I

Soledad.

No sabía dónde estaba, qué tiempo era o lo que pasaba, pero sí podía sentir el calor adictivo del sol en la piel.

Minseok creía estar en algún parque conocido, no podía decirlo con seguridad. Se frotó los brazos y vio hacia el cielo, entrecerró los ojos por la luz que lo encandiló y cuando volvió la vista al frente, halló a un hombre de espaldas bajo a un árbol. Quería acercarse, mas se quedó quieto en el sitio viéndolo. ¿Quién era? Otra contradicción: esa espalda le inspiraba cierta familiaridad, pero no conoció a nadie así en su vida.

Si tan sólo se volteara...

Siguió la dirección de su mirada, había un nido de gorriones en la rama más baja.

Al parpadear y abrir los ojos otra vez, no estaba en ningún parque observando gorriones, estaba en su cama gozando del confort de las frazadas. Su nariz fría lo devolvió a la realidad, no estaba soleado, seguían en pleno invierno.

Entrecerró los ojos de cara al cielorraso y repasó su sueño.

-Extraño.- Murmuró con la voz ronca.

Vio el reloj en la mesa de noche, faltaban unas dos horas para que la alarma sonara, así que se dio la vuelta con intenciones de seguir durmiendo. Desistió al rato luego de tratar sin éxito, aunque se negó a abandonar la calidez de la cama. Pocos estarían despiertos en la parroquia a esa hora, quizás los cocineros, ¿Jongin? Adrede se levantó, se aseó y se vistió más lento de lo normal e incluso así, cuando llegó a la iglesia apenas había algunos rondando.

El olor hipnótico del pan recién horneado lo transportó hacia la cocina, se asomó con una sonrisa.

-Buenos días.

Como había previsto, el aspirante más joven, Jongin, estaba amasando con su rostro lleno de harina.

-¡Hyung! Ah...- Golpeó su boca un par de veces, quedándose aún más blanco en el proceso. -Quiero decir, servidor Kim.- Hizo una respetuosa reverencia.

Resopló al adentrarse. -No es necesario ser tan formal.

-No quiero que el padre Go me reprenda otra vez.- Murmuró, dándole unos buenos embistes a la masa. -¿No estás aquí muy temprano? Ni siquiera se prepararon para el servicio.

-Mmm...- Se apoyó de espaldas sobre la mesada. -Tuve... Un sueño.

-¿Fue malo?

-No...- Se rascó la nuca. -¿Necesitas ayuda?

-Gracias, pero el servidor Lee es quien me está ayudando hoy, salió un momento.- Jongin le sonrió entre jadeos, ¿cuánto tiempo había estado amasando?

Le revolvió el cabello con fuerza. Jongin era un estudiante de Comunicaciones que tomaría su seminario al finalizar la carrera, quería ordenarse diácono al igual que él y visitaba la parroquia a diario para prestar servicio y vivir inmerso en la fe desde entonces. La comunidad estaba compuesta en su mayoría por gente mayor y aunque solía llevarse bien con todos, era refrescante interactuar con alguien cercano a su edad.

-Iré a echar un vistazo a la huerta.

-¡Ah, hyung! ¿Me acompañarías a la librería esta tarde? Quiero tu opinión sobre algunos libros de teología.

-Claro.

Luego de un rato en el patio trasero, Jongin le avisó que ya iban a desayunar. A diario comía en casa o compraba algo de camino al trabajo, cambiar en algo la rutina no le vendría mal.

Nadie mejor que Dios sabía lo monótona que esta era.

Compartiendo el pan recién horneado y el café caliente en silencio junto a sus colegas, un poco recordó la razón por la cual no solía compartir comidas en la parroquia. Tantos años lo volvieron algo usual, pero en ocasiones el ambiente tan solemne lo ponía ansioso.

-Hey.- El compañero que tenía a su derecha se inclinó hacia él, susurrando. -El padre Song recibió la totalidad de la orden.

Alzó la ceja mientras untaba un poco de mantequilla en su rodaja de pan. -¿No debería llamarlo "obispo" entonces?

-Se irá de aquí pronto, ya le otorgaron una diócesis.- Bebió un trago de café y suspiró con disimulo. -Se lo he dicho antes, pero si quisiera podría lograr lo mismo, Minseok ssi.

-Me pregunto.- Sonrió de lado con una respuesta vaga.

