Capítulo 3: Lorum

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Jack cerraba sus ojos de cara al viento. El sonido de las ráfagas, bordeando su rostro, le hacía olvidar sus preocupaciones. Se encontraba surcando los asfaltados caminos a buena velocidad, a bordo del compartimiento de carga de una vieja camioneta de retahílas perteneciente a la única persona que se había detenido para llevarlos.

Al brincar los baches, el viejo transporte saltaba, dejando un sonido metálico que hacía pensar que se desbarataría en cualquier momento. Cuando esto ocurría, el soporte que contenía la caja de carga se movía peligrosamente, acompañando la fuerte sacudida general del vehículo, provocando que Jack se viera obligado a sostenerse con fuerza para evitar salir volando.

Cada salto dejaba, a coro, una subsecuente oleada de graznidos pertenecientes a la compañía de Jack, quien miraba a sus acompañantes con una especie de sonrisa.

—Os admiro compañeros... —dijo al grupo de pavos con los que compartía lugar—. Y pensar que pasáis por esto siempre... ¡Buf!

Las aves lo miraron sin dejar de graznar, ladeando sus cabezas de forma tonta.

Jack no pudo evitar reír. No era el mejor método de viajar, pero tenían que ahorrar su capital. Por fortuna, Kail y Gianna se encontraban seguros en la cabina delantera, en el asiento del copiloto. El conductor, un amable anciano, les había ayudado a avanzar el último tramo que les faltaba para llegar al extremo de la Sección Este de Galus. Una región portuaria llamada Lorum.

Varios días habían pasado tras el terrible incidente en el aeropuerto. Jack se había enterado por los medios que el suceso no había ocurrido únicamente en Yallen. El resto de aeropuertos de todo Galus, así como los puertos, estaban sufriendo ataques. Los ojos del mundo estaban puestos en Galus, pero nadie tenía a quién apuntar. La población se encontraba asustada, temerosa. «Ataques terroristas» es la información que se manejaba. Una nueva arma de destrucción masiva que, se sospechaba, venía de Arquedeus. En Galus siempre se había temido que los arqueanos regresaran a intentar tomar poder del continente, igual que en el siglo XVI. Aquellas nubes negras que hacían llover fuego despertaban los más grandes temores hacia lo desconocido.

Jack había llegado a tener la esperanza de que las noticias no fueran reales, pero al atravesar la Sección Central de Galus, su panorama cambió por completo. Los aeropuertos habían cerrado debido a los incidentes de la Sección Oeste, y las ciudades se encontraban en constante alerta. En la Sección Central, incluso era normal ver a la guardia en las calles. Los miembros del Consejo Galeano parecían estar tomando en serio la amenaza, pero, por desgracia, nadie tenía idea de cómo lidiar con algo que no se podía ver.

El sonido del motor de su vehículo paró. Los graznidos de los pavos se hicieron más notorios y comenzaron a volar plumas debido a sus aleteos. Jack agitó su mano para alejar el polvo y las plumas que volaban, se levantó de la caja de madera que había estado usando de asiento cuando no se levantaba a mirar el camino, y escuchó las voces de Gianna y el conductor.

—Muchas gracias, señor Ramón —decía Gianna.

Habían llegado a su destino.

—Fue una agradable compañía, sheñorita —respondió la aguda voz de un anciano—. Esh raro encontrar tan buenosh acompañantesh.

—No señor, es raro encontrar tan buenas personas como usted —dijo Gianna, con alegría—. Más aún con todo lo que está ocurriendo.

Hubo un breve silencio, hasta que el sonido de un gancho liberando la puerta trasera de la camioneta se escuchó.

—¡No, no, no! Paty, Shimon, Puggy, Mishel ¡Atrás! —dijo el anciano cuando los pavos aletearon, tratando de salir en cuanto la puerta se abrió.

Jack no perdió tiempo y bordeó las aves para abandonar la sección de carga, pisando excrementos para llegar a la salida con tal de ayudar al viejo Ramón a evitar que sus animales escaparan. Finalmente, con un salto, logró salir del compartimiento trasero y el anciano cerró de prisa la puerta.

—¡Uff! Eshpero que no haya shido muy difishil el camino. Paty y Mishel pueden sher muy problemáticos, pero Puggy shiempre los calma.

Jack miró al hombre, arqueando una ceja. Observó a Gianna, quien llevaba a Kail en brazos, y ella le devolvió un gesto como diciendo "sólo di que sí". Así, simplemente asintió con una sonrisa, encogiéndose de hombros.

—Gracias señor Ramón, le deseo un buen camino.

El anciano de pelo canoso y vestimenta un poco andrajosa —sin llegar a sucia—, agitó su mano para minimizar el agradecimiento de Jack.

