Capítulo 13
Pasé el trapo por tercera vez en el día, intentando mantener mis manos y mi mente ocupadas. Esta casa, o mejor dicho, castillo, era inmenso para trece personas (incluyéndome), y para solo una persona lo era el doble. Sentía mucha soledad y me estaba poniendo nerviosa. Técnicamente, éramos dos personas conviviendo en este momento: yo y el muchacho de larga cabellera celeste. A decir verdad, su presencia repentina y su cercanía me inquietaban un poco. No parecía mal tipo, pero con su tipo de magia tampoco podía acercármele demasiado.
Hace tres días que los Toros Negros se habían ido a cumplir una misión en el Templo Submarino. Por lo tanto, era mi tercer día viviendo sin su compañía y con la soledad que me brindaba el bosque, sumado a los kilómetros de separación con la ciudad de Kikka. El día de su partida, me había despertado pasada la media mañana en la cama de Yami. Hice un esfuerzo tremendo por despojarme del atractivo aroma de sus sábanas y también por caminar con normalidad después de haber experimentado esas intensas emociones por primera vez. Honestamente, me habría dado vergüenza verlo a plena luz del día después de que ambos nos expusiéramos íntimamente al otro. Cuando bajé al primer piso, me encontré con una pequeña nota sobre la mesa, con una letra bastante tosca y dispareja (supuse que de Yami) diciéndome que volverían dentro de cinco días. Así que, dado que las clases de la Academia Solaris estaban canceladas, no me quedaba otra que esperar y ver cómo pasaban los días en este rincón del oscuro bosque.
El primer día me dediqué a explorar todo el castillo y le supliqué a Henry que no cambiara su estructura hasta haberme familiarizado con todo. A pesar de que Henry no podía controlar esto muchas veces, hizo el esfuerzo por cumplir con lo que le había pedido. Conté seis niveles en total, aunque por fuera parecía un verdadero rompecabezas con lo irregular de su estructura y la disposición de los cuartos y habitaciones. La habitación de Yami estaba en el cuarto piso, mientras que las de los demás miembros estaban en el segundo y tercero. Me sorprendió (gratamente) descubrir unos baños termales en el primer piso, al lado opuesto de la entrada. También encontré una torre en el lateral de la casa, que daba acceso a otra habitación.
Al segundo día, aburrida por no tener algo productivo que hacer, contraté un taxi escoba para que me ayudara a transportar cortinas y ventanas nuevas. En mi larga incursión del día anterior, descubrí que muchas ventanas estaban rotas y agrietadas, provocando un frío intenso por las noches. Las cortinas, viejas y deshilachadas, necesitaban urgentemente ser reemplazadas. Bastaron unas pocas monedas de oro para comprar nuevas. El caballero del taxi escoba y Henry me ayudaron con la tarea, ya que algunas partes eran inaccesibles para mí sola. Además, compré floreros, nuevas luces, alfombras y cojines para el sofá de la estancia principal. Todo eso me consumió más de la mitad del día, pero valió la pena. El castillo ahora era más cálido por las noches, y las flores frescas le daban un toque más hogareño. Si Yami tenía deudas que pagar, supuse que la decoración del lugar pasaba a segundo plano. Aunque no conocía bien a todos los Toros Negros, algo me decía que a ellos tampoco les importaba mucho la estética. Con esta conclusión en mente, me tomé la libertad de hacer algunos arreglos.
Esta mañana, había comenzado a limpiar como una desquiciada. Haber crecido en una familia acomodada no impidió que aprendiera a hacer los quehaceres básicos que normalmente haría un sirviente. Cuando terminé de asear todo el lugar, pasé reiteradamente un trapo para el polvo, intentando no quedarme atrapada en mis pensamientos. Imaginé la sonrisa burlona de Yami y su mirada penetrante. Lo echaba de menos, y eso era difícil de admitir. Aunque llevaba fuera tres días, se sentían como los tres días más largos de mi vida. ¿Cómo debería actuar cuando lo viera de nuevo? ¿Ser la de siempre? ¿Ignorarlo? ¿O tratarlo de forma más cercana?
