Epílogo
Beatrice caminaba lentamente hacia el sofá de la casa, buscando un momento para descansar. Su embarazo avanzado la había dejado agotada, y sentía la necesidad de recostarse un poco. Justo cuando estaba a punto de sentarse, una sensación extraña recorrió su cuerpo. Un líquido caliente se deslizó por sus piernas, mojando su vestido. Miró hacia abajo, alarmada, y luego levantó la vista hacia Finral, Magna y Vanessa, que estaban sentados, descansando despreocupadamente.
—Chicos... —dijo, con la voz temblorosa y los ojos muy abiertos—. Creo que rompí fuente.
Sus palabras dejaron a todos en estado de shock. La respiración de Beatrice se volvió entrecortada mientras el pánico empezaba a instalarse. En un instante, todos los Toros Negros se arremolinaron a su alrededor, ansiosos, asustados y sin saber bien qué hacer.
—¿Qué hacemos? ¡Ay, qué nervios, qué hacemos! —gritó Finral, llevándose las manos a la cabeza—. Creo que voy a desmayarme... —y sin más, cayó al suelo, completamente fuera de combate.
Magna, siempre más calmado bajo presión, se acercó rápidamente a Beatrice, tratando de mantener la calma.
—Señorita Beatrice, respire, tranquila —dijo, con un tono firme pero suave—. ¡Asta! Ve a buscar al capitán. Y despierta a Finral.
Asta, tan eficiente como siempre, salió corriendo a toda velocidad para buscar a Yami, mientras Vanessa se agachaba junto a Finral. Con una expresión de frustración, le dio un golpe en la cabeza, despertándolo de inmediato.
—¡Finral! Este no es el momento de desmayarse, ve a buscar al capitán ahora mismo —le ordenó.
Finral, aún algo aturdido, asintió rápidamente y desapareció en un abrir y cerrar de ojos, usando su magia para ir en busca de Yami.
Charmy, sin perder su toque característico, se acercó con un plato de comida en la mano.
—¡Tome esto! Así su bebé nacerá fuerte —le dijo con una sonrisa, ofreciéndole un panecillo.
Beatrice apenas pudo esbozar una sonrisa nerviosa. Estaba asustada. Su bebé iba a nacer, y Yami no estaba allí con ella. Los nervios empezaron a intensificarse, pero antes de perder el control, Noelle se acercó y tomó su mano con firmeza. El simple gesto de apoyo la hizo sentir un poco más tranquila. Beatrice le agradeció en silencio con una mirada, mientras la recostaban en el sofá.
A los pocos minutos, Finral apareció de nuevo con Yami y un doctor. Yami, con el rostro lleno de preocupación, se acercó a Beatrice de inmediato.
—Yami... —sollozó ella, aliviada de verlo.
—Tranquila, amor —dijo él, arrodillándose a su lado y tomando su mano—. No entres en pánico, estoy aquí.
Beatrice lo miró con ojos llenos de lágrimas, con su corazón palpitando con fuerza. En medio del caos, vio cómo Yami, que siempre era tan seguro de sí mismo, apretaba la cabeza de Asta, claramente nervioso.
—¡Capitán! ¡No me apriete así! —protestó Asta, retorciéndose bajo su agarre.
Con la ayuda de todos, llevaron a Beatrice a la habitación más cercana, donde la recostaron con cuidado. El doctor comenzó a examinarla, y después de unos minutos, confirmó lo que todos ya sabían.
—El bebé está listo para nacer —anunció el médico, con una sonrisa tranquilizadora.
Yami no soltaba la mano de Beatrice ni por un segundo, su mirada estaba llena de emoción y preocupación. Beatrice, aunque asustada, se sintió reconfortada por su presencia. Sabía que, a pesar de todo el miedo que sentía, con Yami a su lado podía enfrentarlo todo.
—Todo va a estar bien —le susurró él, con la voz más suave que jamás había usado.
Las horas que siguieron fueron un torbellino de emociones y esfuerzo. Beatrice respiraba profundamente, haciendo todo lo que el médico le indicaba, mientras los Toros Negros esperaban ansiosos en la sala contigua, sin saber qué hacer con sus propios nervios.
Finalmente, después de lo que parecieron horas interminables, el llanto de un bebé rompió el silencio.
El médico levantó al recién nacido con una sonrisa radiante.
—Es un niño.
Beatrice, agotada pero llena de felicidad, dejó escapar un suspiro aliviado. Yami, por su parte, parecía en shock, con los ojos brillando de emoción mientras miraba al pequeño ser que sostenían ante ellos.
El bebé fue colocado en los brazos de Beatrice, quien lo miró con lágrimas en los ojos. Yami se inclinó sobre ella, abrazándola y besando su frente.
—Lo logramos —murmuró Beatrice, sonriendo débilmente mientras acariciaba la cabeza del bebé.
—Lo logramos —repitió Yami, con la voz quebrada de emoción, sosteniendo a su nueva familia con todo el amor que podía dar.
Y así, en medio de sus seres queridos, la familia de Beatrice y Yami comenzó una nueva etapa, con la promesa de una vida llena de amor, desafíos y aventuras por delante.
Fin
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