Desde que había terminado su seminario solían "acosarlo" en el afán de socavar el estado de su posición. Había tenido la idea clara de tomar el primer grado de la orden y profesarse como diácono, pero no había pensado más allá de eso. Para ser honesto, ni siquiera pensó que llegaría tan lejos en primer lugar. Su interior había sido un desorden caótico en su juventud y como no sabía qué hacer, su hermana le había aconsejado.: "primero acaba con el seminario y luego ve cómo te sientes".

Bien, ¿cómo se sentía?

-Servidor Kim.- La voz del sacerdote Go sentado en la punta de la mesa llamó la atención de todos. -Tiene una reunión de consultoría por la tarde.

-¿Se trata de un fiel?

-Es alguien nuevo.- Aclaró limpiándose la boca con una servilleta. -Pase por mi oficina luego, le daré más detalles.

-Sí, padre.- Aceptó la orden con humildad y dirigió un vistazo a Jongin sentado justo en frente.

"Lo siento", gesticuló en su dirección, no podría acompañarlo a la librería al final.

Esa tarde, el trabajo en el comedor comunitario había tomado más tiempo del imaginado y todavía debía volver a atender la oficina, así que tuvo que posponer la visita al hospital. De forma inusual, estaba ansioso por la nueva consultoría que tendría. Solía atender las inquietudes de la comunidad a diario, esto no era nada nuevo y sin embargo no podía quitarse la emoción del pecho.

Visitó al padre Go con expectativa, pero esta se apagó ni bien vio que la reunión sobre el nuevo fiel se tornó en una conversación sobre él. De nuevo.

-Hazme saber cuándo lo decidas, Minseok.- La mano reconfortante del padre sobre su hombro se sintió más pesada de lo habitual. -Si te completas como transitorio, enseguida te ordenaría como candidato para sacerdote.

-Necesito más tiempo de reflexión, padre.

El otro asintió. -Lo entiendo. Tú sabes el potencial que veo en ti, la gente confía y te ve como a un gran guía también. En el futuro, me gustaría poder recomendarte como al obispo Song.

-Agradezco sus palabras, padre. Pensaré seriamente al respecto y le daré mi respuesta entonces.- Hizo una venia solemne.

-Bien, bien.- Palmeó un par de veces más su hombro.

-Hum, padre, sobre el nuevo fiel...

-Oh, cierto.- Reaccionó, Minseok se preguntó si había planeado en algún momento hablarle al respecto o sólo había montado esa reunión como excusa para "aconsejarlo". -Es un tanto peculiar, puede que sea un reto para ti.- Comentó llevándolo por el pasillo hacia la oficina.

-Entiendo.- No indagó más, no le dirían nada de todas formas.

El tiempo que pasaba sentado esperando tras el escritorio, era tiempo que acrecentaba su ansia. Sabía más o menos qué esperar en estas visitas, las personas por lo general tenían crisis de fe, familiares enfermos o eran jóvenes con vidas problemáticas que no sabían a dónde más acudir. Se encargaba de estos últimos con mayor frecuencia dado que era algo que conocía de primera mano, así que intentó calmarse al repetir en su cabeza que seguro debía tratarse de otro de esos casos.

Respingó cuando tocaron la puerta y corrigió su postura en una más formal antes de permitir que pasaran. No eran uno, sino dos jóvenes y podía aventurar que rondaban alrededor de su edad. Uno de ellos, el que iba por delante, lucía preocupado a morir mientras cogía a su compañero de la muñeca y prácticamente lo arrastraba dentro. El otro estaba cabizbajo y con una postura indispuesta, fue evidente con un simple y corto vistazo que era el último lugar en el mundo en el cual quería estar.

-Por favor, tomen asiento.- Se levantó un poco de su sillón con un ademán.

-Buenos días, padre. Soy Byun Baekhyun y este es Kim Jongdae.- Tiró del otro para que se sentara a su lado. -Vamos, hyung, ven.- Imploró por lo bajo.

Minseok le envió un vistazo de reojo, pero su sonrisa permaneció intacta. -Afuera está frío, ¿podría ofrecerles café? ¿Té, tal vez?

-Oh, no, yo estoy bien, hum...- Baekhyun miró a su amigo, pero este insistía en ignorarlos. Se volvió hacia él con inquietud. -Padre, necesitamos ayuda, esto es... No sé cómo explicarlo, es...

-¿Difícil de creer?- Cuestionó el otro, siendo lo primero que decía, en un tono sardónico. -Estamos en el lugar indicado para eso.

Minseok no tenía idea de lo que pasaba, pero podía percibir su hostilidad. A pesar de eso, se rio suave. -Bueno, mientras sea de ayuda.- Se encogió e incluso con su rostro gacho pudo ver cómo fruncía el ceño. -¿Cuál es el problema exactamente?

