EN LAS PROFUNDIDADES DEL ABISMO

El sol apenas había salido cuando el grupo se reunió en el corazón del Santuario.

El aire estaba cargado de una energía inquietante, como si algo oscuro los observara desde las sombras.

Saori, con su báculo en mano, lideraba el grupo con determinación, pero incluso su luz parecía más tenue ante la amenaza de Hades.

Seiya caminaba en silencio, su mente atrapada en una maraña de pensamientos.

Las palabras de Hades resonaban en su cabeza como un eco interminable.

"Todo se desvanece, pero yo soy eterno."

Seiya apretó los puños con fuerza, sintiendo cómo su frustración crecía.

No podía permitir que las palabras del dios del Inframundo lo alcanzaran, pero la sombra de la duda ya había comenzado a arraigarse en su corazón.

—Seiya.

La voz de Shiryu lo sacó de sus pensamientos. El caballero de Dragón lo observaba con seriedad.

—No puedes cargar con esto solo. Lo sabes, ¿verdad?

Seiya asintió lentamente, aunque no estaba seguro de si lo creía.

—Lo sé, Shiryu. Pero Hades… está jugando con mi mente. Y no sé si puedo resistirlo.

Shiryu colocó una mano en su hombro.

—Resistirás. No porque seas más fuerte que él, sino porque no estás solo. Todos estamos aquí para apoyarte, incluso cuando sientas que estás cayendo.

Seiya asintió, agradecido por las palabras de su amigo. Pero sabía que, al final, sería él quien tendría que enfrentarse a Hades.

Un sendero oscuro

El grupo avanzó hacia una caverna oculta en las profundidades del Santuario.

Según Dohko, era un lugar prohibido donde se decía que los dioses podían manifestar su presencia en el mundo mortal.

Mientras descendían, la temperatura bajaba, y una oscuridad densa comenzaba a envolverlos.

Saori levantó su báculo, iluminando el camino con una tenue luz dorada.

—Esto es obra de Hades —dijo, con voz firme—. Está tratando de intimidarnos.

—Pues que lo intente —respondió Ikki, con su característico tono desafiante—. No soy fácil de asustar.

Sin embargo, incluso el siempre valiente Fénix no pudo evitar sentir una leve opresión en el pecho.

Era como si el aire mismo estuviera impregnado de miedo y desesperación.

De repente, Seiya se detuvo.

—Está aquí —dijo, su voz apenas un susurro.

El grupo se giró hacia él, pero antes de que pudieran preguntar qué ocurría, una risa profunda resonó en la caverna.

—Bienvenidos, caballeros. Y por supuesto, mi querida Atenea.

La figura de Hades apareció ante ellos, emergiendo de las sombras con una elegancia aterradora.

Su presencia era abrumadora, como si el espacio mismo se plegara a su voluntad.

—Hades… —murmuró Saori, mientras levantaba su báculo en un gesto protector.

El dios del Inframundo sonrió, pero su mirada se posó directamente en Seiya.

—He esperado este momento, Seiya. Finalmente estás aquí, donde perteneces.

Seiya dio un paso adelante, enfrentando al dios con valentía.

—¡No pertenezco a ti! —gritó, elevando su Cosmos.

Hades rio suavemente, como si encontrara su desafío divertido.

—Eso lo veremos.

Con un gesto, Hades hizo que el suelo bajo los pies de Seiya se desmoronara.

Antes de que alguien pudiera reaccionar, el caballero de Pegaso desapareció en la oscuridad, dejando al resto del grupo paralizado por la sorpresa.

—¡Seiya! —gritó Saori, intentando correr hacia él, pero un muro de sombras bloqueó su camino.

—Esto es entre él y yo, querida Atenea —dijo Hades, su voz resonando como un trueno—. No interfieras.

En el dominio de Hades

Seiya cayó durante lo que pareció una eternidad, hasta que finalmente aterrizó en un suelo frío y oscuro.

Alrededor de él, solo había sombras, pero podía sentir la presencia de Hades observándolo.

—¿Dónde estoy? —preguntó, intentando levantarse.

—En mi dominio, Seiya. Aquí no hay luz, ni esperanza, solo la verdad que tanto temes.

La voz de Hades parecía venir de todas partes, envolviéndolo en una sensación de aislamiento total.

—¿Qué quieres de mí? —exigió Seiya, encendiendo su Cosmos en un intento de disipar las sombras.

