Capítulo 13: Noir (I-III)

Nota: Nothing else matters (Instrumental) - Metallica.

Era de noche. Casi no había gente en las calles. Los vagabundos, gente sin hogar y algunos malvivientes, campaban a sus anchas por la ciudad. El alumbrado público era opacado por las brillantes luces de los coches de la guardia, rondando por los alrededores. Los negocios ya habían cerrado, aunque aún solía verse alguna tienda de 24 horas, resistiéndose a caer ante el temor a la incertidumbre. Ese era Noir, el lugar al que Jack, Gianna y Kail, habían huido después de la caída de Neos.

La luna y las estrellas se veían en el cielo, pero no brindaban tranquilidad alguna. A Jack, le preocupaba más el no tener un techo para pasar la noche. Los días de paz habían terminado, ese horrible presentimiento se cumplió al fin. El dragón jugó bien sus cartas, y él no. Nadie lo esperaba. Fue un despliegue rápido, mortal. La catástrofe que alguna vez azotó Nivek, ahora se cernía por todo el mundo.

Un sentimiento de frustración y desesperanza lo invadía mientras caminaba. Las calles parecían seguras con tantos uniformados de camuflaje plateado; sin embargo, no estaban ahí para el bien público, sino para defender territorio. Las criaturas invadían todos los frentes, tratando de entrar a la ciudad. El miedo era absoluto y descontrolado. El estado de alerta —impuesto hace algunos años, debido a los «ataques terroristas»— no era nada en comparación con esto. Las personas se comportaban como salvajes, todos tenían miedo.

Pero el dragón o los híbridos no eran el único peligro, no al estar en un lugar desconocido, con un niño de la mano y una joven de veintiséis años como acompañante. El sistema había caído, el Supremo Consejo ya no tenía control sobre la ciudadanía. Las fuerzas armadas luchaban por supervivencia, tratando de impedir que la muerte con escamas alcanzara a tantas personas como fuera posible. Pero algunos otros, la escoria de toda sociedad, aprovechaban la situación como sólo la humanidad sabía hacerlo mejor...

Caminaban por la acera de una calle bien iluminada. Sus pasos hacían eco en el concreto, perdiéndose entre los callejones. El pequeño Kail miraba en todas direcciones, con el miedo plasmado en sus ojos. Gianna hacía lo mismo, andando a lado derecho de Jack. Por ahora, Noir era lo mejor que habían logrado encontrar. El mundo se caía a pedazos.

La ropa que vestían había sido encontrada durante su camino, para suplir las batas del laboratorio rotas, ensangrentadas, con las que se habían visto obligados a huir. A diferencia de Jack, que llevaba un chaleco sobre su camisa, Gianna usaba una gruesa capa de viaje. Lo único que se mantenía en el mismo lugar de siempre, era el colgante con forma de reptil en el cuello de Jack, en la que guardaba —siempre consigo—, los avances de su investigación. Kail vestía un pantalón negro y una chaqueta de cuero, a su tamaño. No la llevaba con demasiado orgullo, puesto que había tenido que retirarla del cuerpo de otro niño sin tanta suerte como él. La vida era dura, pero la experiencia obtenida por Jack y Gianna durante los años siguientes a la aparición del dragón, salía a relucir en estos momentos. Era como si ambos hubieran vivido todo este tiempo en una burbuja de fantasía, esperando a que se rompiera. Estaban preparados, lograrían salir adelante.

—¿Escuchaste eso? —dijo Gianna, hablando bajo y sin dejar de mirar al frente.

Jack asintió con la cabeza ligeramente, sin articular palabra.

Siguieron caminando sin aumentar o disminuir su ritmo, alejándose de los pasos que escuchaban detrás de ellos. No era la primera vez que se quedaban fuera por la noche, pero claro, antes de eso, las calles no solían ser tan hostiles. En tiempos difíciles las personas muestran su mejor o su peor cara, un hombre y una mujer con un niño podrían no resultar tan amenazantes como para amedrentar los problemas.

Seguían buscando dónde pasar la noche. Normalmente las personas solían ser amables y les dejaban quedarse al ver a Kail, pero ahora ya habían tocado decenas de puertas sin que nadie abriese. Todos tenían miedo, y Jack no podía culpar a nadie, excepto a él mismo.

Aún no podía sacarse de la cabeza el pensar que todo esto había sido por culpa suya. El dragón, los híbridos, sus poderes. ¿Y sí tan sólo se entregaba? Podría dejar a Kail con Gianna y... No, esto había trascendido más allá de encontrar al último Rahkan Vuhl, a estas alturas era fácil darse cuenta. El dragón no lo quería sólo a él, tenía algo en contra de la humanidad. La odiaba.