-Mi hyung está mal.- Se adelantó Baekhyun. -E-él continúa perdiendo peso, a veces ni siquiera come porque tiene náuseas y... Pierde energías muy rápido, ¿las-las escaleras del frente?- Señaló la salida. -Se ha quedado sin aire sólo con eso. Tiene pesadillas todas las noches, se despierta gritando y luego no vuelve a dormir. Cada vez él...- Cogió su cabeza con ambas manos. -Él luce aterrado, padre, como si hubiera visto...

Estaba concentrado en lo que le decían y a su vez no dejaba de echar vistazos al otro muchacho, Kim Jongdae, durante la explicación no había hecho más que fruncir el ceño con los ojos cerrados y frotarse la frente como si sufriera de un terrible dolor de cabeza. Su imagen de demacración era clara, no se necesitaba un análisis profundo para corroborar el testimonio de Baekhyun.

-¿Hay algo que pueda estar molestándolo?- Preguntó. -¿Alguna inquietud? Tal vez estrés o...

-Sí.- Lo interrumpió. -La verdad es que el trabajo en la Universidad ha sido duro, eso es todo.

Baekhyun lo miró incrédulo. -¿Por qué estás siendo así? ¡Dijiste que te lo tomarías en serio!

Minseok estaba cada vez más perdido. -Lo siento, pero si él no está...

-¡Creemos que puede estar poseído, padre!

Su expresión apacible titubeó de forma visible, la mano que había comenzado a alzar para amansar los ánimos se congeló en el aire. ¿Qué...? ¿Había oído bien?

-¿Perdón?

Baekhyun parecía a punto de llorar. -Él lo ha mencionado antes, pero yo... Siempre pensé... Cuando volvió de Seúl estaba bien, pero a medida que los meses pasaron se puso como le dije y entonces... Esa noche...

-¡Baekhyun!

-Hace unos días colapsó en el suelo de repente, gritó como si lo hubieran apuñalado y cuando me acerqué para ayudarlo...

Jongdae lo cogió del brazo bruscamente. -¡Ya basta!

Baekhyun lo ignoró. -La voz con la cual me habló no era la suya.- Meneó la cabeza. -Seguro no me crea, padre, pero... Lo que sea que habló en ese momento, no era hyung. No era ni remotamente similar a hyung.

Todos se quedaron en silencio, lo que le dio un minuto para reflexionar acerca de lo que acababa de oír. Estos dos jóvenes parecían sinceros, en especial Byun Baekhyun. Sus expresiones, su postura y su forma de hablar desbordaban genuinidad. En verdad no creía que estuvieran mintiendo, pero...

-Kim Jongdae ssi.- Necesitaba escuchar algo de la persona afectada en sí. -¿También lo cree así?

-¿Importa lo que crea o no? Soy impotente en cualquier situación.

-¿Tiene la certeza?

-¿Hablamos de creencias o certezas? Decida, por favor.

No pudo evitar que una pequeña risita se le escapara. -Tiene razón, estoy siendo contradictorio. Déjeme reformular: al margen de lo que a mí o a Baekhyun ssi pueda parecernos, ¿qué piensa usted al respecto? Puede salir algo bueno, incluso si sólo es a base de creencias.

Jongdae dejó de frotarse la frente y abrió los ojos. -Una lógica esperable tratándose de un sacerdote.- Murmuró.

No se preocupó por corregirlo, en realidad estaba bastante interesado en lo que tenía para decirle. Apoyó la quijada sobre sus dedos entrelazados y sonrió. -¿Y bien?

Dudó un poco, pero al final le dio una respuesta reacia. -Hace años que convivo con esto.

-Aparte del decaimiento físico y mental, ¿experimentó algo más? Como voces que vienen desde afuera, por ejemplo.- Jongdae pasó saliva con dificultad. -¿Había perdido control sobre su cuerpo antes?

Jongdae asintió. Vaya, se estaba poniendo cada vez más serio. No iba a precipitarse sin embargo, no ante un tipo de caso que nunca antes había enfrentado.

-¿Hay algo en específico que le haya hecho pensar que se trata de una posesión?

Antes de que pudiera terminar, Jongdae se rio por lo bajo. Empezó como una pequeña carcajada que acrecentó poco a poco su intensidad. Cubriendo su rostro con ambas manos, lo único que podía verse de él era una sonrisa torturada. Fuera real o no, este chico estaba desesperado y necesitaba ayuda de una forma u otra.

