XX

"y aunque no siempre he entendido
mis culpas y mis fracasos
en cambio sé que en tus brazos
el mundo tiene sentido"

Mario Benedetti

Llegaron al aeropuerto una hora antes, Kaedi fue al café para comprarle un té, después regresó a sentarse junto a ella esperando el anuncio de su vuelo. Lía le miró de reojo, sintió un hueco en el estómago ante aquella situación. Le hizo recordar cuando se marchó por primera vez a Barcelona y realmente era una sensación insoportable. Se dejó caer sobre su hombro, respirando profundamente y tomando su mano para entrelazarla.
—No quiero que te vayas así.
Kaedi la miró, pasó su brazo por detrás de sus hombros y la presionó a su cuerpo.
—Tampoco yo, lo siento.
—Yo también lo siento. Tienes razón, he estado actuando raro, pero te prometo que cuando regreses hablaremos de ello.
Los ojos de Kaedi le observaron expectantes, ¿a qué se refería con que hablarían de ello? entonces algo en realidad estaba pasando.
—No te preocupes, no es nada malo —continuó la chica en un intento por tranquilizarla.
—¿De verdad?
—No te estoy engañando, ni con Matías ni con nadie. Es la verdad.
—Lo sé... lamento haber reaccionado así.
Lía suspiró, le pidió que simplemente olvidaran todo. No tenía caso que se fuera molesta o tras una discusión. Se besaron, fue un profundo beso mientras escuchaban que el vuelo de Kaedi era anunciado al fin. La chica hizo un gesto de preocupación, pero Lía le regaló una sonrisa.
—Volverás en menos de lo que imaginas. Y yo estaré aquí, esperándote.
Se abrazaron durante un instante, hasta que finalmente Kaedi caminó por el largo corredor para abordar. Lía sintió un hueco en el corazón. Esperaba que las cosas salieran justo como las tenía planeadas para olvidarlo todo y volver a ser feliz a lado de aquella chica que estaba segura ahora era el amor de su vida.

***

Sabía que tenía que actuar ahora que Kaedi se encontraba fuera del país, no encontraba otra alternativa más que hacerlo confesar y eso significaba llevar a acabo la venganza por su propia mano. La sola idea le erizaba la piel, pero a esas alturas no veía una alternativa mejor.
Ahora tenía por costumbre pasear por los pasillos del hospital, esperando el momento adecuado para poder coincidir con él. Conocía mejor que nadie su debilidad por las chicas, usaría sus encantos para atraerlo y finalmente llevarlo directo a la trampa.
No había tiempo que perder, lo vio salir de la sala de pediatría y calculó el momento exacto en el que pasaría, se dejó ir con fuerza para propiciar un tropiezo con él.
—Lo siento, no vi por dónde iba.
Víctor observó a la chica en el suelo, comenzó a ayudarle a recoger los documentos de mala gana y se percató del revelador escote de Lía. Incluso llevaba una corta falda que destacaba sus torneadas piernas había escogido ese atuendo especialmente para ese cerdo.
—¿Victor, cierto?
El sujeto asintió, mirando el gafete de la jefa de laboratorio.
—Sí, ¿nos habíamos visto ya?
Lía soltó una risita simpática.
—Sí, tenías unos días de haber llegado al hospital, ¿cómo te ha ido?
—Bien, no me quejo. En el hospital de donde vengo me iba mejor, pero esto está bien por ahora.
Lía sintió un escalofrío. Seguramente venía huyendo del fin del mundo ¿por qué alguien dejaría un buen trabajo por estar ahí? Solamente aquellos que venían huyendo de su pasado eran capaces de hacerlo, ella conocía ese motivo mejor que nadie.
—¿En serio? ¿de qué hospital vienes?
—Seguramente no lo conoces, vengo de otra ciudad
Lía asintió, comenzó a cuestionarlo sobre su estancia, le contó que se había mudado hacía un par de meses y le confesó que conocía poco la ciudad. Mentiroso, pensó Lía, quien llevaba semanas siguiéndolo y sabía que le gustaba recorrer la ciudad frecuentando distintos bares y antros.
Comenzaron a hablar de eso, y Lía supo que era el momento adecuado para iniciar con el plan.
—Si quieres podemos ir a tomar algo un día, conozco un bar donde hay excelente comida y la música es buena.
Los ojos profundos de Victor la observaron con curiosidad. Era como si no diera crédito a las insinuaciones de una mujer tan hermosa y joven como Lía. Sin embargo, no era nadie para desaprovechar la oportunidad.
—Me parece bien.
—Perfecto —contestó la chica, con una sonrisa resplandeciente dibujada en su rostro— te paso mi número y nos ponemos de acuerdo.
Intercambiaron teléfonos, Lía dio la retirada sin dejar de sentir los ojos del despreciable sujeto sobre ella. En cuanto giró, comenzó a recuperar el aliento y caminar deprisa hacia el laboratorio.
Entró a su oficina, observó sus manos temblorosas pero por fortuna estaba preparada, tomó un par de píldoras que le había recetado su terapeuta y se sentó sobre su silla, haciendo algunos ejercicios de relajación. No podía dejar de pensar en lo que había sucedido y aunque no tenía un plan muy claro sabía que todo lo que debía hacer era hacerlo pagar.

