VIII

Pasó toda la mañana en la editorial buscando un lugar para rentar y mudarse finalmente de casa de su madre. No podía pasar un momento más ahí bajo ese yugo que continuaba sofocándola aun desde el silencio, ya que ninguna de las dos había vuelto a hablar desde el día anterior. Kaedi estaba herida, sus propios padres le habían tendido una emboscada y no solo eso, le habían hecho sentir como una chiquilla inmadura.
Estaba inmersa en su computadora revisando la oferta de bienes raíces y rentas cuando su teléfono sonó.
—Justo estaba pensando en ti —dijo, esbozando una sonrisa mientras se llevaba el móvil al oído para escuchar la delicada voz de su novia.
—¿En serio? ¿Y en qué pensabas exactamente, perversa?
—En lo mucho que te echo de menos.
Ileana comenzó a reír:
No es justo, ahora la perversa soy yo. También te extraño, terriblemente.
—¿Qué tal todo por allá?
Un caos, no tenía idea de que tenía tanta ropa. No sé cómo voy a hacer para llevármela toda.
Kaedi también rio, estaba segura de que Ileana tendría que hacer más de dos viajes para poder llevarse todas sus pertenencias.
—¡Te lo dije muchas veces! ¡Pero eres adicta a comprar!
Vale, quizá un poquito. Pero cuéntame, ¿cómo va todo?
La chica suspiró. Habían pasado tantas cosas desde su llegada, pero sabía que lo mejor era empezar por lo sencillo.
—Increíble, seguimos revisando currículos y haciendo entrevistas para el equipo; ya recibimos algunos manuscritos, Salvador nos consiguió un excelente community manager y hay mucha gente interesada ahora. Creo que es un buen comienzo.
Me alegra mucho, amor. Estoy muy feliz por ti... —La voz de Ileana era distinta—... sé cuánta ilusión te hace. Quizá sea un impulso para que puedas montar tu propia editorial aquí, o en Londres.
Kaedi se quedó en silencio un instante.
—¿Planeas establecerte en Londres?
No lo sé... me conoces, no puedo quedarme mucho en un solo lugar. Es aburrido.
—Sí, eso lo sé, pero, en algún momento tienes que decidirte por un lugar ¿no? Es cansado ir de aquí para allá, es bueno tener un hogar al que regresar.
La risa de Ileana volvió a resonar en la bocina.
—"Para mí cualquier lugar es mi hogar si eres tú quien abre la puerta"
Kaedi sonrió, conocía ese poema de inicio a fin. Lo adoraba e Ileana lo sabía.
—¿Desde cuándo te gusta citar poetas?
—Desde que me enamoré de una.
Kaedi sintió un ligero golpe en el estómago. No podía dejar de pensar un poco en que, de alguna forma, había cometido una ligera falta a ese amor. Era una sensación sofocante. 
La chica continuó:
Amor, no pienses en eso, ¿sí? Podemos buscar un lugar para comprar una casa en treinta años cuando seamos viejas.
—Habla por ti...
No seas exagerada, lo dices como si tuvieras mil años.
La edad siempre era una broma entre ellas. Ileana era solamente cuatro años menor que ella, pero muchos de los amigos de la chica solían hacerle burlas diciendo que parecía su tía debido a ese gusto por suéteres extraños y pantalones de pana. Sin duda no encajaba en su sofisticado mundo de modelos de élite.
Kaedi continuaba sosteniendo el móvil, sentía que debía ser sincera con Ileana antes de que cualquier otra cosa pasara y se prestara a malas interpretaciones.
—Hay algo que quiero decirte.
Ileana calló de golpe.
—¿Qué sucede?
Kaedi tomó un poco de aire.
—Fui a comer con Lía.
Hubo un breve silencio entre ellas, pero después la voz chispeante de Ileana volvió.
¿Lía? ¿por qué me suena ese nombre?
—Mi ex novia...
Ileana comenzó a reír de nuevo, Kaedi se preguntó si aquello no era solamente un recurso para ocultar su verdadero sentimiento al escuchar tal revelación.
Ah... ya veo ¿y qué tal? ¿qué más quieres decirme sobre eso?
—Solo eso, fuimos a comer, estuvimos charlando y creo que por fin le dimos un cierre a nuestra historia.
Exactamente, ¿cómo fue ese cierre?
Sin duda no se esperaba aquella pregunta, ¿qué era lo que Ileana insinuaba? No podía creerlo, primero su madre y ahora ella, sin duda Kaedi tenía que empezar a trabajar en su reputación.
—¿Qué estás insinuando?
Nada —contestó finalmente, con esa claridad con la que siempre tomaba las cosas—, por eso te lo pregunto, quiero saber que pasó. La última vez que yo vi a mi ex terminamos follando en su auto en el estacionamiento del mall. Creo que fue un buen cierre.
Kaedi hizo un mohín confundido.
—¿Y eso cuándo fue?
No te preocupes, fue unos meses antes de que comenzáramos a salir.
La chica suspiró, dejando el móvil sobre la mesita para ponerla en altavoz mientras preparaba un café.
—Ileana, yo no quiero acostarme con mi ex.
La voz de Ileana hizo una especie de mutis.
¿Estás segura?
Kaedi observó su taza de café humeante. Aferrándola con fuerza mientras rondaba por ese sentimiento
Cielo, no me molestaría... bueno sí, pero, conozco su trágica historia, sé que dejaron cosas inconclusas...
—Y fue por eso que hablamos, como adultos. Como dos personas maduras capaces de perdonarse y dejar atrás los errores.
De nuevo un silencio, esta vez fue más prolongado que los otros. Era como si Ileana quisiera creerle y convencerse también de que las cosas simplemente habían terminado ahí. Pero la chica tenía buena intuición. Solo había un cabo que aún se encontraba suelto.
Bien —continuó—, solo promete que serás muy sincera conmigo, Kaedi.
—¿Desconfías de mi?
No, pero, de no ser porque sé que vas a regresar, pensaría que puedes repetir tu historia.
Kaedi suspiró, se dio cuenta de que no podía cumplir su siguiente cometido. Decirle a Ileana que iba a quedarse en su ciudad después de lo que acababa de confesarle, solo terminaría empeorando las cosas. Sentía que estaba atrapada. Además, al igual que su madre, daba por hecho que caería en brazos de Lía de una forma u otra ¿en realidad era así de predecible?
—Tengo que terminar unas cosas, te llamo después ¿de acuerdo?
De acuerdo... te amo.
—Te amo.
Se dejó caer en el asiento de su escritorio, realmente su cabeza era una maraña de pensamientos. Nadie parecía creer que ella y Lía realmente podían tener una amistad sincera después de lo pasado. Ni sus padres, ni sus amigos, ni siquiera su novia a pesar de que había sido sincera con ella al decirle de su encuentro con Lía. Al parecer la sinceridad no siempre era algo bueno. Era una gran mentira decir que todas las personas prefieren la verdad. No era así, la mentira es sin duda, un hermoso lugar para vivir.
Llamó al número que tenía anotado en un post it y cerró trato con el casero del primer departamento que había consultado. Tomó sus cosas y salió de la editorial rumbo a casa de su madre, para comenzar a empacar.

