Final Alternativo: El Amor Amargo de la Oscuridad
La batalla final en el Santuario había llegado a su fin.
La lucha había sido feroz y, a pesar del sacrificio, de las vidas entregadas con valor y determinación, la luz finalmente fue eclipsada por la sombra.
Hades, con su poder inmenso, había logrado vencer a los caballeros del zodiaco, sellando el destino del mundo en una oscuridad eterna.
Las esperanzas de los hombres se desvanecieron, y la humanidad cayó en la desesperación.
Seiya, herido y exhausto, se encontraba al borde de la derrota.
Sus amigos y compañeros de armas ya yacían derrotados, algunos transformados en sombras bajo el control de Hades, otros luchando en su último aliento por resistir la influencia del dios del Inframundo.
Sin embargo, la resistencia no fue suficiente. El poder de Hades era absoluto, y como un dios eterno, su voluntad no podía ser contenida.
Seiya, arrodillado en el suelo del Santuario, levantó la vista hacia la figura de Hades, quien lo observaba con una mirada profunda y llena de comprensión.
No era la mirada de un enemigo, sino de alguien que veía algo más en él, algo que él mismo no había entendido hasta ese momento. Algo que solo la oscuridad podía revelar.
—Hades... —murmuró Seiya, sus palabras vacías, arrastradas por la tormenta de su propio sufrimiento—. ¿Por qué...? ¿Por qué me haces esto? ¿Qué quieres de mí?
Hades caminó lentamente hacia él, su presencia envolviendo todo lo que tocaba, como una sombra que lo consumía todo.
Con un gesto, levantó la mano, y las sombras se apartaron de los caballeros caídos, dejándolos atrapados en su propio tormento.
Seiya, debilitado por la lucha, sintió que sus fuerzas se desvanecían, pero la presencia de Hades lo mantenía anclado, como si algo en su interior, algo profundo, no pudiera escapar.
—No es que quiera algo de ti, Seiya. —
La voz de Hades era suave, como un susurro en medio de la tormenta, un canto bajo que parecía acariciar el alma. La oscuridad en su tono no era de ira, sino de una dulce y amarga aceptación
—. Lo que quiero es liberarte, liberarte del dolor y la lucha interminable. Durante tanto tiempo has luchado contra todo lo que eres, contra tu propia naturaleza. Lo que quiero de ti es algo mucho más profundo, Seiya. Quiero tu alma.
Seiya miró fijamente a Hades, sus ojos llenos de confusión y dolor. ¿Cómo podía una criatura tan destructiva y despiadada hablarle de esa manera? ¿Cómo podía alguien que había sumido al mundo en la oscuridad tratarlo con una dulzura tan inquietante? Algo en su interior comenzó a quebrarse.
—¿Liberarme...? —murmuró Seiya, como si esas palabras fueran un eco lejano en su mente.
La lucha por mantener la conciencia se volvía más difícil, y en su corazón comenzaba a surgir una extraña sensación, una conexión que no podía explicar, ni entender.
—Sí, liberarte —dijo Hades, acercándose aún más.
Su voz se tornó más suave, más íntima, como un canto ancestral que evocaba una sensación de pertenencia, de comprensión.
Era el tipo de amor que se nacía de la oscuridad misma, un amor que solo los más condenados podían experimentar
—. La guerra, la batalla constante... Todo esto ha sido solo una mentira, Seiya. Todo lo que haces, todo lo que has luchado por proteger, es solo un escape, una huida. Solo aquí, en mi reino, puedes encontrar la verdadera paz. Solo aquí, puedes dejar ir todo ese sufrimiento.
Seiya, perdido en sus propios pensamientos, no pudo evitar sentir una pequeña chispa de verdad en las palabras de Hades.
Había estado luchando, sí, pero ¿por qué? ¿Para qué? Todo lo que había conocido, toda la lucha y la sangre derramada, todo parecía tan inútil ahora, tan fútil.
El peso de su lucha por la justicia, por la protección del mundo, de sus amigos... ¿Qué había logrado realmente? ¿La luz era realmente la respuesta? O era solo una ilusión, un engaño que los mortales se decían unos a otros para justificar el sufrimiento.
