Capítulo 5: El Poblado de Firno
Nota: Reproducir el audio en Bucle.
Agosto de 2006
Un olor a sangre y podredumbre inundaba el lugar. Había papeles volando, autos sin dueño, puertas abiertas, cadáveres dispersos. Las criaturas habían acabado con todo en su camino, desde la granja hacia las entrañas de la tierra. La huella de su paso por Firno era clara. Vendas, soluciones neurálgicas, espráis curativos, alimento y agua, era lo requerido. Haber venido a este lugar había sido por necesidad, y ahora que tenían lo que necesitaban, no quedaba nada más que hacer.
Habían pasado un par de días desde lo ocurrido, en los cuales se vieron obligados a quedarse en la vieja casa de los Milán para recuperarse. Jack había sanado solo, sus brazos aún dolían, pero sus heridas habían cerrado sin siquiera dejar cicatriz. Por otro lado, Gianna requirió más tiempo para sanar y su espalda jamás volvería a ser la misma a la vista; a pesar de ello, se sentía a gusto, pues Kail estaba perfecto gracias a su sacrificio.
Gianna andaba por delante, vigilante, a pesar de que sabía que todo monstruo había quedado atrapado bajo las rocas, en la gruta. Su espalda todavía ardía, pero los cuidados de Jack —quien había estado presente más como un pedazo de carne autómata que como una persona— habían sido sumamente útiles. Ahora sólo tenían que encontrar un transporte funcional para largarse de este lugar maldito.
Él caminaba despacio, con Kail en sus brazos. Su última incursión había dejado estragos no solo físicos, Jack aún escuchaba los gritos; los llantos de Alan, a quien no había podido salvar. Su decisión había llevado a un niño a la muerte, algo con lo que cargaría de ahora en adelante. No le gustaba pensarlo, pero lo sabía. Si tan solo hubiese tenido la fortaleza para decir que no, si tan solo hubiese tomado al niño para ir a un lugar más seguro... Gianna lo miraba intuyendo, de alguna manera, lo que pensaba.
—Jack... —dijo ella, ralentizando un poco su paso para caminar junto a él.
Pero no la escuchaba. Seguía pensando. Pensando en lo que estaba haciendo, en lo que intentaba. Gianna se lo había advertido, y no había hecho caso. Tal vez esto era demasiado para él. Quizás llegar a Arquedeus era una meta imposible. Se sentía como un simple hombre, muy pequeño, que había perdido todo; todo menos a la joven que caminaba junto a él, y al bebé que llevaba en brazos. Si perdía a Kail, o a Gianna, no sabría qué hacer. El tan sólo pensar que Alan podría haber sido Kail, lo volvía loco. La hora había llegado... tenía que parar.
—Jack —volvió a decir Gianna, esta vez tomándolo por el brazo—. Jack ya basta.
Él la miró como si fuese una aparición.
—Gianna... lo siento.
La joven suspiró.
—¿Por qué, Jack? ¿Por no poder salvar a un niño y a su padre? ¡Eran dragones! —Gianna levantó la voz, agitando las manos como si hablase de una locura—. ¡Muchos de ellos! ¡Y encima uno invisible! Deberíamos agradecer que seguimos con vida.
Jack enfocó mejor su mirada para observarla directo a los ojos. El rostro del hombre lucía acabado, desdichado, peor incluso que aquel momento, cuando su esposa lo encontró tirado en la playa.
—Era... era mi responsabilidad —balbuceó—. Ese niño... pudo ser Kail, pudiste ser tú, Gianna. Nunca... Nunca me perdonaría si, por mi culpa, cualquiera de vosotros...
Fue apenas un segundo. El sonido de una mejilla, siendo golpeada con una palma abierta, hizo eco en el abandonado lugar. La mano de Gianna había volado como el viento, hasta impactar en el rostro de Jack.
—Reacciona, por favor —dijo la chica, desapareciendo al instante la mueca de dolor que le había causado estirar el brazo con la espalda lastimada—. No puedes salvarnos a todos. Y tampoco me dejas ayudarte, no me dejas luchar junto a ti. ¡No soy una niñera Jack! Vine contigo para ayudarte, para encontrar JUNTOS una manera de llegar a Arquedeus.