***

Al día siguiente se encontraba trabajando en unos pendientes cuando lo vio desde lejos, venía con dirección a los laboratorios así que se puso de pie. Corrió hacia el otro extremo de su oficina que daba a un punto ciego entre el cristal y la puerta de aluminio. No podía creer que el idiota estuviera ahí.
Victor iba de un lado a otro y a Matías le pareció extraña su presencia. Por lo general, ninguna persona que no fuera empleado del laboratorio podía deambular por ahí. Era una zona restringida.
—¿Necesita algo?
El hombre volvió sus ojos, mirando a Matías con cara de pocos amigos.
—Estoy buscando a Lía, es la encargada ¿no?
Matías inspeccionó al hombre de pies a cabeza, había algo en él que le daba una vibra extraña.
—Sí, así es, pero en este momento no está.
Victor dio un vistazo por el lugar, volvió a pasar su mirada por la oficina y finalmente se marchó. Matías lo siguió despacio y discreto hasta que abandonó totalmente el lugar.
Acababa de ver a Lía sobre su escritorio, así que imaginó que tal vez se había escondido de él en cuanto lo vio entrar. No sabía si debía estar preocupado, pero su intuición le mandaba señales.
A la hora del almuerzo fue hasta la oficina de su jefa y la encontró aún inmersa en su computadora a pesar de que era su hora de descanso. Matías la invitó a comer con él y los demás como era usual, pero Lía negó.
—Tengo que terminar unos informes. Vayan ustedes.
Matías cerró la puerta, se sentó frente a ella y a Lía la extrañó su inusual acción.
—Lía, ¿sucede algo?
—No —fingió la chica, inmersa aún en su computadora— ¿por qué lo dices?
—Tengo la impresión de que llevas días escondiéndote aquí.
Lía tragó saliva. En realidad había sido obvia.
—Claro que no, ¿por qué me escondería?
—No lo sé, ¿tiene quizá algo que ver con ese enfermero que vino a buscarte?
Lía suspiró, miró a Matías y le sonrió.
—Gracias por no decirle que estaba aquí.
—¿Está molestándote?
El tono de voz de Matías se había elevado ligeramente. Parecía molesto.
—No, es solo que, fui amable con él una vez y creo que lo malinterpretó.
—¿Y por qué no simplemente le aclaras las cosas?
Lía hizo un gesto de obviedad.
—Sí, creo que eso haré. Gracias.
Matías se puso de pie, vio esa sonrisa de Lía en su rostro, pero no era tonto. Algo pasaba entre ella y ese sujeto, y no podía quedarse con las manos cruzadas.
—Matías, cierren la puerta cuando salgan por favor.
El chico asintió. Cerró despacio y Lía lo siguió con la mirada. No podía aplazar eso más. Tenía que actuar, primero Kaedi y ahora Matías. Comenzaba a ser muy obvia con eso de atraer al lobo a la trampa. Debía actuar en ese momento, antes de que su novia regresara y sobre todo antes de que Matías con sus sospechas interviniera en su misión.
Decidió mandarle un mensaje diciéndole que uno de sus compañeros le había informado que estaba buscándola. El sujeto no tardó en contestarle y confirmarle que en efecto, había estado ahí pero al parecer no habían coincidido. Lía suspiró. Estaba lista ahora.
"Lía: ¿Por qué no vamos a cenar? :) ¿qué dices?"
Víctor parecía escribir un largo texto, pero al final simplemente aceptó.
"Víctor: Dame tu dirección y paso por ti."
Lía negó. Le dijo que ella podía llegar en su auto a cualquier lugar que él dijera. Después de insistir un poco, finalmente lo convenció.

