Capítulo 10
Yami pesaba como un oso. No tenía idea alguna de cuánto exactamente pesaban los osos, pero seguro que era lo mismo que Yami. Me sorprendió que siguiera tan profundamente dormido; esta vez roncaba. Su brazo me rodeaba como protegiéndome, como si no quisiera que me fuera. Sentía mi cuerpo adormilado; no habíamos cambiado de posición en toda la noche, amanecimos como nos dormimos. Bostecé y, con cuidado de no despertarlo, toqué suavemente su frente y su cabello. Era suave, sedoso. El shock de anoche me imposibilitó sentirlo. Este saco de puros músculos me aplastaba y, si seguía así, me quedaría sin aire. Sus brazos... sus anchos hombros. ¡Cielo santo! Cuánto músculo. Lo sentía duro sobre mí. Podría inmovilizarme solo con su fuerza natural. Mi atención se fue a sus labios y su barba de varios días. Toda su piel parecía brillar, como si desde siempre hubiera pasado varias horas bajo el sol hasta broncearse un poco más cada vez. De inmediato sentí mis mejillas calientes, avergonzada. Él me había tocado. Me besó sobre la ropa. Me levantó en sus brazos y tocó mi piel. Y eso se sintió... fue... me sentí mareada. Una parte de mí pensaba en secreto sobre lo que se sentiría que me tocara y ahora lo sabía. Ahora no me quedaba la menor duda de que si volvía a hacerlo, ardería bajo su tacto. Explotaría en un cúmulo de deliciosas sensaciones de las que podría volverme adicta.
«Piensas en esa persona más de lo normal.»
Recordé las palabras de Kaori. Pero no lo conocía demasiado bien, no podría gustarme. Además, no soy tan ingenua. Yami va a bares, se emborracha, de seguro también se acuesta con cualquier chica. Él tenía esa pinta, la de ser un mujeriego. Eso, sumado a su actitud despreocupada de la vida y el hecho de que sigue siendo un extranjero. Por supuesto que no, no podría gustarme alguien como él, eso iría en contra de todo lo que alguna vez soñé, porque sí, nunca he tenido algún novio y lo más lejos a lo que llegué fue a besarme con un chico cuando tenía unos diez años. Desde entonces he estado sola y la suerte parecería no estar de mi lado en ningún momento. Así que, si le confesara a Yami que fue el primer hombre en tocarme de esa manera, seguro se burlaría de mí. Y por esa razón lo estaba observando embelesada en este momento, aprovechándome de su vulnerabilidad, me fui acercando con cuidado hacia sus labios, aguantando la respiración y en un absoluto silencio. Si pudiera escuchar mi corazón en este momento, se despertaría. La punta de mi nariz casi tocaba la suya y mis labios estaban muy cerca de los suyos. No había besado hace dieciocho años, deseaba hacerlo ahora. Lo deseaba de verdad. Así que, motivada por aquel (no cuerdo) impulso, me acerqué más y más hasta el punto en que sentí su respiración tibia envolverse junto a la mía. Mi boca ya casi tocaba la de él, pero cuando me disponía a cerrar la corta distancia, un sonido parecido al de una explosión sonó cerca. El sonido despertó a Yami y me asustó.
Los ojos de Yami se abrieron preocupados y su mirada de confusión me dio a entender que no sabía por qué estaba tan cerca de él. Me alejé de inmediato y me levanté de un salto.
—¿Qué pasó? —se incorporó lentamente, con resaca. Se restregó los ojos y bostezó.
Claro, supuse que no se acordaría de nada. Pero, ¿por qué eso me decepcionaba?
—No lo sé —respondí—. ¿Habrá explotado algo? —miré hacia las cortinas tratando de vislumbrar algo desde allí.
Cuando giré mi cabeza nuevamente, la mirada de Yami me taladraba el rostro. Observó de arriba hacia abajo, topándose con mi cuerpo pegado al suyo y con la distancia tan íntima que había. Estaba uniendo hilos, atando cabos y llegando a una conclusión equivocada.
