9
El frío atravesaba la tela de la fina camisa. En verdad necesitaba ayuda. Las lágrimas se habían detenido, mis mejillas estaban húmedas y el golpe del aire se sentía aún más que en el resto de mi cuerpo. Me dolían los pulmones y las luces de los semáforos no eran mi prioridad.
- ¡Sehun!
Que patetica es mi vida.
Dejé la comida preparada y algunas bebidas para Jaehyun y Chanyeol; tenía unos minutos para bañarme y prepararme para la fiesta, se me retuerce el estómago de solo pensarlo. He estado evitando a Bohyun, aún me siento nervioso a su alrededor, como si estuviera en alerta. Él por su parte ha respetado el espacio que le impuse y no me ha dicho palabra alguna sobre lo ocurrido la noche anterior.
Prendí el último botón de mi saco y me arreglé el cabello. La diseñadora había enviado un traje carmesí, el chaleco y la camisa tenían un color negro. Según las instrucciones, la corbata no era necesaria para completar el estilo del vistoso conjunto. Me miré al espejo por un momento; lo sentía un poco exagerado para mí, es decir, el protagonista de esa fiesta era Bohyun o quien quiera que sea el anfitrión. Teniendo en cuenta mi impresión, me salté el maquillaje, no quería sumarle más cosas a mi persona; finalmente, bajé hasta la sala.
La comida que preparé me dio hambre, pero no tuve tiempo de probarla porque habían tocado la puerta; por suerte no tenía que elegir el traje que usaría Bohyun, de eso también se había encargado la diseñadora.
- Te dije que eras como un príncipe. - Salí de mi aturdimiento al escuchar esas palabras.
- ¿Chanyeol? - Solté, aún era temprano. - Tienes como una hora...
- Estaba preocupado, no quería llegar tarde o dar una mala imagen en mi primer día como tío y niñero. - Sonrió.
- Creo que a Jae nunca le darás una mala imagen. Es un niño con una personalidad dulce.
- Con más razón voy a esforzarme. - Me tendió un ramo de flores. - Son para ti y, los chocolates son para mi sobrino.
- Están hermosas.
- Hice una buena elección... bueno, el chico de la florería lo hizo. - Sacudió su mano. - Aunque yo le describí muy bien tu personalidad.
- ¿De verdad? En tan poco tiempo... ¿crees conocerme?
- Eso es lo que estoy intentando.
- Ya... deja de decir eso y pasa. - Le abrí un espacio, que no fue suficiente para un hombre de su tamaño. ¿Jae será un gigante también? - La comida está lista, si quieres puedes calentarla un poco. Volveremos temprano... tal vez a las una.
- ¿Pondrás un pié y volverás?
- Es una cena y una pequeña gala, además, hay un niño pequeño que es mucho más importante.
- No puedo discutir eso.
- Serán tres horas... la cena comienza a las diez. - Él se sentó en la isla de la cocina y olió la comida.
- Demaciado delicioso. - Sonrió.
- Es una receta de televisión, es como un pequeño premio porque no puedo pagarte por pasar tiempo con tu sobrino.
- Tu amabilidad es más que suficiente. - Recogió un par de platos. - Voy a buscar al pequeñín, debe contarme la historia de peluche que se mueve por las noches.
- Eso es culpa de su padre... esa cosa era muy desagradable, ahora Jae elige sus peluches.
- Sin embargo, parece emocionado cada vez que lo cuenta.
- Sí, porque él mismo tomó valor y lo arrojó a la basura.
- Le habrá dolido a Bohyun.
- No, se lo dejé un día en su habitación, dos días pasaron y, él también quería tirarlo. - Sonreí. - Su secretaría hizo un esfuerzo por cumplir un pedido que era para Bohyun y, bueno, las cosas con ese juguete no fueron tan bien, pero se lo agradecí de todas maneras.
- Muy valiente. - Se detuvo en la puerta. - Ya vuelvo.
Su gran espalda se perdió en el recorte de la pared y yo me senté con cuidado en una de las sillas. Podría pasar unos minutos más con ellos y luego solo tendría que perfumarme para borrar el olor de los condimentos.
- ¿Qué...
- No me gusta esto. - Dijo sacudiendo el traje. - No me pondré esto... - Fue hasta su armario, comenzó a sacar y desordenar camisas, pantalones, sacos y corbatas.
- ¡No! Vas a arrugarlo todo.
- Solo voy a elegir algo que no se vea ridículo en mí.
- Pero si tu fuiste el que pidió esto. - Se detuvo.
- Bien, pues, no me agrada lo que llegó.
- Podemos cambiarle lo que no te gusta... le sacaré el moño, usarás una corbata lisa y un saco clásico... ¿Te parece bien? - Tendría un conjunto completamente negro y le colocaría un pañuelo de color rojo.
- Puede que funcione... hueles a comino.
- Es un condimento fuerte.
