Capítulo 16: Sombra de Fuego (I-II)

Pista de audio: Dirge for the plant - Stalker (Cover por Juri Jurgen).

Finales de 2014

El camino fue duro, pero no imposible. Ya pasaban dos años desde la llegada de La Plaga, el último resultó decisivo para la humanidad. Fue una invasión, criaturas feroces y letales se apoderaron de Firno, Lorum, Neos, Yallen... todo Galus. Y no paró ahí, también Japón, China, Egipto, Rusia... el mundo se había ido al infierno.

Jack llevaba la mirada perdida en el horizonte, un horizonte abandonado y turbio, emborronado por una ventisca que recubría de nieve la superficie. A su lado izquierdo, Gianna yacía sentada, recargando un poco de peso en él. Del lado contrario, un niño de ocho años miraba al exterior. Viajaban en la parte trasera de una camioneta, protegidos del exterior con un pobre toldo de lona, acompañados por un número indeterminado de personas; todos desconocidos, pero con un mismo destino: Moscú.

El rumor que Gianna escuchó hace tiempo, era imposible de confirmar, sin embargo, la capital rusa era la última ciudad que se sabía aún seguía en pie, funcional, y recibiendo sobrevivientes.

—Jack...

La voz de Gianna llegó a sus oídos. Él la miró con el semblante serio.

El cabello de la joven, atado en una coleta, se ocultaba bajo una capucha. Cicatrices poco visibles en su frente arrugada, y labios resecos, dibujaban un rostro marcado por la tristeza. Igual que Jack, igual que Kail. El niño que hace poco reía y se divertía con secuenciadores genéticos, ahora viajaba en silencio, dejándose llevar por los bruscos movimientos producidos por los baches en el camino.

—¿Qué pasa, Gi? ¿Está todo bien? —respondió Jack. Ella negó con la cabeza.

Las ruinas de un viejo poblado se quedaban atrás por la velocidad.

—Jack... —Volvió a decir Gianna—. Si el rumor es real, ¿qué pasará con este mundo?

Jack dejó ir un suspiro ante el cuestionamiento.

—No lo sé, Gi. La vida siempre se abre paso, pero exterminarla de esa forma es... No lo sé, simplemente no lo sé.

Gianna miró al triste paisaje del exterior.

—Sólo... me preguntaba si alguna vez podremos llegar a ver nuestro mundo, tal y como era antes.

Jack negó con la cabeza.

—No lo creo. El mundo no volverá a ser el mismo para nosotros, pero la vida es mucho más grande que eso, Gi. Mucho más que nuestra efímera existencia. —La voz de Jack era tranquila, como si contara una historia de fantasía—. Imagina que desapareciéramos, que los híbridos realmente lograran extinguir a la humanidad. O imagina que el rumor es cierto, y las bombas nucleares logran acabar con esta amenaza. La Tierra, el mundo, seguirá su curso. Pase lo que pase, algún día todo volverá a florecer, aunque no estemos ahí para verlo.

—Pero... los animales, Jack, las plantas...

Jack cerró sus ojos en un gesto de solemnidad. Luego miró a Gianna.

—¿Te has preguntado por qué aún existen? —dijo.

Gianna arrugó su frente, sin comprender. La atención de Kail también se centró en su padre, igual que el resto de personas a su alrededor, aquellos que eran capaces de entender el mismo idioma.

—¿A qué te refieres? —preguntó Gianna.

—Los híbridos, ¿verdad papá? —dijo Kail, adelantándose a responder—. Sólo matan humanos.

Jack asintió con la cabeza.

—Los únicos seres vivos afectados con esto somos nosotros, mientras que el resto de especies parecen convivir en armonía con los híbridos. Incluso es como si se beneficiaran de ello. ¿Recuerdas lo que vimos en Dandell?

Los ojos de Gianna se abrieron con sorpresa por un segundo, recordando su paso por una ciudad devastada. Toda edificación había sido derribada, no quedaban personas y...

—Había animales invadiendo la ciudad... —dijo Gianna, recordando aquella visión apocalíptica.

Jack asintió de nuevo y continuó con su explicación.

—No la invadieron, Gi, recuperaron el territorio que les arrebatamos. Siempre fue suyo, hasta que nosotros llegamos.

—Pero y sí... —dijo Kail, tomando la palabra en un tono reflexivo—. Si nosotros somos los únicos afectados. ¿Por qué querrían cometer una masacre nuclear? Es como si...

»Papá... —Kail miró a Jack con un rostro lleno de tristeza—. ¿No crees que, en realidad, nosotros somos la plaga y esas criaturas sólo están tratando de acabar con ella?

Jack miró a su hijo con un doloroso orgullo. Sus capacidades de análisis, combinadas con la inocencia de su edad, le permitían decir cosas tan reales como perturbadoras.

Para responder a la pregunta de su hijo, extendió su brazo y lo pasó por encima de los hombros de Kail, acercándolo hacia él en un cálido abrazo.