—Si mis sentimientos pudiesen ser más claros, no estaría tan confundida —le dije a Henry, quien se encontraba sentado en las escaleras, haciéndome compañía. Mis mejillas se inundaron de un tono rosa cuando le pedí a Henry que me acompañara a cualquier lugar al que iba. No puso resistencia; de hecho, parecía disfrutar la idea de tener a alguien con quien hablar. Además, si Henry absorbía el poder mágico de los demás, podría protegerme en caso de que un intruso llegara con malas intenciones. Porque... eran caballeros mágicos, claro que tendrían enemigos.
—¿Tienes hambre, Henry?
El chico negó con la cabeza. Dado que tardaba una eternidad en formar una frase, era mejor que se expresara con movimientos de la cabeza para que fuese más rápido.
—Más tarde prepararé algo, entonces.
Dejé el trapo dentro de un mueble y me tendí boca arriba sobre el sofá cama. En una de las pocas conversaciones con Henry, descubrí que él era el verdadero dueño de esta gran casa. Yami había llegado repentinamente, buscando un lugar donde instalar su base. Me imaginé al joven y decidido Yami de aquel entonces. ¿Habría sido igual de musculoso que ahora? Seguramente, ese cuerpo requería años de trabajo sin duda. Despejé mis pensamientos de los músculos de Yami y me concentré en Henry.
—¿Podría traer a una amiga mañana? —le pregunté, posando el mentón sobre mi mano derecha.
Henry sonrió.
—Claaaaaro.
—Gracias —le sonreí y me volví a recostar boca arriba. Cerré los ojos y respiré pausadamente. Durante el día recibí una carta de Kaori aceptando mi invitación para encontrarnos. Me dijo que no le importaría venir hasta aquí; le vendría bien un cambio de aires. Sin embargo, sabía que su curiosidad por conocer la base de los Toros Negros probablemente eclipsaba cualquier otra idea sobre dónde reunirnos. Me preguntaba si, en realidad, Kaori y yo éramos amigas. ¿Podría considerarse amistad? La última vez que hablamos, Kaori estaba dispuesta a resolver cualquier duda que tuviera, incluso sobre el amor. No es que estuviera enamorada, pero necesitaba respuestas sobre la extraña relación que mantenía con Yami. Quería estar emocionalmente preparada para cuando regresara de su misión y necesitaba consejos sobre cómo comportarme, o si entre nosotros no había más que una atracción puramente física. Me restregué los ojos, cansada.
—¡Beatrice!
—Kaori —le sonreí y fui a su encuentro.
Kaori observó sorprendida el castillo, cubriéndose los ojos del sol para mirar más detenidamente.
—Bueno, no está mal.
—Adelante, Kaori. Preparé té —le tomé suavemente del brazo y la guié hacia el interior.
—¡Vaya! ¡Por dentro es mucho más bonito!
Me sentí orgullosa, como si fuera mi propia casa. Definitivamente, todo estaba más reluciente.
—¿Qué te imaginaste?
Nos sentamos alrededor de la mesita para el té.
—En realidad, siendo sincera, me imaginé tela de arañas, madera desgastada y desastre por todas partes —dijo, sonrojándose un poco.
—No te sientas mal. La fama que los precede no ayuda a cambiar esa perspectiva.
Fui sirviendo el té y colocando algunas galletitas sobre nuestros platos.
—Es verdad —asintió, mostrando su acuerdo—. Me enteré de que perdiste todas tus cosas en el incendio pasado. Lo siento mucho, Beatrice —posó su mano sobre la mía, reconfortándome.
—Afortunadamente, nadie salió lastimado. Lo material se puede recuperar.
—Tienes razón. Nunca imaginé decir esto, pero echo muchísimo de menos enseñar —murmuró, haciendo una mueca triste al confesarlo.
—También yo. ¿Cómo están tus alumnos?
—A salvo. ¿Y los tuyos?
—También. El director Caelum dijo que las clases se reanudarán dentro de dos semanas. Algunas partes de la Academia resultaron afectadas por el incendio, así que no es seguro para los estudiantes regresar aún —suspiré. Dos semanas sin dar clases era mucho tiempo.
