Capítulo 12: En las Escamas (I-III)
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21 de diciembre, 2012.
Laboratorios Zavtra. Ciudad de Neos. Sección Central de Galus.
Dos hombres sentados frente a frente, separados por un escritorio; uno de traje, uno de bata. El reloj de pared marcaba las cinco treinta, otra tarde infructuosa.
—No me malentiendas Jack —dijo Bostroj, entrelazando los dedos de sus manos—. Tu llegada ha sido lo más grande que pudo pasar a Laboratorios Zavtra, pero la situación es mucho peor que antes. Ya casi no quedan reptiles, conseguir más nos podría dejar en números rojos.
—Podemos lograrlo, Liam —respondió Jack—. No te des por vencido. Es gracias a ti que hemos llegado tan lejos. La criatura que nos trajeron de la India dio un impulso enorme a la investigación en los últimos días. Si seguimos así...
—Aunque lo logremos, Jack... —interrumpió Liam Bostroj—. Lo que quiero que entiendas, es que ya no quedará nada que salvar. Los perdimos, Jack. ¿De que servirá revertir la sobrevolución de los reptiles, si ya no queda ninguno para el mundo?
Jack se llevó una mano la sien y presionó con un dedo suavemente. Esta conversación la tenían cada semana, pero los ánimos de Liam empeoraban con cada una. Y no lo culpaba. Sin reptiles, esto sería inútil.
—Comprendo tu pensar, Liam —dijo Jack—. Pero trata de mantener la fe. Por lo menos ya se ha comprobado que esas criaturas existen. ¿Recuerdas que ni tú mismo lo creías al principio? Eso ya es un logro.
Liam, un hombre de mediana edad, con bigote canoso, cejas grisáceas y cabello bien peinado hacia atrás, sonrió.
—Y que lo digas... Llegaste aquí, con un montón de tonterías que sólo un loco creería, rechazado por más de cinco laboratorios antes que el mío. Pero mírame, fui yo el tonto que te dejó pasar. —Rio como si hubiese dicho una broma burda—. ¿Y qué me encontré? Al mismísimo Jack Relem, una de las mentes más brillantes, disfrazado de un simple granjero. ¿Dragones, Jack? Sólo un demente lo hubiese creído en aquel entonces.
—Me halagas, Liam —dijo Jack—. Pero aún no es suficiente, tenemos que concluir esto. Los reptiles no son nuestro problema, sino el dragón. Si es que sigue allá afuera, asechando, algún día volverá. Debemos estar preparados, debemos saber cómo actúa, por qué lo hace y qué quiere. No sabemos siquiera si los reptiles de verdad están muriendo. Tal vez... Tal vez haya algo más oscuro detrás de todo.
—¿Te refieres a los monstruos? —dijo Bostroj.
Jack asintió.
—Híbridos —confirmó—. Podría haber más de los que podemos ver.
—Con dificultad logramos encontrar y capturar una de esas «cosas», dudo mucho que unas decenas más, incluso un centenar, puedan representar un peligro real.
—Deberíamos andar con cuidado en terrenos desconocidos, Liam. Mira lo que pasó con la Peste Negra, o con la Gripe Española. Hay cosas... que deberían estudiarse a fondo.
Liam entrelazó los dedos de sus manos.
—Tu reporte sobre la sobrevolución está en proceso de revisión. Será una publicación millonaria, Jack, deberías conformarte con eso. Investigar a los híbridos es más costoso de lo que piensas. Con lo que tienes, puedes vivir el resto de tu vida si así lo quieres.
Jack miró a Bostroj de forma cansina.
—Liam... ya sabes que no es por eso que estoy aquí. —Cerró sus ojos por un momento, antes de continuar—. Mira, Zavtra se puede quedar con la retribución de esa publicación, siempre y cuando me permitas continuar.
Los ojos de Bostroj brillaron ante la oferta.
—¡Esas son palabras mayores! —dijo él—. ¿Estás seguro de lo que dices? ¿De verdad confías tanto en que vale la pena investigar esas... —Manoteó sin saber cómo expresarse—... criaturas?
El silencio y la mirada seria de Jack respondieron a su jefe.
—¿Cuándo llegarán los resultados de la publicación de sobrevolución? —cuestionó Bostroj, más serio, más centrado.
