Capítulo 10: Laboratorios Zavtra (I-II)


Octubre de 2010. Sección Central de Galus. Ciudad de Neos.


—Lo siento señor Quintero, no podemos aceptar esta locura. ¿Dragones? Somos una empresa seria.

Esta debía ser la octava vez que le decían eso en los últimos meses, pero Jack tenía un especial interés en esta empresa, puesto que era un laboratorio en crecimiento que contaba con todo lo necesario para un estudio de este tipo.

Estaba cansado, pero tenía que agotar todas las posibilidades. El nombre de Raúl Quintero no era más que el de un desconocido, un simple granjero que decía tener los resultados de una investigación que revolucionaría el mundo, investigación de un científico muerto. No culpaba a nadie de llamarlo loco, él mismo se lo había buscado al cambiarse el nombre.

—Señor Bostroj, por favor, le ruego que revise bien los datos. Se puede rehacer por completo con un nuevo sujeto de pruebas. Si tan sólo aceptara, con sus recursos podríamos conseguir uno. Le aseguro que su empresa se convertiría en la más renombrada de Galus.

Jack se había arreglado bien para la entrevista. Vestía un traje entallado, aunque sin corbata; su cabello, bien peinado, no era corto ni largo; no llevaba barba. Tanta formalidad le molestaba, ni siquiera en sus tiempos como investigador había vestido así, sin embargo, la situación lo ameritaba.

—¿Qué sujeto, señor Quintero? ¿Uno de esos monstruos fantásticos que difunden los medios? ¿De eso me está hablando? —El hombre detrás del escritorio se llevó una mano a la sien. Hablaba muy bien el español, pero su voz denotaba un ligero acento ruso—. Mire, si esto de verdad perteneciese a Jack Relem, ¿por qué lo tiene usted? Además, ¿qué es todo esto de sobrevolución, dragones y criaturas híbridas? El doctor Relem era un investigador serio, comprometido; jamás habría llevado a cabo una labor así. Que de verdad piense que todas estas artimañas televisivas son reales, es solo una razón más para sacarlo de aquí ahora mismo.

Jack respiró hondo. Necesitaba mucha paciencia para estas situaciones. Sin embargo, Liam Bostroj, parecía diferente a los demás. Había algo en él, en su voz, que le decía que de verdad quería creerle, pero la naturaleza de su negocio no se lo permitía.

—Escúcheme —dijo Jack—. Puede comprobarlo usted mismo. Los resultados son perfectamente reproducibles si se logra capturar a cualquiera de esas criaturas que han estado apareciendo.

—¡Pero escúchese usted mismo! ¡¿Qué criaturas?! Eso no existe. Son invenciones de la gente.

Jack negó con la cabeza, decepcionado y frustrado. Estaba a punto de rendirse, después de todo, ya reconocía el rumbo de la conversación. Él seguiría tratando de convencer al dueño de Laboratorios Zavtra, mientras el ejecutivo podría refutar con facilidad los resultados de una investigación que se empeñaba en probar un concepto inexistente, concebido por un ser mitológico. Un suspiro dejó clara su molestia. ¿Cómo hacer a un hombre de ciencia a creer en fantasía?

Al pensarlo, una idea llegó a su mente. Él había sido un hombre de ciencia, ¿no es así? Tal vez... Tal vez de la misma forma que él... Sí, era lo único que se le ocurría. Sería arriesgado, pero, cada fallo significaba varias semanas perdidas y los recursos dejados por su granja no eran ilimitados.

—Puedo probarlo —dijo él—. Puedo probar que la sobrevolución es real y que los dragones existen.

El hombre arqueó una ceja. Jack le retuvo la mirada con decisión.

—¿Cómo podría? Le repito que estos datos... —Levantó la memoria electrónica de Niel—, no son ninguna prueba de...

—Lo son. Pero no serán requeridos. —Jack respondió, tajante.

El brillo en su mirada era el mismo de su juventud. Transmitía seguridad, pasión... la pasión de un hombre cuyo nombre no significaba nada. El que estaba ahí, era el mismo que tuvo que convencer a las más grandes mentes de Galus de que un simple matriculado universitario tenía madera, de que era un ser humano singular. Frente a Liam Bostroj, ya no estaba más el señor Quintero, sino el verdadero Jack Relem.

—¿Podría explicarse mejor? —preguntó el hombre, con escepticismo.