-Ah, no lo sé, sacerdote, ¿por qué no me dice usted? Qué creo o qué no creo, al final del día ¿qué relevancia tiene? Si no creo en esta cosa que ha estado conmigo por tanto tiempo, ¿desaparecerá mañana?
»Dígame, sacerdote, ustedes basan toda su vida en la fe, ¿no? ¿Qué dogma quiere escuchar?

Minseok lo escuchó sin pestañear.

-Los seres humanos somos necios, todos hemos caído en el dogmatismo alguna vez. No creo que sea tu caso, sin embargo.

Jongdae descubrió lentamente su rostro. -Creo en algo que no puedo probar, ¿qué más se necesita?

-No lo confundas con credulidad.

-¿No eres bueno en eso? ¿Cómo crees en Dios entonces?- Gruñó. -Es más, ¿por qué si quiera lo haces?

-¡Hyung!

-Creo en Dios porque creo a Dios.

Y como si fuera alguna especie de conjuro secreto poderoso, Kim Jongdae levantó la cabeza y ambos se encontraron cara a cara por fin. Sus ojos estaban abiertos de par en par con un brillo inesperado que, a decir verdad y en lo profundo, lo conmovió. El chico debilitado y hastiado que había entrado por la puerta había desaparecido dando lugar a uno mucho más vivaz.

Minseok le sonrió. -Hola.

Jongdae retrocedió un poco más cohibido luego de verlo, pero no apartó la mirada.

-Desde mi punto de vista, puede que tengas una visión sencilla del mundo o que estés siguiendo una intuición.- Se adelantó sobre el escritorio para susurrarle. -Contigo preveo la segunda opción y, en tal caso, basta y sobra, Jongdae ssi.

El día siguiente fue tan monótono e imperturbable como de costumbre, aunque una ligera molestia persistía en su interior.

Hacía horas que pasaba hojas de la Biblia sólo para darse cuenta al final de cada página que no había leído nada. Con un resoplido frustrado, se permitió abandonar el recato y desplomó la cabeza sobre el escritorio. Había vuelto a tener ese sueño extraño del tipo y los gorriones. No importaba cuánto lo intentara, nunca llegaba a ver de quién se trataba, siempre despertaba antes, confundido e insatisfecho.

-¿Debería charlarlo con el padre?

No, pero si le daba un enfoque esotérico lo tildarían de pagano, y no quería más problemas. El hecho de que tuviera afán de contarlo es porque había trascendido el estatus de un simple sueño ignorable.

Entonces recordó al chico de la tarde anterior. Kim Jongdae. Sonrió antes de poder detenerse, ese sí que fue todo un personaje. Pocas personas eran capaces de cuestionar tan rudamente a una figura de autoridad cristiana, en general, incluso a pesar de sus descontentos, solían ser un tanto apocados. Los entendía en cierto punto, cualquier otro colega se hubiera ofendido, pero a él le agradó bastante, a decir verdad.

-Si tuviera que elegir, hablaría con él.- Reflexionó por lo bajo.

Tenía la impresión de que sería cuestionado sin piedad (otra vez) por su ingenua credulidad y la simple idea lo entusiasmaba.

Estaba a punto de reír ante lo absurdo de sus pensamientos cuando golpearon el marco de la puerta y se irguió de inmediato. Ni más ni menos que Kim Jongdae estaba allí, solo esta vez, lo cual no tenía sentido porque no tenía consultas hasta dentro de una hora.

-Jongdae ssi.- Se limpió disimuladamente la barbilla, ¿había estado babeando sobre el escritorio? -Hum, buenas tardes.

El otro vaciló un momento antes de hacerle una reverencia. -Lamento molestarlo.

-No, no, por favor, no estaba... haciendo mucho.- Carraspeó y se acomodó para parecer más respetable y no tan perdido. -¿Quién te guió?

Lo vio pintar una sonrisa desvergonzada en su rostro. -Me mandé solo.

-Oh...- Quería explicarle por qué eso no estaba bien, pero por alguna razón no pudo obligarse a hacerlo, haciendo que ambos se quedaran en medio de un silencio extraño. Jongdae se adelantó entonces, entró en la habitación y se inclinó sobre el escritorio con los mismos ojos brillantes de ayer.

-¿Puede salir un momento, sacerdote?

Pasó saliva y desvió la mirada. Tenía que decirle que podían charlar allí sin problemas, pero, una vez más, no pudo hacerlo. En su lugar, cuestionó tontamente: -¿A dónde?

