Capítulo 5 Cigarrillos
Sábado, 19 de julio.
Las cosas con Robert caminaban muy bien, sus cuarenta y siete años lo hacían ser más interesante, y fui tomando confianza; perdiendo el miedo hacia él. Aunque aun no eramos nada, y no sabía a ciencia cierta lo en realidad él quería conmigo o para mí. Ya hemos salido un par de veces, me cuenta sus anécdotas, reímos y todo lo demás, pero no ha llegado a decirme que siente por mí. Yo le estoy tomando mucho cariño, pero presiento que en algún lado él siente algo por mi; en su lado oscuro. Ese lado que yo quiero conocer y adentrarme, aunque me pierda y caiga al vacío, vacío que conoceré. Y con eso, aceptaré en dado caso si se quiere establecer en una relación.
Ese día he recibido una carta del centro de rehabilitación. La lleve conmigo a mi habitación y, así leerla a solas.
19 de julio, 2016
Mi amado, Eric:
Primero, discúlpame por todo este tiempo que lo he dejado solo. He tenido muchos problemas, no es justificación para dejarlo y mucho menos del modo que lo he hecho contigo. Me han despedido del trabajo y con lágrimas en los ojos que tanto te gustan por como los miraba, te digo no sé qué ha pasado con mi vida. Se ha venido abajo. Es una mierda. No tenía dinero para pagar la renta, andaba en la calle. Los que pensaba que era mis amigos me han dado la espalda, no recurrí a ti por miedo a que hicieras lo mismo y no quería perderte. La calle me ha consumido, no quiero que sepas las atrocidades que he hecho, no quiero que sientas miedo por mí y mucho menos lastima. Sólo quiero que sepas que saldré de esta y estaré a tu lado como siempre lo quise desde esa noche en la discoteca.
Siento mucha rabia el estar en esta desesperada situación, donde apenas me estoy dando cuenta de lo mal que estaba. Eric, eres la única razón por la cual sigo en esta lucha, eres la luz que me ilumina cada amanecer.
No quiero hacerte sentir mal
No quiero hacerte llorar.
Un beso.
O mejor varios.
Tuyo siempre,
Cedric.
Aunque no quieras hacerlo, lo haces Cedric. Estoy triste y estoy llorando.
Dormí toda la tarde de ese sábado. No teníamos ánimos de nada. Por primera vez en mi vida tuve ganas de fumar, sacar todo ese sufrimiento dentro de mi cuerpo. Y botarlo como un exhalo.
Fui a la cocina. Mamá estaba sentada frente a la tele apagada, llevaba un vestido negro que cubría todo su cuello y brazos, y caía en los tobillos. Lo había olvidado.
19 de julio.
Ese día mi padre cruzó el umbral de la puerta para nunca más volver. Pasado un año, mi madre lo dio por muerto y ha decidido vestirse por completo de negro. Sentada en un mueble de la sala, esperándolo, con un cigarrillo encendido que no fumaba, sólo lo sostenía hasta extinguirse. Lloraba al compás del humo del cigarro, y al este terminarse, ella ya no tenía lágrimas en su cara. Pero esta vez, fue diferente. Yacía en el piso de madera una colilla y en su boca tenía otro cigarrillo encendido. Mi madre estaba fumando, en mis años de vida nunca antes la había visto hacer ningún acto como aquel. En realidad se sentía mal. No quise decir ni hacer nada al respecto, ella era como yo, en ese estado queríamos estar solos, que nuestra única compañía sea la dura soledad... aquella que nos hacía sentir más solos y nos sacaba razones de donde no habían para seguir llorando.
Papá se marchó cuando apenas tenía un año. Salió un domingo en la mañana, le dijo a mamá que regresaría el lunes, tenía que resolver algunos problemas con unos familiares. No cargó ningún tipo de bolso. Sólo la ropa que llevaba encima. Mi madre conserva intacto su guardarropa.
En la encimera de la cocina permanecía una caja de cigarros, tomé uno y fui a la azotea.
Una fría corriente de viento cubrió mi cuerpo, sentí un doloroso escalofrío. Aguantando los sollozos logré sentarme en el viejo y desgastado diván. Tomé el encendedor. Lo encendí.
No tuve miedo de ahogarme con el humo.
De igual forma empecé a toser, y llorar al mismo tiempo, me sentía despreciable, dolido.
Pero de un momento a otro, notaba como entraba el humo a los pulmones y como salía con esa parte muerta que llevaba a dentro. Y, por fuera las lágrimas recorrían toda mi cara hasta caer en la barbilla.
Trataba de calmarme, se me hizo imposible. Fumaba sollozando, recordando todo. El dolor en mi pecho era lo peor que había sentido en toda mi vida, ese dolor punzante y latente que me hacia odiar todo, sin razones, o con algunas de ellas.
Mi madre, mi padre y Cedric.
¡Dios! ¿Por qué?
No había razones para merecerme esto.
Ellos no tenían por qué sentirse mal.
Me termino el reconfortante cigarrillo y las lágrimas cesan. En lo único que pensaba era que sólo es un día triste como el de hace mucho tiempo.
Pero necesitaba otro. No entendía como algo que te hace daño también te hace sentir bien.
Tomé la caja con los diecisiete cigarrillos restantes. Edward tenía guardada una botella de vodka, también la robé.
Sentía que me despedía del mundo para estar un momento conmigo, y mi sufrimiento. Y la oscura soledad, humeada por los cigarros y bañada de alcohol.
Hola amores, este cap ha sido muy corto, le quería dedicar más atención a Eric.
Gracias por leer, se les quiere. Nos vemos<3
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