—Jack... —dijo Gianna en voz baja, deteniendo su paso.

Jack salió de sus pensamientos para poner atención a la joven. Kail miraba hacia delante con temor. Frente a ellos se extendía una calle completamente oscura. Una lámpara parpadeante era lo único que brindaba luz.

—Nos trajeron aquí —murmuró Jack, más para él mismo que para Gianna.

La joven miraba discretamente los alrededores. Jack hacía lo mismo. Ya no caminaban, guardaban silencio.

—Aquí no está la guardia civil, ni estará durante los siguientes treinta minutos...—dijo Gianna—. Que conveniente.

—¿Qué pasa papá? —preguntó Kail, con temor.

Jack y Gianna habían contado el tiempo que tardaban los vehículos militares en pasar por cada área. Hacían vueltas, ciclos que solían tardar alrededor de media hora. Y justo ahora, el que correspondía a esa zona, acababa de pasar junto a ellos hasta perderse entre las calles de más adelante.

—Volvamos —dijo Jack, poniendo una mano sobre el hombro de Gianna.

La joven asintió con la cabeza. Sin embargo, al darse la vuelta, ambos se encontraron con dos hombres de pie, a la mitad de la acera, observándolos.

—Con calma. Recuerda que no puedes usar ese poder, las cosas saldrían peor.

Jack respiró hondo y asintió. Soltó la mano de Gianna y comenzó a aflojar las mangas de su camisa. Los hombres comenzaron a avanzar hacia ellos; llevaban sus manos atrás. Un ligero apretón a la mano de su hijo fue dado como señal para que avanzara. Los tres dieron la vuelta y comenzaron a andar hacia la calle oscura. No tenían más opción, no había otro camino, los habían encausado ahí.

Apretaron el paso en cuanto no hubo más luz. Detrás de ellos, aún se observaba la silueta de sus perseguidores. A lo lejos se podía ver la siguiente esquina, ahí había luz. Si lograban llegar a salvo, todo sería más fácil.

De pronto, un grupo de cinco personas apareció al frente. Gianna y Jack pararon en seco, protegiendo a Kail por instinto. Para ese entonces, los hombres que venían tras ellos ya les habían dado alcance.

¿Qué hace una pareja sacando a pasear a su hijo tan tarde? —dijo uno de ellos. Un hombre alto y robusto.

Jack no podía ver su aspecto por la falta de luz, pero sí su silueta. Siete siluetas los observaban.

—¿Qué queréis? —respondió Jack, cortante, en el mismo idioma.

La respuesta llegó en forma de risas. Se burlaban de lo que había dicho.

Los rodearon por completo. Ni siquiera se veían nerviosos, sabían que tenían tiempo, que nadie haría nada al respecto.

Discretamente, Jack fue empujando a Gianna y a Kail hasta dejarlos espalda contra la pared, con él delante.

No hay que perder tiempo en detalles —dijo el hombre más grande—. Dinero y joyas.

Jack apretó los puños con fuerza. Su corazón palpitaba de prisa. Dinero era lo único que les quedaba de Neos. Lo necesitaban para pasar la noche, conseguir alimento o sobornar retenes de la guardia. Pero eran demasiados, no podía arriesgarse a que les hicieran daño. Resignado, extendió la mano dejando a la vista la palma.

Es todo lo que tenemos. Por favor, no queremos problemas. Lleváoslo y dejadnos tranquilos.

El hombre rio sin decir nada. Una mujer se acercó hasta Jack con un lector láser, cilíndrico, y lo pasó por su muñeca. Hubo un «bip» y una lucecilla verde parpadeó. Jack suspiró, acababan de sacar todo el dinero de su cuenta personal. Repitieron el mismo proceso con Gianna. Y sin embargo... no se iban.

—¡Woojojo! —Festejó la mujer que sustrajo el dinero—. Tenían muy buena pasta, es más que todo lo del último mes junto.

Jack la miró con odio, pero no hizo nada.

La chaqueta, la capa, sus zapatos y ese colgante —dijo, señalando lo que deseaba.

No podía creerlo. ¿Había escuchado bien? ¿Querían más? Inhaló profundo, estaba comenzando a alterarse. De haber podido, ya habría borrado a esta escoria del mapa, ahora mismo. Sin embargo, si lo hacía, estaría atrayendo un peligro aún más grande, algo que no valía ni todo el dinero del mundo. En ese momento, sintió una mano sobre su hombro en señal de comprensión. Giró su vista, Gianna le sonreía.