—Esos datos son una prueba contundente —reiteró Jack, señalando con su mano la memoria electrónica—. Sin embargo, permitiré que los ignore como prueba. Cuando sepa que estoy diciendo la verdad, tendrá que usarlos para ayudar a detener esta locura.

Liam Bostroj frunció el ceño y levantó la cabeza con curiosidad. Jack reconocía esa reacción, tenía su atención.

—Le ofrezco un trato, señor Bostroj —dijo Jack. Su tono de voz ya no era de duda. Ahora hablaba con afirmaciones, con naturalidad, como si supiese que el hombre aceptaría—. Si logro que usted crea en lo que digo, tomará esa memoria electrónica, descargará todo su contenido en sus servidores, me pondrá al mando de la investigación y destinará, por lo menos, el cincuenta por ciento de sus recursos para estudiar estas criaturas. Con suerte lograremos desarrollar un método que evite que los reptiles sigan mutando.

Bostroj soltó una sonora carcajada, pero la mirada de Jack seguía clavada en la suya, como un lobo mirando a su presa. Al sentir el peso de la presencia que tenía delante, el director acalló su risa y procedió con cautela.

—¿Y cómo haría eso, señor Quintero? Ilumine mi ignorancia, por favor —le dijo con sarcasmo y altanería.

Una ligera sonrisa se dibujó en el rostro de Jack, sonrisa que hizo que la de Bostroj desapareciera. Ahí estaba, cuando alguien cree saberlo todo... el momento preciso de atacar.

—¿Podría apagar sus cámaras de seguridad un momento? —preguntó Jack, pero enseguida continuó sin esperar respuesta—. Vale, no importa, lo haré yo mismo. No estoy seguro de las complicaciones que esto podría traer. De hecho, preferiría que fuese en otro lugar y momento, pero estoy seguro de que si salgo de esta oficina no tendrá ganas de volver a hablar conmigo. No puedo darme el lujo de perder más tiempo... no, la humanidad no tiene ese lujo.

—¿Se-seguridad? ¿De qué diablos está hablando? Si está pensando en extorsionarme...

—No, por favor. ¿Qué clase de persona cree que soy? Lo que pienso hacer es... —Jack respiró hondo—. Ya lo verá. Si mi acción no nos condena aquí mismo, entonces demostrará que lo que usted piensa que es «fantasía», de verdad existe. En realidad... pase lo que pase, lo terminará creyendo.

Jack hablaba con seguridad, pero en su interior, estaba nervioso. Estaba a punto de usar su última carta bajo la manga. No había utilizado su poder desde aquel incidente, en la gruta. La última vez no había ocurrido nada, así que esperaba tener la misma suerte en esta ocasión. Si de verdad el dragón se había ido, era el momento de comprobarlo, no podía vivir con miedo para siempre.

Cerró sus ojos por un momento, buscando concentración. Respiró profundo y dejó que su cuerpo se relajara. A pesar de los años no le costó trabajo sincronizarse con su interior. Era curioso cómo después de hacerlo una vez, la habilidad se retenía, se había vuelto parte de él. Pronto, se dio cuenta de que toda célula en su cuerpo se encontraba bajo su control directo y consciente. Esa sensación era inigualable, como si pudiera hacer cualquier cosa. Pero no buscaba una gran hazaña, no quería arriesgar demasiado. No sabía si de verdad el dragón estaba conectado a ese poder. Bastaría con algo sencillo, algo simple.

Abrió sus ojos despacio y captó la mirada de desconcierto que tenía Bostroj. El bigote grisáceo del hombre ocultaba unos labios fruncidos por la curiosidad. Jack, sin perder el contacto visual, levantó una mano lentamente hasta dejarla a la altura de su rostro, haciendo que el hombre frente a él centrara su enfoque en esta. Cuando notó que los ojos de Bostroj se fijaban en su mano, él, chasqueó sus dedos.

Una flama se encendió al instante, levitando a tan solo unos milímetros de la piel de sus dedos. Bostroj se echó para atrás, asustado por lo que había visto, deteniéndose por el respaldo de su propia silla que se curvó peligrosamente, como si fuese a caer. La acción, para Jack, había sido bastante simple. Una chispa generada a partir de un ligero impulso eléctrico producido en las células más externas de su piel; una pequeña acumulación de monóxido de carbono, atraído por el cambio de electronegatividad en las células de otro de sus dedos; ¿el chasquido?, simple parafernalia. Había logrado crear fuego con sus propias manos ante la incrédula mirada del hombre.