***

No podía creer que estuviera ahí, tenía que tranquilizarse y hacer las cosas de forma cuidadosa para evitar problemas. Para empezar colocó su automóvil en un estratégico lugar que daba a la salida de emergencia del bar y repasó su plan una y otra vez. Miró su rostro en el espejo retrovisor, tenía miedo. Miedo de que las cosas salieran mal y terminara en manos de aquel hombre. Sabía que eso destruiría a Kaedi. Tenía que salir bien librada por ella, por su felicidad.
Era temprano, entró al bar y el lugar era bastante ameno y relajado. Fue hasta la barra y ordenó una limonada, sacó su móvil y le envió un mensaje a Fabián con su ubicación en tiempo real.
"Lía: Si en dos horas no llamo, búscame".
Fabián comenzó a llamarle y a mandarle mensajes para cuestionarla. Pero Lía le explicó que solamente había salido con unos amigos a beber y como Kaedi no estaba era el único a quien podía acudir. Su amigo no tuvo más remedio que creerle.
Continuaba en la barra después de media hora, observaba hacia la puerta. El imbécil todavía se daba el lujo de llegar tarde. Por un instante pensó que quizá era una señal, era el destino diciéndole que se retractara y dejara esa estúpida venganza de una vez por todas. Sintió que era lo correcto, se levantó de la silla pero en ese instante su cuerpo chocó con el de Victor que estaba frente a ella gustoso de aquel contacto.
—¿Vas a algún lado?
Lía esbozó una nerviosa sonrisa, sintiendo la mirada libidinosa del hombre clavada en sus piernas. No sabía qué tanto podría soportarlo, pero ya era tarde para huir.
—Pensé que te habías arrepentido.
El hombre comenzó a reír:
—Se me hizo un poco tarde, pero ya estoy aquí ¿Buscamos una mesa?
Lía aceptó, sintió la mano de Victor entrelazarse a la suya, aquello parecía una maldita pesadilla. La repulsión de aquel contacto comenzaba a volverse física. Sintió un mareo pero por fortuna cuando tomaron la mesa pudo liberarse y recuperar el aliento.
Una joven mesera llegó para atenderlos, Victor la observó de la misma forma que solía hacerlo con cada chica que se topaba en su camino y comenzó a ordenar un par de cervezas y algunos shots.
La mesera asintió, lanzándole una mirada preocupada a Lía que pudo interpretar su expresión. Era evidente lo repulsivo que el hombre podía llegar a ser cuando tenía a una mujer enfrente. La chica finalmente se fue para programar su orden.
Así que ahí estaba, en una cita con su agresor. Con el hombre que le había arrebatado no solo la inocencia sino su seguridad y su tranquilidad a los dieciséis años; compartiendo una cerveza y una sonrisa falsa mientras esperaba el momento adecuado para acabarlo.
—No conocía este bar ¿vienes muy seguido?
—No —contestó Lía, volviendo un poco en si—, solo había venido una vez en realidad. Que bueno que te gustó.
—Ahora mismo estoy viendo algo que también me gusta —Sus ojos estaban fijos en el pecho de Lía.
Su escote era ligero pero parecía que no había límites para un pervertido como él. La mano del sujeto se deslizó hasta su pierna y sintió tanto temor que por un instante quiso gritar. Sin embargo, lo alejó sutilmente. Sonriendo y negando como si siguiera su juego. Le hizo saber que pasaría, pero que antes intentaran conocerse un poco. Comenzó a charlar con él mostrando genuino interés en lo que le decía, haciendo uso de esa habilidad de seducción que creía perdida.
El sujeto estaba completamente envuelto por ella, Lía supo que finalmente había caído. Se percató de que varias parejas comenzaban a llenar la pista y no tardó en ponerse de pie, tomarle la mano y pedirle que bailara con él. Aceptó, sabía que no era buena idea pero ya había ido demasiado lejos como para negarse. Sintió las manos del hombre sobre su cuerpo, su espalda, su cintura, incluso había intentado tocar más allá de su espalda baja pero Lía lo detuvo.
El olor que expedía su cuerpo comenzaba a marearla, los recuerdos volvían y no podía evitar sentirse cada vez más y más aterrada. No pudo más, se alejó y le pidió que la disculpara mientras iba al baño. Corrió deprisa y se aferró al lava manos intentando no vomitar.
No podía pensar en otra cosa que no fuera salir corriendo de ahí pero tenía que continuar. Estaba tan cerca de lograr su cometido que no había vuelta atrás. Era necesario que lo hiciera para poder estar finalmente con Kaedi. Imaginó que lo mejor habría sido decirle, ahora podía darse cuenta de ello. Pero era tarde, estaba tan cerca de la venganza que acobardarse no era opción. Se echó un poco de agua al rostro y salió tan fresca y renovada como antes.
Victor estaba a unos metros de ahí, esperándola en el pasillo. Recargando su cuerpo y su pie sobre la pared. La tomó entre sus brazos, aprisionándola para intentar besarla. Lía sintió sus manos recorrerla por completo, pero pudo escabullirse con habilidad. Los ojos del sujeto parecían furiosos.
