Capítulo 11

Había regresado sin éxito de encontrar un nuevo hotel en el que quedarme. Era tarde y me encontraba en mi nueva habitación. No tenía mucho para adornarla, así que aproveché de comprar ropa y algunos accesorios de aseo que fuera a necesitar. Volví a peinarme con el bollo estirado de siempre, volví a cubrirme las pecas con base de maquillaje; pero ya no quería hacerlo. Me dolía la cabeza por tener tan estirado el cabello y también me encantaría que la piel de mi rostro respirara de vez en cuando. Había escondido la caja con algunos recuerdos en el armario, lejos de ojos intrusos. Me había dado un largo baño durante esta mañana, reparador sin duda. No había visto a Yami en todo el día y varios de los Toros Negros habían salido junto con él. Al parecer, algunos terroristas del Reino del Diamante habían atacado nuestro reino para armar caos. Buscaban debilidades del Reino del Trébol. Por su culpa, se habían incendiado algunos edificios. Las clases se cancelaron al menos durante dos semanas en lo que fuera seguro regresar a ellas. Había perdido algunos de mis apuntes y eso me entristecía. Estuve casi todo el día afuera y apenas había hablado con un caballero mágico: Finral.

De repente, escuché que la puerta de la habitación de Yami se abría y me senté en la cama conteniendo la respiración y tratando de escuchar sus movimientos. Quería pedirle que me permitiera quedarme por más tiempo, ¿quizá tres semanas? Le pagaría por adelantado.

Mi puerta sonó y me sobresalté. Yami estaba llamando. Me arreglé el cabello y me acomodé el vestido. Comprobé que todo estuviera normal en mí y me acerqué a la puerta, abriendo con una expresión de absoluta calma, aunque por dentro no lo estaba.

—Capitán Yami.

Se extrañó por cómo lo llamé.

—La cena está servida, baja a comer —me ordenó.

Podría negarme, ya era mucha la ayuda que estaba recibiendo. Pero... sería una desagradecida si rechazaba la primera cena con los Toros Negros (o más bien la segunda). Además, no he podido quitarme de la cabeza aquel encuentro fortuito de la noche antes del incendio. Y Yami no recordaba nada, me daba impotencia. Ahora, miraba aquellos labios que habían saboreado parte de mi piel, pero Yami no demostraba ni por asomo una emoción que me revelara que recordara todo aquello. Sentía decepción y no me gustaba nada sentir aquello.

—Está bien —respondí, saliendo por el espacio que me había dejado cerca de él. Sentí su mirada penetrante sobre mi nuca mientras caminaba. Su presencia imponía por todo el lugar y el hecho de que estuviéramos solo él y yo en este piso y en este espacio, me ponía bastante nerviosa. Sentí de inmediato la respiración de Yami cerca, su Ki. Lo poco que me había enseñado me había marcado. Su Ki se había vuelto más salvaje, una energía que buscaba atraparme y envolverme.

—Hueles tan bien —susurró de repente, con voz ronca.

Me di la vuelta por aquel repentino e inesperado comentario, y porque me trajo los recuerdos de aquella noche en que me dijo exactamente las mismas palabras. ¿Acaso lo recordaba?

—Gra...gracias —¿qué más podía decirle? No parecía recordar nada—. Tú también hueles bien.

Me ruboricé enseguida. Estaba comportándome como una adolescente cohibida. ¿Dónde había quedado la profesora estricta? ¿La que en un inicio no se dejaba molestar por este capitán? Necesitaba que regresara, porque si Yami intentaba hacerme algo indecente... se lo permitiría. Pero nada indecente llegó, puesto que solo se limitó a mirarme.

—¿No tienes calor con ese vestido?

—¿Por qué? ¿Preferirías verme desnuda?

Me tapé la boca de inmediato. No quise decir eso... ¡cielo santo! ¿Qué me pasaba?

De pronto sentí un calor que crecía en mi cuerpo ante la mirada profunda que Yami me estaba dando. Sus pupilas se agrandaron y me arrinconó lentamente hacia la pared. Estaba tan cerca, que si estiraba el cuello podría besarlo.