—El mes próximo, según el Consejo de Galus —respondió Jack—. Confío en que eso ponga la base para que la comunidad científica comience a adentrarse en la hibridación.
—Será la primera publicación de Raúl Quintero, claro. ¿No extrañas tu antiguo apellido?
Jack suspiró, por supuesto que lo extrañaba. ¿Cómo no hacerlo?, si llevaba implícita una vida que le llenaba de melancolía recordar.
—Raúl Quintero es quien está aquí, ahora —dijo él, ocultando la tristeza detrás de una sonrisa—. Pero a ese nombre no se le paga tan bien como a Jack Relem, ¿lo sabías?
Bostroj levantó las manos y las agitó en el aire.
—Son tonterías, el mérito no debería estar en el nombre —dijo el jefe.
Jack soltó una carcajada.
—¿Igual que tú pensabas, Liam? —dijo Jack, con una sonrisa traviesa, recordando su llegada al laboratorio.
—Ahí me pillaste, Jack —rio también Bostroj, agitando el dedo índice—. Como sea... me alegro de que Laboratorios Zavtra sea responsable de parir semejante investigación.
—Y lo mismo será con los híbridos, Liam, pero necesito que no pierdas las esperanzas. Tan sólo piénsalo. Ya tenemos algunas especies nombradas, e inclusive puede que podamos encontrar una manera de replicar la sobrevolución en otros organismos, curar enfermedades, y más...
Traducir lo que un científico quiere para conseguir respaldo de presupuesto, era algo básico para cualquier investigador. No pensaba rendirse, y si el dinero no era suficiente, tendría que ir por otro camino.
Liam guardó silencio un momento, meditó un poco las palabras de Jack y respiró profundo antes de hablar.
—Tal vez... los resultados tengan un valor distinto a la meta original. —Dio un golpecillo en la mesa—. Está bien Jack, vamos a proceder. Ah y... tampoco quiero todo el dinero de tu publicación, ¿por quién me tomas? —Sonrió—. Setenta por ciento, eso será. Te dejaré conservar el resto.
Jack sonrió. Dinero, la respuesta para cualquier empresario. A él no le molestaba, pues con lo que ganaba le era suficiente para mantener su investigación y estilo de vida —que era lo que más le importaba—. Hacía mucho que el dinero había dejado de importarle, así que extendió su mano y estrechó la de Liam para cerrar el trato.
—No te arrepentirás, Liam.
—Más vale que tengas razón, me la voy a jugar ante la competencia por esto.
Jack y Liam rieron juntos. Después de todo, parece que las cosas marchaban en buena dirección. Había tomado una buena decisión cuando decidió revelar su secreto ante Bostroj, quien se había convertido en jefe y amigo.
Los laboratorios eran su verdadera pasión. Trabajar en Zavtra le permitía recordar su pasado con el respeto que merecía, para llevarlo presente en su nueva vida. Ahora hablar de dragones parecía tan lejano, tanto como las leyendas y otros misterios.
Conforme con la reunión de hoy, Jack se levantó de su asiento, se despidió de Liam y salió de su oficina. «Sé que puedo lograrlo. Tan sólo necesito estabilizar el genoma, degenerar las bases... —pensaba mientras andaba por el pasillo—. Si tan solo pudiera saber qué es lo que causa la sobrevolución. ¿Qué tiene que ver el dragón con todo esto?».
Sumente trabajaba con agilidad, tratando de resolver problemas, cuando escuchó un sonido tan fuerte que lo obligó a soltar el holopad que llevaba en sus manos para cubrirse los oídos.
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El sonido fue tan intenso, que los cristales se quebraron y el suelo tembló con violencia. Cayó de rodillas al suelo, se le heló la sangre. A su alrededor, visibles a través de cristales, los empleados presentes también caían. Cuando el ruido paró, Jack quedó paralizado por unos momentos, casi temblando por el terror.
«Relem... cuánto tiempo».
Una voz gruesa había hablado directamente a la cabeza de Jack. Ni medio segundo requirió para saber qué es lo que ocurría. Reconocía ese sonido, el mismo de hace más de siete años, estaba presente en todas sus pesadillas. Esa voz, el rugido, el preludio al terror... el dragón.
