Capítulo 23
Otra noche, otra actuación.
Otra noche en la que debo fingir que todo está bien.
Otra noche en la que fingir una sonrisa se me da muy bien.
Miro, sin mucho convencimiento, el vestido que está puesto sobre mi cama, el que mi madre también escogió. Lo opuesto a la elegancia, es este vestido. Como si madre me dijera entre líneas que ya había cumplido con mi presencia ayer, con las etiquetas, y que las noches restantes no eran necesarias para hacerme notar entre la nobleza. No es que fuera quisquillosa a la hora de vestirme, pero no dejaba de incomodarme la sensación del mensaje que madre me estaba dando.
Mi piel, que antes era luminosa, ahora parecía apagada y por consecuencia, las pecas de mi rostro se notaban mucho más. Me gustaría ir sin maquillaje, se me hacía tedioso ponerme una base de maquillaje todos los días sabiendo que nadie me estaría observando. Papá se la pasaba en su despacho, haciendo cálculos, manejando el dinero de la familia. Mis hermanos al parecer ya tenían vida propia y llegaban al castillo solo para dormir u ocuparse de asuntos de bueno... hombres, como lo decía mi madre. ¿Y ella? Las reuniones sociales con sus amigas eran sus pasatiempos favoritos.
Me siento completamente sola; muy, muy sola. Hasta prefería que madre me dijera sus palabras hirientes de siempre solo para sentir algo...
—¿Señorita?
Salí de mi ensimismamiento.
—¿Sí?
—Ya está lista.
Observé mi reflejo en el espejo, tan pulcro, tan... perfecto. Madre no creía en lo imperfecto, pero lo imperfecto es lo que hace que el ser humano sea real, un ser mortal que viene a aprender de sus errores y precisamente, de sus imperfecciones. Ser lo que ella quería solo me hacía sentir más vacía.
Al bajar al salón, me sorprendió ver a mi hermano Damian junto con Alaric. La noche anterior nos habían honrado con su ausencia, tampoco es que me importara lo que hicieran en su día a día, si ellos ni siquiera me visitaban.
Mentirosa, sí que te importa.
Ver a mis hermanos era como presenciar una belleza antinatural, muy contraria a la mía. El estilo elegante de ambos, la frialdad con la que trataban a todo el mundo y con la que actuaban también, me llevaba a pensar que madre sí logro crear a dos seres humanos "perfectos" para ella.
—Hola —saludo, algo tímida—. ¿Y nuestros padres? —Maribel se mantuvo a una distancia prudente de mí, tener su presencia cerca sí que me reconfortaba, en especial al ver el brillo de odio en los ojos de Alaric. Al menos, Damian sólo era indiferente, así que sólo le dirigí a él aquella pregunta.
—Ya se fueron —respondió Damian, serio—. Vámonos.
Asentí, comenzando a caminar detrás de ellos.
Pasados unos minutos, Alaric murmuró malhumorado:
—¿Puedes caminar más rápido? —se quejó—. Te demoraste en bajar y ahora vamos tarde por tu culpa. ¿Y quién te dio ese horrible vestido? Aunque pensándolo bien —sonrió con malicia—, representa exactamente lo que eres por dentro.
Fingí que no me dolieron sus palabras.
—No te pedí que me esperaras, Alaric —enfaticé en su nombre—. De hecho, me da dolor de cabeza solo verte. ¡Ay! —me quejé.
—¡Basta! —bramó Damian.
Alaric me agarró del brazo con tal fuerza que sus dedos quedaron marcados en mi piel, formando una mancha roja sobre lo pálido de mi carne.
—Me avergüenza que me vean a tu lado, me avergüenza que seas mi hermana, me avergüenza que nacieras. ¿Por qué no le haces un favor al mundo y desapareces, así como lo hicieron tus patéticos recuerdos?
Las lágrimas calientes se deslizaron por mis mejillas mientras Alaric se alejaba. Sollozaba como una tonta. ¿Por qué me odiaba tanto? Iba a darme la vuelta para regresar, pero Damian me detuvo.
—Mamá se enojará si no vas —me advirtió. Su tono suave me detuvo de seguir caminando hacia mi habitación para encerrarme y llorar.
—¿Por qué, Damian? ¿Por qué nunca me han tratado como a una hermana?
—Es complicado —dijo, apretando la mandíbula.
—¿Qué es complicado? Explícame... ¿es complicado visitarme una vez a la semana? ¿Es complicado preguntar cómo me siento? ¿Es complicado invitarme a tomar el té con ustedes? —Ahora que estaba diciendo estas cosas, mejor decirlas por completo—. ¡Tengo miedo Damian! —Lloré aún más, pero continué hablando, sacándome las lágrimas—. Miedo de no poder recuperar mis recuerdos, miedo de podrirme sola en ese castillo tan solitario. Me da miedo mamá...
