Capítulo 1 ¿Dónde estás amor mío?
¿Qué se sentirá ser amado? Esa pregunta siempre ha flotado en mi mente y ahora más que nunca que tengo veintiún años de vida, y nunca he sentido amor por alguien más quien que no sea mi madre y, mi amor por ella es recíproco. Ella simplemente es mi vida... pero, ese alguien ¿existe para mí? En realidad no lo sé, y si me interesa saberlo, hasta me importa, me importa tanto que sería capaz de ir a ver una nigromante para saber si ese alguien existe. Sí, lo sé, suena peligroso y quizás loco pero, loco me tiene esto a mí. No estoy desesperado sólo espero encontrar a alguien que me entienda y me haga sentir amado y que le importo para él.
He escuchado millones de comentarios: No lo busques, el llegará solo. Ajá, pero ¿En qué momento? También he oído que estoy muy joven, he conocido varios chicos que a mi edad ya están casados, pero bueno a quien le importa eso. Trataré de ser feliz. No, afirmaré siempre... soy feliz.
Creo que el único amor de mi vida será mi gatito, lo amo con toda la intensidad de mi inútil vida. ¡Oh, mi pequeño Blue! Gracias por estar ahí para mí.
Lo observe por un momento mientras revisaba mi teléfono, él me devolvió su cálida mirada de ojos azul celeste, entrecerró sus ojos para hacerme saber que confiaba en mí.
Me incorpore en la cama para acariciar su gorda cabeza y escuchar sus ronroneos, era un calmante para mi alma. De verdad amo a mi pequeño siamés.
En un instante estaba por quedarme dormido, mi teléfono me despertó al notificarme que he recibido un mensaje de una red social, de seguro es alguien queriendo sexo express. Odio a esos hombres, creen que con sólo tener sexo todo está bien o que simplemente tenemos sexo pero siguieras siendo un desconocido para mí. Pues no, quiero conocer a alguien, y no para pasar toda la eternidad con esa persona porque quizás me aburrirá, porque soy así, me aburro muy rápido de las cosas y de las personas aún peor. Es un error, lo sé, pero soy así. Lo que busco es una variante. Busca la X perfecta para la ecuación de mi vida.
—Hola —Un simple "Hola", no respondí a ese mensaje y apague la pantalla del móvil.
Volví a la cama y no sabía que hacer el resto de la tarde, mi madre ya estaba por llegar. Debería ponerme a hacer las cosas del colegio pero ya todo está hecho, no quiero molestar a mis amigos porque deben estar haciendo algo.
Salí a la cocina. La casa estaba desierta aunque mi hermano mayor está encerrado en su habitación, quizás sin hacer nada, sólo estando ahí mirando el techo.
Quiero calmar la ansiedad. Lo primero que vi fueron un par de fresas, le espolvoree azúcar y me senté en el mueble de sala de estar a comer viendo al vacío, sintiendo como me devuelven esa mirada desde otro lugar y, no como lo hace Blue, sino con intenciones de saber que pasa por mi mente en ese momento. Lo mismo quiero saber, qué pasará por su mente en ese momento, en el que busca respuestas donde no las hay, o dónde buscas la ayuda de alguien con sólo ver y saber que te comprenden.
Rozaba las frescas fresas con azúcar por mis labios, simulando sus besos. Dulces y a la vez ácidos, no me resistía y las mordía con suavidad dejando que su jugo llenará de sabor mi boca y sentir su dócil textura en mi boca, y no querer terminar de comer por lo bien que se siente. Nunca pensé que una fresa me haría sentir esas cosas que aparentan ser indecentes para los demás, esto pensamientos con una fruta sólo pasan en mi mente.
Mi madre llego y empecé a comer fresas con normalidad, como se come una fruta, pensado que es sólo una fruta. Me vio y se fue directo a la cocina donde dejó descansar sus brazos de las enormes bolsas de mercado. Se sentó a mi lado, me explicó todo lo que compro en el mercado con su afectuosa voz.
Ella solía preparar cosas con muchos vegetales, mi hermano y yo amábamos los vegetales; él quizás porque estaba en grupos ecologistas y veganos. Yo no, porque veía hipócrita estar en esos grupos cuando en realidad me gustaba la carne. Y bueno, él es algo así como un hippie actualizado, pero seguía siendo el mismo hippie de los sesenta. No se bañaba para ahorrar agua y fumaba marihuana hasta enloquecer.
Una vez me metí a su cuarto y con tan sólo verlo empecé a reír sin parar, estaba desnudo acostado en su cama sin sábanas y sudando, quizás porque era verano pero sudaba a chorros, yo no sabía si estar asustado por como él estaba.
—Eric... ayúdame —susurró y seguido comenzó a sollozar.
Me asuste. Fui a donde él y lo levanté, se resbalaba por el sudor, no me dio asco pero se sentía desagradable. Me pidió agua fría y salí corriendo a la cocina por un vaso de agua helada, le agregue cinco cubitos de hielo. Le serví y a los segundos ya estaba corriendo por otro vaso de agua. Me dijo que lo dejara dormir y eso hice. En mi habitación no encontraba como dormir sabiendo el estado que estaba mi hermano. Fui a su recamara sin que él supiera y vi que dormía con placidez, me calme y pude dormir. Nunca me tocó el tema y yo tampoco a él, mi madre no lo sabe y no sé porque nunca le he contado.
La comida está servida. Eran muchos vegetales horneados y gratinados con queso, mi hermano salió de habitación y empezamos a comer sin más. Mi hermano devoró su plato, tenía restos de comida en la barba, yo veía a mi mamá y ella sabía lo que hacía mi hermano. Vi sus ojos medio rojos, y me asuste al pensar que mi madre podía ponerme de cómplice, aunque lo era, pero no por querer ocultar sus gustos o vicios, simplemente no quiero estar involucrado en nada. Mi madre no dijo ni una sola palabra mientras cenaba. Él se levantó e hizo un gesto de estar satisfecho con la cena y volvió a su recamara.
Yo subí a la azotea y me recosté de un viejo diván; saqué mi teléfono del bolsillo y lo revise una vez más. Vi que aún estaba el mensaje, no lo había leído, ni siquiera vi quien lo había enviado. El cielo estaba inmensamente estrellado, no había luna, pero igual deslumbraba. Responderé el mensaje. Ojalá sea algo diferente que depare esta hermosa noche.
—Hola.
—Hola, ¿Cómo estás?
No sé me ha ocurrido más nada. Espero que esas sean las palabras correctas... bueno, son las palabras que siempre uso para entablar una conversación con un desconocido. Quizás esta persona sea diferente, aunque no me quiero hacer falsas esperanzas, pero ¿Qué puedo perder? Sólo sufrir pero un determinado tiempo, y se pasará, todo siempre se pasa con el tiempo. Y estaba seguro de que no me aferraría a nadie.
BEEP.
—Bien, ¿y usted? Linda noche ¿verdad? —respondió.
Me molesta que me traten de «usted» me hacen sentir como una persona mayor, aunque literalmente lo soy, pero no, con tan sólo veintiún años no me permito el "usted" para referirse a mi persona.
—No me diga usted, por favor —protesté —. Y, verdaderamente la noche está hermosa.
—Está bien, señorito. Creo que debería irme a dormir, mañana tengo que cosas que hacer muy temprano.
¿Señorito? No era de mis apodos favoritos, a decir verdad, nunca me habían llamado así, y en realidad no sé si me gusta.
—Okay, que tengas buenas noches —repuse.
—Igual tú ♥.
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