Se escuchaban los estallidos de los cristales y el rugir del fuego por todas partes. Los aspersores contra incendios se activaron en un instante y la estructura comenzó a derrumbarse. Jack giró su vista a la oficina de Bostroj, sólo para ver como el suelo y las paredes se abrían, dejando que medio edificio se precipitara al vacío.
Un enorme hueco había quedado, ahí, en donde hace unos segundos había estado...
—¡Liam! —gritó Jack, pero su voz se perdió entre el estruendo. El único hombre que lo había apoyado a alcanzar su meta, se había ido...
La potencia de impacto lo derribó, era peor que un terremoto. Se quedó en shock por un momento, entre el polvo, observando los escombros cayendo, presenciando cómo su pesadilla se volvía realidad. Las brillantes escamas rojas del dragón, tan alto como el edificio mismo, incluso más, relucían a la luz del fuego. Un gigantesco ojo amarillo, escudriñando los alrededores, hizo que se estremeciera.
La adrenalina de su cuerpo se disparó. Se levantó de un salto y lo primero que pasó por su mente fueron dos nombres: Kail... Gianna. Tenía que encontrarlos.
Corrió por instinto hacia el lado contrario. No había usado sus poderes, ¿por qué estaba aquí? A menos qué... ¿en serio, desde hace dos años?
Jack maldijo para sí mismo mientras corría hacia las escaleras. ¿Ascensores? Descartados. Debía llegar de prisa al primer piso y sacar a Gianna y a Kail de este lugar, no quería repetir la historia que terminó cambiando su vida por completo.
Por su camino escuchaba los gritos de los empleados; gritos, pasos veloces tratando de huir y las explosiones que los perseguían como lenguas de fuego furiosas. Desde el exterior, los sonidos de una ciudad cayendo a pedazos se unían a la caótica situación en Laboratorios Zavtra.
«Sal de ahí, Relem. Hazlo más fácil para los dos», la criatura volvió a dejar un mensaje para Jack, entre las partículas energéticas que rigen la vida.
Estaba asustado, asustado como nunca antes. No tenía idea de lo que estaba ocurriendo y mucho menos de qué hacer. De pronto, un sonido de disparos se escuchó a lo lejos mientras bajaba escalones de prisa. Debía ser la Guardia de Neos. Sin embargo, siguiendo a los disparos, un terrible estruendo se superpuso a todo.
El sonido fue tal, que el edificio se tambaleó. Esta vez no había sido el rugir del dragón, no... había sonado distinto, como si un edificio entero estuviese colapsando; uno que, por fortuna, no era este.
Cristales tronando, escombros cayendo, gritos y caos. Eso era lo que escuchaba cuando llegó a la planta baja. Desde ahí, tuvo vista por un momento hacia el exterior a través de los ventanales del recibidor. La Torre Fritzia, uno de los más altos edificios de Neos, con sus casi cincuenta pisos, caía de forma aparatosa a unas cuantas calles. Se derrumbaba como un castillo de naipes, bañando en escombros los lomos del dragón rojo. Un espectáculo que lucía lento para la vista humana, debido a las colosales masas de roca y metal que se precipitaban, pero que duró segundos en la realidad.
Jack no esperó a ver qué es lo que ocurría a continuación. Corrió hacia su oficina, esperando encontrar ahí a Gianna o a Kail. Pasó junto a la recepción, evitando los cuerpos aplastados por los escombros.
—¡Señor Quintero! Qué bueno que está bien
Escuchó una voz temerosa, a unos pasos de él. Ahí, oculta debajo de un escritorio, se encontraba Tina, la alegre recepcionista del ala oeste.
—¡Tina! Me alegro de que estés bien, ¿has visto a Ka... a Niel y a Gila?
Jack se acercó hacia la joven, quien asintió preocupada antes de salir a toda prisa de su refugio para ir con él, sin embargo, en cuanto lo hizo, algo horrible ocurrió. Desde arriba, como una filosa estaca fulminante... Fue en apenas un parpadeo, a unos cuantos metros; el cráneo de la joven recepcionista fue perforado, torciéndole el rostro en una mueca de desconcierto y dolor que se quedó grabada en la mente de Jack. Un dolor que seguro cesó al instante en el que fue despedazada por la gigantesca garra, que ahora desaparecía de su vista. Los restos de sangre y entrañas, acompañados de polvo y roca, lo cubrieron por completo. La velocidad del suceso había dejado el elegante atuendo azul de Tina, convertido en una piltrafa, cayendo como si planeara, lento, en silencio, hasta quedar inmóvil.