Algo pareció ablandarlo, porque dio un paso hacia mí como intentando consolarme, pero en el último segundo se detuvo y se giró hacia el camino de piedra que conectaba con el castillo del rey.
—Vamos, Beatrice, no lo volveré a decir de nuevo.
Y como una tonta, lo seguí.
Deseé con todas mis fuerzas que nadie se percatara del rojo de mis ojos y del maquillaje corrido. Cuando entramos al salón majestuoso en el que el rey convocaba a los nobles, me dirigí con la mirada gacha directamente hacia nuestra mesa, sin esperar si Damian me seguía o no. Cuando llegué, me alivié de que mis padres no se encontraran o tendría que explicar lo que había pasado. Los divisé a lo lejos, conversando con una señora con vestido negro y bastante apretado.
La siguiente media hora estaba bastante aburrida, apenas comí de lo que me sirvieron, con el estómago completamente negado a digerir algo. Estaba que caía en la mesa del sueño, gracias al insomnio, mi nuevo leal amigo.
Desde lejos, madre me lanzaba algunas miraditas desaprobatorias, seguro Alaric le había ido con lo sucedido, dejándome como la mala. Fue tan cruel, que ni siquiera quería verlo esta noche o seguro que terminaríamos peor que antes.
Con la mano apoyada en la mejilla y los párpados cada vez más pesados, comencé a bostezar.
—¿Puedes poner mejor cara? —Abrí los ojos asustada, siendo descubierta.
—Estoy cansada, madre —respondí sin muchas ganas.
—En el castillo puedes dormir todo el día si lo prefieres, pero aquí no Beatrice.
Me estremecí por su tono de voz. Me obligué a mantenerme despierta, pero la luz tampoco ayudaba.
—¡Morganna! —exclamó una señora, cuyo vestido exuberante me recordó a la cola de un pavo real.
—Elysia, cuánto tiempo —saludó mi madre, fingiendo su más genuina sonrisa.
—Un año ha pasado ya —le respondió la mujer.
Quise voltear los ojos.
Afortunadamente, Elysia se llevó a mi madre al lado contrario de donde se encontraba nuestra mesa. Me atrevería a decir que era la única que estaba sentada y aburrida, por lo que me levanté para poder ir al baño y estirar las piernas, sino terminaría por dormirme.
Maribel, quien estuvo todo este tiempo de pie, se movió para seguirme.
—Oh, no es necesario que vengas Maribel, ve a sentarte un rato —dije.
—Pero señorita...
—No te preocupes, no me escaparé y aunque lo quisiera, no puedo. Nos vemos aquí en diez minutos.
No esperé a que me respondiera, me escabullí entre los sirvientes que llevaban y traían bandejas con copas y aperitivos. Recorrí todo un pasillo para poder encontrar el baño. Al menos, con este vestido se me hacía mucho más fácil el tener que levantármelo.
Cuando terminé y me lavé las manos, salí para recorrer un poco el salón, siempre manteniéndome detrás de algún pilar o escondida entre los arreglos florales.
«Entonces, ¡me invito a una cita!»
«¿Estás seguro de que es una mina de oro?»
«Trato hecho, amigo.»
Conversaciones y conversaciones de poco interés.
«En serio Nozel, ¿te haces esa trencita todos los días?»
Me detuve.
¿Nozel? ¿El heredero de la familia Silva? Esa conversación si que me interesó, así que me acerqué siguiendo la dirección de aquellas voces.
Alrededor de una gran mesa, habían nueve personas, incluyendo a Nozel Silva y Fuegoleon Vermillion. Parecían discutir sobre un asunto, y un hombre rubio con una sonrisa bastante gentil, apaciguaba la charla. Me acerqué un poco más.
—¿No te cansas de llevar esa trencita siempre así, Nozel? —le preguntó el mismo hombre.
Aquel hombre se encontraba de espaldas hacía mí y se burlaba de Nozel Silva. Ahora que veía mejor... claro, eran capitanes de órdenes y el hombre rubio era el Rey Mago. No los conocía, creo, pero a Nozel y Fuegoleon sí, ya que al igual que la familia Lumis, su linaje estaba entrelazado con el del rey.
La risa grave del hombre de cabello oscuro retumbó por todo el salón. Algunos nobles lo miraban feo y murmuraban cosas a su espalda. Eso parecía no importarle en lo más mínimo, su único objetivo era Nozel Silva. Admiré su valentía, bien era sabido que Nozel no titubeaba al momento de enfrentar a otros y su mirada me decía que estaba a punto de perder la paciencia.
—Tú no vienes a estas reuniones, extranjero. ¿Qué te hizo cambiar de opinión? —replicó Nozel, claramente molesto.
—¿No puedo divertirme como ustedes? —se recostó sobre la silla—. Además, aquí dan comida y vino gratis, no podría perderme algo así —contestó el hombre. El tono despreocupado con el que lo dijo solo avivó la incomodidad de quienes lo rodeaban.
