21



Llegó al cabo de dos días con sus pocas pertenencias

—Se le ha acomodado en el edificio A —comentó el chofer que ayudaba con sus maletas— en la sección para docentes y personal

Subieron por un elevador hasta el quinto piso, allí continuaron por un elegante pasillo con varias puertas hasta detenerse en una marcada con el numero 95

—De parte de todo el personal le deseó una cómoda bienvenida y estadía

—Gracias

Tomó la llave y entró en la habitación.

Era amplía y bien iluminada, mucho más grande que los apartamentos a los que ya estaba acostumbrada a vivir.

La cama era matrimonial por lo que quedaba bastante grande a alguien de su estatura, un armario con un gran espejo se hallaba al fondo justo al lado de la ventana, un televisor a los que usualmente se les llamaba pantalla y por supuesto lo que parecía ser un baño propio

—¿Esto es un orfanato? ¿O una universidad?

Dejó sus maletas junto a la cama y se acostó sobre esta. Vio que el techo era de madera y solo había un foco para iluminar la habitación.

De la nada le embargo el recuerdo de Alemania, la carpintería de su padre, los campos verdes, el invierno que junto a su padre pasaba dentro de casa cerca de la chimenea, una vida que quedó atrás con la llegada de ella y por supuesto él...

Cerró fuerte los ojos, agitó la cabeza y trató de echar aquellos recuerdos de su mente, recuerdos que se adherían poco a poco a su cabeza y cuya forma de despegarlos era bastante difícil.

Se levantó con esfuerzo y se dirigió a la ventana. Era ya tarde noche, muy pocos chicos lograban verse en el patio central, como pequeñas hormigas. Le sorprendió aún más el tamaño de aquel orfanato, a simple vista contaba cuatro edificios más.

—¿En qué lugar vine a parar?

Se dirigió esta vez al espejo. Era de cuerpo completo y en él se vio reflejada una chica de veintitrés años, delgada y de baja estatura, pálida y con una melena de cabello semi largo de color castaño obscuro.

Se acarició un mechón que le bajaba por el contorno de la cara

—Debería cortarlo

Clarisse siempre fue considerada por los chicos como alguien guapa pero no hermosa, poseía dos grandes y brillantes ojos color azul, que según la mayoría de colegas era su punto más fuerte, unos labios delgados, y una nariz "común". Sin embargo, aquello que a Clarisse producía más desagrado eran sus cejas gruesas que, según algunos, le daban un toque especial y deferente, mientras otros no opinaban lo mismo.

A ella en especial no le gustaban

Se giró con dirección al baño, sin embargo, alguien llamó a la puerta en ese instante.

La abrió con algo de desconfianza y se sorprendió al ver quien tocaba

—¿Señor Rogers?

Allí estaba él, alto, imponente, serio y con su largo cabello

—¿Puedo pasar? —preguntó al ver como la chica se quedaba sin habla

—Eh... Oh, claro, claro...

Entró examinando el lugar con detenimiento

—Espero que haya sido de tu agrado

—Si, claro... Lo es, señor

—Me alegro, pues es esta la única habitación en su estilo, las demás son más pequeñas, grises e iguales

«¿Única?»

—Entonces... Yo...

—Eres la única profesora viviendo aquí

—¡La única! —el grito estuvo a punto de tumbar las puertas de su garganta y salir libre

—La única —repitió indiferente

—Y... ¿Por qué?

—Eres extranjera, si vinieras cada día desde la ciudad demorarías mucho, además, no tienes auto

En aquello tenía toda la razón, y no solo por el trayecto, sino por el hecho de estar pagando un hotel con frecuencia

—El chofer que me trajo aquí —dijo al cabo de unos segundos— dijo algo acerca de un pueblo al pie de la montaña... Vinem creo

Rogers se talló las manos y tomó asiento en la cama. Clarisse se sintió estúpida por no ofrecerle asiento, aunque claro, no era que hubiese muchas sillas

—Vinem... Si, creo que Hilbert olvido mencionarte un pequeño detalle

—¿Cual? —se cruzó de brazos para ocultar el ligero temblor en sus manos, la repentina visita de la mayor autoridad a su habitación no despertaba mucha confianza

—Vinem —se talló la barbilla, pensativo— es un pueblo fantasma

Eso no lo esperaba, o... De hecho, quizás si

—¿Que sucedió?

