VII
Kaedi estaba preparando algunos detalles para iniciar con las labores de la editorial cuando recibió una visita inesperada.
—¿Mamá? ¿papá? ¿qué hacen aquí?
Sabía de buena fuente que la relación de ambos había mejorado después de su partida, pero verlos llegar juntos y tenerlos ahí era inusual.
—Me alegra verte, papá.
La chica abrazó al hombre que era tan alto como ella. Desde su llegada no habían coincidido porque al parecer la familia estaba de viaje, así que incluso él estaba emocionado con la presencia de su hija mayor.
Rajid la aferró con fuerza y le externó la misma alegría. A diferencia de Sara él no había visitado en todo ese tiempo a Kaedi, solamente tenían contacto por video llamadas. Así que no cabía en su inmensa alegría de poder abrazarla.
—No quiero ser grosera... —continuó Kaedi mirando a sus padres con detenimiento— pero, ¿qué hacen aquí?
Sara y Rajid se miraron, pero fue esta quien finalmente externó su motivo.
—Queremos invitarte a comer.
Estaba más que impresionada, no podía creer que sus padres quisieran comer juntos, no recordaba nada igual desde que tenía cinco años e iban los fines de semana a McDonald's.
Aceptó. Sin embargo, no podía evitar estar ligeramente nerviosa, temía que en el fondo solo fuera un plan maquiavélico de su madre y terminara por convertir ese suceso extraordinario en las riñas de siempre.
Llegaron al lugar, un elegante restaurante al que a su padre le gustaba ir, tomaron asiento y continuaron charlando en una gran escena familiar que Kaedi tenía olvidada.
—¿Cómo está mi hermano?
Rajid dejó de lado el menú y miró a su hija, se veía distinta. Más fresca y sin duda había una impecable madurez en ella que le recordaba a su madre.
—Bien —le contestó animoso—, pero se ha vuelto bastante rebelde. No sé qué vamos a hacer cuando esté más grande.
—Ay por Dios, Rajid, tiene ocho años, no seas exagerado —Sara había intervenido, le daba un sorbo a su copa de vino tino y observaba sorprendida a Kaedi.
—Bueno, no recuerdo que Kaedi fuera así a esa edad... ni a ninguna en realidad.
—Eso es porque su carácter es distinto —Sara intervino una vez más lista para ordenar—. Además, Karim es un buen niño, a mí no me parece para nada rebelde.
Ambos continuaron con aquella charla, Kaedi estaba impresionada ya que era la primera vez que escuchaba a su madre hablar sobre Karim o algún miembro de la nueva familia de su padre. Si algún viajero del futuro le hubiera dicho que ambos terminarían así, como viejos amigos de la escuela, le parecería un argumento absurdo y descabellado.
Rajid dejó de lado la discusión, sabía que ganarle a Sara era tan imposible como ver llover dentro de un cartón de leche. Así que se dirigió a su hija.
—¿Así que piensas quedarte un tiempo?
Kaedi asintió. Se percató de que estaba realmente emocionada. Comenzó por contarle uno a uno sobre sus planes con la editorial y la librería-café. Estando ahí era más fácil poder ayudarle a Salvador y sacar ambos negocios adelante.
Rajid le escuchaba atento hablarle con tanta pasión de sus proyectos, estaba muy sorprendido por la facilidad que tenía la chica para la gestión y los negocios. Si bien la ingeniería no había sido evidentemente lo suyo quizá la administración habría pintado para ella un mejor futuro. Sin embargo, estaba orgulloso. Podía ver cuán feliz era de trabajar en algo que le gustaba, le había callado la boca cuando le dijo que del arte no se podía vivir.
Kaedi por su parte estaba agradecida por las palabras del hombre, era la segunda vez que externaba un sincero orgullo por su trabajo y lo que había logrado hasta ahora.
—Gracias, papá. Estoy muy emocionada con la editorial, creo que es una gran oportunidad.
Sin embargo, cuando Kaedi reparó en el codo de su madre presionando la costilla de su padre, se percató de que aquella comida, y la amena charla, eran un mero pretexto para lo que seguía.
—¿Y cómo van las cosas con Ileana?
El mesero llegó de pronto para tomarles la orden. Kaedi sabía perfectamente que algo estaba detrás de aquella pregunta. Había sido un cambio muy repentino en el aire su conversación.
