Capítulo 41 - La llave del fondo

Manuel daba vueltas por toda la oficina con la vena marcada en la frente. Era la clara señal de que estaba poseído por la ira. Miraba hacia todos lados y todo estaba desencajado, así como su temple para con sus hijos.

—¡Lo mato! ¡Le juro que lo mato! —le dijo Manuel a su madre mientras daba vueltas de un lado a otro—. ¡Mire todo este desorden! ¡Esos jarrones costaban una fortuna! Y estoy seguro que Martina lo apoyó en esto. Los voy a colgar a los dos, ya va a ver.

—¡Calmate, Manuel! Poniéndote así no vas a lograr nada —le sugirió su madre.

—¡¿Cómo quiere que me calme?! ¡Éste es el único lugar donde obtengo algo de paz, y estos vienen a destrozarlo todo!

—Sí pero no ganás nada poniéndote así con ellos. Mirá... es muy raro que un simple nenito haya hecho todo esto. Acá pasó... algo más.

—¿A qué se refiere?

—Tengo mis sospechas, pero son vagas. Sé que esto puede ser algo positivo de confirmarse lo que pienso. Vos dejá que yo hablo con ellos y no intentes nada estúpido. Ahora tenés que concentrarte en nuestra cena de mañana. Tenemos que deshacernos mañana mismo de esos dos.

—No sé qué se trae entre manos, madre, pero haga lo que quiera. Yo voy a seguir con nuestro plan que ahora mismo es más importante.



***

Nada bueno se traía entre manos Nora, quien al rato se dirigió al cuarto de los niños para intentar una vez más ganarse su confianza. Y la mejor forma de hacerlo era leyéndoles un cuento de los tantos que habían en su biblioteca, por lo que se sentó en una silla entre medio de las camas de ambos y comenzó a contarles lo que parecía ser su cuento de buenas noches favorito. Le daba pereza hacerlo, hacía toda una vida que no tenía la obligación de hacer eso con un niño, pero lo consideraba necesario para ganarse su confianza. Aunque esta vez, ni su fingido tono dulce en la voz; ni el cuento para niños que les contaba lograba quitar de sus caras el rostro de la desconfianza, y tal vez del miedo.

—Niños... yo sé que están preocupados por lo que pasó hace un rato. Seguro oyeron a su padre gritar furioso, y no es para menos. Él está enojado porque desobedecieron sus órdenes —les advirtió Nora echando más leña a su miedo—. Yo sé también que papá puede ser muy estricto, pero él los quiere y si tiene esas reacciones a veces es porque quiere que sean personas de bien el día de mañana. Y con lo que hicieron se pusieron en riesgo a ustedes mismos. Mirá Martina, se cortó y todo por sus travesuras —luego de una pausa, fue directo al grano—. ¿Qué es lo que buscaban en la oficina de su padre?

—Estaba... buscando a mi perro —afirmó Mateo con la voz temblorosa.

—¿Solo eso? —Mateo asintió—. Que raro, porque un perro no haría todo ese desorden. Además él estaba con Martina... —Mateo no supo qué decir—. ¿Qué le pasó a Pinoccho por mentir, Mateo? —él no se atrevía a mirarla. Su verdadera madre no les haría eso—. ¿No sabés? ¿Y vos Martina?

—Le creció la naríz —respondió ella.

—¡Exacto! No me tengan miedo, soy su madre. No le voy a contar nada a su papá —Nora tenía una habilidad especial para mentirles en la cara sin titubear.

—Es la verdad —Mateo siguió aferrado a su mentira—. No sé qué pasó después, me desmayé.

—¿Y no viste nada raro? ¿Te desmayaste así nomás?

Martina justo interrumpió, estaba indignada con el miedo que les estaba poniendo aquella mujer.

—Está cansado. Le duele la cabeza —afirmó.

—Bueno... yo la verdad que también. Pero mañana vamos a seguir hablando de esto. Ahora voy a ver qué excusa le invento a su padre —les dijo antes de salir—. Recuerden que en mí pueden confiar, siempre.

—No, en ella no podemos confiar —susurró Martina en cuanto Nora cerró la puerta.

—Casi lo decía todo —Mateo estaba con el corazón en la boca.

—¿La encontraste?

Mateo sacó la llave de su bolsillo y se la mostró. A pesar de haber mentido, todo era por una buena causa.


***

Ya era entrada la noche cuando Lorenzo llegó y notó el mismo ambiente denso una vez que ponía un pie dentro de esa casa. La oscuridad se juntaba con la soledad a pesar de encontrarse habitada. Era la clara influencia de lo maligno haciendo mella en cada rincón. Ferreira estaba de mal humor, desde afuera se sentían las puteadas de aquel hombre, como ya era costumbre. Pero quien vino a recibirlo esta vez fue la extraña mujer de su jefe, que a decir verdad lo incomodaba más que el propio Manuel.

—¡Ah, Lorenzo! Que bueno que ya llegaste —expresó Nora con una sonrisa—. ¿Cómo estuvo tu día?

Bene, signora. Grazie —la mirada de Lorenzo se desviaba hacia la oficina de Manuel, quien seguía puteando mientras ordenaba las cosas junto a sus sirvientes—. Cosa succede al signor Ferreira?

