22



Soñaba plácidamente con un campo verde de pasto y florecillas silvestres. Descansaba bajo un árbol alto cuya sombra —a pesar de ser un día nublado— proyectaba una figura antropomorfa de largas y retorcidas ramas delgadas, ramas que daban la impresión de ser delgados dedos huesudos de una mano salida de ultratumba, rasgando el pasto con imaginarias uñas afiladas.

A pesar de aquel aspecto tan poco común y espeluznante que proyectaba el árbol, no le perturbaba en lo más mínimo. Su mente se hallaba distraída, relajada, pues esa era la primera vez desde las dos semanas que ya llevaba en el orfanato en que no la asaltaba ninguna pesadilla. Siempre eran sueños horribles sin lugar a dudas, pues despertaba agitada, con el corazón queriendo salir de su pecho y bañada en sudor frio. Aun así... En ninguna ocasión fue capaz de recordar el más mínimo detalle de ellos, ni siquiera del primero, que tuvo lugar en su primer día y eso que lo había recordado muy bien el día posterior.

El viernes de su primer fin de semana tuvo lugar una muy horripilante pesadilla, o eso supuso, pues fue Ana quien tuvo que despertarla. La vio al despertar, sentada sobre ella con las piernas cruzadas, el cabello alborotado y una mirada somnolienta.

—¿Otra pesadilla? —le preguntó inclinando la cabeza con una expresión curiosa y de lo más tierna

Como siempre, se había despertado agitada y cubierta de sudor. El cabello se le pegaba a la cara

—Lo... Lo lamento si te desperté... Yo...

—No hay problema —bostezo— yo no duermo

Aquello le hizo alzar una ceja

—¿Que no duermes? —le preguntó incrédula

—Nop, me gusta cerrar los ojos y relajarme —se estiró, aun sobre ella— ¡y a veces me relajo tanto que viajo a otro mundo!

«Claro...»

—Eso, es, dormir, Ana

—¿Ah sí?

Asintió lentamente con la vista perdida en los ojos rosas de su amiga. Ana vestía con una blusa holgada de mangas largas en esa ocasión y unos shorts azules. La luz de la luna filtrada por la ventana encendía su blanco cabello y piel

—¿Podrías... Bajarte? Me estas presionando mucho el estomago

Su amiga hizo caso.

De un salto bajó de la cama y se sentó en el suelo

—¿Con que soñaste? —pregunto Ana

—No lo recuerdo... Nunca lo recuerdo...

—Quizá es porque no le pones diversión

Se sentó con dificultad en la cama, arrojando las cobijas y arrugando las sabanas. Odiaba despertarse sudorosa, ya que luego debía tomar un baño puesto que si no lo hacía quedaría con el cabello y la espalda pegajosa.

Y los baños a las tres veinticinco de la madrugada no eran una de sus cosas favoritas

—¿A qué te refieres con diversión?

—Si algo no te gusta hazlo... Divertido, no hay nada más divertido que volver divertido algo que no debería serlo

—Yo no creo que funcionen, así las cosas

—¿Por qué no debería?

—Las cosas como las pesadillas existen para recordarte que no todo en la vida es de color rosa

—¡En ese caso No es divertido! Pff! Puedes disfrutar de una pesadilla si lo quieres, o sufrirla... Pero entonces gritaras en medio de la noche, agitada y temblorosa, si la disfrutas simplemente te dejas sufrir, vives nuevas experiencias, conoces nuevas facetas del miedo... ¡Y lo mejor es que solo es una pesadilla! Si vas a sufrir hazlo divertido, ¡Píntalo de rosa!

«Píntalo de rosa»

Esas palabras aun resonaban en su cabeza.

Estaba a punto de despertar, lo sentía, sentía el viento agitarse, sintió la almohada remplazar el tronco en el cual se hallaba recargada, la cama, las sabanas. Finalmente, aquel paisaje se borró de su visión, abrió los ojos y para su sorpresa, aún era de noche.

Miró el reloj.

Las cuatro con treinta ponía en él.

Hacía frío, el tipo de frío que congela hasta el alma, y la piel de paso.

Tembló debajo de las cobijas tratando de hacerse un ovillo.

A pesar de llevar puesto un suéter para dormir y un pants grueso, el frío le asaltaba por todos lados, en especial las manos y los dedos de sus pies.