—Quiero que aceptes lo inevitable —respondió Hades, apareciendo frente a él con una sonrisa tranquila—. No estoy aquí para destruirte, Seiya. Estoy aquí para mostrarte tu lugar.

—¡Mi lugar está con Atenea y mis amigos! —gritó Seiya, lanzándose hacia Hades con un puñetazo lleno de energía.

Pero el golpe atravesó al dios como si fuera una ilusión. Hades rio suavemente, y con un gesto, hizo que Seiya cayera de rodillas, como si una fuerza invisible lo aplastara.

—Tu resistencia es admirable, pero inútil. ¿No lo ves, Seiya? Estás luchando contra algo que no puedes vencer.

—¡No te pertenezco! —gritó Seiya, con la voz cargada de furia.

Hades se inclinó hacia él, sus ojos oscuros brillando con intensidad.

—Oh, pero ya lo haces. No porque yo lo diga, sino porque tú mismo lo sabes. En el fondo, estás cansado, ¿verdad? Cansado de luchar, de sacrificarte, de ser el escudo de todos.

Las palabras de Hades perforaron el corazón de Seiya como una daga. Por un momento, recordó todas las batallas, las pérdidas, el dolor que había soportado. Pero sacudió la cabeza, intentando disipar esos pensamientos.

—Eso no importa. Seguiré luchando, sin importar cuánto cueste.

Hades sonrió, como si hubiera esperado esa respuesta.

—Muy bien, Seiya. Entonces seguiré mostrándote la verdad

Hades levantó una mano, y las sombras alrededor de Seiya comenzaron a transformarse en figuras familiares: Shiryu, Hyoga, Shun, Ikki y Saori. Pero sus expresiones eran diferentes; parecían llenas de resentimiento.

—¿Por qué sigues arrastrándonos a tus problemas, Seiya? —dijo la figura de Shiryu, con una voz fría.

—Siempre eres el primero en lanzarte, pero nunca piensas en las consecuencias —agregó Hyoga.

—¿Realmente crees que eres tan importante? —dijo Ikki, cruzando los brazos—. Sin nosotros, no serías nada.

Seiya retrocedió, aturdido por las palabras.

—¡No! Esto no es real. Ellos no dirían eso.

Las figuras avanzaron hacia él, sus voces aumentando en intensidad.

—¿Estás seguro? —preguntó Hades, observándolo con interés—. Quizás es lo que siempre han pensado, pero nunca han tenido el valor de decirlo.

Seiya apretó los puños, intentando ignorar las voces, pero cada palabra era como un golpe directo a su espíritu.

—¡Cállate! —gritó, lanzando un estallido de Cosmos que disipó las figuras.

Hades aplaudió lentamente.

—Impresionante. Pero no puedes huir de tus propios temores, Seiya. No importa cuántas veces luches, siempre estarán ahí, esperando el momento adecuado para devorarte.

—Eso no importa —dijo Seiya, levantándose con dificultad—. Puede que tenga miedo, puede que dude, pero nunca me rendiré.

El Cosmos de Seiya brilló con más fuerza, iluminando la oscuridad que lo rodeaba.

Por primera vez, Hades pareció sorprendido, aunque su sonrisa no desapareció.

—Interesante… Muy bien, Seiya. Veamos cuánto puedes resistir.

Hades extendió una mano, y una explosión de sombras envolvió a Seiya, sumiéndolo en otra prueba.

El grito de la esperanza

En el mundo exterior, los caballeros y Saori luchaban contra las sombras que Hades había dejado para bloquear su avance.

Cada uno de ellos sentía la ausencia de Seiya como un vacío en sus corazones, pero ninguno estaba dispuesto a rendirse.

—¡No podemos dejarlo solo! —gritó Saori, elevando su Cosmos para disipar las sombras.

—Seiya no está solo —respondió Ikki, lanzando su ataque del Ave Fénix—. ¡Nos tiene a nosotros!

Mientras tanto, en el corazón del dominio de Hades, Seiya luchaba contra las sombras de su propia mente.

Pero aunque el cansancio comenzaba a apoderarse de él, una voz en su interior lo impulsaba a seguir.

"Seiya, nunca te rindas."

La voz resonó con una claridad que desafiaba la oscuridad que lo rodeaba. Era suave, pero llena de determinación, como una cálida brisa que disipaba las sombras de su corazón.