-Afuera. Este lugar me da escalofríos.

-¿Es por lo de ayer?

Jongdae se quedó en silencio antes de asentir.

Minseok tamborileó los dedos sobre la madera. -Podríamos ir al patio, ¿le gustaría? Es bonito y el día parece propicio.- Vio la luz a través de la ventana con una sonrisa. -¿Qué dice?

Jongdae observó cada rincón de la huerta con curiosidad. Su actitud de hoy distaba un mundo de la de ayer y, como lo notaba tan sereno, en lugar de atacarlo con preguntas dejó que vagara y se sumergiera en el análisis de sus propios pensamientos. Ese era un lugar que frecuentaba cuando estaba intranquilo, así que comprendía su ensimismamiento.

-¿Cuida de todo esto?- Curioseó de cuclillas frente a las zanahorias.

-De vez en cuando. Preferimos dejar que los muchachos se encarguen.

-¿Muchachos? ¿Los otros sacerdotes?

-Aquí acogemos a varios jóvenes que lo necesitan, algunos duermen en las habitaciones libres.- Acarició las hojas de la albahaca y sintió el fresco aroma. -Este tipo de cosas les ayuda bastante, es terapéutico levantarse y tener un propósito.

Jongdae se puso de pie y fue hasta su lado, y en lugar de continuar la conversación, miró los brotes de hierbas aromáticas con expresión perdida. Minseok consideró que tal vez necesitaba ayuda y quiso decir algo, pero el otro retomó la iniciativa.

-Quería disculparme por lo de ayer.

-¿Lo de ayer?- Fingió ignorancia.

-Fui grosero, y yo no soy así. En realidad, no quería venir.

-Me lo imaginé.- Caminó por el jardín con una risilla, Jongdae lo siguió.

-Baek, él... Esa vez, tendría que haber visto lo asustado que estaba. Rayos, los días siguientes no pudo mirarme sin ponerse a temblar.- Sonrió con amargura. -Sólo he sabido preocuparlo desde que volví, por eso aunque venir aquí fuera una pérdida de tiempo, para él era importante, tenía que hacerlo.- Se volvió hacia él con las manos alzadas. -Nada personal, sacerdote.

-Entiendo.- Asintió con solemnidad. -Tus perspectivas fueron interesantes, de hecho.

-¿Eso cree? Trabajo en mi maestría de Filosofía mientras doy clases en la Universidad. Desde hace años mi trabajo y mi vida se basan, más que nada, en cuestionarlo todo incluso si es tedioso, y a veces suelo dejarme llevar.- Lo miró de reojo. -Puedo preguntar, ¿tiene estudios?

-Tengo un posgrado en Teología.

-¡Lo sabía! No podría citar a Unamuno y pasar desapercibido para mis oídos.

-Mencionó que volvió hace poco, ¿estudió en Seúl?

-Así es, vivo con Baekhyun hasta que pueda acomodarme. Mis padres convirtieron mi antigua habitación en un vertedero de cosas.

Minseok permitió un pequeño silencio antes de proseguir con más cautela. -Su amigo dijo que había "empeorado".- El semblante de Jongdae cambió por completo junto con el tema y por toda respuesta, sólo hizo una mueca. -¿En Seúl era diferente?

-Dejaron de pasarme cosas ni bien abandoné el pueblo.

-Debe haber algo aquí que despierte lo que habita dentro de usted.

Minseok se dio cuenta unos pasos más delante de que estaba caminando solo, cuando volteó curioso, Jongdae lo veía con unos ojos lastimosos que podrían movilizar al corazón de cualquiera.

-¿Usted...? ¿Usted me cree? ¿O se está riendo de mí?

-Claro que no.- Se atrevió a apoyar una mano delicada sobre su hombro. -Veamos, esto es algo de hace mucho, ¿verdad? Supongo que lo habrán sometido a exámenes de todo tipo. ¿Puedo saber si tiene alguna patología psiquiátrica? Esquizofrenia, por ejemplo.

Jongdae se volvió cabizbajo de nuevo. -Los exámenes neurológicos, la psicóloga, el psiquiatra, todos dicen que soy un joven completamente sano. Los diagnósticos deben estar en casa de mis padres, puedo mostrárselos, sacerdote.

-No profesas mi religión, eso es evidente, imagino que este es el último lugar en el mundo al cual recurrirías en busca de ayuda. Alguien con meras especulaciones o que sólo esté jugando no montaría todo este circo.- Con un apretón, se apartó de él. -Elijo creerte.