»¿Pero sabes qué...? Ya no creo que sea una buena idea. Esto... esto nos sobrepasa. Deberíamos dejar que el Consejo Supremo se encargue de todo. Tal vez ya lo hayan hecho, si no, ¿dónde está el dragón?
Lo había hecho. Sin darse cuenta, con ese golpe y aquellas palabras, Gianna había roto la barrera que los había separado todo este tiempo. Jack la miró, confundido. La escuchaba hablar, pero se sentía en una realidad distinta. Sentía el ardor en su mejilla devolviéndole el sentido a las palabras, sumándose a la enérgica voz de la joven; siempre había tenido algo que hacía imposible ignorarla.
—¿El dragón? —preguntó Jack, todavía ajeno a los conceptos.
—¡Sí, Jack! ¡El dragón! No hemos sabido nada de él en semanas. Los ataques han cesado y ahora..., utilizaste tu poder y no apareció.
Jack conectaba las palabras de Gianna, una a una, entrelazándolas para buscarles significado. El dragón, era verdad, no estaba. Después de utilizar tanto poder y... no había aparecido. ¿De verdad se habría ido?
—Es verdad, Gi —dijo él, con un poco más de ánimo—. Ya no tenemos que llegar a Arquedeus, ¿verdad?
El hombre hablaba desganado, sin brío. Gianna lo miró de forma compasiva, se paró frente a él, buscó sus ojos y clavó en ellos los suyos. Era de baja estatura, debía llegarle apenas al hombro. Lo observaba de forma penetrante e inquisitiva, como si estuviese buscando la forma de abordar la situación. Entonces, levantó su mano, la misma con la que había golpeado hace poco. Jack cerró sus ojos por reflejo cuando la acercó a su rostro, pero los reabrió al sentir el delicado tacto de una mano en su mejilla.
—Ay Jack —dijo ella—. Sabes que no tienes que hacer esto. Tal vez... tal vez sea momento de dejarlo. Olvida todo, y vive tu vida.
Se habían detenido por un momento, a mitad del desolado poblado. Ni un alma quedaba con vida. La mano de Gianna se sentía suave, en su mejilla, rozando su corta barba con la palma. La mirada de la joven era sincera, de preocupación. Tal vez ni siquiera se daba cuenta de que había roto la distancia entre los dos. Hoy, con el tacto de su piel, ella le transmitía un cariño real.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Jack. Levantó su mano libre, despacio, y la puso sobre la de Gianna, agradeciendo su calidez. Al observar a los mayores, el pequeño Kail extendió sus manos también, tratando de alcanzar el rostro de su padre, quien fijó su mirada en él. Viendo las pequeñas manos, lo supo. Gianna tenía razón, era hora de detenerse. ¿Qué más daba el dragón? ¿Qué más daban estos monstruos? Nada importaría si cualquiera moría. Su hijo era todo lo que importaba, Kail merecía tener una vida normal, se lo había prometido a Lina. ¿En qué estaba pensando cuando decidió entrar a esa gruta? Llegar a Arquedeus, solucionar todo... se había sentido intocable, inmortal.
Respiró profundo y dejó salir el aire poco a poco. Miró a Gianna y le dirigió una media sonrisa. Al sentir el peso de su mirada, la joven pareció darse cuenta de lo que había hecho y comenzó a enrojecer de la vergüenza.
—Lo haré, Gi —dijo él.
Gianna desvió la mirada, un poco nerviosa. Su mano comenzaba a sudar con el contacto de la piel.
—¿Q-qué harás? ¿Seguirás tratando de llegar a Arquedeus? Porque si es así, Jack, yo...
Él tomó la mano de Gianna y la separó de su mejilla. Al soltarla, la joven rápidamente entrelazó sus dos manos detrás de su espalda.
—No, Gianna. Voy a dejarlo.
La joven devolvió la mirada a Jack, con su boca ligeramente abierta por la sorpresa.
—¿D-de verdad?
Jack asintió con la cabeza.
