Capítulo 21

Un mes después...


Las primeras semanas después de perder mis recuerdos fueron como un tormento silencioso. La confusión y el vacío en mi mente me perseguían a cada momento. Había días en los que me encontraba mirando por la ventana, intentando recordar algo, lo que fuera, pero lo único que conseguía era un dolor de cabeza punzante y una desesperación que me hacía sentir que estaba perdiendo la razón.

Las noches eran aún peores.

Me despertaba empapada de sudor, con imágenes borrosas que me perturbaban profundamente. Soñaba con manos que me sujetaban con fuerza, con una voz que me acusaba, y con una figura oscura que se cernía sobre mí. Pero al despertar, no podía estar segura de si esos sueños eran reflejos de algo real o simplemente productos de mi mente confusa. El miedo se apoderaba de mí, un miedo que no podía nombrar, un miedo que me dejaba temblando en la oscuridad.

Maribel, mi criada, estaba siempre a mi lado, siendo testigo de esta desesperación que me consumía por intentar recuperar, aunque sea uno de mis recuerdos perdidos. Debería haber sido un consuelo tenerla a mi lado, pero en lugar de eso, su compañía solo acentuaba mi sensación de estar atrapada. Este castillo, que antes me parecía un hogar, ahora se sentía como una prisión. No podía escapar, no podía recordar, y cada día que pasaba sin respuestas, el peso de mi existencia se volvía más insoportable.

Había momentos en los que intentaba razonar con Maribel, suplicándole que me dejara salir, que me llevara a pasear por el jardín, aunque solo fuera por unos minutos. Pero Maribel siempre negaba con la cabeza, recordándome las palabras de mi padre: «Es por tu propio bien, Beatrice. Aquí estás a salvo.» Pero no podía sacudirme la sensación de que estaba siendo protegida de algo que ni siquiera podía recordar.

Y así, entre los muros del castillo, comencé a sentir que mi mente se fragmentaba, que los recuerdos que me faltaban se llevaban consigo partes esenciales de mí misma. Me sentía incompleta, perdida en un laberinto de mi propio ser, y con cada día que pasaba, el sufrimiento se hacía más profundo, más insoportable. El castillo, con sus corredores interminables y sus habitaciones vacías, se convirtió en un reflejo de mi propia mente: vasto, oscuro y lleno de sombras que no podía comprender.

La primera semana fue un torbellino de preguntas sin respuestas. Cada mañana me despertaba con el corazón palpitante, como si mi cuerpo supiera algo que mi mente no podía recordar. Había un hombre que flotaba en la superficie de mis pensamientos, algo cálido y familiar, pero cada vez que intentaba aferrarme a él, se desvanecía como un sueño al amanecer. Los sirvientes me saludaban con la misma cortesía de siempre, pero sus sonrisas me parecían forzadas, como si supieran algo que yo no.

Mi madre me observaba desde la distancia, sus ojos eran como puñales disfrazados de preocupación. No la escuchaba levantar la voz, ni siquiera cuando accidentalmente derramé una taza de té sobre la alfombra del salón principal. En el pasado, eso habría desatado su furia. En su lugar, me dirigió una mirada fría, casi vacía, que me dejó helada. Me decía a mi misma que las pesadillas donde ella me hacía daño no podían ser reales, pero en el fondo, algo no cuadraba.

Mis hermanos, Alaric y Damian, eran un misterio para mí. Alaric, se comportaba como si todo fuera normal, pero lo veía apartar la mirada cuando me dirigía a él. Damian, en cambio, se mostraba más distante que nunca, como si temiera decir algo que no debía. Había noches en las que me encontraba vagando por los pasillos, incapaz de dormir, con la esperanza de encontrar una señal, algo que me recordara quién era realmente. Pero todo lo que encontraba era silencio y puertas cerradas.

Me estaba ahogando aquí adentro. Cada vez que repetían que afuera no era seguro para mí, nadie me lo explicaba. Mis días se convirtieron en una rutina asfixiante de paseos por los mismos pasillos, lecturas sin fin y conversaciones insulsas sobre temas que no me importaban, demasiado superficiales. La tercera semana, mi desesperación alcanzó su punto álgido. Me encontraba en mi habitación, observando mi reflejo en el espejo, tratando de recordar quién era la persona que me devolvía la mirada. Pero lo único que veía era a alguien que había perdido su esencia, su propia identidad. Grité, un grito desgarrador que hizo eco por los pasillos vacíos. Maribel entró apresuradamente, pero no dijo nada, solo me abrazó mientras yo lloraba en sus brazos, sintiéndome más sola que nunca.

Me siento como una marioneta atrapada.

La Beatrice que alguna vez fui estaba desvaneciéndose, y no sabía si algún día la encontraría de nuevo.

Bueno, intenté crear a la Bea como la anterior, pero las pecas no le salieron (lo di todo)

Este cap es como una intro, pero lo dejé como cap.

Mañana, bueno en realidad hoy (porque son pasadas las 2am) les publico el siguiente.

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