Mientras la joven entregaba la capa de viaje, Kail se quitaba la chaqueta. Jack se despojó de sus zapatos y los entregó a los hombres junto con el resto de las prendas; todas, a excepción de...

—El colgante —gruñó el hombre, agitando la mano tras recibir los objetos.

Jack frunció el ceño. En su cabeza ya había imaginado veinte formas de acabar con los siete individuos en menos de un segundo, pero por fuera, estaba luchando para no hacerlo. El hombre pareció notarlo, así que agregó en un tono burlón, como si se hubiese ofendido.

—¿Te molesta? ¿Es que es algo importante para ti? —el hombre clavó su mirada en Kail. Jack dio un paso al frente. Al hacerlo, el sonido de armas cargando se escuchó claramente.

Furioso, el hombre grande agarró a Jack de la camisa y lo levantó unos centímetros del suelo. Dos de sus compañeros empujaron a Gianna contra la pared, uno más sostuvo a Kail. La joven gritó, el pequeño comenzó a patalear para librarse.

—¡No Kail!gritó Jack—. Tranquilo, estaremos bien. Estos no son híbridos, hijo.

Con las palabras de su padre, Kail dejó de luchar. Gianna estaba asustada, pero comprendía la situación. Jack mantenía la calma tanto como podía. Salir con vida era lo importante.

—Tienes suerte de que hoy esté de buenas —dijo el hombre que lo alzaba en el aire. Y arrancó con fuerza el colgante de su cuello—. No voy a dejar a este niño sin padres. Bueno... no sin uno de ellos. —Chasqueó los dedos—. Nos llevamos a la chica.

Gianna no comprendía lo que estaban a punto de hacer, pero seguía forcejeando. Jack se soltó del agarre con un arrebato de furia y se lanzó hacia donde ella estaba.

«Bang».

Hubo un disparo. El sonido del arma de fuego accionándose fue seguido por el de alguien cayendo al suelo. Gianna gritó. Kail se echó hacia atrás, asustado por el golpe del cuerpo que había caído a unos metros de sus pies.

—¡Al suelo! —gritó alguien a lo lejos, mientras el sonido de más disparos se escuchaba.

Gianna se dejó caer, protegiendo a Kail con sus brazos. Jack hizo lo mismo. El cadáver de un hombre desconocido estaba a su lado, dejando emanar un charco de sangre que se acrecentaba con rapidez. Miraba a su alrededor, pero no veía luces o elementos de la guardia civil. ¿Quién había sido? ¿Quién los había salvado?

Los criminales devolvían disparos hacia el lugar del cual había venido el tiro, pero ni siquiera se podía distinguir la dirección. Sintiéndose presionados, decidieron retirarse llevándose el cuerpo de su compañero y dejando a sus víctimas tiradas en la acera.

Cuando creyó que no había más peligro, Jack levantó la vista. Ya no había nadie, se habían ido.

—¿Estáis bien? —Se escuchó la voz de una mujer—. Venid, de prisa. Salgamos de aquí.

Jack sintió cómo lo ayudaban a levantarse. Él hizo lo mismo con Gianna, quien aún temblaba por lo ocurrido, aferrándose a proteger a Kail entre sus brazos. Kail no decía nada, tan solo miraba el charco de sangre, en silencio.

—¡Rápido! ¡Podrían volver! —decía su salvadora, mientras los guiaba hacia una de las casas de aquella misma calle.

Era una mujer alta, vestía un camisón y llevaba un rifle en sus manos.

Jack aún temblaba de la ira e impotencia. Su estómago estaba revuelto. Aún no terminaba de asimilar lo que había ocurrido. Y no sólo eso, también se molestaba por lo que había estado a punto de hacer cuando sintió que podía perder a Gianna. Su poder, estuvo a punto de usarlo en ese momento.

Ahora que sabía que el dragón seguía vivo, y aún lo perseguía, no podía arriesgarse más. Observaba a la persona que corría frente a él, a la mujer que los había salvado. Había estado a punto de ponerla en peligro; a ella y a todo aquel que viviese en Noir, incluyendo a aquellos que quería proteger. La furia le había cegado. Debía ser cuidadoso, controlarse mejor.

Esa habilidad estaba maldita. Un poder que unía a un humano y a una criatura legendaria. ¿Qué era? ¿Habría una manera de usarlo sin que se percatara? Tal vez jamás podría saberlo, y mientras no lo hiciera, tendría que aprender a valerse por la persona que era, y no por el poder que tenía.


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