15
- Estoy en Japón.
La llamada fue una gran pérdida, como una desconexión letal; tuve que colgar porque Bohyun había regresado. Él tenía una caja de regalo en sus manos que terminó entre los brazos de Jae. Me costó mucho hacer entender a mi bebé que no iríamos a la playa, aún. Por otro lado, Bohyun no hacía nada por responder mis dudas o las de su propio hijo, parecía empeñado en mantener nuestro futuro en secreto. No podíamos salir del hotel o de sus jardines. Las visitas a los parques o al cine no estaban enla lista de permitidos. La estadía era como una cárcel.
- Mi secretaria encontró una buena escuela para Jaehyun. - Comentó en los últimos momentos de la cena, cuando mi hijo ya estaba durmiendo. - Es un buen lugar, tiene excelentes referencias.
- No podemos cambiarlo tan rápido.
- Los cambios son bruscos, no importa como lo hagas.
- Es un niño pequeño.
- No lo será por siempre, debe madurar. La vida no es como tú le haces creer. ¿Me equivoco? Sabes mejor que nadie lo que es.
- Siempre... he hecho lo que convenía, pero Jaehyun no es como yo. No tiene un padre borracho e inescrupuloso sin el más mínimo sentido de cariño y afecto. ¡No es como yo! No nació sin techo y sin un futuro. - Levanté mi plato, mi apetito se había ido. - Entiendo lo que quieres, pero si crees que esto va a lastimarme... tienes razón, no voy a soportar verlo sufrir y menos cuando tiene un padre que sabe lo que hace.
- Es mi hijo, Sehun. Eso lo tienes muy claro.
- Sí, lo sé. Eso me molesta más.
- ¿Crees que no estoy molesto también?
- Estás molesto conmigo, pero lastimas a las personas equivocadas.
- Sabes... en realidad estoy molesto con todo. Contigo, con lo que pasó, con él y, una de las razones por las que voy a tenerte es porque él y tú sufrirán por eso. - Mi cuerpo se estaba atemorizando. - No puedo dejarte libre porque no quiero, pero también soy feliz porque sé que tú y él se retuercen con cada día que pasa. Te diré algo más, la próxima vez que me traiciones voy a dejarte libre y nunca más volverás a ver a Jaehyun. - Se levantó de la mesa y fue a su habitación; dejando mi autoestima y mis sentimientos en el suelo.
Había pasado la media noche y yo seguía lavando los platos y otras fuentes solo para hacer tiempo y tentar al sueño. Sería terrible para mi llegar hasta ese cuarto e intentar dormir con las notificaciones del celular y las palabras de Bohyun como látigos. Me había parado varias veces frente al botiquín de emergencias solo para tomar valor y seleccionar una pastilla que me ayudara, sin embargo, mi desesperación no llegaba tan lejos y el miedio me impedía estar vulnerable frente a Bohyun.
Acabado todo, me senté en el sofá de la sala y encendí la televisión, bajé el sonido, solo quería ver las imágenes. La soledad que me rodeaba me recordaba a esos momentos en el tejado de mi casa. Desde allí, el cielo se veía como es, profundo, indescriptible y misterioso. Era hermoso y tenía un nombre porque alguien se lo había puesto, igual que alguien creo una definición para él. Siempre me he preguntado si eso funciona de la misma manera para nosotros. Los que nos veían al nacer nos colocan un nombre y nos describían siguiendo un parámetro que utilizan con todos; el nombre nos hacía diferentes y, como si con eso no fuera suficiente, a medida que pasa el tiempo nos volvíamos más diferentes; así, mi yo de los nueve años no era igual a mi yo de quince. Yo era diferente para los demás y, por eso mismo era ignorado; los adultos me despreciaban con conocimiento de mi origen y los niños lo hacían porque era lo que mandaban los adultos.
A los dieciséis años comprendí que eso no solo no cambiaría sino que las cosas se podrían aún peor. Mi padre empezó a emborracharse en cualquier parte y a cualquier hora, la policía lo tiraba en la vereda y se iba. No podía preocuparme por los demás cuando el enemigo estaba en la casa y esperaba a que yo durmiera, por eso subía al tejado y, muchas veces, para calmarlo le compraba bebidas y se las dejaba en la cocina. Limpié mi rostro con la manga del pijama y me recosté un poco más en el sofá.
Los golpes reiterativos en la puerta me despertaron. Me levanté con torpeza del sofá y caminé hasta la puerta. El reloj marcaba las seis de la mañana y mi mente no podía procesar algún motivo por el cual alguien vendría. Me quedé unos segundos pensando si sería una buena idea abrir en mi estado, sobretodo porque el corte en mi labio aún no había sanado y el moretón no estaba cubierto con maquillaje, sin embargo la insistencia era tanta que abrí.
- ¡Bohyun, maldito bastardo! - Chanyeol me tomó de los hombros y sus ojos se clavaron en mi rostro. - ¿Qué mierda te hizo? - Violentamente fui arrojado hacia el interior y Bohyun salió en mi lugar.
- ¡Tu no tienes nada que hacer aquí!
Ambos estaban excitados y fuera de control. La discusión se desarrolló afuera, pero no tardó mucho en trasladarse a los golpes a la suite. Maldecí tantas veces que ya no las recuerdo. Bohyun y Chanyeol se atacaban de todas las formas y yo no podía detenerlos; estaba presenciando una maldita guerra de gigantes.
- ¡Basta! ¡Detenganse!
No sé cuanto tiempo duró, pero sí descubrí que tanto daño le había hecho ese momento a nuestras vidas. La forma en la que se lastimaban y el pánico que creció en mi, me hicieron perder el control también. Mis manos temblaban y ya no tenía voz; comencé a llorar, me agaché y me abracé a mis rodillas.
- Basta... - El temblor se apoderó de mi y mis acciones comenzaron a perder todo sentido. - Por favor... - Enterré mi cabeza y sus voces se perdieron a lo lejos.
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