—¿Qué te pasa? no me vas a decir que no quieres, es por esto que estamos aquí ¿no?
Lía asintió. Comenzó a sentirse adormecida como si estuviera en un sueño.
—¿Por qué no vamos a otro lado? —dijo con seguridad. Mirándolo con sus ojos llenos de seducción.
El hombre aceptó, chasqueó su lengua y supo que era el momento que estaba esperando.
Fueron hasta la mesa en donde estaban para pagar la cuenta y poder salir de ahí. Sin embargo, Lía no se había percatado del par de ojos azules que le habían seguido desde la llegada de aquel hombre. Se había mantenido al margen pero después de ver lo que había pasado en la pista de baile sintió que era suficiente. Salvador se puso de pie al ver que ambos salían tomados de la mano, los seguiría y se encargaría de desenmascarar a Lía una vez más. Esa maldita perra no volvería a hacerle daño a Kaedi jamás. Él se encargaría de darle una lección a ella y al imbécil que le acompañaba.
Una vez afuera el hombre le dijo que podían ir a su departamento, comenzó a caminar en dirección a su automóvil pero Lía lo detuvo.
—¿Y si lo hacemos aquí?
Víctor abrió sus ojos sorprendido. Acababa de oscurecer, alguien podría verlos aunque las calles comenzaban a ser solitarias.
—¿Aquí? ¿a media calle?
—No, ven. Sígueme.
Lía lo dirigió hasta el callejón, a lado de su automóvil. Parecía el lugar perfecto, estaba oscuro, oculto y solo había algunas bolsas de basura y ratas. Vio en sus ojos que la sola idea lograba seducirlo. En cuanto entraron al callejón Victor la tomó con fuerza arrinconando su cuerpo contra la pared. Succionó su cuello mientras comenzaba a recorrerla con violencia, repentinamente la obligó a girar. Lía sintió como su rostro se pegaba a la pared y escuchó el sonido de su cinturón al caer mientras lo desataba. No podía hacer nada si estaba en esa posición tenía que encontrar la forma de voltearse y tenerlo de frente.
—Me gusta mirar —le susurró, y el hombre se detuvo.
Lía pudo voltear y cuando se percató de que bajaba su pantalón sacó una potente pistola eléctrica de su bolsa que inyectó en el pecho del hombre haciéndolo caer sobre el asfalto como un costal de carne.
Su pulso estaba acelerado. Se acercó temerosa al darse cuenta de que Víctor parecía no respirar.
—¿Qué diablos estás haciendo?
Lía volvió sus aterrados ojos al hombre que estaba frente a ellos, apreciando aquel terrible espectáculo.
—¿Salvador? ¿Qué haces aquí?
Salvador fue hasta ellos, miró el cuerpo inerte del hombre y volvió a Lía sin entender ni un carajo de lo que ahí pasaba.
—Eso es lo mismo que yo me pregunto, ¿quién es este sujeto? —no obtuvo respuesta, la chica estaba en shock así que fue hasta ella, estrujándola por los antebrazos—. ¿Estás engañando a Kaedi otra vez? ¿¡cómo pudiste!?
Lía negó, no podía creer todo lo que había sucedido en segundos. Comenzó a hiperventilar, Salvador la soltó poco a poco creyendo que era solamente un recurso barato para fingir demencia, pero se dio cuenta de que el rostro de Lía palidecía y la observó caer lentamente al piso.
—¡Conmigo eso no te va funcionar! ¡explícame qué diablos estabas haciendo con este sujeto!
Lia comenzó a desvanecerse, se dio cuenta entonces de que no era una broma. Se acercó a ella ayudándole a tranquilizarse. La sostuvo hasta que finalmente pudo calmarse y después de unos minutos comenzó a llorar. El chico miraba al hombre que continuaba inmóvil en el suelo.
—¿Está muerto?
Salvador fue hasta él, tomó su muñeca y pegó la oreja a su aliento pestilente.
—No, pero su pulso es muy bajo, ¿quién es este tipo?
Lía continuaba sollozando, sabía que tenía que decirle la verdad a Salvador pero su llanto era incontrolable.
—¿Qué intentabas hacer, Lía?
La chica sacó una enorme y puntiaguda navaja que llevaba bajo el vestido. Salvador la tomó entre sus manos sin dar crédito. ¿Lía quería matar a ese hombre? aquel era un plan totalmente descabellado, no podía entender el motivo.
Una vez que pudo calmarse un poco comenzó narrarle toda la historia. Cuando terminó Salvador miró a Victor con desprecio. Ahora era él quien quería matarlo a golpes. Lía había sido muy valiente, pero al mismo tiempo muy tonta. Nada bueno iba a salir de aquello si su plan era asesinarlo en medio de la calle. No con tantos testigos que los vieron salir de aquel lugar juntos, sería cuestión de días para que la policía diera con ella.
—Mi auto está allá —continuó la chica, limpiando sus lágrimas con el dorso de su mano— pensaba sacarlo de aquí en la madrugada y deshacerme de su...
Salvador negó. No podía imaginar el dolor que debió haber pasado como para pensar en algo tan terrible como eso. Aun y cuando ese infeliz lo mereciera. Sabía que como fuera, Lía ahora estaba en problemas y él iba a ayudarla. Tenía un mejor plan.
—Escúchame bien, esto es lo que vamos a hacer...