Aquel frío olía a invierno.

Trató de reconciliar el sueño, sin embargo, su intento se vio interrumpido por el sonido de unos nudillos tocando la ventana.

Se giró de súbito y vio en el alfeizar de la ventana una figura imposible de no reconocer, una figura blanca, acariciando una negra y pequeña

Salió de las mantas, siendo recibida por un gélido abrazo que le hizo estremecerse con varios escalofríos.

Abrió la ventana con manos temblorosas y algo de dificultad, pues el cristal estaba transpirado. Lo primero en entrar fue la figura pequeña de color negro la cual se acurrucó a sus pies. Dante fue el nombre que decidió ponerle a aquel misterioso gato

—¡Por dios, Ana! Esta helando ¡entra!

Su amiga temblaba como nunca antes había visto temblar a una persona, y era por obvias razones algo de esperar ya que su única vestimenta era una blusa de tirantes blanca y unos shorts rosas

—P-p-pa-pasaba...p-por allí —sonrió, se abrazó a sí misma. Le castañeaban los dientes al hablar— y me lo-lo encontré

—¡Y qué demonios hacías afuera!

—B-bueno... P-perdí mi-mi llave... Hac-ci... Que quise da-dar un paseo...

Se llevó ambas manos al rostro.

En algunas ocasiones llegaba a sentirse como una hermana mayor o madre tratando de lidiar con los repentinos comportamientos y delirios de su amiga.

Bajó la mirada y noto algo que le llamó bastante la atención. Era la primera vez que veía a Ana con las uñas de los pies pintadas

—Te... ¿pintaste las uñas? —eran de un color negro las del pie izquierdo y purpura las del derecho

—S-s-si... V-ves —mostró ambas manos. Las de la izquierda eran de color a anaranjado, y azul las de la derecha— ¿T-t-te gust-t-ta?

«Extraña combinación...»

—Si... Claro

Ana sonrió.

El frio poco a poco comenzaba a apoderarse de la habitación, Lucia comenzaba a temblar también

—B-b-bueno... M-me voy

—Pero... No ti-tienes llave

—Se-seguiré paseando...

Ahora sabía a donde iba todo eso.

Suspiro

—¡Claro que no! Te dará algo peor que un resfriado si sigues vagando por allí —cargo al gato entre sus brazos y se dirigió a la cama— será mejor que duermas aquí. Entra

Primero se cobijó ella. Ana entró luego aun temblando. Lucia coloco al gato entre ella y la pared.

Se sentía raro compartir la cama con alguien, y aun mas con una chica.

Ana estaba helada, sentía su brazo a través del suéter y el rose de sus pies le causaba escalofríos. Aun así, entre ambas se daba algo de calor

—¿Por qué te has pintado las uñas?

—Otras chicas lo hacen

No tuvo respuesta para eso

—Además... —continuó— Damian dice que cualquier color resaltaría en mi ¿Es cierto?

—Un poco...

—Bien. El arenero también me lo dijo, dijo que el color distingue un alma viva... Y si tengo muchos colores puedo tener muchas almas resaltando en mi ¿no?

Guardó un corto silencio

—¿El arenero?

—Si, es muy divertido, me cuenta cuentos si no puedo dormir... Y si aun así no lo logro usa su arena mágica ¡y se siente increíble!

Suspiró

—Claro... Si

.

Los cuadros polvorientos del sub sótano le provocaban un especial temor y alegría al mismo tiempo. Allí apilados unos sobre otros parecían simples trastos inútiles y sin valor alguno, algo totalmente falso, pues bien tenía frente a sí más de veinte siglos de historia.

—Si. Aquí esta —dijo el encargado de aquel mini almacén, un hombre de la tercera edad, calvo y con un poblado bigote canoso— 1834... Virginia Clemm, óleo al fresco pintado por un artista anónimo

El encargado extrajo de una bolsa hermética un cuadro pequeño de cincuenta por ochenta. En él se hallaba pintado el retrato de una bella muchacha de mirada melancólica.

—Increíble —dijo Rogers mientras sujetaba el cuadro— no tenía idea de que tuviéramos esta joya en nuestro poder...