La mirada de Rogers se volvió hacía sus ojos, ambas miradas chocaron, él rio y ella... Ella apartó la vista, pues algo en aquellos ojos cafés le recordaba su pasado áspero y tormentoso, le provocaba un escalofrío en la espalda... Sentía miedo.

—Alemania —respondió— Alemania sucedió, pero no te sientas mal...

—No pretendía hacerlo

—Mejor aún. Dime Clarisse... ¿Por qué psicología? ¿Por qué esa ciencia en especial?

Se acomodó un mechón que le obstruía le vista con su mano temblorosa. Nunca antes nadie se había molestado en preguntarle aquello y el por qué le resultaba totalmente un misterio, quizá porque era algo completamente natural, una chica joven que se interesa por los grandes misterios y laberintos que alberga la mente humana dentro de un mismo universo compartido con un millón de mentes totalmente diferentes, misterios diferentes, diferentes laberintos... Y ella: una mente atormentada en busca de laberintos ajenos y complicados por resolver, para así calmar su tempestad mental, acariciar con seda ajena las cicatrices punzantes y ardientes que le ha dejado una mente especialmente perturbada y turbia... En busca de ser alguien y a la vez nadie

«No soy nadie —se dijo— no soy nada, nada»

—¿Y bien? —preguntó impaciente el hombre alto, Rogers

—Soy... —trago saliva, carraspeo un poco— alguien atormentada... —«Si, lo dije»— y quiero... —temblaba mucho más fuerte, no era capaz de controlar sus manos— quiero... Calmar, mi...

—Mente —completó Rogers

—Si...

Rogers se puso de pie lentamente, suspiró de una forma que parecía querer sacudir un poco su alma

—Sabes, esta habitación perteneció al anterior psicólogo

Rogers se dirigió con paso lento hacia la salida, indeciso, como si parte de él deseara no irse

—Eres... La primera —continuó ya en la puerta— en interesarse en este puesto después de cinco años de estar vacío

—¿Quién era el anterior psicólogo?

—Yo

A juzgar por la carcajada que soltó Rogers, su expresión al oír aquello debió ser de lo más graciosa

—Quizá ahora entiendas por que tantas preguntas extrañas en lo que va de conocernos. Serás, Clarisse, la que llene mis zapatos, y créeme... Es un hueco muy grande, la gente... Estos niños, esperan grandes cosas de ti... Y yo también. No nos decepciones

«No lo hare» Habría querido decir. No lo hizo

Esa noche, después de un largo baño de casi veinte minutos, se dispuso a pasar la que sería su primera noche en el orfanato prado del sueño.

Entró en las suaves sabanas de la amplía y suave cama matrimonial con el propósito de tener un buen sueño reparador que le aliviara la tensión y los nervios de los últimos días.

Pero no fue así

Soñó con la carpintería de su padre, ella en el suelo sentada sobre la alfombra color verde que tanto le disgustaba, veía a su padre trabajar. Todos sus recuerdos sobre él eran siempre los mismos, alto, en forma, con una cabellera cana y un rostro aun joven para su edad. Le dedicó una sonrisa al cruzar sus miradas, incluso su mirada de ojos verdes seguía siendo la misma

—Pronto terminare con esto —dijo su fantasma— luego saldremos a la colina ¿qué te parece?

—¡Si! —gritó su vocecilla aguda

Ya no recordaba la edad que tenía por aquel entonces, sin embargo, a juzgar por su voz, supuso que sería menos de ocho.

El sueño se vio interrumpido por una fuerte ráfaga de aire helado, luego aire caliente y sofocante, sus pulmones se contraían a la vez que su garganta se cerraba como si alguien intentara estrangularla, vio también que la obscuridad la engullía cada vez más conforme la temperatura subía... Y subía

«Tranquila... —se dijo— solo es una pesadilla... Ya despertaras»

Sin embargo, la temperatura continuó en aumento a tal punto que sintió el sudor saliendo por cada poro de su piel a una velocidad alarmante, y la oscuridad... Continuaba volviéndose más negra e impenetrable

«No... ¡Auxilio!»

Estaba ardiendo en la obscuridad, siendo hervida en su propio sudor. Desesperada intentó moverse sin éxito, no era capaz de sentir absolutamente nada, ni una sola extremidad, simplemente calor, un calor hirviente que abrazaba algo que no era su cuerpo pero que, sin embargo, resultaba igual de doloroso

«¡Auxilioóóó!!!»