Hasta el momento, Jongdae había parecido ansioso y angustiado, ahora, detrás del alivio, había cierta cuota de divertida incredulidad.

-Sin ofender, es el sacerdote más raro que conozco.

Se inclinó hacia él con suspicacia. -¿Por qué? ¿Conoces a otros?

Jongdae se rio en voz alta. -Buen punto, pero aun sin pruebas pienso que es raro.- También se inclinó más cerca. -Elijo creer.

Charlaron un poco más antes de que Jongdae tuviera que dejarlo para que continuara con su trabajo, él mismo debía volver a la Universidad, así que se despidieron en la puerta. Minseok intentó que el resto de la conversación se desviara del tema de la posesión, podía percibir todo el estrés que le causaba y, de momento, conocía lo indispensable.

-¡Ah, cierto!- Jongdae se volvió rápido antes de irse. -¿Cómo debería llamarlo? "Padre" me resulta...

-Tampoco sería adecuado dado que no soy sacerdote. Lo aclaraba un montón antes, pero a la gente parece no importarle, sólo llaman "padre" a cualquiera que salga de aquí.- Rio.

El otro arqueó las cejas con sorpresa. -Qué inesperado, aunque sí puedo decir que es muy joven, ¿como de mi edad o por ahí?

-Soy un diácono, formalmente un "servidor".

Jongdae lo observó abiertamente un par de escalones más abajo. Rodeado de blanco y con su tez enfermiza, esos ojos clavados en él con expectativa y un toque de inseguridad eran intensos. Se sentía casi como una aparición, una especie de sueño.

Sus ojos se ensancharon ante el pensamiento.

-¿Puedo saber tu nombre?

-K-Kim Minseok.- Trastabilló.

Jongdae se acercó un escalón más. -¿Sería demasiado de mi parte llamarte así?

Las personas tenían cierta reverencia por la clerecía (sean estos prelados o no), era similar al efecto psicológico de ver a alguien en su uniforme, uno se siente respetuoso casi por instinto. Por su parte, nunca había pensado demasiado en su "estatus" como parte del clero, por eso no le importaba si la gente no le daba ningún trato especial; creía en comportarse con el debido respeto y esperaba que, de forma natural, le devolvieran lo mismo.

Entonces, ¿por qué de repente sentía que este hombre usando su nombre era demasiado íntimo?

No obstante, más allá de que no sabía cómo reaccionar, no pudo abrir la boca para marcar sus límites, por lo que sólo pudo sonreír y asentir como si se tratara de cualquier otra visita.

El rostro de Jongdae volvió a iluminarse y lo alivió saber que había tomado la decisión correcta.

-¡Genial! Otro día pasaré y te invitaré a un café, Minseok ssi. Quisiera tener más discusiones contigo.

Volvió a dudar sobre qué responderle, pero antes de que pudiera si quiera pensar en algo, Jongdae ya se había precipitado escaleras abajo y se alejaba por la acera con paso rápido y una animada sonrisa. Suspiró y se apoyó contra el marco de la puerta, bien, no es como si le molestara de todas formas. En medio del silencio invernal, un repentino aleteo lo despertó de su anestésico estado. Sobre la rama del árbol más cercano, un gorrión bajó desde el cielo para entrar en su nido. Eso le recordó que tenía que entrar para continuar con su trabajo.

******

El clima era bueno mientras paseaba tranquilo por las afueras de la Universidad. Un mundo de jóvenes recién salidos de sus clases lo rodeó de un momento a otro y entre la marea reconoció una sonrisa reluciente que se acercaba con paso rápido. Jongin había participado en la charla que fue invitado a dar en una de las cátedras, verlo entusiasmado entre sus compañeros mientras lo escuchaba se le asemejó mucho a un cachorro intentando contener su excitación sin éxito.

Husmeó disimuladamente alrededor. Kim Jongdae debería trabajar aquí, tal vez Jongin lo conociera.

-¡Hyung!- Exclamó agitado. -¡Eso fue genial!

-¿Disfrutaste la charla?

Asintió con energía. -¡Siempre me gusta oírte, pero hoy se sintió diferente! ¿Será por el aire de la Universidad? ¡Como sea, nos quedamos alucinados! Incluso había gente discutiendo al respecto a la salida.

-Me alegro.- Palmeó su cabeza un par de veces. -¿Te fue bien en el resto de las clases?

Jongin abrió la boca para contestar, pero no fue el sonido de su voz el que oyó.

-¿Minseok ssi?