—Seiya... —Hades se agachó frente a él, tomando su rostro entre sus manos con una suavidad que contrastaba con su oscuro poder
—. Mi amor por ti es más grande de lo que jamás podrías comprender. He observado tu lucha, tu resistencia. Has sufrido, has perdido a tus amigos, a los que amabas, pero sigues aquí, luchando. Pero lo que no entiendes es que el amor y el sufrimiento van de la mano. No hay paz sin sacrificio, y no hay amor sin dolor. Deja ir tu dolor, Seiya. Deja que yo te guíe.
Con una delicadeza inquietante, Hades besó la frente de Seiya, su contacto helado y oscuro penetrando en su ser.
Seiya sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, pero no pudo apartarse. En su corazón, había una parte de él que deseaba rendirse, que deseaba ceder a la oscuridad.
Era un amor extraño, retorcido y desesperado, pero en ese instante, Seiya no podía ver más allá de la figura de Hades.
Algo en él lo había cautivado, algo que iba más allá del odio y la lucha, más allá de la luz y la oscuridad.
—Te pertenezco ahora, Seiya —dijo Hades con una sonrisa sombría, la misma sonrisa que había mostrado cuando derrotó a sus amigos.
Pero esta vez, esa sonrisa era algo diferente, algo que parecía reconocer el alma de Seiya como suya.
El tiempo se desvaneció en ese instante, y la figura de Seiya, derrotada pero transformada, se unió finalmente a la oscuridad.
No hubo lucha, no hubo gritos, solo el suave susurro de su voluntad quebrándose, aceptando lo que Hades le ofrecía.
---
A medida que pasaban los meses, el mundo comenzó a sumirse más profundamente en la oscuridad.
Hades había triunfado, y la humanidad, sin esperanza, cayó bajo su dominio.
Los caballeros del zodiaco, ya transformados en sombras, servían a su oscuro rey. No había héroes para salvar el mundo.
Las ciudades cayeron, las estrellas se apagaron, y todo lo que quedaba era la fría sombra del Inframundo.
En el palacio de Hades, Seiya vivía ahora bajo la mirada constante de su amo, su amante y su dueño.
Ya no era el caballero de Pegaso que había luchado por la justicia, sino una criatura del Inframundo, atrapado en un amor oscuro y retorcido.
Y sin embargo, había algo en él que lo mantenía vivo. Algo en sus venas que aún palpitaba, algo que recordaba los días de lucha y esperanza.
Hades, sin embargo, no se conformó con solo tener a Seiya.
En su dominio, había algo más que un amor oscuro. Con el tiempo, y bajo la influencia de su dios, Seiya concibió un hijo.
Un hijo que sería el fruto del amor imposible entre el dios de la oscuridad y el caballero caído.
Este niño, nacido en la penumbra, llevaría consigo el peso de ambas fuerzas, de la luz y la oscuridad.
La creación de una nueva era.
La madre de este niño, Saori, quien había sido desterrada, nunca conocería la existencia de su descendencia.
En las sombras, el futuro de este hijo se gestaba. El niño fue llamado Koga.
Hijo de Seiya y Hades, una mezcla de los dos mundos. En sus venas corría la sangre de un mortal caído y de un dios eterno. Koga sería la clave del futuro, el heredero de una era donde la luz y la oscuridad vivirían en un delicado equilibrio.
---
El niño, Koga, creció bajo la tutela de Hades, viendo el mundo desde las sombras, aprendiendo la naturaleza de la oscuridad.
Pero en su interior, un fragmento de luz permanecía intacto, la chispa que su padre, Seiya, había dejado atrás antes de sucumbir por completo a la oscuridad.
El conflicto interno de Koga, la lucha entre su herencia divina y su parte humana, sería el tema de su vida.
La historia del mundo había cambiado.
Los héroes habían caído, pero la semilla de la esperanza seguía viva, aunque enterrada en la oscuridad.
El mundo ya no era el mismo. Y sin embargo, una nueva batalla se gestaba en la distancia, la batalla entre la oscuridad y la luz que residía en el corazón de Koga.
Un hijo nacido del amor amargo de Seiya y Hades, destinado a decidir el futuro de todos.
Fin.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top