—Ahora que lo pienso —comenzó a decirme—, no sería una mala idea.

Su voz ronca provocó que los vellitos de mi cuerpo se erizaran. Tragué saliva lentamente y me relamí los labios resecos. Yami siguió aquel movimiento y sonrió de lado. Puse ambas palmas de mis manos sobre su pecho para alejarlo, pero sentir aquellos pectorales me impresionó. Deseaba deslizar mis manos sobre su cuerpo y explorarlo. Mi cuerpo reaccionó ante semejante pensamiento, necesitaba respirar o haría algo de lo que me arrepentiría después. No obstante, antes de alejarme, Yami puso sus manos sobre las mías y comenzó a guiarlas, moviéndolas sobre su pecho, tal como había pensado hacer.

—Eres como un libro abierto para mí, Beatrice.

Respiré entrecortadamente cuando escuché cómo pronunció mi nombre.

—Te esfuerzas por reprimir lo que sientes, deberías ser más honesta con tus sentimientos.

—No veo por qué debería serlo, capitán —enfaticé—. No siento nada —mentí.

Yami sonrió y su mirada se oscureció aún más.

—Y yo no veo que quites tus manos de mi cuerpo, porque deseas tocarme.

Intenté separarme ofendida, pero Yami me sujetó con fuerza. Me ardían las mejillas y las orejas. Después de unos minutos que parecieron eternos, ninguno dijo nada, nos adentramos en una burbuja que no podíamos reventar. Comprobé que sus heridas de ayer estaban curadas, ¿por qué sentía alivio?

Un calor se instalaba en mi pecho y en mi bajo vientre. Es tan duro como lo imaginé, un saco de puros músculos. Atractivo, masculino. Mi respiración se entrecortó cuando guio mis manos a su abdomen tonificado. Me sonrojé de la vergüenza. Sentía como si tocara una tableta de chocolate bien definida. Me sobresalté cuando su cuerpo reaccionó a mi tacto. Su pantalón se abultó. No podía despegar mis ojos de aquello y sentí como si mis pezones le respondieran al mismo tiempo.

Me alejé por miedo a esta nueva sensación. Me separé de él con el corazón desenfrenado y ansiando respirar aire fresco. Me dolía todo el cuerpo, pero por querer estar cerca del suyo y no separarme jamás. Nos miramos a los ojos. ¿Qué estábamos haciendo? Quise huir y esconderme. Definitivamente, ambos experimentamos atracción por el otro, pero era tan difícil confesarlo en voz alta, que preferimos continuar caminando por el pasillo para ir a comer. La distancia que tomamos ahora era cómica, cuando hace unos segundos lo estaba tocando y él me instaba a hacerlo.

La mesa estaba llena de risas y conversación cuando llegamos. Son caballeros mágicos, ¿esperaba que estuvieran tristes por lo acontecido con el reino? Debían estar acostumbrados a lidiar con todo tipo de situaciones. Noté cómo Yami se destensaba e iba a sentarse a la cabecera de la mesa, como el capitán que era. Ahora que observaba más de cerca, parecía un padre con sus rebeldes hijos. Cada uno de ellos tenía una personalidad particular, algo que los hacía diferente. Gauche por ejemplo, comía sin hacerle caso al resto, murmurando cosas sin sentido para mí. Por otro lado, Asta relataba su experiencia con el atentado reciente con mucha emoción, el brillo en sus ojos me decía que había sido especial para él; mientras que Noelle de vez en cuando lo regañaba o le decía palabras no tan amables. Gordon era el que más miedo me daba, por su apariencia de estar muerto en vida. Pero, parecía amable. Me aseguré de memorizar cada uno de sus nombres cuando se lo pregunté a Finral. Parecía que el chico de cabellera castaña y mechón verde sospechaba sobre el origen de mi familia, puesto que a veces lo veía observándome con curiosidad. Si por mí fuera, eliminaría el apellido Lumis de mi expediente, solo traía problemas y era una suerte de que madre me dejara vivir tranquilamente. Sonreí. Ahora se le haría difícil dar con mi paradero, jamás me buscaría por estos lados, tan alejado de la bulliciosa ciudad.