Todo transcurría demasiado rápido, tanto que aún no sentía ni que hubieran pasado al menos cinco minutos

«¿Que está pasando?»

Sin más, ante ella, en un muy poco iluminado fragmento de la abrumadora obscuridad apareció su padre. Nada en el mundo le dio más horror que verlo

—¡Por qué Clari! —le gritaba— ¡Por qué me dejaste! ¡Por qué no me salvaste!

Sintió las lágrimas bañar sus ojos, sin embargo, estaban hirviendo a tal grado que ya no sabía si lloraba por ver a su padre de aquella forma o por el dolor agonizante

Frente a ella se hallaba su padre... Alto, en forma... Y cubierto de pies a cabeza con un vendaje bastante ajustado, una momia con manchas carmesí naciendo de varias partes del cuerpo

—¡Por qué no me salvaste! ¡Mi hija! ¡Mi princesa! ¡Mírame!

Las lágrimas no cesaban en lo absoluto, quemando sus ojos a su paso y sin embargo aún era capaz de ver el rostro vendado de su padre con absoluto detalle

—¡Mírame! —exigió su padre

«¡No!»

En donde debía haber un par de brillantes ojos verdes comenzó a manar muy lentamente un par de manchas carmesí que a pesar de ser solo eso, un par de manchas, sentía en ella clavada una mirada acusatoria, de odio profundo y... Amor

—¡Que me mires!

«¡NOOOO!!!»

La visión de su padre se esfumó como una cinta de película quemada. En su lugar apareció un techo desconocido y un foco apagado. Había despertado... O no del todo

«No....no... Respiro»

Se percató, al mismo tiempo, que tampoco era capaz de mover su cuerpo, ni una sola extremidad

—...Auxilio —Quiso gritar, sin embargo, lo que de su garganta salió fue algo menos que un gemido afónico. Estaba bañada en sudor, aunque el calor ya no se hallaba en aumento, no obstante, aún estaba hirviendo

—Auxilio...

Algo la miraba. Lo sentía justo frente a ella, algo la observaba con atención... Burlándose... Solo era capaz de ver el techo y su pequeño foco apagado, pero allí estaba ese algo que la miraba directamente a los ojos.

Ese algo respiraba.

Era una respiración cortada, artificial... Un respirador, o quizá... Una máscara de gas

Finalmente recuperó la sensación en todo el cuerpo. Retiró de una patada violenta las sabanas mientras recobraba la respiración y se ponía en pie. Tropezó con el armario y cayó al suelo. La respiración artificial le seguía, se arrastró sin fuerzas por la alfombra huyendo de esa respiración... La cual se hallaba cada vez más cerca

—Auxilio... —gritó sin voz

Continuó arrastrándose con desesperación huyendo hacia la salida de la habitación, aferrándose con las uñas y rompiéndose un par de ellas en el intento. Por su parte la respiración cesó.

Ya se hallaba a escasos centímetros, lo lograría, sabía que lo haría, porque eso era lo que siempre sucedía en las historias de terror de antaño... Sin embargo, pronto se dio cuenta con una ardiente amargura de que no vivía una historia de terror sino su vida propia... Una que yacía marchando frente a sus ojos como un desfile de tragedias tormentosas sin fin ¿cuánto había deseado morir en el pasado? Innumerables veces, era un hecho, no obstante... Allí en el suelo, todo, absolutamente todo le pareció mucho más bello que la muerte

La muerte se paró frente a ella.

Un par de pálidos y pequeños pies descalzos miraba ella desde el suelo, obstruyendo su camino hacia la puerta.

La respiración volvió a surgir justo frente a ella

—Ya... —dijo débil, afónica y febril— por favor... Acaba...

Giró en el suelo para así al menos ver el rostro de la muerte antes de morir... La muerte era pequeña, vestía un viejo vestido ceniciento de los cincuentas... Sus cabellos eran blancos, y su rostro le resultó imposible de distinguir

Un aire frío soplo desde la ventana. Un aire que, gracias a los fluidos corporales que la envolvían en ese momento, la congeló... Murió.

Smells like teen spirit de Nirvana la despertó con sus tres notas iniciales, en la cama, a la mañana siguiente, cubierta con las sabanas y la piel pegajosa

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top