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2.- La luz en la oscuridad. Izar Kane.

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Llanto. Solo había llanto en aquel cuarto.

Una cazuela era azotada, se escuchaba el ruido de una fibra que limpiaba los trastes de metal, el agua salpicaba el suelo formando pequeños charcos, algunas burbujas de jabón se veían.

La mujer era de cabello grisáceo, un cuerpo mediano, vestida siempre con el típico uniforme de mucamas y rara vez se le veía con vestidos estilo campesino, unas botas marrones; Ophelia siempre estaba enojada.

—Siempre es lo mismo contigo, tan inútil, sino fueras tan pequeño tal vez servirías de comida para los perros... Todo tengo que hacerlo yo por que el niño no sabe lavar una maldita olla, pequeño estúpido

Izar Kane era un niño de nueve años, había sido el primer infante de la casa del señor Bennett, un pequeño de cabello revuelto color cobrizo, su piel era clara y manchada con pecas en las mejillas y nariz, siempre se le veía vestido con una playera blanca de una talla más grande que la suya, un pantalón ligero en color negro, siempre estaba descalzo.

—Miss Ophi, lamento mucho...

—Cállate

Fue interrumpido por la mujer.

Izar no tenía un propósito para estar en esa casa, había quedado muy en claro cuando llegó al lugar, él había quedado huérfano de la noche a la mañana, lo único que tenía para sobrevivir, era soportar los tratos en aquel lugar; a diferencia de Derek y sus demás hermanos, Izar había tenido otro tipo de relación con Yona -asistencia para ser exactos, un pequeño sirviente- el hombre lo recogió una noche en las puertas de la gran mansión.

Ophelia seguía en su labor de lavar las cazuelas bajo la mirada de inocencia del pequeño, la mujer reconocía muy bien aquellos ojos, le traía recuerdos de cuando daba clases en una pequeña escuela; ella había sido una maestra que había tratado con niños pequeños, cuando se jubiló, terminó como sirvienta de la casa del señor Bennett, el hombre la había contratado antes de que llegaran los niños, Ophelia no era estúpida, sabía que el hombre la había traído a su casa con la única intención de dejarla a cargo de la educación de los niños que iban llegando, él había anticipado el futuro.

La relación entre Ophelia y Yona era de confianza -la mujer se había ganado esa prioridad- de esta forma ella era la única que conocía en qué pensaba el hombre, sus movimientos en la política, sus trabajos del bajo mundo e incluso, ella también sabía que era en realidad esa persona que se disfraza de humano, pues para ella, no era normal que alguien jugara tan sucio y siempre se saliera con la suya, ella sabía que Yona Bennett no era humano.

Terminó de lavar lo que tenía en sus manos, se dirigió al pequeño niño que estaba sobre una silla sentado, no se percató cuando el menor había comenzado a cortar unas verduras que servirían para la cena de esa noche.

—Izar...

Habló con cierto temor en su voz, esto se debía a los pensamientos de mal augurio que llegaban desenfrenadamente a ella.

—Yo escucho...

La mujer le dio la espalda, ocultando su mirada, una mirada que transmitía cariño por el pequeño, no podía ablandarse, tenía que ser firme si quería ver a esos niños vivir por más tiempo, incluso si ella debía morir para protegerlos, por que esa era su razón de vivir desde que esos niños habían llegado a su vida, protegerlos a toda costa de Yona Bennett, el demonio de la casa.

—Izar, se dice... "Te escucho..." ¿Aún tienes problemas para hablar cierto?

—Poco para entender hablar

Ophelia se acercó y revolvió el cabello, dejó que continuara con su labor de cortar las verduras, por la hora que indicaba el reloj de pared, pronto iba a ser la hora de la cena.

—Izar, se que eres un niño muy inteligente, sabes que hay un peligro en esta casa, el que no puedas hablar bien no significa que no puedes comunicarte, sé lo mucho que te da miedo cuando el señor Yona te mira, apenas tienes nueve años, pero ya eres consciente, tal vez no como un adulto... Pero te están obligando a madurar a edad temprana, Izar, hagas lo que hagas no confíes en el señor, no estés a solas con él y nunca, nunca... Cierres un trato con él...