Fue un alivio entrar en un ambiente ruidoso y caótico, me ayudaba a olvidar la tensión que acababa de experimentar con Yami. Me senté en una esquina, intentando mantener un perfil bajo, pero eso resultó ser imposible cuando Charmy me ofreció una porción extra de todo lo que había cocinado. Agradecí con una sonrisa y me dediqué a disfrutar de la comida.

—Así que, ¿cómo va todo en su nueva habitación? —preguntó Finral, con su típico tono de curiosidad amistosa.

—Va bien, gracias. —respondí—. He estado adaptándome.

Aunque Yami no me miraba directamente, podía sentir su presencia dominando el espacio. Cada vez que reía o hacía algún comentario sarcástico, mi corazón daba un pequeño brinco. Era difícil concentrarse en la conversación a mi alrededor cuando mi mente seguía repasando lo que había pasado en el pasillo.

—¡Ey, señorita Beatrice! —la voz de Luck me sacó de mis pensamientos—. ¿Le gustaría entrenar conmigo mañana? ¡Sería emocionante hacerlo contra una profesora!

Luck tenía mucha energía, como la de mis alumnos.

—Eh, claro, Luck —asentí, tratando de sonar entusiasta—. Me vendrá bien un poco de ejercicio.

—Quizá eso no sea posible —comenzó a decir Yami. Lo miré confundida, hasta que explicó—. Tenemos una misión en el Templo Submarino.

—¡Iremos a la playa! —celebró Vanessa, la chica pelirosa.

Bastaron esas palabras para que el caos reinara nuevamente.

—¡No iremos de vacaciones! —rugió Yami, pero nadie lo escuchaba. Ahogué una risa por esa escena tan divertida. Cuando la mirada de él se encontró con la mía, dejé de reirme.

—Me pregunto qué traje de baño se me vería mejor —se preguntó Vanessa, tomando un sorbo de lo que parecía ser vino.

—¿Traje de baño? —Noelle se ruborizó de pronto.

Su charla me divertía, me sentí a gusto y no tenía que fingir ser alguien que no era. Me aceptaron tan rápido que por unos segundos imaginé que se trataba de mi familia, teniendo una cena normal y compartiendo algunas risas. Eso me entristeció. Jamás pude experimentar algo así en el pasado.

—Nos iremos mañana por la tarde.

Yami se levantó del asiento y algunos lo siguieron, deseaban dormir temprano para ir de compras a la ciudad. Decidí hacer lo mismo cuando noté que Yami entraba a un cuartito, parecía ser el baño. No es que estuviera escapando de él, pero necesitaba ordenar mis emociones. Entre más lejos se mantuviera de mí, mejor... creo.

Aún me costaba adaptarme al funcionamiento del castillo, por lo que Finral me dijo, cambiaba cada cierto tiempo el lugar de las habitaciones, así que me daba miedo perderme y no dejar de subir escaleras, porque era precisamente esa la sensación que me estaba dando. Doblé esquinas, subí más escalones hasta que por fin encontré el pasillo que se me hacía más familiar. Suspiré de alivio cuando vi aquella puerta con la luna y estrellas. Me di la vuelta curiosa sobre si Yami seguiría en la habitación del frente, me acerqué en puntillas para espiar, sin embargo, retrocedí por sentido común.

No soy una espía ni mucho menos tan curiosa.

Entré a mi habitación y me apoyé sobre la puerta cuando la cerré. Mi corazón es un caos. ¿Y si Yami me gustaba? Cuando estuvimos sin vernos por unos días, no dejé de pensar en él. Cuando llegó aquella noche, le permití tocarme. Cuando bajamos hace una hora, dejé que me obligara a tocarlo. ¿Eso significaba que me gustaba o que solamente me parecía tan atractivo que no podía alejarme de él por voluntad propia? Me inclinaba más hacia lo segundo. Decidí que lo mejor sería dormir, ya mañana pondría un poco de orden en mi vida; además, los Toros Negros estarían fuera por un buen tiempo.