Me incorporé y salté hasta alejarme un poco, para tomar distancia.
—No... No hicimos nada... solo nos dormimos —sentí mi rostro arder.
Yami alzó una ceja. A pesar de estar recién despertado, se veía muy atractivo. Si llevara así el cabello todos los días, tendría muchas más fanáticas.
—¿Me permitiste dormir contigo?
—¡Claro que no! —me defendí—. Te llevaría a tu base, pero me quedé dormida, estaba cansada. Por supuesto que no te dejaría hacer tal cosa.
—Eso creí, profe. Bueno, ya que se aclaró el malentendido, ¿qué fue ese ruido de recién?
¿Malentendido?
Apreté mis manos en puños. ¡Actuaba como si no me hubiese besado en partes que aún sentía vívidas! Sin embargo, controlé mis impulsos y me asomé por la ventana para averiguar lo que había ocurrido.
—Fuego —grité horrorizada.
Yami llegó corriendo junto a mí para ver la situación. Una enorme bola de humo ascendía por las paredes del hotel.
¡El hotel se está incendiando!
Unas llamas de fuego comenzaban a avivarse desde abajo. Los huéspedes salían desesperados y todos clamaban por ayuda. Algunos se lanzaban desde las ventanas sobre escobas mágicas, otros intentaban sacar todas sus pertenencias. No obstante, también había puntos de incendio en otros edificios a veinte metros de este.
—Tenemos que salir de aquí, profe —me ordenó.
El hotel se estaba incendiando. El hogar en el que vivía desde que me gradué estaba desapareciendo. Actué motivada por el pánico, para recuperar mis objetos más preciados.
—Ve a ayudar a los demás, yo saldré luego —me moví rápido hasta abrir las puertas de un armario, saqué una bolsa de tela y eché una caja de madera bastante grande. También otra bolsa con dinero y...
Yami me agarró del brazo.
—¿Qué haces? ¿Estás loca? Salgamos de aquí, el fuego avanza rápido.
Tenía razón, comenzó a entrar humo por debajo de la puerta y tosimos. El pánico se vio reflejado en nuestros rostros, así que avanzamos hacia la ventana.
—No... —murmuré.
¿Cómo es que había avanzado tan rápido? Hace unos segundos apenas y se estaba incendiando el piso uno. Había mucha gente del hotel fuera. Era mi culpa, por no querer perder aquellos recuerdos. El dinero estaba al lado, no me preocupaba, pero no vi razón para no echarlo.
Yami me tiró con fuerza y lo seguí por inercia. Pateó fuerte la ventana con cuidado de no quemarse con las llamas de afuera. Los ojos me escocieron y comencé a toser más seguido. El humo se me colaba en la nariz y los ojos me lloraban.
—A la cuenta de tres, vamos a saltar.
Asentí.
—Uno, dos... ¡tres!
Tomé fuerte la mano de Yami y nos lanzamos por la ventana. No traíamos escoba, pero en ese momento me tomó de la cintura y la energía alrededor de su cuerpo estaba de color violeta. Usaba el maná para no caernos. Observé desde fuera hacia el hotel. La situación era más grave de lo que se veía por dentro, el hotel estaba derrumbándose. Al parecer todos habían alcanzado a salir con vida. Pero, no así sus pertenencias. Algunos sollozaban alrededor. Aterrizamos sobre las baldosas.
—Ve a ayudar a otros, te necesitan —le dije.
Pareció vacilar sobre sus pasos, pero asintió y se fue. Se veían algunos caballeros mágicos de otras órdenes ayudando. Divisé a Greici a lo lejos y corrí hacia ella.
—Hola Greici, ¿cómo pasó esto?
—¡Beatrice! Tenía mucho miedo. Explotó algo afuera y de repente una enorme bola de fuego se dio contra uno de los laterales del hotel. Salí a ver y también estaba por el techo. Avisé enseguida y activé la alarma para que todos salieran de sus habitaciones, ¿no la escuchaste?