Al girar, Kim Jongdae estaba allí con rostro sorprendido. Una vez que lo reconoció, se acercó confiado con una sonrisa complacida. Tenía un morral cruzado sobre el pecho y un par de carpetas entre los brazos, seguro salía de trabajar o se adelantaba a otra clase. Jongin miró de uno al otro con curiosidad.

-¿Y este otro hyung?

-Kim Jongdae ssi es un profesor aquí.

-¡Oh, lo siento!- Hizo una reverencia.

-Jongin es uno de los chicos más jóvenes en la parroquia, estudia Comunicaciones y planea continuar su seminario luego de eso.

Jongdae recibió las reverencias de Jongin con una sonrisa. -Comunicaciones ¿eh? Probablemente me veas seguido en tu último año.

Un grupo de chicos llamó al menor y este se excusó para retirarse, no sin antes volver a echarles un vistazo intrigado con apenas algún disimulo que, en mutuo acuerdo tácito, decidieron ignorar mientras lo veían marcharse. Se vieron a la cara cuando ya no tuvieron excusa y aun así mantuvieron el silencio, hubiera pensado en algo que decir, pero estaba fijado en lo enfermo que el otro se veía.

-Jongdae ssi, ¿estás en condiciones de trabajar así? Lo siento si estoy siendo entrometido.

-Sonaré deprimente, pero estoy acostumbrado.- Rio con pena.

Pudo decir que intentaba quitarle hierro al asunto aunque lo que logró fue preocuparlo todavía más. Jongdae lo encaró con un semblante más animado.

-¿Tienes algo que hacer ahora? Vayamos al café que te prometí la última vez.

No notó el frío que hacía hasta que estuvo dentro de la cálida cafetería. Se frotó las manos y sopló dentro de ellas una vez tomó asiento, mirando alrededor con interés. El lugar era bonito y acogedor, se sintió cómodo al instante.

-¿Es de tu agrado?

-¿Mm? Oh, claro. Prefiero cocinar y comer en casa, así que por lo usual no visito este tipo de lugares. Es lindo hacerlo de vez en cuando, sobre todo con buena compañía.

Jongdae resopló una sonrisa y agachó la mirada. Minseok había creído con toda certeza que Jongdae le hablaría sobre el tema de la posesión, cuando en realidad lo que más hizo fue hacerle preguntas aleatorias sobre su vida personal. El claro interés fue evidente con el pasar del tiempo y no pudo más que sentirse anonadado.

Era un iluso, ¿no es así?

-¿Qué te llevó a tomar los votos? Digo, no es muy común. O bueno, al menos yo no he conocido a un servidor tan joven.

Le habían hecho esa pregunta un montón de veces antes y nunca había sabido qué contestar, pero como se trataba de Jongdae, tal vez...

-¿Por qué piensas que la gente cree en Dios?

Jongdae agitó la cuchara dentro de su taza, Minseok rio ante su expresión contrariada.

-No te contengas, quiero escucharte.

-Bueno, desde una perspectiva materialista... La historia demuestra que las masas se mueven detrás de un discurso gracias a la promesa de cambio y, pues...- Le dio una mirada de reojo. -Quien ansía el cambio es quien fue llevado a creer que su vida está irremediablemente echada a perder.

Minseok le dio un sorbo a su café. -Siempre tuve mis reservas con respecto a Hoffer.

-Tampoco estoy cien por ciento de acuerdo con él. Su teoría es sesgada, pero ha resonado conmigo en su momento. La despersonalización del individuo en pos de un ideal superior con la promesa de un futuro mejor suena aterrador, pero es una realidad.

Apoyó un codo sobre la mesa y la mejilla sobre su mano y lo observó sonriente. -Salvo que la espiritualidad es, también, una actividad íntima.

-Lo sé, pero por lo general...- Detuvo lo que estuvo a punto de decir, pero Minseok sabía lo que era.

-No seré necio, pudo ser así al comienzo. Mi madre se fue un día y nunca volvió, mi padre estuvo poco y fue mi hermana quien me crió. Estar en casa era un asco, así que la calle me acogió y allí... Bueno, viniendo de un barrio marginado, te imaginarás.

Jongdae lució agobiado. -Lo siento, no quería...

-No te acomplejes. A decir verdad, nunca sé qué decir cuando me preguntan. Mi hermana iba a la iglesia en ese entonces y cuando ya no supe qué más hacer, supongo que ese "futuro mejor" me tentó.- Vio a través de la ventana, la nieve empezaba a caer. -Comparto tu enfoque en parte. Luego de ese primer encuentro, hay pocos que ven más allá, colectivamente se suelen cegar.- Lo miró con una sonrisa de lado. -Ahí está el síndrome del verdadero creyente.