—P-pero ¿qué significa esto? ¿Acaso cree que con un truco de magia voy a...?

Jack suspiró.

—Esto no es magia, señor Bostroj. —Comenzó a mover sus dedos, haciendo que la pequeña flama bailara entre ellos. Bostroj lo veía cada vez más confundido, como si tratara de encontrar explicación lógica, y Jack, le facilitó la tarea—. Es una simple combustión. La he producido con mis manos. Y no solo eso, dígame, ¿qué pasaría si tomo una molécula de oxígeno del aire y la combino con dos de hidrógeno?

—¿Q-qué insinúa? —dijo Bostroj, tartamudeando.

—Agua, señor Bostroj. H2O.

La flama que bailaba en la mano de Jack desapareció de pronto, consumiéndose por una burbuja líquida que apareció en lugar de esta. El agua sustituyó a la flama para danzar entre los dedos de su creador, sin siquiera tocarlo.


—No... No entiendo. ¿Cómo lo hace? ¿Qué significa esto?

Jack respiró hondo, cerró y abrió su mano en un movimiento explosivo, haciendo crecer de prisa la burbuja de agua y reventándola de forma espectacular. El escritorio quedó empapado, pero apenas unas gotas alcanzaron el rostro y traje de Bostroj, gotas que fueron absorbidas en un segundo por la tela.

Ya está, lo había hecho, por ahora no necesitaba más. Ya había jugado demasiado con su suerte y ahora tendría que continuar por el camino de la palabra. Por eso mismo, buscó de nuevo el contacto visual con su interlocutor. Cuando lo tuvo, procedió con la última parte de su jugada.

—¿Qué significa, pregunta...? —dijo—. Significa que existen cosas que no puedes comprender, Liam —Jack había cambiado repentinamente a llamar a Bostroj por su primer nombre—. Significa que a veces necesitas tomar una base inexistente para crear ciencia y para probar que es real. Significa que, para probar lo increíble, primero hay que creer en ello.

Bostroj estaba consternado. El cambio de voz que Jack había empleado, lo que acababa de ver y las palabras que utilizaba, parecían venir de una persona completamente diferente.

—Esas... son palabras de Jack Relem —dijo Bostroj, al reconocer la última frase como una cita.

Jack sonrió. Lo había hecho a propósito. Precisamente, esa era la frase que había usado al conseguir su primer doctorado. Para probar lo increíble, primero cree en ello, una de las frases más conocidas en el mundo científico. Su nombre era famoso, sus investigaciones y sus letras, aunque su rostro pocos lo conocían.

—Te confesaré algo, Liam —habló—. Jack Relem no murió en Nivek, como todos piensan. Él está aquí...

—No.... no lo entiendo.

La mirada de Liam Bostroj era entrañable. Denotaba la confusión más pura de quien no sabe qué está ocurriendo, pero a la vez, tenía un brillo de intriga en sus ojos, como si estuviese maravillado con lo que veía y escuchaba.

—Yo soy Jack Relem, Liam —dijo Jack, dando un gran respiro y relajándose otra vez en su asiento—. Y el Brauquiana no destruyó Nivek. —Se llevó una mano a la sien y negó con la cabeza—. Mi ciudad fue arrasada por un dragón, le pese a quien le pese. Mi ciudad vivió lo que el mundo está viviendo ahora. Los reptiles muertos son el primer paso, Liam. Y comienzo a temer... que esto pueda ser preludio a algo que nadie puede imaginar.

El hombre detrás del escritorio se quedó sin palabras. Tenía la boca abierta, pero no salía sonido alguno. No tenía manera de explicar lo que acababa de ver.

Jack aprovechó el momento que había creado para llegar a su objetivo. Aún era pronto para celebrar, si no daba la estocada final a Bostroj, todo esto podría haber sido en vano.

—Siento mi atrevimiento, señor Bostroj —dijo Jack, retomando su trato respetuoso al hombre frente a él—. Lo que usted acaba de ver debe permanecer como un secreto entre nosotros. Por eso... —Jack señaló a las cámaras de seguridad. Bostroj las miró, aun sin poder pronunciar palabra—. Por eso me tomé la molestia de empañar las lentes de sus cámaras. Mi familia es muy importante para mí y nadie debe saber de mi existencia. Para el mundo seguiré siendo Raúl Quintero.