***

Una semana había pasado desde el último día que vio a Kaedi en aquella improvisada "cita". Creía haber superado sus crisis, pero, después de aquel encuentro volvían como una rafaga de viento. Su terapetura fue quien le sugirió concentrarse un poco más en el trabajo y despejar su mente con otras actividades para intentar recuperar el avance de su terapia. Le pidió que evaluara la situación y reconsiderara si estaba lista para iniciar una amistad con Kaedi, ya que era evidente, que muchos de sus sentimientos por ella continuaban ahí. Y ahora la arrastraban ferozmente a un mar de inseguridades y temores que complicaban la rutina que había logrado establecer desde su llegada.
Decidió tomarse unos días para evaluar su situación. Sin embargo, las inmensas ganas de volver a coincidir con ella eran certeras. Era como si su mente necesitara de Kaedi, ahora que era consciente de que estaba ahí solo quería saber qué hacía, en qué pensaba y en dónde estaría, su obsesión comenzó a asustarla. Así que lo mejor era ir soltando poco a poco ese sentimiento. Dejarlo ir una vez más para así recuperar su seguridad.
Mientras estaba en su departamento lista para ver una película después de una ardua jornada laboral, recibió una llamada de su amigo Fabián. El chico le dijo que estaba de vuelta en la ciudad y que quería aprovechar ese fin de semana para organizar una salida y presentarle a su novia como había prometido. Aceptó gustosa, sin duda, tener una salida con su mejor amigo la distraería. Fijaron el lugar y la hora. Lía tomó su teléfono de nuevo para enviarle un mensaje a Matias, no estaba segura de si el chico querría acompañarla pero no perdía nada con intentarlo.
Sin embargo, justo al tener el móvil entre sus manos una idea descabellada llegó a su mente, la misma idea que le había bombardeado desde hacía una semana.

***

Estaba por terminar de empacar su última maleta, el resto de sus pertenencias por fin habían llegado de Barcelona y el departamento finalmente era suyo. Se mudaría ese mismo fin de semana a su nuevo hogar a pesar de que Sara había intentando persuadirle para que no lo hiciera. Kaedi sabía que era lo mejor, por su salud mental y la relación con su madre. Lo ideal era que cada quien tuviera su propio espacio. Ya ni siquiera estaba molesta por el incómodo interrogatorio que ella y su padre le habían hecho. Kaedi había aprendido a perdonar por completo y seguir adelante. Por eso estaba ahí después de todo.
El departamento simbolizaba un nuevo inicio además de su libertad e independencia, justo lo que más extrañaba de su vida en Barcelona. Era un lugar espacioso, sencillo, céntrico y cerca de la editorial. Parecía que las cosas comenzaban a acomodarse para que se quedara ahí.
Mientras cerraba su maleta un mensaje llegó a su móvil, le impresionó ligeramente ver de quién se trataba. Había pasado una semana sin saber nada de ella, era como si hubiera desaparecido. Incluso Nailea no sabía mucho sobre ese repentino distanciamiento, solo que tenía mucho trabajo y le era imposible socializar. Kaedi estaba preocupada, pensó que un trabajo así de exigente terminaría con ella.
Leyó detenidamente el mensaje y no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa mientras comenzaba a redactar su apresurada respuesta.

Bajó a la sala y encontró a su madre y a Gabriel. El hombre leía un grueso libro y ella limpiaba algunas de las plantas de interior que adornaban el espacio.
—¿Vas a salir? —le preguntó Sara, algo sorprendida por la hora.
—Sí —contestó la chica, tomó las llaves de la casa y las guardó en el bolsillo trasero de su pantalón—, regreso más tarde. No me esperen despiertos.
Gabriel se puso de pie, sacando unas llaves para extenderlas hacia ella.
—Llévate mi auto.
Kaedi sonrió, rechazando su amable consideración.
—Gracias, pero no hace falta. Tomaré un Uber. Los veo después.
Finalmente salió de la casa, dejando solo el sonido de la puerta cerrándose detrás de ella. Los ojos de Sara volvieron hacia Gabriel. Sin duda, no hay nada más poderoso en el mundo que la intuición de una madre.
—Sara...
La mujer suspiró, volviendo a lo suyo de mala gana.
—Ya sé, ya sé.

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