***

Llegaron a la estación de policías, Lía había utilizado la navaja para desgarrar sus ropas e ir a denunciar el ataque que había recibido por parte de aquel hombre.
—Llevo una pistola eléctrica para cuidarme, le juro que no fue mi intención. Él comenzó a agredirme y no tuve opción.
Los policías fueron al lugar, encontraron a Victor entre las bolsas de basura y lo llevaron de inmediato al hospital más cercano.
—Yo vi cuando el sujeto comenzó a atacarla —dijo Salvador a los agentes—. Ella sacó el taser y se defendió, estaba asustada. Usted también reaccionaría así si estuviera en un peligro similar, ¿no es así, oficial?
Eran las doce de la madrugada cuando Salvador salió de la estación. La chica había sido liberada de un posible cargo por agresión con arma blanca después de que Salvador testificó que había sido en defensa propia. Aparte de eso, los oficiales habían encontrado información sobre Victor Montes. El hombre tenía una demanda por violación en otra cuidad y existían varias denuncias por intento.
El sujeto era un criminal y la policía debía extraditarlo para iniciar un juicio del cual no saldría bien librado. Estaban seguros de que pasaría varios años tras las rejas. Era lo más probable, porque el hecho de que estuviera ahí solamente evidenciaba que Victor estaba huyendo de la ley y ese era otro crimen grave por el cual tendría que pagar.
Salvador estaba afuera, esperando a que Lía saliera cuando llamó a su mujer, era tarde e imaginó que estaría preocupada. Cuando le contó lo que había sucedido Nailea no dudó en ir hasta allá, pero su esposo le pidió que mantuviera la calma.
—Está por salir, yo la llevaré a casa, prepara la habitación, estaremos ahí pronto.
Salvador colgó el teléfono y vio a Lía salir de la estación con el rostro marchito y una expresión de dolor que le fue imposible no sentir su pena. La abrazó con fuerza, intentando consolar ese llanto que continuaba ahogándola. Después de un rato y de que sus lágrimas pararon condujeron hasta casa. Se quedaría ahí hasta que Kaedi regresara de su viaje, la pesadilla finalmente había terminado.

***

Lía había solicitado un permiso en el trabajo. Después del desagradable suceso pasaba el día completo en cama, no salía de la habitación y hablaba poco de lo ocurrido. Nailea la veía mal, no quería comer y en ocasiones la escuchaba llorar durante las noches.
—Tenemos que decirle a Kaedi lo que está pasando
Salvador negó, llevándose un bocado de comida a la boca.
—¿Qué caso tiene? solo sería preocuparla, además solo faltan un par de días para que regrese.
—Estoy muy preocupada por ella, apenas si come, no quiere hablar, se la pasa dormida.
—Es momento de buscar ayuda.
Decidieron buscar un terapeuta para que Lía pudiera retomar su terapia presencial y poco a poco su vida. A pesar de que se negó en un inicio, se dio cuenta de que lo necesitaba para volver a ser ella misma. Tenía que hacerlo por Kaedi, salir otra vez de aquella oscuridad y volver a recuperarse. Aquella vida que tanto había soñado después de que sus caminos se habían encontrado una vez más.