—Beban, beban —los animó el Rey Mago, cuyo nombre no recordaba.
Me pregunté si el hombre de manto negro estaba borracho. Su actitud tan diferente a la de los demás era desconcertante. Pero más allá de eso, había algo en él que llamaba mi atención, que me intrigaba, algo que me impulsaba a querer acercarme más. Era como si la voz interior de mi ser me empujara a descubrir su identidad, a descubrir su rostro. Decidí acercarme un poco más, siempre con el cuidado de mantenerme oculta. Me deslicé hacia la derecha, hasta conseguir una vista parcial de su perfil.
Pude ver su nariz recta, su barba incipiente, y el cabello negro ligeramente largo.
«Acércate»
Siguiendo esa lejana orden, me moví un poco más, a pocos metros de ellos. Mientras lo observaba, noté un cambio en su postura, como si se tensara de repente. Siguió conversando con un capitán de manto verde. Llevó la copa de vino hasta sus labios y se giró levemente, como buscando algo. Bastaron unos segundos para que fijara su atención en mi dirección. ¿Acaso eso era posible? No, no podía ser. Estaba bien escondida; seguro que me lo imaginé. Pero entonces, sus ojos oscuros se encontraron con los míos, y sentí una extraña presión en el pecho, como si me dejara sin aire. Pero... pero estaba bien oculta, detrás de muchas flores, no podía estar viéndome, seguro que algo de las flores le llamó la atención.
¿Qué estoy haciendo? Espiar no es propio de mí, y menos andar de cotilla.
Vamos, muévete.
Pero mis pies no obedecieron. Creí que el hombre no quitaría sus ojos de mí, sin embargo, lo hizo, como si nada hace un momento hubiese pasado.
—Señorita —escuché de repente, el susurro urgente de Maribel sobresaltándome. Me giré rápidamente, encontrándome con su expresión preocupada—. Debemos regresar —añadió Maribel.
Asentí lentamente, aún sintiendo la intensidad de la mirada de aquel hombre.
—Maribel, ¿ellos son capitanes de orden?
Maribel siguió la dirección de mi mirada, uniendo hilos y dándose cuenta de lo que había estado haciendo.
—Señorita, si su madre la ve aquí, podría encerrarla y no dejarla salir.
—¿Qué?
Sólo le había hecho una simple pregunta.
—Ese hombre, de capa negra, ¿quién es?
Parecía mirarme horrorizada, como si se me hubiese zafado un tornillo, lo que me causó más irritación y curiosidad.
—Es el capitán de los Toros Negros, señorita. Debe mantenerse alejada de él. Si su madre descubre que hace un rato lo estaba espiando, tendrá consecuencias —me advirtió, su voz estaba llena de urgencia. Qué raro... Maribel estaba muy tensa.
—¿Por qué? —pregunté, sin entender del todo. ¿Por qué debía alejarme de él? ¿Qué podía ser tan peligroso en ese hombre para que Maribel se mostrara tan alarmada?
Maribel dudó un momento antes de responder, como si buscara las palabras adecuadas.
—Porque ese hombre fue el causante de que perdiera la memoria.
El mundo a mi alrededor pareció desmoronarse en un instante.
El causante de que perdiera la memoria.
El hombre que me robó dinero y el culpable de que me golpeara contra una roca.
Sentí cómo la rabia empezaba a apoderarse de mí, llenándome de una furia que nunca antes había experimentado. ¿Ese hombre, el extranjero al que todos miraban con desdén, era el responsable de todo mi sufrimiento? Las semanas de pesadillas, la confusión, la sensación de estar perdida en mi propia vida... todo tenía un origen. Y ahora ese origen tenía un rostro, una voz, una risa que jamás podría olvidar.
La ira burbujeaba dentro de mí, amenazando con desbordarse en cualquier momento. No podía creerlo. No podía creer que él estuviera aquí, disfrutando de la noche como si nada, mientras yo había estado luchando por recuperar lo que él me había arrebatado.
Pero por ahora, solo podía apretar los puños y morderme la lengua. Porque, aunque el odio ardía en mi pecho, sabía que no podía hacer nada, no todavía. Tendría que esperar, tragarme esa rabia y fingir que todo estaba bien, al menos hasta que pudiera enfrentar a ese hombre cara a cara.
La segunda noche terminó con una promesa silenciosa que me hice a mí misma: no descansaría hasta que él pagara por lo que me había hecho.
Hola, gracias por votar.
Son conscientes de que quedan 7 capítulos para que se termine el fanfic? Finalmente nuestra aventura está llegando a su fin 🥺
+NO HARÉ SUFRIR A NADIE, REPITO, A NADIE.
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Adelanto próximo cap:
"...se inclinó hacia mí, sus labios estaban peligrosamente cerca de mi mejilla.
—No me gustaría dañar esa cara tan bonita —susurró fríamente, con una amenaza latente en sus palabras."
-Cote
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