—Bueno —el encargado sacó una mentita de su bolsillo, se la echó a la boca— es de lo poco que se logró conservar después de la partida de los alemanes... Y es que dudo mucho que les interesara el retrato de una joven moza

—Esta no es cualquier moza amigo —acarició con su índice el rostro allí pintado, un escalofrío le recorrió la espalda— está que tienes aquí es "La Dama de Grises" el único retrato oficial de ella es este que sostengo

El encargado simplemente se rascó la cabeza, confundido

—Ah...si

—Olvídelo. Que lo lleven a mi oficina esta tarde

.

Al despertar no hallo ni el más mínimo rastro de Ana en la habitación e incluso llegó a plantearse si aquella extraña visita no era en realidad otro de esos sueños lúcidos que con frecuencia la asaltaban.

Su idea quedo descartada justo al atardecer, cuando Ana se presentó vistiendo su típica camisa chaleco y pants. Sus uñas seguían igual de pintadas

—¿Que Rogers quiere verme? ¿Ahora?

Ana asintió enérgica con la cabeza, despeinándose aún más los cabellos.

Se hallaba en la sala principal repasando los apuntes de historia para el examen que vendría el martes de la siguiente semana. La nueva profesora deseaba saber cuanta información eran capaces retener en solo una semana, en ese aspecto a Lucia no le agradaba mucho, aun así, seguía cayéndole mejor que otros profesores

—Estoy ocupada con esto... ¿No crees que pueda esperar un poco?

Ana encogió los hombros, trazaba dibujos imaginarios en la alfombra con la punta de sus pies

—Es el director y tu papá, no creo que sea buena idea desobedecerlo

Al oír eso sintió una punzada de realidad atenazarle lo más profundo de su indiferencia

«Es cierto —pensó mientras esbozaba una sonrisa provocada por la más auténtica curiosidad— es mi padre... Y Ana y Damián... Mis hermanos»

Era más que obvio el hecho de que aún no se hacía a la idea

—Tienes razón —cerró el libro de Historia I y se alzó— ¿en su oficina?

Ana asintió

El recorrido ya estaba grabado a fuego en su memoria, incluso las rutas más confusas y escondidas de todo el edificio A y B, aun le costaba trabajo ubicarse en el resto de edificios.

Dobló por un pasillo de salida en la nave central de la biblioteca... E inmediatamente se le cortó el paso

—He... Lucia ¿Qué tal?

Su estómago se revolvió en un abrir y cerrar de ojos

—Hola... Jackson —hizo un esfuerzo sobrehumano para no verlo a los ojos

—¿A dónde ibas con tanta prisa? —preguntó en tono burlón

—A ningún lugar que te importe... —intentó rodearlo lo más rápido que pudo, sin embargo, olvido el detalle de que, ella era pequeña... Y él un gigante.

Con un solo brazo la tomó del hombro y la regreso a donde estaba

—¡Hey! mírame cuando te hablo

Por supuesto, siguió con su mirada firmemente clavada en cualquier cosa que no fuera él. Aquello siempre funcionaba, ella lo ignoraba y al cabo de un rato continuaba su camino no sin antes insinuarle cosas de lo más indecentes.

Sin embargo, las cosas no fueron como creyó.

Jackson la tomó con su enorme mano por la barbilla y la alzó de manera violenta para que pudiese verlo. El movimiento fue tan repentino que ella misma se sorprendió paralizada, sin saber que hacer o cómo reaccionar ante aquello

—¡Mírame! —exigió sin alzar mucho la voz— conozco a los de tu tipo —su voz era fría y cargada de desprecio— se creen que por tener lazos con Rogers son intocables, perfectos... Se pavonean de aquí para allá como si fueran los putos dueños del lugar —aumentó la presión en el agarré y a Lucia eso comenzaba a lastimarle— así que escucha muy bien... Nadie está por encima de mí... Y mucho menos una pequeña puta de trece años... Aprende donde está tu lugar, y la próxima vez que vuelvas a ignorarme —Se acerco a su oído aun sin soltarla— me tomare el tiempo suficiente para mostrarte plácidamente los infortunios de la que ya no será tu virtud... ¿Quedo claro?

—...si

Jackson sonrió, y finalmente la soltó

—Buena niña

El chico se alejó lentamente por la entrada a la biblioteca. Solo entonces Lucia pudo respirar tranquila.

Estaba por encima de todo, sorprendida. Nunca nadie antes la había amenazado tan educadamente con violarla

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