***

Kaedi abrió la puerta del departamento, había podido liberarse un par de días antes de su regreso programado y estaba ansiosa por darle aquella sorpresa a Lía. Recorrió cada habitación y para su propia sorpresa no encontró a su chica por ningún lado. No había siquiera rastro de que hubiera estado habitando el departamento en días. Tomó su móvil para llamarle pero de inmediato la llevó al buzón.
Bajó del edificio para tocar a la puerta del casero y ver si tenía alguna información. El hombre le dijo que hacía una semana que Lía no aparecía por ahí e imaginó que estaría de viaje.

Kaedi entró en pánico, llamó a Nailea y por suerte su amiga le dijo que Lía estaba en su casa. Sintió que el aire volvía a sus pulmones, pero aun así le parecía extraño que Lía pasara toda una semana con ellos y no se lo dijera.
Necesitas saber algo, ven a casa por favor.
Aquellas palabras la desconcertaron, tomó las llaves de su auto y condujo directo a casa de los Vallejo. Cuando llegó Salvador y Nailea le recibieron. Al ver su rostro de preocupación, Salvador la tomó del hombro y la condujo hasta la sala. Estando ahí le contó todo lo que había pasado, el plan de Lía, el encuentro de aquel sujeto y lo de la estación de policía.
Kaedi no daba crédito, supo entonces que ese era el motivo por el cual la chica había estado inquieta y distante. No pudo evitar sentirse como una imbécil, Lía estaba sufriendo y ella solamente había pensado en una traición de su parte. Se quedó ahí, sentada durante un rato limpiándose las lágrimas e intentando imaginar todo el dolor que debió sentir al enfrentarse a ese maldito sola.
Después de un rato subió a la habitación, descubrió a Lía profundamente dormida. Recordó lo que Nailea le había dicho sobre los sedantes. Se quitó los zapatos y se recostó junto a ella, besando su cabeza y acariciando su rostro hasta que se quedó dormida.

La habitación estaba totalmente oscura, Lía se despertó al sentir el movimiento de un cuerpo a su lado. Encendió la luz y miró a Kaedi respirar tranquila junto a ella. Acarició su rostro con ternura y ésta despertó sobresaltada.
—Volviste...—susurró.
Kaedi la miró, sus ojos estaban llenos de una tristeza que desconocía y al recordar lo que le habían contado sus amigos no pudo más que aferrarla entre sus brazos.
—¿Pensaste que iba a dejarte aquí?
Lía negó, enterrando su rostro en el pecho de su chica. Comenzó a sollozar, sabía que a esas alturas ya estaría enterada de todo. Se sintió avergonzada, dolida y sobre todo como si la hubiera traicionado una vez más.
Kaedi también lloraba, intentaba ser fuerte pero el dolor estaba sobre ella también. Despejó el rostro de Lía para hablarle directamente.
—Tranquila, todo va a estar bien. Ya pasó. Lamento tanto no haber estado aquí.
Lía se separó de ella:
—No digas eso, debí haberte dicho lo que estaba pasando pero... no quería ponerte en peligro.
—Lo que hiciste no estuvo bien, Lía.
Asintió. Intentó esconder su expresión, pero Kaedi la sostuvo.
—¿No confías en mi?
—No es eso. Ya te lo dije, no quería involucrarte. No me perdonaría si algo te hubiera pasado.
—¿Y si algo te hubiera pasado a ti? ¿cómo crees que me iba a sentir?
Lo había pensando por un instante, justo en el momento en que Víctor la había aprisionado. Esa misma emoción la había hecho reaccionar y actuar antes para atacarlo en lugar de ser atacada. Había sobrevivido para volver a sus brazos. Era todo lo que había podido pensar en ese momento.
—Está bien —continuó Kaedi, intentando limpiar sus lágrimas—, lo importante es que ese monstruo ya no podrá volver a hacerte daño —dijo, besando tiernamente sus labios—. Pero quiero que me prometas que no vas a ocultarme nada de ahora en adelante, ¿de acuerdo? no importa lo que sea entre las dos podemos solucionarlo. Siempre voy a estar contigo.
Lía asintió. Le susurró un te amo, y Kaedi besó sus labios nuevamente. Se recostaron y poco a poco el sueño las venció. Lía sintió como si aquellos brazos fueran su único lugar seguro.

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