Para ser alguien que se había metido al despacho de un clero en la parroquia para cuestionarlo directo y con tan poco tacto, Jongdae parecía arrepentido de haber abierto la boca en ese instante. Se preguntaba si sería así de recatado con todo el mundo o sólo con él y, en el último caso, ¿se debería a su posición? De todas formas, si estaba allí ahora mismo era para ayudarlo.

-Ya vimos que soy una especie de cliché muy pobre, suficiente de mí. ¿Qué me dices de ti? ¿Cómo van las cosas?

Jongdae sonrió por la broma del comienzo y se puso más serio cuando terminó de preguntar. En comparación a antes sin embargo, se notaba más tranquilo y menos esquivo.

-No hay mucha gente que me tome en serio, así que convivo con ello como puedo.

-¿Con qué convives exactamente?

-Siempre pude sentir un poco más que los demás. Ver cosas, oír... Ya sabes, lo de las películas. Suena feo, pero uno se acostumbra. Con el tiempo empeoró y fue cada vez más difícil ignorarlo.- Otra vez agachó la cabeza hasta que su rostro fue invisible. -Quise creer que era mi imaginación, pero viene de adentro... Su voz, viene de adentro.

-¿Cuándo empezó todo esto?

Negó con fuerza. -No recuerdo.

-¿Puedo saber qué cosas te dice?

Jongdae inclinó la cabeza como si estuviera oyendo a alguien a su izquierda. -No quiere irse.- Dijo. -No todavía. Que no es justo y... Llora mucho. No, solloza. La mayor parte del tiempo sólo está triste.

-¿Qué medidas se han tomado hasta el momento?

Sonrió con amargura. -¿Luzco como alguien poseído? Si estuviera trepando por las paredes y vomitando sobre curas quizás me harían un poco más de caso. Sí consideraron que estaba loco, pero no lo estoy.- Frunció el ceño. -No soy ningún loco.

-Lo sé.- Se estiró y palmeó el dorso de su mano con confianza.

-No iba a dejar que me encerraran, así que fingí que ya no pasaba nada. Poco después fui a estudiar a Seúl y se calmó de repente, tanto que había olvidado lo que es vivir torturado. Si pudiera escapar otra vez lo haría, pero mi trabajo...

-Esta... entidad, a simple vista está haciéndote daño, pero las cosas que dice...

-No es maligna.

La convicción salió de su boca con tanta seguridad que lo sorprendió al punto de dejarlo sin palabras. Jongdae apretó los labios.

-Pensarás que tengo alguna especie de síndrome de Estocolmo, pero créeme.- Se adelantó sobre la mesa. -He vivido con esto toda mi vida, sé que no está aquí para hacerle daño a nadie. Sólo desea...- Cerró los ojos. -Algo, no sé qué.

Fuera del café mientras esperaba a que Jongdae pagara la cuenta (insistió en encargarse, pero el otro había sido muy serio al respecto), pensó que estaba bordeando límites peligrosos. Si se involucraba demasiado perdería cierta objetividad que era necesaria para encarar los problemas, pero mientras más tiempo pasaba con él, más personal se volvía. Oírlo desesperado y verlo cada vez más destruido lo afectaba.

Debería consultar el caso con el padre Go y que este lo derivara al obispo de su diócesis, pero no quería ser desvinculado. Al margen de su situación, le agradaba mucho Jongdae y le gustaba estar con él, quería seguir viéndolo y ayudándolo. Además, estaba bastante seguro de que a este no le causaría mucha gracia verse envuelto en una vorágine de cristianidad.

-Jongdae ssi.

-Minseok ssi.

Hablaron a la vez. Se miraron con los ojos grandes antes de reírse. Cuando volvieron a intentarlo, otra vez lo hicieron al unísono.

Jongdae se rio con más ganas. -Lo haré primero, seré rápido, así que escúchame. Si no te espanté del todo aún, ¿podría volverte a ver?

-Iba a preguntarte lo mismo.

-¡Está hecho entonces!

Jongdae rebuscó en su morral y sacó un marcador negro, cogió su mano sin preguntar y con la tapa entre los dientes, garabateó algo en su palma. Sonrió y sin ninguna despedida, se dio la vuelta y se marchó. Estuvo un rato viéndolo irse en medio de la nevada, así que tardó en descubrir que lo que tenía escrito era un número de teléfono.

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