Ella sabía de los planes de Yona desde hace meses, no le interesaba que tantos crímenes cometiera el hombre, por que a ella no le afectaba de cierta forma la vida privada de su jefe, pero cuando comenzó a involucrar a unos niños, entonces entendió que todo lo que ocurría era más que solo la búsqueda de poder en la política, lo recordaba bien, solo fue hace seis meses su descubrimiento.

El hombre hablaba por teléfono, llevaba un buen rato en aquella llamada, Ophelia solo estaba ahí por qué debía hacer limpieza, el contrario no se molestaba con tenerla ahí, a fin de cuentas, la peligris nunca preguntaba por sus asuntos y agradecia eso; Yona parecía hablar con respecto a la adopción de un niño, lo único que entendía de la conversación era que el menor era de origen japonés y que él mismo iría a recogerlo, sin duda debía ser un chico con un talento impresionante para que llamara la atención del mayor.

Ophelia, quiero que dentro de dos semanas tengas lista la habitación del tercer piso

Ophelia asintió a la petición, tomó la escoba que estaba usando y salió de la habitación, no sin antes escuchar unas palabras del hombre.

Fueron tan fáciles de manipular, su mundo espiritual será tan fácil derrumbar ahora que me entregaron al ave, solo necesito ganarme al chico y entonces tendré a las dos familias, Minamoto y Tachibana, mi pequeño pajarito, serás mi llave del éxito

...

Limpiaba el rostro de un niño castaño, ella se había encargado de recibir al menor, claro que, no contaba que el primer día él menor sería golpeado por el hombre.

¿Por qué lo mordiste? Mira como me tienes ahora, limpiándote, chiquillo estúpido

Nadie tiene derecho a dominarme

Habló con enojo el menor, la mujer abrió los ojos con sorpresa, juraba que hace unos segundos el niño estaba llorando mientras tomaba agua.

Yona es un maldito, pero tiene razón en algo... No voy a seguir humillandome

Fue interrumpida de sus pensamientos, el hombre de cabello oscuro llevaba rato hablándole, Ophelia no respondía.

—Te hice una pregunta Ophelia

—Disculpe señor Bennett, ¿Se le ofrece algo más?

—No, solo quería conocer el progreso que tienes con los niños, Derek avanza muy bien estando a mi lado, pero ya no tengo conocimiento de los otros tres... Sabes, estoy muy satisfecho con el avance del japonés, seguiré teniéndolo conmigo, por lo tanto encargate de los otros

—Entiendo, de hecho el avance con los demás niños es bueno, pensaba en que deberían ir a la escuela, así evitaríamos interrupciones de parte de ellos aquí en la casa, usted podría concentrarse en Derek... Sahika tiene una buena concentración con los números, su hermano es más complicado pero aprende rápido... El que me preocupa es Izar... ¿Enserio debe seguir aquí? Ninguno de los tres le sirve ya, deberíamos darlos a un orfanato o-...

La mano azotando en la mesa interrumpió a la peligris.

—Ophelia, ¿Te has encariñado de los niños?-preguntó de una forma amenazante a la mujer, quien había dado un paso atrás por los nervios de enfrentar al hombre- Dijiste que te daban asco, ¿Algo te hizo cambiar?

Apretó la bandeja que tenía en su mano, habló firmemente viendo los ojos del hombre.

—No, esos niños no me causan más que pura aberración, lo decía para deshacerme de ellos lo más pronto posible

El hombre soltó una fuerte risa, la mujer se quedó observando seriamente al contrario, odiaba que se burlaran en su cara.

—¿Qué le divierte?

—¿Cómo fuiste maestra si claramente asustas a los niños?

Comentó aún divertido Yona, quien hacía un leve movimiento con la mano para indicarle que detrás de ella le esperaba un niño de cabello cobrizo.

Izar era el único de sus hermanos que confiaba ciegamente en la mujer -tal vez por verla como una figura materna- escucharla decir que quería deshacerse de ellos le hizo romper el "vínculo" de confianza que tenía hacía ella.