—Kail merece una buena vida —dijo—. Lo que pasó con Alan me abrió los ojos. Ya lo había pensado antes, así que la hora llegó. No quiero arriesgarlo más, o arriesgarte a ti. Yo... buscaré un buen lugar, me cambiaré el nombre y comenzaré una nueva vida. ¿Te gustaría venir?
Gianna sonrió de forma burlona.
—¿Me estás ofreciendo vivir contigo? —Lo tomó a juego—. ¿Vivir con mi antiguo maestro y su hijo? Sería... bastante extraño.
Jack frunció el ceño, confuso. ¿Habría sido su imaginación? Tal vez... tal vez sólo él se había sentido tan cercano a Gianna como para pedir algo así. Para empezar, ¿por qué lo hacía? Ah sí, es verdad... Todo este tiempo juntos lo había llevado a considerarla parte de la familia. Quizás de verdad no era lo mismo vivir bajo un mismo techo, que compartir sueño bajo las estrellas, o en automóvil, en los caminos, tras muchas horas de recorridos.
—Lo... Lo siento —dijo Jack—. No quise decir algo raro. Es solo que, hemos estado juntos casi un año. Después de todo lo que hemos pasado... —Suspiró—. Kail y tú sois todo lo que tengo...
Gianna se sonrojó sin darse cuenta, levantó un dedo para pedir silencio a Jack y sonrió para sí misma. Estaba mirando al suelo.
Jack se notaba intranquilo, no sabía qué podría haber pensado la joven con sus palabras. ¿Había dicho algo malo? Tal vez...
—Estaba bromeando, ¿acaso creéis que preferiría ir a vivir con el loco de mi padre? —Atajó Gianna—. Vosotros también sois... lo único que tengo. Además... —La muchacha desvió su mirada—. Necesitarás ayuda con Kail, no puede dormir con tus ronquidos. —Jack no pudo evitar reír, y estaba a punto de decir algo, pero Gianna se apresuró a agregar—: ¡Aaah! ¡Pero solo eso! De niñera nada, ¿lo entiendes?
Jack levantó las cejas, acompañando su gesto con una sonrisa y alzando la mano como si no se atreviera a meterse con ella. Gianna comenzó a reír, aunque un tanto nerviosa. Jack la imitó, hasta que, de un momento a otro, hizo a un lado a Kail para tener espacio y, con su otra mano, jaló a Gianna por la cintura para abrazarla.
—Gracias, de verdad gracias, Gianna.
Al sentir el abrazo, el contacto con el cuerpo de Jack, la cercanía, Gianna trató de separarse del hombre con nerviosismo.
—¡¿Q-q-qué estás haciendo?! —dijo ella, ignorando la punzada de dolor en la espalda y el exuberante color rojo de sus mejillas—. N-n-n-o olvides que fui tu alumna... ¡Ay! No, lo que quería decir era que... duele... ¡¿Pero qué demonios estoy diciendo?! Olvídalo, no tiene importancia.
Jack siguió riendo, pero dejó ir a Gianna, tal como se lo pedía. Lo había hecho de forma inocente, pero quizá se había pasado un poco; no debería dejarse llevar así.
—Perdona, creo que necesitaba esto —afirmó Jack.
Gianna suspiró, haciendo volar un mechón de cabello y pateando una vieja bota que estorbaba el paso. Agitó su larga cabellera negra para echarla hacia atrás y volvió a emprender la marcha, ignorando el asunto. Jack la siguió.
—¿Y tienes pensado algún lugar? —preguntó ella, llevándose las manos a la espalda mientras andaba, tratando de relajarse, observando las astillas del suelo y la ceniza que volaba con cada paso que daba.
—La verdad es que no —dijo Jack, acariciando el cabello de Kail. El bebé jugaba tratando de alcanzar la mano de su padre—. Si cambio mi nombre, no podré volver a ser un investigador. Pero si lo mantengo, no estoy seguro de que el dragón... No lo sé, ¿qué tal si aún está vivo?
—Aún tienes miedo, lo entiendo —dijo Gianna, sin alterarse—. Podrías simplemente labrarte un nuevo nombre. Sea como sea, sigues siendo la persona más sabia de todo Galus.
Jack rio ante la afirmación de la chica, pero no lo negó. Estaba consciente de sus capacidades. Aunque "sabio" no hubiese sido la palabra que habría usado para describirse.