Negué con la cabeza. Eso ya no importaba ahora. Lo importante era que estuvieran todos bien. Greici me tendió una botella con agua y le agradecí. Tomé un sorbo y luego me restregué los ojos con ésta. Algunos caballeros mágicos ya estaban apagando el fuego. Había más puntos de incendio en la ciudad, ¿fue algo provocado? ¿Nos estaban atacando?
Sonó un altavoz.
—Atención, diríjanse a la gran pileta. Atención, diríjanse a la gran pileta y pónganse a salvo. Atención, mantengan la calma.
—¿Qué está pasando? —pregunté a nadie en particular.
—Vamos, esto no me gusta ni un poco.
Le di una última mirada al edificio y casi me eché a llorar ahí mismo. Era un hotel, no todos se lamentarían tanto por la pérdida de algunas de sus pertenencias, sin embargo, tenía todo ahí y... ¡algunas de mis anotaciones de clases!
—Greici, tengo que regresar, mis anotaciones...
—¿Qué? No, Beatrice, tu piso se incendió completo.
—Pero...
—Lo siento mucho.
Mis hombros cayeron derrotados. Entonces, una lágrima escapó por la comisura de mi ojo. Seguí a Greici y a los demás en modo automático. No veíamos nada más aparte del humo que salía de algunos edificios a lo lejos. ¿Estaban atacando al reino? ¿Eran enemigos poderosos? Los ojos de las personas que se dirigían a la gran pileta estaban alertas y asustados. Los míos podrían estar iguales, pero la mitad de mis pensamientos estaban pendiente de Yami Sukehiro y de su seguridad.
Él estará bien, es fuerte. Está ayudando a otros.
Podía sentir el pánico en el aire. El ambiente estaba lleno de susurros de preocupación y miedo. Tan solo estaba amaneciendo y nos veíamos enfrentados ante esta dificultad. Me dirigí hacia Greici, quien no dejaba de apretarse las manos para calmar su nerviosismo.
—¿Qué crees que esté pasando?
—No lo sé, pero espero que los caballeros mágicos puedan manejarlo.
A los lejos, se escucharon más explosiones y el rugido de las llamas devorando edificios. El olor a humo llenaba el aire. La desesperación crecía a mi alrededor; algunos lloraban, otros gritaban para que se apresurasen. Pero, si la situación era grave, no podríamos mantenernos a salvo en la gran pileta por mucho tiempo.
—¡Todos mantengan la calma! —gritó un caballero mágico de Amanecer Dorado, su voz resonó sobre el caos—. Esto es un ataque del Reino del Diamante, pero lo tenemos bajo control. No se preocupen, nos encargaremos de esto.
La noticia de que era un ataque del Reino del Diamante hizo que la multitud se agitara aún más. Sentí un nudo en el estómago al escuchar eso, pero la presencia de los caballeros mágicos me dio un poco de consuelo. Los caballeros se dispersaron rápidamente, comenzando a controlar los incendios y protegiendo a los civiles.
—¡Protejan a los niños! —grité por encima del ruido de la multitud. De inmediato, los niños se pusieron al medio junto a sus madres, y los demás los protegimos desde afuera. Lamentablemente, no podíamos hacer mucho y debíamos mantener la calma. El Rey Mago nunca permitiría que algo malo sucediera en el reino. Y tampoco Yami.
Cuando llegamos a la pileta, esperamos ansiosos a que nos informaran cómo iba avanzando todo. En esta parte de la ciudad, nos veíamos protegidos por altos muros alrededor y con una salida fácil hacia las montañas. Pasó media hora. Pasó una hora. Aún no obteníamos respuestas y el sol ya se ubicaba en lo alto. Tenía el vestido arrugado de las muchas veces que lo apretaba para contener mi nerviosismo.
—¿Y ahora cómo encontraré otro trabajo? —susurró Greici, con tristeza.
Y yo un nuevo hogar.
—Tranquila, pronto todo se arreglará.