—Maestro Bennett, Derek tiene problemas con el encargo, dice que el libro que le entregó no tiene nada escrito, pide de su presencia para resolver el problema

Habló de una forma clara y fluída, sorprendió de gran manera a Ophelia, quien pensaba que el chico tenía dificultades para hablar; Yona salió del comedor, dejando el plato de comida intacto, Izar la ver como se retiraba el mayor aprovechó para sentarse y observar a la mujer de cabello gris.

—No confiamos en la misma persona, yo lo sé todo... La primera vez que interactúe con el maestro Yona, sabía que algo estaba mal, tenía seis años cuando llegué a la casa, tú fuiste la primer mujer que me recibió de una forma humana, Yona... Él me tiene aquí como un experimento Ophelia... Yo se que tu trabajo es educarnos hasta conseguir valernos por nuestra cuenta, eres una cómplice más de su juego—señaló acusatoriamente a la mujer que empezaba a sudar frío por la actitud del niño— Si tú estás de mi lado, tal vez puedas salvarte de pecar desde que iniciaste a trabajar con Yona, de lo contrario, tú y yo seremos enemigos...

Ophelia vio directo a los ojos del niño, trataba de encontrar una forma de zafarse de la situación, por más que tratara de mentir para salvarse, no iba a conseguirlo, estaba atrapada en las telarañas del menor.

—Ophelia, nosotros somos títeres que deseamos cortar los hilos de nuestro marionetista...

Abrazaba sus piernas con tal de buscar más calor, el frío en Londres podía ser muy crudo en su temporada de invierno, a penas se cubría con una bufanda que halló en la basura, hasta ahora, la entrada de una casa era su mayor refugio, sentía que los huesos se le partirían en pedazos al más mínimo movimiento, como una rama de árbol.

Parece que ya sabías el camino a casa

Un hombre abrió la puerta de la casa, el pequeño lo miró por unos segundos, ladeo su cabeza intentando comprender qué ocurría.

—Bienvenido Izar, te estaba esperando...

El primer encuentro entre Yona e Izar parecía ser una simple casualidad, más no era así, era el destino lo que jugaba en ese momento el rol del pequeño niño en aquel lugar.

Izar fue el primero en habitar aquella mansión, sus dos primeros años fueron únicamente ayudar a Ophelia en labores domésticas, era todavía un niño y necesitaba al menos los ocho o nueve años para entender lo que ocurría; dos niños más llegaron y después llegó un chico más, el mayor de los cuatro, Izar en su tiempo en el que llevaba viviendo en la casa, nunca había tenido interacción con el hombre, más que el día en el que fue recogido en la entrada de la casa, los demás podían hablar con Yona sin problema alguno, ¿Por que él no tenía interacciones con Yona?  Entonces bastó escuchar una conversación para entender todo.

—No te muevas

Escuchó el menor de nueve años, estaba justo en la puerta de la habitación del hombre, esta se encontraba entreabierta y por aquel espacio podía observar lo que ocurría, él no era de las personas que les gustara escuchar las conversaciones ajenas, pero en esa ocasión la tentación le hizo quedarse a escuchar más.

Una mordida. El castaño mordía la mano de Yona sin intenciones de soltarlo, clavaba sus dientes a la extremidad buscando herirlo, el contrario soportaba el dolor de la mordida; el líquido rojizo comenzaba a gotear poco a poco.

—¿Terminaste de humillarte?

Izar solo veía como el chico mordía fuertemente al hombre, como si fuera a conseguir algo con eso, podía ver cierta determinación en los ojos del castaño, pensó por un momento que el menor era un idiota, sin embargo, se sorprendió al ver como Yona lo sujetaba del cabello intentando liberarse de la mordida, si lo estaba hiriendo.

Se apartó de la puerta rápidamente para esconderse a la habitación de enfrente, había escuchado como hombre y chico iban a salir, no podía ser visto o tendría problemas.

—Maldito mocoso, solo no te mato por qué eres importante para mí, no me la pase buscándote para dejarte libre, vas a convertirte en mi marioneta y harás lo que te diga

—¡Eres un estúpido si crees que vas a manipularme!