—¡Ah, boludeces! No te hagas drama. Es que Martina y Mateo hoy hicieron travesuras y le desordenaron todo... viste cómo es.

—¿Y ellos stanno bene?

—Sí, sí. Ya están durmiendo. Em... Lorenzo, yo... quería hablar contigo —el tono de Nora cambió drásticamente hacia uno más serio—, siento mucha vergüenza por lo que pasó esta tarde, y no quisiera que cambiaras el concepto que tenés de mí, por eso... quiero pedirte disculpas. Tendría que haberte respetado, aunque sintiera cosas por vos.

Va bene, signora. Non se preocupe che non è successo niente.

—Igual, Lorenzo. No quiero que me veas de otra manera, o que me juzgues, y peor que le cuentes a Manuel.

—Nunca haría eso, signora. Tu sigue siendo mi jefa, como fue sempre.

—A mí me gustaría ser más que eso... tu amiga, tal vez.

—Después parlamos, signora —Lorenzo quería evitarla a toda costa.

Para su suerte, Manuel salió de la oficina como si estuviera esperando el momento preciso en que Lorenzo llegara.

—¡Moretti! Que bueno que te encuentro. Tomá, cuando te vayas necesito que le lleves esto al muchacho que me vino a ver ayer.

—¿Guillermo? Successo algo con él?

—A usted no le importa, Moretti. Guarde bien ese papel y entrégueselo a primera hora mañana. Ahora vaya a hacer su ronda —Lorenzo se fue sin decir nada, dejando a Manuel solo con su madre—. ¿Y usted qué hacía cerca de Moretti?

—Nada, solo hablábamos... —le respondió con un tono burlón—. Te espero arriba, cariño —bromeó con una guiñada que incomodó a su propio hijo.

A Manuel también le incomodaban los comentarios de su madre, y le estaba costando verla en el cuerpo deteriorado de Josefina, pero era parte de su plan desde el inicio y tenía que seguir atado a las apariencias frente a los demás. 


***

La noche transcurrió normal. El canto taciturno de los búhos en la lejanía dió paso a la madrugada, y el único que se encontraba despierto haciendo sus rondas en medio de las penumbras era Lorenzo, o al menos eso creía. Lorenzo se infiltró en la habitación de Lucía a pesar de las advertencias de su jefe. Debía hablar con ella.

—¡Lorenzo! ¡Que bueno que lo veo! —le expresó preocupada—. Creí que le había sucedido algo abajo al oír esos disparos, tenía el corazón en la boca.

Sto bene, signorina. Ma dovevo affrontare il maligno —confesó él con la piel erizada.

—¿Qué pasó? ¿Pudo encontrar la muñeca?

Lorenzo negó con la cabeza.

Il diavolo conosceva le mie intenzioni. Él sabe che quiero salvarla e cominciò a torturarmi con il mio pasado —Lorenzo sentía escalofríos de tan solo recordar la escena que vivió con los niños y su amigo muerto en batalla—. Él era ahí, mi amigo. Se arrastraba en el suelo, ma era il diavolo intentando ingannarmi con sus mentiras. Se sintió tan real.

—Calma, Lorenzo. El diablo tiene sus métodos para convencerte, es experto en el arte del engaño y sabe cómo llegar hasta tu punto débil si estás en su contra. No debés creer en nada que salga de su lengua viperina.

—Le fallé, signorina. Non pude encontrar la sua muñeca.

—No hace falta, Lorenzo.

—¿Cómo que no?

—Yo no debo ser salvada. Usted y los niños sí. Pero yo tengo otra misión en esta casa —le expresó con una tímida sonrisa.

—Usted devi venire con noi, Lucía.

Ella negó con la cabeza.

—El diablo no me hará nada. Me quiere a mí, pero a cambio me va a conceder una bendición, Lorenzo —le dijo emocionada.

Bendizione? Del diavolo? Di cosa stai parlando, Lucía? —Lorenzo no entendía nada, y ella parecía fuera de sí.

—Él me va a devolver a Pedrito, mi hijo.

Cosa stai parlando, per l'amor di Dio?! —Lorenzo comenzaba a exaltarse. No la reconocía.

—Voy a tener a mi hijo de vuelta, Lorenzo. Él puede concederme ese milagro —le respondió con los ojos llorosos de alegría.

—¡No! Questa è una mentira más! —le gritó enfurecido y alejándose de ella—. Nota quello che dici, Lucía. Il diavolo non fa milagros. ¡Él miente!

—¡Necesito ponerlo a prueba!

—¡¿A prueba di qué, Lucía?!

—Vos no entendés el dolor que he sentido hasta ahora, Lorenzo. Ni siquiera Dios pudo calmarlo. ¿Acaso él puede traerme a mi hijo de vuelta?

Né Dio né il diavolo. Él sta jugando con te. ¡Dese cuenta, Lucía!

—Usted no es madre, Lorenzo.

Ma perdí a alguien che amava. Non posso rianimare il mio amigo anche quisiera. Ciò va contro los mandamenti di Dio.