—¡Saori! —murmuró Seiya, reconociendo la voz de Atenea en lo más profundo de su ser.

El Cosmos de Seiya comenzó a arder con una intensidad renovada, iluminando el oscuro dominio de Hades.

Sus rodillas dejaron de temblar, y el peso que sentía sobre su pecho se desvaneció poco a poco.

—Hades, no importa cuántas ilusiones intentes crear. No importa cuántas veces trates de quebrarme. ¡Mi luz nunca será tuya!

Hades, que había estado observando desde las sombras, emergió una vez más. Su rostro mostraba una mezcla de irritación y fascinación.

—Eres terco, Seiya. Esa terquedad es precisamente lo que te hace tan… intrigante. Pero incluso la luz más brillante tiene un límite.

El dios del Inframundo extendió ambas manos, y la oscuridad comenzó a tomar forma a su alrededor.

Esta vez, no eran figuras familiares, sino fragmentos de recuerdos dolorosos.

Seiya vio a sus amigos cayendo en combate, sus cuerpos inertes en el suelo, mientras él estaba de pie, incapaz de ayudarlos.

—¿Ves, Seiya? —dijo Hades, con voz seductora—. Todo lo que haces termina en fracaso. Luchas y luchas, pero siempre pierdes a los que amas.

Seiya cerró los ojos, intentando ignorar las imágenes, pero era difícil. Los recuerdos eran reales, y el dolor que sentía al verlos era abrumador.

—No... —murmuró, apretando los dientes—. No puedo dejar que esto me detenga.

De repente, la voz de Shiryu resonó en su mente.

"Seiya, confía en nosotros. No estás solo."

Le siguió la de Hyoga.

"Siempre hemos luchado juntos, y esta vez no será diferente."

Y finalmente, la voz de Ikki.

"Si caes, estaremos allí para levantarte. Así es como hemos sobrevivido."

Las palabras de sus amigos encendieron una chispa en el corazón de Seiya. Abrió los ojos, y su Cosmos estalló como una estrella.

—¡Hades! ¡No importa cuántas veces intentes quebrarme! ¡Siempre encontraré la fuerza para seguir adelante, porque nunca estoy solo!

El brillo del Cosmos de Seiya iluminó todo el dominio, disipando las sombras y enfrentando directamente a Hades.

El choque de voluntades

Hades levantó una barrera de energía oscura, pero el Cosmos de Seiya lo atravesó como si fuera papel.

Por primera vez, el dios del Inframundo retrocedió, sorprendido por la intensidad del ataque.

—Esto… esto no es posible —murmuró Hades, mientras su barrera se desmoronaba.

—¡Nada es imposible cuando luchas por proteger a los demás! —gritó Seiya, lanzándose hacia él con un puño lleno de energía.

El impacto fue devastador. La figura de Hades se tambaleó, y el dominio oscuro comenzó a colapsar a su alrededor.

—Seiya… —murmuró Hades, mientras una sonrisa amarga se formaba en sus labios—. Quizás he subestimado tu fuerza. Pero esto aún no ha terminado.

Con un último gesto, Hades desapareció en un torbellino de sombras, dejando a Seiya solo en el vacío.

Cuando Seiya abrió los ojos, se encontró de nuevo en la caverna. Sus amigos estaban a su alrededor, sus rostros llenos de preocupación.

—¡Seiya! —gritó Saori, corriendo hacia él.

—Estoy… bien —murmuró Seiya, aunque su cuerpo estaba agotado.

Shiryu, Hyoga, Shun e Ikki lo ayudaron a levantarse, mientras Saori colocaba una mano sobre su frente, canalizando su Cosmos para sanarlo.

—Lo enfrentaste solo, ¿verdad? —preguntó Ikki, con una mezcla de admiración y reproche.

—No tuve elección —respondió Seiya, con una sonrisa cansada—. Pero no habría podido hacerlo sin ustedes.

Saori asintió, pero su mirada seguía siendo seria.

—Esto es solo el comienzo. Hades no se detendrá hasta destruirnos.

—Entonces tampoco nos detendremos nosotros —dijo Seiya, con determinación renovada.

El grupo asintió al unísono, sabiendo que la batalla contra Hades estaba lejos de terminar. Pero ahora, más que nunca, estaban listos para enfrentarlo juntos.

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