- Debes hacer algo con eso. - Tomó unas toallas y fue al baño. - ¿Me esperas abajo?
- Sí, creo que ya no intentarás romper lo que debes ponerte. - Dije y fui hasta mi habitación para buscar el perfume que me habían obsequiado en mi cumpleaños.
- Eso no es como tú. - Pegué un salto y casi destruyo el frasco de vidrio.
- Me... asustaste.
Él sonrió y despeinó su cabello un poco. Tardé mucho tiempo en darme cuenta de la informalidad de su apariencia. A diferencia de las primeras visitas, en las cuales llevaba un impecable traje, estaba vestido con jeans, una camiseta negra y una campera de cuero. Se le sumaba a eso su estructura gigantesca de deportista y sus facciones sólidas pero algo infantiles; me recordaba de cierta forma mi fallido y torturoso paso en el amor adolescente, del cual nunca pude ser parte debido a mi prematuro casamiento. Era como ver al chico guapo de la escuela pasar por tu mesa; aunque sinceramente no estaba del todo seguro. Falta de experiencia.
- Fue un regalo y ya me lo puse.
- Lástima. - Se sentó en la misma silla del día anterior.
- ¿Dónde está Jae?
- Le parece más entretenido un personaje animado.
- No debiste encender el televisor, cuando su programa termine estará muy dormido.
- Veo que no tengo idea de como cuidar a un niño. - Se frotó la nuca.
- Muchas niñeras querrían tener tu suerte de principiante. Jae no quería dormir cuando estaba con Bohyun y lloraba si él intentaba acostarlo. Fue un trabajo duro adaptarlo a su habitación, porque cuando llegué Jae solo quería dormir conmigo y se negaba a estar solo.
- Bueno, tu suerte es la que yo quiero y, en ese entonces, tu querías la mía. Deberías enseñarme algunas cosas y yo te... mostraré, porque no tengo idea de como lo hago, como hacerlo dormir. Debo ser muy aburrido. - Cerré mis ojos y bostecé. - ¡Sehun!
- Era un chiste. - Le tiré un poco de perfume, él se cubrió con los brazos y se levantó, entre risas comencé a correr por el cuarto hasta que me atrapó por atrás. Con sus manos intentaba quitarme el frasco, seguramente para devolverme el favor. Gracias a la similitud de alturas podía saudirme, pero no liberarme.
- ¿Sehun? - La voz de Bohyun hizo que nos volvieramos hacia la puerta. - Tenemos que irnos. Es tarde. - Chanyeol aflojó su agarre y yo separé sus brazos.
- Bohy...
- Es tarde. - Me tomó de la muñeca y, pasando de largo toda la casa, me llevó hasta el auto.
El peso en mi estómago estaba manezando con salir. Le hice honor a la cena solo por educación y accedí a todos los estereotipos que exigía esa fiesta. A media noche sentía como mi cabeza levantaba fiebre y mi columna dolía por forzarla a mantener una postura que me era incómoda. Lo peor era comprender que el muñequito bien portado era la figura que todos admiraban en ese lugar; incluido Bohyun, quien creía que me conocía lo suficiente.
- Las esposas jóvenes no son como las novias, no. Es malo saber que tu novia se siente incomprendida porque, en realidad, ni siquiera lo intentas pero, cuando se trata de una esposa, las cosas cambian. Es muy humillante no poder cumplir con una esposa, porque sí ella te engaña, como lo haría una novia, la frustración es mucha. Sobre todo si su amante sabe aprovecharse de ello. Por otro lado, eres un hombre con suerte Bohyun, ningún jovencito, sobre todo uno como el tuyo, acepta un matrimonio del que no obtiene nada. Es peligroso dejarlos solos. Siempre deben saber cuál es su lugar y quién es su esposo. Lo aprendí por las malas. A estos los dejas pensar y sus mentes suben, suben y no se detienen.
No sabía por qué él se llevó a Jae y me encerró en mi cuarto, tampoco entendía la forma en la que prácticamente echó a Chanyeol de la casa. ¿Cómo podía ser tan injusto con quien había cuidado a su hijo?
No podía ser más ingenuo.
La brusquedad con la que fui arrastrado hasta su habitación; cómo se arrojó sobre mí y sus violentos manotazos que hicieron pedazos el saco y arrancaron los botones; me hicieron ver lo terrible que puede ser el amanecer. Su mano sofocaba mis gritos... hasta que lo mordí, conseguí empujarlo y salí corriendo hacia la calle.
La camisa estaba hecha gajos y el frío invernal estaba matando mis pulmones. Sus gritos mordían mi nuca, mis pies se apuraban y cruzaban sin mirar.
- ¡Sehun! - Algo sostuvo mi cuerpo... Mi cabeza palpitaba, calor, presión, mucho calor... No quería contar mis palpitaciones. Estaba tan asustado.
Dijiste que no ibas a lastimarme.
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