—No es lo mismo perder a un hijo que perder a un amigo, Lorenzo. No siente el grado de sufrimiento que yo siento —Lucía se puso a llorar desconsoladamente—. No se va a dormir todas las noches deseando despertar de una pesadilla, y sabiendo que esto no es un sueño, que es real. ¡Que mi vida se convirtió en un caos por lo que pasó!

—Sé que no soy padre, ma un giorno quisiera serlo, e che usted sea la madre de miei figli —le confesó él entre lágrimas—. Posso immaginare la tua sofferenza, ma hay otras maneras di superare questo. Non la dejaré sola, nunca.

—No se meta en esto, Lorenzo. Ya está decidido. Salve a los niños y váyase —insistió ella.

—¡No! Deje de dire cose stupide! Io la amo e non voy a dejarla sola. Voy a encontrar a esa muñeca así deva dare la mia vita in questo —le dijo antes de salir por la puerta.

Lorenzo no quería escuchar más de sus razones. No iba a dejar que Lucía se entregara así. Le costaba entender lo que estaba pasando por su mente, aunque supiera que el dolor de una madre que lo perdió todo podría ser inimaginable. Sin embargo en su cabeza no cabía la posibilidad de que Lucía se entregara tan fácilmente a los brazos del diablo. Temía que estuviera bajo la influencia de lo maligno que reinaba en aquel castillo, o hubiera caído en la labia de alguno de sus jefes.

Lorenzo no podía concentrarse. Aquella noche se había convertido en una penumbra negra que nublaba su entendimiento. Sentía que estaba perdiendo a su amada sin poder hacer algo para frenarlo. El mal estaba ganando y moviendo sus fichas a la perfección, dominando el tablero como si no tuviera rival. El mal se escabullía tan bien entre las sombras que era difícil distinguirlo del bien. Como aquella noche en que Lorenzo oyó unos pasos correteando en la oscuridad.

Alzó su arma temiendo lo peor, y sin titubear comenzó a caminar por las salas vacías buscando al mal que temía que podía estar escondido aguardándolo.

La tenue luz de un farol era su única guía a través de las sombras que acechaban en cada rincón. Cualquiera en su lugar quisiera salir corriendo sabiendo lo que ha tenido que presenciar, pero Lorenzo estaba preparado para afrontar al peligro sin importar qué tan difícil fuera. Ya no tenía miedo del diablo ni de sus jugarretas para desestabilizarlo. Tampoco de sus excéntricos patrones, ni de la penumbra que lo rodeaba. Pero al parecer, él no era el único que no tenía temor de rondar aquella casona por la noche. Martina y Mateo estaban al final del pasillo del fondo cuando Lorenzo los descubrió y casi se le iba un balazo directo hacia ellos si no daba lugar al raciocinio de inmediato al verlos.

Bambini! Cosa stai facendo qui?! Non deberían dormire?

—Encontramos la llave, Lorenzo. La llave que abre la puerta del fondo —le dijo Mateo—. Tenemos que encontrar las muñecas para salvar a nuestra mamá y a Lucía.

—¿Están seguros che abre la porta? —preguntó sin poderlo creer.

—En eso estábamos —le confesó Martina.

Dammi la chiave —les ordenó Lorenzo—. Si sus papás se enteran estarán en problemas. Preferirei ser io quien cargue con la colpa.

—Es peligroso si vas solo —le advirtió Mateo.

—También para ustedes. Non quiero exponerlos a nada.

—Tiene razón, Mateo. Va a ser mejor que nos vayamos. Si nos descubren nos van a matar —le sugirió Martina.

Lorenzo se quedó con una gran responsabilidad entre manos. La llave que abría la puerta hacia el más profundo de lo secretos estaba en su poder, por lo que la tentación de adentrarse en la oscuridad de aquella sala era sin igual. Aprovechando que no habían moros en la costa metió la llave y la giró un par de veces. Para su sorpresa, la puerta se abrió sola dejando entrever no más que una opresiva oscuridad y olor a humedad dentro. Lo que estaba frente a él era incierto, pero lo que yacía a su alrededor lo era aún más. Lorenzo creyó que estaba solo, pero no era así. Proveniente del final del pasillo escuchó el gruñido de lo que parecía ser una bestia feroz que acechaba desde las sombras. Todo estaba más oscuro de lo normal como para alcanzar a distinguir algo. Siquiera el farol que cargaba consigo pudo ayudarle a ver lo que se escondía al final del camino. A Lorenzo pareció no importarle, tal vez era un animal de afuera, por lo que decidió adentrarse en la sala oscura frente a él. Pero había alguien o algo camuflado en las sombras que sí parecía importarle que él diera un paso adentro de aquella sala. Había un secreto que tal vez no quería que fuera revelado, y en un abrir y cerrar de ojos Lorenzo sintió un escalofrío recorriéndole la espalda al sentir unos pasos rápidos y profundos corriendo hacia su dirección, lo que de inmediato lo obligó a voltear, y para su sorpresa, sí había alguien parado justo a un suspiro de distancia de él.

Era Nora, quien lo miraba de una forma amenazante. Lo había descubierto, o tal vez él a ella. 

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