»Estoy seguro de que puedo resolver todas las dudas que tenga con el tiempo, claro, si es que acepta mi oferta.

Ya habían pasado algunos minutos y el dragón no había aparecido, otra prueba de que ya no estaba. Liam Bostroj siguió mirando a Jack, aún sin saber qué decir. En sus ojos se reflejaba la duda, la curiosidad, y solo había una forma de tratar con hombres así: muestra algo que no puedan explicar, ofrece una respuesta... y la querrán. Por supuesto, Liam Bostroj podría haber perdido aquel viejo instinto curioso al convertirse en un hombre de negocios, de ser así, lo rechazaría sin dudar.

El hombre acercó su silla de nuevo hacia el escritorio, extendió una mano y presionó un botón en un pad electrónico.

—Señor Bautista —dijo el ejecutivo, a través del comunicador. La voz de un joven le respondió al instante y Bostroj lo llamó a su oficina.

En cuestión de segundos, el secretario se hizo presente en el lugar.

—¿Me llamaba señor?

Bostroj extendió una mano hacia su ayudante.

—Lleva los datos del señor Quintero al laboratorio central. Haz que analicen exhaustivamente cada paso y que traten de reproducirlo en teoría. —Bostroj le dio la memoria de reptil al joven Bautista.

El muchacho asintió con un «sí señor» y salió del lugar.

—Muchas gracias, señor Bostroj —dijo Jack, con una sonrisa sincera.

El hombre simplemente asintió con la cabeza mientras extendía su mano para estrechar la de Jack. Había sido difícil, arriesgado, y posiblemente tonto, pero había logrado lo que hasta hace poco parecía imposible. Por ahora, no necesitaba más que su confianza, y si aún no la tenía, se la ganaría con el tiempo. El paso más difícil ya estaba dado.


A kilómetros de Galus, en algún punto del norte.

Un ojo amarillo relucía a la luz del fuego, en la oscuridad. La sombra de una gigantesca silueta ennegrecía la roca. El sonido del aleteo de unas extremidades membranosas hacía eco en el cerrado lugar.

Seivhra —habló una voz gruesa y gutural en un idioma antiguo—. No fuerces tus alas. Sincronízate. Un drag por momento.

Un gran dragón yacía echado. Su rojo brillante se mezclaba con la luz que rompía la oscuridad. Una versión de él en miniatura pululaba con torpeza, tratando de levantar el vuelo, dando pequeños saltos a centímetros del suelo. Comparada con el coloso, la pequeña criatura era minúscula, apenas del tamaño de una de sus escamas.

Un leve gruñido fue la respuesta de la pequeña, criatura. El dragón bufó.

—Brr. Jamás me acostumbraré a esto. No sé cómo es que Padre lo hacía. ¿Hablar con un semidragón? Tengo que estar loco... —habló para sí mismo.

El dragón rojo descansaba en la tierra que había convertido en sus dominios, un lugar alejado del mundo humano. Por ahora, lo único que necesitaba era paz. Necesitaba que Seivhra creciera bien. Fuerte, inteligente, majestuosa. La madre de sus futuros hijos, tenía que ser una digna reina.

Aun así, al ver al pequeño dragón sabía que todavía quedaba camino por delante. Y mientras eso sucediera, el sutil entramado para retomar el mundo que le pertenecía se tejía lentamente. Paciencia es todo lo que necesitaba. Ya había dormido por miles de años... unos cuantos más no eran nada para él.

El dragón se encontraba pensando en el porvenir, cuando repentinamente, sintió una lejana perturbación en las cuerdas de la realidad que regía el mundo, la existencia misma. Como un acto reflejo, estiró el cuello y buscó concentración. Cerró sus ojos por un momento y dejó que su mente se fundiera en uno con el viento, con el aire, con la materia. Sintió sus vibraciones y cambios, siguiendo la anomalía.

Permaneció así por bastante tiempo, el impulso había sido pequeño, demasiado, apenas perceptible. Si no hubiera estado despierto, probablemente ni siquiera lo habría notado. Era él, seguía vivo. Ahora que lo pensaba, tal vez hace años, el puñado de zneis que perdió en aquella gruta, pudo haber sido suya.

La mandíbula del dragón se torció en una tétrica sonrisa.

—Jack Relem, tu turno sigue en espera.

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