—Eso somos Kail, una plaga para este planeta. Somos tan egoístas como especie, que nos sentimos dueños de todo. Y viéndolo así, no me extrañaría que el rumor nuclear fuera cierto. Sin embargo... —Jack hizo una pausa antes de continuar—. No debes malentender lo que está ocurriendo, hijo. Lo que el dragón y sus híbridos están haciendo con la humanidad no es controlar una plaga. Una plaga se limita, se reduce y se retira. Lo que esas criaturas están haciendo, se llama exterminio.

—¿Y no es lo que las armas nucleares harían con todas esas especies que no tienen nada que ver con esto? —respondió el pequeño, sin ánimo de incordiar, como simple curiosidad, mirando la nieve arremolinarse a su paso.

Una vez más, las directas palabras de Kail, hicieron que Jack se sintiera pequeño a su lado, y agradeció que esta vez fuese Gianna quien respondiera, porque él no habría sabido cómo hacerlo.

—Es la desesperación, Kail —dijo ella—. No olvides que no dejamos de ser animales, la supervivencia está implícita en lo más profundo de nuestro ser, en nuestro instinto. Las leyes de la naturaleza nos orillan a hacer cosas inimaginables con tal de seguir viviendo. El miedo puede hacer que cualquiera reaccione de formas impensables...

Kail torció sus labios. No parecía muy conforme con la respuesta de Gianna. Sabía que era cierto, pero...

—¿Y no es injusto? —dijo él—. Se perderían miles de vidas para salvar a un puñado de nosotros. Los animales también son parte importante del mundo. Yo... Yo no quisiera que algo así ocurriera.

Otra vez Jack no tenía palabras para responder. Kail simplemente tenía razón, pero no sabía cómo decírselo. Él lo había educado así, enseñándole que toda criatura tiene el mismo valor, sin importar su procedencia, origen o nivel evolutivo. ¿Cómo podía negar ese razonamiento a su hijo ahora?

—Kail... a veces la vida es más complicada de lo que aparenta. Siento no tener una respuesta para ti, hijo. La justicia es algo que ni yo mismo puedo llegar a comprender aún —dijo Jack, finalmente, devolviendo su vista al horizonte—. Lo que puedo decirte, es que la vida nunca es justa, hijo. Y si quieres hacer algo al respecto, tienes que volverte fuerte para cambiar eso. Cuando logres que otros te sigan, y compartan tu visión, entonces habrás logrado el cambio que buscas.

Kail respiró profundo y desvió su mirada hacia el exterior, imitando a su padre. En su mente, trataba de procesar el razonamiento detrás de todo lo que ocurría, sin embargo, no podía. El mundo de verdad era complicado. Era eso, o tal vez las personas se complicaban más de lo que debían.

Su transporte siguió avanzando por el nevado paisaje. El sonido del motor, el viento y las ruedas surcando el terreno a buena velocidad, era lo que se escuchaba. Ya no faltaba mucho, su destino estaba cerca.

***

¿Cuántas personas? —hablaba una voz, en un idioma que solo Jack, y alguno que otro pasajero, podría entender.

Diecinueve, más piloto y copiloto. Veintiuno en total —respondió el conductor.

Hubo un breve silencio, mientras el soldado revisaba sus notas.

Adelante, se os asignará el Refugio 14. Seguid de largo y a la derecha.

¿Refugio? ¿De qué estaban hablando? El rugir del motor, tras el agradecimiento del conductor, marcó el avance de su transporte.

Una pequeña caravana se formó cuando se unieron a más vehículos que recién llegaban. El puesto de control quedó atrás, justo al lado de las trincheras. La nueva perspectiva permitía a los pasajeros observar las estacas llenas de cadáveres reptilianos, separando las frías y desoladas llanuras del último recinto de resistencia humana. La ciudad de Moscú no parecía más una ciudad...



Conforme se adentraban en el lugar, se divisaban soldados por todas partes. Todos vestían uniformes de camuflaje blanco y gorros lanudos para el frío. Esto parecía una zona de guerra, sin ningún civil en las calles y restos de sangre, balas y escombros por todas partes. Se reunía una gran fuerza militar, tal vez lo único que quedara en el mundo. ¿Y Arquedeus? Era un misterio, nadie sabía nada de los arqueanos desde hacía muchos años.


Las cosas no lucían muy bien. El plan del dragón había sido magistral. Ni siquiera Jack lo había visto venir. Nunca se fue, siempre estuvo ahí, esperando... La muerte de los reptiles era solo un aviso. Lo que de verdad importaba era lo que nadie veía, los reptiles que se transformaron en híbridos. Lo único que podían hacer ahora era esconderse, refugiarse, huir.

El miedo crecía en el interior de Jack mientras su transporte avanzaba. Este no parecía ser la última esperanza de la humanidad, como había sido prometido, a menos, claro, de que esta consistiera en una zona de guerra.


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