—Bien —contestó fríamente, bebiendo un poco de su cerveza—, ¿cómo está Sol? Tengo un obsequio para ella, ¿crees que pueda pasar un día a la casa para dejárselo?
—Por supuesto, le va a dar mucho gusto verte.
Sara comenzó a carraspear, y Rajid volvió su mirada nerviosa a ella. Ahora sí era más que obvio.
—¿Mamá, qué sucede? ¿Hay algo que quieran decirme?
Rajid soltó un largo suspiro, dejando de lado la servilleta que había colocado sobre sus piernas:
—Al grano, me parece estúpido hacer esto, ya no eres una niña... Tu madre está preocupada.
Sara exaltó sus enormes ojos claros, haciendo un sonido con su nariz y mirando fijamente a su ex esposo.
—¡No puede ser, dijiste que ibas a ayudarme, Rajid!
—¡Te estoy ayudando! Solo que no entiendo ¿por que no hacerlo de frente? ¿para qué rodeos tontos?
Ahí estaban, pensó la chica. Esos eran los padres que recordaba, siempre discutiendo y repartiendo las culpas, incapaces de ponerse de acuerdo incluso para regañarla.
—Y...¿exactamente qué es lo que te preocupa?
Sara intentó impedir que Rajid dijera algo más pero, el hombre estaba decidido a hacer las cosas de frente y sin demasiados rodeos como era normal en él.
—¿Quieres quedarte porque encontraste de nuevo a tu ex novia?
El mesero llegó con su comida, hubo un necesario silencio en el que Kaedi contempló a sus padres y pudo ver una extraña angustia en su expresión.
—Cariño —intervino Sara, dulcificando su voz—, sabemos que lo que pasó entre ustedes fue muy intenso. No nos gustaría que pases por algo así de nuevo. No quiero que Lía vuelva a lastimarte.
Aquello era el colmo, tanto Rajid como Sara comenzaban a tratarla como a una niña. Era consciente de lo preocupantemente lejos que había llegado cuando perdió a Lía, pero finalmente había logrado superarlo. Nada iba a pasar entre ellas, era indignante que creyeran que iba a correr a sus brazos a la primera provocación. Además estaba enamorada de Ileana, no estaba dispuesta a romperle el corazón.
—No puedo creerlo, me tendieron una emboscada para esto.
—No es así, fue idea de tu mamá.
Sara volvió sus ojos hacia Rajid. No podría creer que fuera tan cobarde
—Es sencillo, Kaedi, solo responde y aclara las dudas de tu madre de una vez.
Kaedi suspiró, jamás había tenido que darle explicaciones a sus padres, ni siquiera cuando había dejado el closet, aquello era demasiado.
—No tengo nada que aclarar, papá. No sé de dónde sacó esa idea. Y me molesta demasiado que estén haciendo todo esto, ya soy un adulto por si no lo han notado.
Arrastró la silla hacia atrás y se puso de pie de golpe. Sara hizo lo mismo yendo hasta ella.
—¡Kaedi! ¡Cariño, espera!
Rajid suspiró, tomó a Sara para detenerla y así evitar espectáculos; muchos de los comensales ya se habían percatado de su ligera discusión y algunos les miraban atentos.
Kaedi salió del restaurante a grandes pasos como alma que llevaba el diablo, Sara no recordaba haberla visto así jamás. Su hija solía ser bastante sosegada y racional. Imaginó que, quizá, sí se había excedido en su reclamo.
—Deja que se vaya —dijo Rajid volviendo a su asiento—. Es totalmente normal que se sienta atacada. La verdad no puedo entender tu preocupación, Sara. No puedes hacer toda una historia solo porque salió a comer con esa chica, los jóvenes de ahora toman estas cosas de otra forma, creo que estás exagerando.
Sara no pudo más que volver a su asiento, realmente estaba preocupada por su hija, sabía que solamente ella podía entenderlo. Rajid no había visto sus días más oscuros en Barcelona y poco le había contado al respecto por petición de la misma Kaedi. Sin embargo, no podía dejarse llevar así por sus emociones. Tenía que confiar en su hija como lo había hecho antes. Y estar lista para todo, aun y cuando eso podía significar una nueva caída.
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