me beses y me hagas el amor. Te odio, no sé por qué has aparecido.

Daniel abrió la boca para hablar pero estaba tan animada y sincera que le frené, aún no había terminado.

—Me da igual lo que me digas, Daniel. Seguro que me soltarás la frase de siempre de que estás enamorado de mí y blaa...blaa...blaa —Hice el gesto con las manos y puse los ojos en blanco—. No soy un juguete. Te deseo sí, pero ya sufrí mucho por ti y, a no ser que estés completamente seguro de lo que sientas por mí, no me vuelvas a enamorar, porque será lo último que hagas.

Solté una carcajada, ni yo misma me creía lo que estaba diciendo. No había más que verme buscándole, mirando esos ojos y esa boca que tanto deseaba. Bebí otro sorbo, esta vez tan largo que me terminé la bebida.

Me levanté para bajar y pedirle otra a Pedro pero me mareé al levantarme.

—Ay... el sitio da vueltas.

Me dejé caer en el sofá y me eché cerrando los ojos, intentando ignorar los sudores fríos y las luces del local. Sentía que estaba a punto de desmayarme pero mi cerebro no quería quedarse callado.

Mirando a Daniel por un momento le dije, casi siseando —¿Aún te pone hacerme fotos mientras me desnudo para ti?

No pude escuchar su respuesta, todo se había vuelto oscuro para mí y la música se había apagado.    

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Uffff, intenso ¿verdad?

Quería recompensaros por cómo está yendo Sombras Partidas y por los bonitos comentarios que me dejáis tanto por aquí como por Facebook <3

Cualquier duda, teoría o idea que tengáis no dudéis en escribirla en los comentarios, leo todo :)

Con amor, 

Karlee D.

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