—¿Y qué hay de ti, Gianna? —dijo Jack. Seguían caminando—. ¿Ya no deseas ser una gran investigadora? ¿Estarías dispuesta a renunciar a todos tus estudios?
—Jack, si te soy sincera, eso ya lo hice hace mucho. Tengo mucha curiosidad por ese poder tuyo, si descubres algo más al respecto, quiero ser la primera en saberlo.
Jack se echó a reír. Ahora recordaba la tremenda habilidad de la chica para meterse en donde nadie la llamaba. Lo que no sabía, es que ella mentía. La verdadera razón detrás de todo era mucho más simple que eso. Gianna se había encariñado y no podía pensar en tener que empezar una vida sola, sin Jack y sin Kail.
La joven desvió su mirada de forma discreta, para seguir observando por el rabillo del ojo. Ahí, andando detrás de ella, estaba el que algún día fue su profesor. Alto y delgado, de barba corta y largo cabello castaño que se ondulaba de forma natural. Su rostro de facciones finas desentonaba con el horrible escenario que los rodeaba. Y sus ojos grises... Gianna paró en seco por un instante. ¡No! ¿Qué diablos estaba pensando? Llevaba meses viviendo con él, durmiendo a su lado y, antes de eso, años siendo su alumna. Entonces por qué... ¿por qué apenas notaba eso?
—¿P-por qué no vamos a Vaenis? —dijo ella, tratando de alejar esos pensamientos—. Llegaríamos en dos días caminando, hoy mismo si conseguimos transporte, es un lugar tranquilo.
Jack tenía su mirada perdida en el horizonte. No sabía si esta decisión sería la correcta, pero no quería seguir arriesgándose. Es como decía Gianna. Él no era un héroe. No tenía lo necesario para enfrentarse a un dragón o plantar rostro ante los arqueanos. Lo que más quería ahora, era olvidarse de todo.
—Hagámoslo —dijo él—, vamos a Vaenis. Un lugar tranquilo es lo que necesitamos.
Gianna sonrió alegre y volvió a caminar junto a Jack, sintiéndose con mayor confianza y tomándolo por el brazo. Jack, a pesar del dolor que sintió en sus músculos, no dijo nada. El hombre le dirigió una sonrisa tan cálida como pudo y fijó su vista en el horizonte.
Podía parecer que estaba tranquilo, pero la verdad era otra. Su mente no dejaba de dar vueltas al asunto. Vivir en paz con su hijo, o seguir intentando llegar a Arquedeus. Fingir que el dragón no existía más, ocultarse y dejar de escapar; o enfrentarlo de alguna manera para tratar de acabar con él. Abrir los ojos, o cerrarlos en un sueño de fantasía que no sabía a dónde lo llevaría. No tenía idea de lo que estaba haciendo, pero cada vez que miraba a Kail, veía los ojos de Alan, llorando por su padre. Si de algo estaba seguro en este momento, era de que, su hijo, no tuviera que pasar por algo así jamás.
Gianna, por su parte, pensaba que Jack necesitaba tranquilidad. Ella sabía que no había parado desde lo de Nivek, sabía que no había tenido tiempo ni siquiera para despedir a su esposa. Ayudarlo a cumplir su verdadero objetivo era su meta. Lo único que quería, era que volviese a recuperar su coraje y valentía. Y hasta que eso no sucediera, ella estaba dispuesta a acompañarlo y fingir con él, que tendrían una vida normal. La idea le aterraba, pues temía generar «otra» clase de sentimientos por su maestro. Se conocía, era mala para eso. Recordaba a Jaed, recordaba a Finn... Las emociones de ese tipo... siempre empeoraban todo.
Y así ambos caminaron, convencidos de que hacían lo correcto, sin saber a dónde los llevaría el destino. Pronto Firno quedó atrás, convertido en un pueblo fantasma. Un pueblo del cual nadie conocería su verdadera historia, a menos de que pudiese creer en leyendas, en magia y en dragones. La humanidad tendría que darse cuenta de los peligros que asechaban desde las sombras... aunque eso, ahora, ya no era problema de Jack, Kail, o Gianna.
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