Me dejé caer en la cama, agotada. A pesar de lo mucho que mi mente quería divagar sobre Yami, necesitaba dormir. Cerré los ojos y pronto el cansancio me venció.


La oscuridad envolvió mis pensamientos, pero pronto comenzaron a formarse imágenes. Estaba en un campo de batalla, y todo a mi alrededor era caos. Vi a Yami peleando contra una figura oscura, sus movimientos eran rápidos y poderosos, pero había algo terriblemente mal. La figura oscura se transformó en una mariposa negra, mi mariposa, y se abalanzó sobre Yami. Intenté gritarle, advertirle, pero mis palabras no salían. Yami cayó al suelo, herido de muerte por mi propia magia. Sus ojos, normalmente llenos de determinación, se encontraron con los míos, vacíos y sin vida.

Me desperté de golpe, con el corazón latiendo desbocado y el cuerpo empapado en sudor. El pánico aún resonaba en mi mente, y las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. Intenté calmarme, diciéndome a mí misma que solo era un sueño, pero el miedo seguía aferrado a mi corazón. Recordé a Dulce, recordé la iglesia que visité hace días atrás. Recordé a mi madre.

No podía quedarme allí, sola en la oscuridad. Necesitaba comprobar que Yami estaba bien, necesitaba sentir su presencia para calmar mi mente. Salí de la cama y, casi sin pensarlo, me dirigí a la puerta de mi habitación. Crucé el pasillo y me detuve frente a la puerta de Yami. Mis manos temblaban cuando la empujé suavemente, y la puerta se abrió con un leve crujido.

Allí estaba él, dormido en su cama. La luz de la luna entraba por la ventana, iluminando suavemente su rostro. Me acerqué despacio, mi corazón latía con fuerza en mi pecho. No sabía exactamente qué estaba haciendo, solo quería sentir su compañía, asegurarme de que estaba bien.

Busqué cualquier signo de herida, pero su respiración estaba pausada, dormía tranquilo. Me alivié. Solo fue una pesadilla jugándome una mala pasada. Solo fue eso.

Yami se movió ligeramente, sus ojos se abrieron lentamente y se posaron en mí. Por un momento, no dijo nada, solo me miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad.

Profe... ¿qué haces aquí? —preguntó con voz ronca por el sueño.

Sentí mis mejillas arder. Estaban un poco húmedas por las lágrimas que había derramado. Ignoré que estaba con un fino camisón de lino.

—Lo siento, Yami... Tuve un sueño horrible y... no puedo dormir sola. ¿Puedo... puedo dormir contigo esta noche?

Sé que me arrepentiré de esto por la mañana, y sé que estaba en su derecho de negarse y que muy probablemente me diría que no. Pero ansiaba una respuesta positiva de su parte. Él parpadeó, claramente sorprendido por mi petición, pero luego una pequeña sonrisa se formó en sus labios.

—Claro, hazte un espacio.

Se movió hacia un lado, haciendo un lugar para mí en su cama. Me metí bajo las cobijas, agradecida y un poco nerviosa. Sentí su calor a mi lado y una extraña sensación de calma me envolvió.

Tranquila Beatrice, solo fue una pesadilla. No te pongas nerviosa, ya has dormido con él antes.

—Gracias —susurré, acomodándome.

Cerré los ojos, el miedo y la ansiedad comenzaron a desvanecerse. La presencia de Yami a mi lado era todo lo que necesitaba para sentirme segura. Poco a poco, me fui quedando dormida, con el sonido de su respiración tranquila como mi único consuelo.

Holis, mañana les subo otro cap. Vamos que se puede. Por cierto, siempre que subo capítulos lo hago por la noche (CL), ya que los escribo durante el día, dato curioso jajaja

Conforme avancen los capítulos, ya entraré al lenguaje sexual explícito +18, espero no les incomode 🤓

Ustedes: a eso vinimos 😼

jajajaja

Broma 😔

O no 😎

-Cote

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top