—Sé que los estudiantes son los más contentos con esto.
Reímos; era cierto, serían unas cortas vacaciones para ellos. Los ojos de Kaori parecieron analizarme en silencio.
—¿Qué ocurre?
Kaori bebió de su té y desvió la mirada, recorriendo el lugar detenidamente antes de volver a posar sus ojos en los míos.
—Es que te ves diferente.
—¿Diferente? —pregunté, confundida.
Asintió con la cabeza.
—Estás más relajada, como si ya no tuvieras que medir lo que dices. —Al ver que no dejaba de mirarla confundida, se apresuró a añadir—. No es nada malo. Es que antes ni siquiera te acercabas a mí, ni a nadie en realidad. Si no hubiese visto la dedicación y entrega que pones en tus alumnos y en enseñar, jamás habría intentado que fuéramos amigas.
—Lo siento... —me disculpé apenada. ¿Así era como los demás me veían?
—No tienes que disculparte —dijo, ruborizada—. Entiendo que todos tengamos una manera diferente de expresarnos, pero eso ha quedado en el pasado. Ahora eres mi amiga, y al fin me dejaste un espacio para entrar en esa coraza. —Presionó la zona de mi corazón con suavidad.
—Es sólo que... —comencé a decir, apenada—. No se me da bien socializar.
Kaori me ofreció una sonrisa compasiva.
—Y que mejor forma de comenzar conmigo —bromeó—. Me siento honrada. Además, hay algo más.
—¿Qué cosa? —pregunté.
—Tus ojos se ven diferentes.
Miré mi reflejo en la cuchara.
—Yo los veo del mismo color de siempre.
—Tu rostro tiene más color y se te ve bonito el peinado de ahora.
Me toqué por inercia el cabello, que había decidido probar con un estilo más desordenado. En lugar del bollo estirado de siempre, ahora lo llevaba más suelto, con dos mechones sueltos a los lados de mi frente.
Antes de que pudiese ponerme incómoda por el cumplido de Kaori (algo a lo que no estaba acostumbrada), cambió de tema de conversación.
—Y cuéntame, querida, ¿qué tal el capitán de los Toros Negros? Dicen que es peligroso, que no tiene piedad al momento de blandir su katana. Cuentan también que es un vago en sus tiempos libres y que se dedica a apostar, también dicen que...
—No es así —la interrumpí rápidamente. Me arrepentí enseguida por mi reacción. Me llevé la taza a los labios, intentando cubrir mi rostro enrojecido por la vergüenza.
—¿No? —preguntó, sonriendo de oreja a oreja, más interesada en mi reacción—. Bueno, como te iba contando, también dicen que es terriblemente musculoso, alto y con una belleza inusualmente atractiva. Me preguntaba si al tocar sus músculos te toparías con algo duro e inamovible... —se quedó pensando—. ¡Ah! Lo recordé. También dicen que tiene ocho abdominales marcados, ya sabes, por lo grande que es...
Fruncí el ceño.
—Sólo tiene seis.
Su rostro se iluminó.
—¡Ajá! ¡Beatrice Aldridge, tienes algo que contarme!
—Kaori, tú... —apreté los labios—. Me tendiste una trampa.
—¿Yo? —se hizo la inocente—. Pues, estoy sorprendida. Más que sorprendida, diría. ¡Ay, por Dios! No me digas que tú y Yami Sukehiro están teniendo una relación amorosa... Beatrice, mírame.
—Por supuesto que no, sólo soy una huésped temporal. Nos conocimos y con el tiempo me lo encontré más seguido en algunos lugares y... bueno, me ofreció una habitación mientras encontraba otro hotel en el que quedarme. No es como lo tachan los demás —negué con la cabeza seriamente—. Ni él ni su orden. Les estaré eternamente agradecida por recibirme sin oponerse.
—Me alegra escuchar eso, Beatrice. Confieso que estaba preocupada de que estuvieses viviendo en malas condiciones. ¿Y dónde están todos? ¿Llegarán más tarde?
Le ofrecí más té a Kaori, quien aceptó gustosa.
—Están en una misión en el Templo Submarino, no llegarán hasta dentro de dos días más.