Intenté consolarla, aunque no estaba segura de nada. La incertidumbre me estaba volviendo loca. El sol ya se ubicaba en lo alto y aún no teníamos respuestas claras. Tenía el vestido arrugado de las muchas veces que lo apretaba para contener mi nerviosismo. Me comenzaba a palpitar la cabeza y sentía mi cabello y cuerpo sucio. No se podía respirar aire fresco todavía. Algunos civiles, con la poca magia que tenían, intentaban ayudar y despejar el ambiente de ese humo.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, uno de los caballeros mágicos se acercó y nos informó que los puntos de incendio estaban bajo control y que el ataque del Reino del Diamante había sido repelido. Sentí una mezcla de alivio y agotamiento.
—Gracias a todos por su paciencia y cooperación. Pueden regresar a sus hogares si están seguros, o buscar refugio en los centros comunitarios designados —anunció el caballero mágico de las Orcas Moradas.
Regresar a mi hogar no era una opción para mí. Mi hotel estaba reducido a cenizas, junto con mis pertenencias y recuerdos. Decidí que lo primero que debía hacer era encontrar un lugar donde quedarme. Me llevé la bolsa de tela al pecho, intentando consolarme. Al menos, tenía un poco de dinero.
Caminé junto a Greici por la ciudad, tratando de encontrar algún hotel o posada que tuviera espacio, pero todos estaban llenos debido a los incendios y la evacuación.
"Lo siento señorita, después de lo ocurrido, ya no tenemos más espacio."
"Regrese dentro de una semana."
"No hay habitaciones disponibles."
Me paré en medio de la calle.
—Greici... —ahogué un sollozo.
—Podrías quedarte conmigo y mis padres —se ofreció.
Pudimos haber sido amigas desde hace bastante tiempo, si no fuera por mi personalidad. Greici es una buena chica y yo no fui lo suficientemente valiente como para acercarme a ella. Y ahora no encontraba un lugar en donde quedarme y el solo hecho de recordar mi antiguo hogar hacía que se me comprimiera el pecho.
—Gracias Greici, pero ya encontraré algo. Ve a casa y descansa.
—Pero...
—Te prometo que estaré bien.
Dudó, pero terminó aceptando mi decisión.
Cuando Greici y yo nos despedimos, continué buscando algún lugar en el que quedarme, aunque sea una noche. Irme a vivir lejos de la ciudad era bastante complicado, considerando que daba clases en la academia. La ciudad estaba desconsolada, no debía sorprenderme que los hoteles estuvieran llenos. Pasaron las horas y ya se había hecho tarde. Me dolían los pies de tanto caminar y...
Finalmente, agotada y sin opciones, me dejé caer en una calle vacía, sentándome sobre el cemento. ¿Qué voy a hacer ahora?, pensé, abrazando mis rodillas y apoyando la cabeza en ellas. Las lágrimas amenazaban con salir, pero las contuve.
El caos a mi alrededor empezaba a calmarse, pero yo me sentía perdida. El hotel donde vivía se había reducido a cenizas, y ahora no tenía adónde ir. Los recuerdos de la noche anterior, de estar en brazos de Yami, parecían tan lejanos ahora. Sentí una mezcla de desesperación y tristeza, pensando en todo lo que había perdido. Cerré los ojos, intentando encontrar un poco de paz en medio de todo este desastre.
Entonces, unas botas aparecieron delante de mí. Levanté la mirada lentamente y vi a Yami, con su expresión seria y despreocupada. Fumaba un cigarrillo y tenía el rostro sucio debido al hollín. Algunas heridas poco profundas cubrían sus brazos.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Yami, cruzándose de brazos.
Suspiré y miré hacia otro lado.
No llores, no llores, no llores.
—No... no hay... —apreté mis labios y escondí mi rostro entre mis manos para que no pudiera verme.
Sentí sus grandes manos tocar las mías, haciendo que lo mirara.
—¿Estás herida? —preguntó preocupado.
Tomé un poco de aire antes de hablar.
—No hay ningún lugar donde pueda quedarme. Todos los hoteles están llenos por los incendios.
Yami se quedó en silencio por un momento, luego extendió una mano hacia mí.