Jack se llevó ambas manos a la boca, impresionado por lo que acababa de ver. El cuerpo de la joven yacía destrozado, irreconocible. Estuvo a punto de vomitar, pero no era momento para perder la cordura. Otra vez, el mismo objeto apareció igual de fulminante que la primera, como un disparo divino que irrumpía una y otra vez. Jack reconoció el breve destello negro: la garra. Era como si el dragón estuviera tratando de aplastarlo con un solo dedo, perforando el edificio al azar. Estaba jugando con él...
No le quedó más que correr, tratando de evadir todos los ataques, observando a los desafortunados empleados que trataban de hacer lo mismo sin contar con la misma suerte. El edificio estaba siendo agujerado como un queso gruyere y los cimientos colapsaban en consecuencia, quedaba poco tiempo. Pero su objetivo estaba justo delante. Fijó su vista en la puerta de su oficina; estaba abierta, así que entró.
—¡Jack! —gritó Gianna, corriendo hacia él para abrazarlo con fuerza.
—¡Papá! —gritó también Kail, casi al mismo tiempo, saltando a los brazos de su padre.
—¡Vámonos de aquí! —dijo Jack, con un gran alivio que no tuvo tiempo de disfrutar, el sonido de su voz apenas se escuchaba entre todo el caos.
Sin pensárselo dos veces, Jack levantó a Kail en sus brazos y tomó a Gianna de la mano. Quería salir pronto, alejarse, esconderse..., huir. Jack corría hacia el exterior del edificio mientras este se desmoronaba, cediendo ante los constantes ataques del dragón. La puerta estaba delante, no faltaba mucho para salir.
Y lo logró. Alcanzó el exterior con su familia. Sin embargo, afuera nada era lo que esperaba. Rodeando el edificio por completo, cientos de criaturas —de esas que Bostroj creía que no serían un problema— lo observaban. Híbridos. Estaban esperando, atrapando a todo el que intentase salir de Laboratorios Zavtra —o de los edificios aledaños—. Intentarlo, parecía un suicidio.
«Mira esto Liam... —pensó Jack, con ironía—. Y decías que era costoso encontrar una muestra».
Observar cómo la prueba de la teoría que llevaba estudiando años se materializaba frente a él, no era una experiencia agradable como cualquier otro investigador desearía, era una visión aterradora.
Distintos tipos de reptiles mutantes cazaban presas humanas, como perros hambrientos, pero con escamas. Los había grandes y fornidos, del tamaño de toros verduzcos con cola y afilados colmillos. También había más pequeños, ligeros y rápidos como el viento, que saltaban directo al cuello de su víctima, arrancando arterias, tendones y ligamentos con un solo mordisco mortal. Todos compartían brillantes escamas del color vestigial del reptil que algún día fueron. En su mayoría verdes, pero también, azules, amarillos y rojos, algunos incluso combinación de estos colores.
Jack los reconocía, Gianna también, incluso habían nombrado algunos de ellos. Parvos, carnatos, tergos y trepadores. Reptiles que habían cambiado por obra de la sobrevolución. Y ahora, es cuando el verdadero infierno parecía haberse desatado.
—¡No! —maldijo Jack, golpeando el muro de la salida. El edificio seguía cayendo, uniéndose al resto de construcciones en la ciudad que se convertían en polvo.
—¿Y ahora qué hacemos? —dijo Gianna—. Esto es... ¡una pesadilla!
—Papá, tengo miedo.
Mientras hablaban, una llamarada colosal se dirigía hacia el edificio. El sonido del fuego fue el que llamó la atención de Jack.
—¡Adentro! —gritó él, mientras apresuraba a su compañía.
Pensaba alternativas, sobrevivir, se había convertido en su principal objetivo y, lo viese como lo viese, un edificio derrumbándose lucía más seguro que el exterior ahora mismo.
Ha comenzado... Bienvenidos al apocalipsis.
E.F. Mendoza
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