—He escuchado algunas historias sobre el Templo Submarino. Es muy difícil llegar a sus profundidades y muchos se han muerto ahogados, o eso es lo que las historias cuentan.
Sentí una punzada en el pecho de preocupación.
—Espero que todo les esté saliendo bien.
Kaori sonrió abiertamente de nuevo, pero esta vez no dijo nada respecto a eso.
—¿Entonces estamos solas?
—No, también está Henry, pero debe de estar durmiendo.
—¿Henry?
—Es el dueño de este castillo, ha estado viviendo aquí toda su vida.
—¿No es un caballero mágico? —preguntó con curiosidad.
—Creo que no —respondí—. Tiene una condición que hace que absorba el poder mágico de otros, por eso se ha mantenido oculto aquí —me quedé pensando durante un minuto—. Este castillo es como parte vital de Henry.
—Ya veo. Entonces, ¿en qué necesitas que te ayude?
Intenté alargar el tema de conversación, pero debía ir directo al punto. Dejé la taza de té sobre la mesita y me acomodé mejor en la silla.
—Me dijiste que cuando alguien te gusta no dejas de pensar en esa persona.
—Ajá, lo recuerdo. ¿Descubriste que te gusta esa persona?
Las dos letras positivas querían escapar por mis labios, empujaban con fuerza para revelarse frente a Kaori.
—No lo sé, estoy confundida. No creo que a esta persona le guste de esa forma, pero nuestra relación se volvió extraña —miré por la ventana y me quedé mirando un punto fijo.
—¿Cómo de extraña? —el tema había captado su atención.
—Bueno... No nos hemos besado, pero él y yo... —miré las manos sobre mi regazo, totalmente ruborizada.
—¿Tuvieron sexo?
—No —respondí incómoda de repente—. Nos tocamos.
Dios, que alguien enterrara mi cabeza diez metros bajo tierra. A Kaori no parecía ponerla nerviosa el tema de conversación y agradecía eso. Más bien, quería con todas sus fuerzas poder ayudarme.
—No se besaron, pero intimaron sin llegar al coito —se echó para atrás y se quedó pensando—. ¿Y tú cómo te sientes al respecto?
—Me... me gustó hacer eso, no dejo de darle vueltas. No sé si realmente me gusta él en todos los sentidos, o si solo me gustó que me tocara —realmente luchaba por entender mis propias emociones.
—Si te imaginas a otro hombre haciéndote lo mismo, ¿te gustaría hacer eso?
Me imaginé la situación y automáticamente sentí un escalofrío por el cuerpo.
—No —negué repetidamente con la cabeza—. Estoy segura de que sólo él podría provocarme esas sensaciones.
—Entonces te gusta —Kaori me dio palmaditas en la mano y me sonrió alentadoramente—. ¿Y crees que le gustes a él?
¿Yami me gusta? Los latidos de mi corazón al pensar en aquello aumentaron.
—No lo sé —dije sinceramente—. Es muy pronto para eso, apenas y nos estamos conociendo.
—Mmm ya veo por qué estás tan confundida. Tal vez deberías ocultarle lo que sientes de momento, y ver si hay una posibilidad de estar juntos. Podrías pasar más tiempo con él, eso cambiaría la percepción que tiene sobre ti.
—Pasar más tiempo con él... —pensé en voz alta, después la miré—. ¿Y qué podría hacer?
Los ojos de Kaori brillaron y sonrió después de eso.
—Escucha con atención, querida.
Esa noche, después de que Kaori abandonó la casa, había quedado más tranquila. Aceptar lo que florecía en mi interior me facilitaba las cosas. No estaba segura de si Yami sentía lo mismo; aún sentía que era muy pronto para eso. Tampoco lo forzaría a nada conmigo por ahora, ni yo estaba segura de cómo proceder, así que, llegado el momento, aplicaría algunos de los consejos de Kaori. Froté mi cabeza contra la almohada inhalando el aroma de Yami; había dormido aquí todas estas noches y me sentía más segura en su dormitorio que en el mío. Me entregué a la tranquilidad de la noche.
Holis jaja
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top