—Tú maldita escoria, compre tu vida a la mujer esa de nombre Aoi por que eres la maldita ave que tanto aclaman, vas a servirme y después serás la fuente de mi poder, te adiestrare sin importar el daño que recibas, eres mi perro de por vida... La única razón de tu existencia es para ser usado, jamás vas a cambiar ese destino por más que lo desees, nunca serás liberado de tu jaula y voy a demostrártelo

—¡Prefiero morir a seguir encerrado!

El niño de ojos cobrizos solo escuchó como el chico castaño fue golpeado, no se atrevía a abrir la puerta, con sus manos cubriendo su boca, reprimía todo sonido que pudiera delatarlo.

—Es una lastima que quieras morir, por que yo mismo me asegurare de que vivas deseando la muerte sin poder jamás conseguirla

Izar caminaba como de costumbre por las orillas del terreno de la mansión, no muy lejos había una zona de un barranco, el único lugar donde se podía estar en paz, el cielo gris y nublado amenazaba con llover ese día, aunque podía ser otro día más de frío; observaba el paisaje que le regalaba ese día, la costa de una playa, las olas del mar chocaban contra unas grandes piedras de color negro, muy puntiagudas y si alguien caía por el precipicio, solo se aseguraba una muerte dolorosa.

—El día está muy nublado, parece que va a llover en cualquier momento... Llega a casa antes de las seis de la tarde Izar

—Ophelia...

—Lo siento Izar... Se que eres un niño de nueve años que está condenado a crecer más rápido que los demás, tienes que ser un adulto en un niño, mi manera de ver el mundo es similar a la tuya, solo hay tonos grises a mi alrededor, no veo la luz... Personas como nosotros estamos destinadas a perder la esperanza en la oscuridad, somos lirios de paz creciendo siempre en la noche

—Te equivocas Ophelia... Nosotros podemos estar del lado de la luz si lo deseamos, no tenemos por qué dejar que la oscuridad nos consuma, se que hay un pequeño lucero en tu vida, tu único mal es haber caído en los colmillos del lobo, se que tu único deseo es liberarme a mí y mis hermanos, los dos queremos huir, aún hay tiempo, podemos salvarnos si lo desea-...

El menor fue interrumpido por un abrazo de la mujer, el brazo derecho rodeaba de forma protectora el pequeño cuerpo, la brisa del lugar removía el cabello de ambos, un ligero frío se empezaba a percibir, sin embargo, el abrazo hacía que hubiera una calidez familiar en ambos.

—Lamento no poder escapar contigo, Izar... La única razón por la que he sido dura con ustedes, es por que no quiero que sean débiles ante el mundo, quiero que respondan con fuerza y valor, mis enseñanzas tal vez sean banales, pero si aprendieron algo, quiero que sea para que hagan el bien... No confíes en nadie y sobre todas las cosas, no mires atrás.

Una mujer caminaba con seguridad por los pasillos de la gran casa, su forma para imponer miedo era a través de las lecciones, ella enseñaba a puño duro, no le importaba el llanto de los menores, su misión, no dejarlos morir. Llegó hasta la sala donde enseñaba a tres menores, haría de ellos unos chicos fuertes antes las adversidades, les enseñaba el valor de jamás rendirse, siempre levantarse ante los retos de la vida.

Un golpe se había escuchado, un niño de ojos color miel veía al suelo. Izar Kane, el más pequeño de todos, él más débil pero con el corazón más noble.

—¡No mires al suelo cuando te golpeo! Tienes que mantener la mirada en alto y siempre responder, nadie tiene derecho a callarte ¿Oíste? Quiero que seas un chico que jamás se rebaje ante las adversidades, tú crees que en esta casa no tienes nada que hacer pero no es verdad... ¡Tú estás aquí por qué vas a iluminar el camino de los demás! Confio en ti como en nadie más lo hago, Yona solo es un monstruo en esta casa que no dudara en querer matarlos, no voy a dejar que mueran, ¡Van a vivir su vida como es debido! ... Yona es nuestro único enemigo, en cuanto tenga a Derek en sus manos, la muerte abundará en este lugar y entonces nosotros solo vamos a vivir del lado de la oscuridad, no habrá luz capaz de iluminar nuestros caminos,Izar... ¡Se la luz de esperanza de tus hermanos, no los dejes caer!