—Vamos. Puedes quedarte conmigo.
Lo miré, sorprendida.
—Seguro que encontraré algo cerca, solo debo seguir insistiendo.
—Va a anochecer, es peligroso andar en la calle a estas horas y más con el ataque anterior. ¿Tienes una idea mejor?
No, no la tenía.
—No quiero ser una carga...
—No eres una carga, profe. Vamos, no te dejaré aquí en la calle. —Yami me miró con seriedad, pero sus ojos tenían una calidez inesperada.
Tomé su mano, y Yami me ayudó a levantarme. Caminé junto a él en silencio. De repente, mi corazón comenzó a latir con más rapidez producto de nuestra cercanía. De su ayuda. De su preocupación.
—Te pagaré por el tiempo que me quede. Saldré a buscar de nuevo mañana.
—Tenemos muchas habitaciones, no es problema que te quedes con nosotros.
De nuevo me veía atraída por los Toros Negros. Su castillo tenía muchas habitaciones, podría quedarme por unos tres días si no encontraba algo mañana. Además, me quedaba cerca de la ciudad. Prefería esto a tener que ir hacia la Ciudad Real.
—¡Capitán Yami!
—¿Los mataste?
—No, cómo cree.
—¿No puedes matar a los enemigos, mocoso? —Yami tomó del manto a Asta.
—El Rey Mago los interrogará, capitán.
Yami lo soltó y tiró su cigarrillo al suelo para apagarlo.
—Hola, Asta —lo saludé.
—Señorita Beatrice, qué alegría ver que se encuentra bien.
Sonreí.
—Vivirá con nosotros —le dijo Yami.
—¡Genial!
—Debes comportarte.
—¡Siempre lo hago!
La tristeza anterior parecía verse disipada gracias a Asta. Seguí a Yami por detrás y casi toda la orden estaba reunida esperando a su capitán. Me sentí incómoda e intenté esconderme detrás de Yami. Pareció darse cuenta, porque me dirigió una sonrisa burlona.
—Vamos, vamos —ordenó Finral.
Cruzamos aquel portal producido con magia espacial de Finral. No había luces encendidas, pero cuando Magna abrió la puerta, enseguida el lugar se iluminó. Todos corrieron a comer y algunos desaparecieron escaleras arriba. Me quedé un momento afuera con mi bolsa en mano. ¿Estaba haciendo lo correcto? El toque de Yami en mi hombro capturó mi atención. Me puse nerviosa de repente.
—Vamos.
Lo seguí, ignorando las voces elevadas de sus pupilos. Subimos al menos cuatro pisos hasta que me guio por un largo pasillo. Solo se escuchaban nuestros pasos y nada de los ruidos anteriores del primer piso. Yami se detuvo frente a una puerta con un tallado de luna y estrellas.
—Dormirás aquí —me dijo.
Me asomé por delante de él cuando abrió la puerta. Se parecía bastante a la habitación que tenía en el hotel. Incluso la cama era para dos personas. Unas cortinas grises se movían producto de la brisa nocturna. Había una mesita de noche, un mueble con espejo y un armario vacío. Lo único que no veía era un baño.
—El baño se encuentra al final del pasillo.
¿Era tan transparente con mis pensamientos?
De pronto, sentí su cercanía detrás de mí. Me di la vuelta, pero choqué con su enorme y duro torso.
—Mi habitación está al frente.
—Qué...
Tragué saliva. ¿Al frente? Yami dormiría cerca de mí. Quería pedirle que me cambiara a otra, pero eso demostraría lo nerviosa que me pone y estaría en evidencia. Además, había sido amable conmigo.
—Me duele un poco la cabeza, necesito descansar —le dije, sin alejarme todavía.
—No ronques demasiado fuerte —dijo con una sonrisa burlona.
Sonreí por primera vez en lo que parecía una eternidad.
—Haré lo mejor que pueda.
Holis! Les publicaré otro cap mañana. Gracias por esperar, por leer y todo.
Yami y Bea vivirán juntos, entonces...
Sí, entonces sí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top