—No me agradeshcais, ya le dije a eshta sheñorita que he pashao' un rato agradable. El camino esh largo. Y mash con eshos dragonesh volando por ahí.

El hombre se dispuso a abordar su camioneta tras decir lo último, manoteando como si hablara de una sucia alimaña, pero Jack y Gianna se quedaron estupefactos con sus palabras.

—¿Q-qué dijo, señor? —preguntó Gianna, con cierto temor.

Dragonesh. Yo vi uno volando, alto en el shielo. Como losh de lash viejash historiash. Shon de verdad. Pero no tenéish por qué creerlo, nadie lo cree. Eshpero no tengáish que verlo voshotrosh mishmosh.

Jack le dirigió una mirada de curiosidad al hombre.

—Señor... ¿ha visto usted las noticias últimamente?

El hombre miró a Jack, extrañado.

—No, no, no. Esho esh para voshotrosh losh jóvenesh. Yo sholo viajo con mi querida Margo.

—¿Margo? —dijo Gianna.

El hombre dio unos golpecillos al toldo de la camioneta antes de subir en ella.

—Mi querida Margo, tan fiable como shiempre. —Ramón subió a su camioneta y cerró la puerta, provocando aquel peligroso sonido, como si fuera a desarmarse en cualquier momento—. Bueno jovenshitos. Que tengáish un buen viaje. —Encendió el motor—. Yo shiempre he dicho que el amor no conoshe edades.

—¿Amor? —dijo Gianna—. ¡Ey! No es lo que está... pensando.

Jack comenzó a reír mientras se acercaba a Gianna para tomar a Kail en sus brazos. En realidad, no le molestaba que confundieran a la joven con su pareja, de cualquier manera, nunca había tiempo para explicaciones.

El viejo Ramón ya se había alejado a bordo de Margo, llevando consigo a Paty, Simon, Mishel y Puggy. El glugluteo de los pavos aún se escuchaba a la distancia, acompañado del ruido de los metales del transporte agitándose con la velocidad. Jack seguía riendo y Gianna también lo hacía.

Había sido un largo viaje, pero finalmente habían llegado a Lorum. El viejo Ramón los había dejado en las afueras de la ciudad portuaria. Al no quedar opción para salir de Galus por aire, la única manera posible restante para llegar a Arquedeus era por barco.

***

Las calles estaban casi vacías. Algo poco común en un lugar tan comercial como lo era Lorum. Estaban ya muy cerca del puerto. La brisa del mar ya se respiraba, aunque había algo más en el aire..., un aroma que a Jack no le gustaba nada: humo y ceniza.

Al doblar una esquina, tuvieron frente a ellos el mar, y en la costa, el gigantesco puerto de Lorum... o lo que quedaba de él. Lo que alguna vez había sido uno de los puertos más grandes, que había albergado a los mejores barcos de Galus, ahora se encontraba completamente destruido.

Había restos de enormes embarcaciones, algunas partidas por la mitad y otras completamente despedazadas. Barcos hundidos —por completo o a medias—, los edificios del puerto, derrumbados, cubiertos de hollín, chamuscados; el área se encontraba completamente cerrada, acordonada por la guardia galeana.

Por curiosidad, Jack se acercó a preguntar a un soldado cercano que había pasado.

Se quemó hace unos días —respondió el guardia civil con seriedad. Hablaba portugués.

Jack alzó la cabeza un poco, haciendo los ojos pequeños.

Ataques terroristas, ¿verdad? —preguntó, en el mismo idioma. Para un investigador como él, conocer tantos idiomas como pudiera era algo básico.

El guardia asintió con la cabeza, sin decir más.

Gracias —pronunció Jack.

—¡Pero Jack...! —dijo Gianna.

Su acompañante la tomó por el hombro y la miró con el gris de sus ojos para indicarle que debían irse.

—Ya has oído al hombre. Vámonos —dijo él. Gianna asintió con la frente arrugada de preocupación, y ambos se alejaron.

Jack sabía que un simple elemento de la guardia no podría ayudarlos. Nadie comprendería que estos no eran ataques humanos. El Supremo Consejo de Galus tampoco tenía idea de lo que estaban enfrentando. ¿Y cómo culparlos? Todo parecía tan... irreal.

El dragón carmesí estaba demostrando una clara actuación estratégica. Había comenzado destruyendo edificaciones no azarosas. Puertos marítimos y aeropuertos. Estaba impidiendo que Jack escapara, reduciendo su área de búsqueda... como el león que encajona poco a poco a su presa. Si de verdad era una criatura pensante, entonces las cosas podrían llegar a tornarse feas. Jack tenía que llegar a Arquedeus de alguna manera... presentía que ahí encontraría respuestas, pero esta criatura estaba complicando demasiado las cosas.

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