Tal vez los golpes y castigos no eran la forma de enseñarle a sobrevivir en la vida, incluso Izar podía asegurar que tenía una cicatriz en su espalda por la vez en que Ophelia le había golpeado con una vara. Todo era por un amor violento al menor.

Solo tenía ocho años cuando Ophelia le pidió ser el soporte de sus hermanos, cada día desde esa encomienda las lecciones para él eran más pesadas, día tras día tenía que soportar los gritos, el hambre como castigo, la deshidratación, los trabajos pesados, los golpes, todo era un trabajo excesivo para él, desde limpiar una simple cazuela... Hasta tener que matar animales de granja -más precisos, gallinas- para alimentarse.

Izar se quedó otro rato más contemplando aquel paisaje, de cierta forma sentía una melancolía en su pecho, era cierto lo que decía Ophelia en el pasado, el monstruo de la casa era Yona Bennett, solo que aún no encontraban la forma de escapar de él. Se sentó sobre la hierba verde del terreno, quería acomodar sus pensamientos antes de continuar su camino, algo le decía que ese día iba a haber una tormenta sobre ellos, que extraño se sentía pensar en problemas tan grandes como aquellos, "solo tengo nueve años" -se decía a sí mismo todos los días al despertar y antes de dormir- ojalá esto un día termine.

[ .... ]

Su mirada estaba opacada, sus pupilas se contrajeron al ver la escena más grotesca para un niño de su edad. Ophelia estaba ahogada en su propia sangre sobre su cama.

Se acercó hasta el cuerpo inerte y degollado, sus manos temblaban sin parar, lentamente las llevó hasta su rostro para tratar de cubrir sus ojos, quería dejar de ver aquella escena, sin embargo, algo lo detenía, no podía cerrar los ojos, su garganta estaba reseca e incluso juraba haber dejado de respirar, sudor frío resbalaba sobre su frente; gritó con fuerza, un grito seco por la escena.

Se apartó cayendo al suelo de sentón, todo él temblaba, su mano derecha cubría en vano su boca que aún tenía abierta, cerró la boca para evitar vomitar, el olor a sangre ya comenzaba a inundar la habitación, un aroma metálico, el hierro que contiene. Con esfuerzo se levantó sobre sus rodillas, colocó sus temblorosos brazos en el suelo para sostener su cuerpo, tenía la cabeza gacha, reprimía la sensación de vomitar, no lo consiguió.

Vómito en el suelo. En la casa él y sus hermanos tenían una mala alimentación y vomitar era lo peor, no vomitaba comida, vomitaba saliva y el sabor de la bilis amargaba su garganta, un hilo de saliva caía de su boca, no había más comida o líquidos para vomitar.

—Esto es un desastre... Izar, lamento tanto que hayas tenido que ver esa escena, creeme... Lo menos que quería, es que vieras el cuerpo de Ophelia, sin embargo, ya está muerta y es algo que tendremos que superar

Habló una voz desde la puerta de la habitación. Sus pasos se escucharon hasta el cuerpo del menor, lo sujetó por las costillas para levantarlo con cuidado, lo llevó hasta los pies de la cama, ahí lo sentó sobre el manchado colchón, él estaba parado frente a Izar, se inclinó para levantar los mechones de cabello que tenía en la frente, veía unos ojos que reflejaban miedo, nunca había sentido una satisfacción como esa, que alguien le viera con miedo.

—Voy a cuidarte, te protegeré... Aunque sea lo último que haga

Izar estaba mudo, la persona frente a él sin duda no era el castaño de nombre Derek, era un monstruo en proceso, ahora entendía con claridad las palabras de Ophelia. Él no debía proteger a sus hermanos de Yona, él debía evitar que Derek se hiciera como Yona.

Esa noche, la tendría muy bien gravada en su memoria.

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