IX
Kaedi miró su reloj, había llegado justo a tiempo al sitio que Lía le había indicado y fue fácil distinguirla entre la multitud. Estaba ahí con Fabian y otra chica que seguro era novia de este.
—¿Kaedi? ¡Qué sorpresa! —Fabián fue hasta ella, le dio un abrazo y la observó como si se cerciorara de que no le faltara alguna extremidad—. ¿Cómo estás? Qué gusto verte.
—Hola, Fabián, me alegra verte también.
Lía no pudo evitar envolver a Kaedi con su mirada, estaba tan feliz de verla que podría haber corrido a abrazarla desde que la vio bajar de aquel auto. Sin embargo, sabía que eso sería por demás incómodo y extraño. Le sonrió, se acercó para darle un beso en la mejilla y presionar ligeramente su brazo.
Fabián le presentó a su novia, Romina La chica estrechó su mano a la de Kaedi y ésta pudo observar su belleza, su cabello pelirrojo natural sobresalía y tenía un aura bastante relajada.
—Mucho gusto, Kaedí
Romina le regaló una amistosa sonrisa y después decidieron entrar al bar.
A Kaedi no le extrañó que hubiera un Karaoke, recordó que la primera vez que había salido con Lía y sus amigos habían terminado en un lugar así.
—Gracias por aceptar mi repentina invitación —dijo Lía, caminando a su lado mientras se dirigían a la mesa donde estarían sus colegas de la escuela.
—Al contrario, gracias a ti por invitarme..
Kaedi le regaló una de esas sonrisas armoniosas que impacientaban su corazón. Lía tuvo que mirar hacia otro lado para que su sonrojo no fuera evidente.
—Tenía ganas de salir, Salvador y Nailea tienen días intentando planear algo pero, con Nico les resulta muy complicado.
—Podríamos organizar algo en su casa —sugirió Lía, mirándola finalmente a la cara— No es necesario salir para divertirnos.
—Suena bien, les diré tu idea.
Llegaron a la mesa, algunos de los amigos de Lía se mostraron muy felices de verla después de un tiempo, al parecer no habían coincidido desde su regreso. Muchos de ellos incluso reconocieron a Kaedi y la saludaron con la misma simpatía de hacía años. Así que no tardó en convertirse en una amigable velada.
Una mesera simpática se acercó hasta ellos para tomarles la orden.
—Un vodka con jugo de arándano, por favor.
Kaedi miró divertida a Lía:
—¿Arrancamos fuerte? —le susurró.
Lía rio, dándole un ligero golpe en el hombro:
—Es solo para entrar en ambiente, prometo no sobrepasarme.
Compartieron una sonrisa y sus ojos se miraron fijamente, la sensación de estar juntas no había cambiado en absoluto a pesar de que ahora eran tan diferentes. Para Kaedi era difícil no notar esa magia y para Lía aquello era una esperanza y estaba tan aterrada que por un instante quiso salir corriendo.
Comenzaron a charlar, era como si aquella reunión de ex compañeros fuera solo un pretexto para poder verse una vez más. Hablaron sobre sus aventuras de los últimos años, Kaedi le contó sobre el problema de plagio que tuvo en una feria del libro con una editorial que había reimpreso su obra sin permiso y Lía le contó lo fatídico que fue trabajar en el hospital de su ciudad, el ambiente era tenso y solamente podía pensar en el momento de salir de ahí.
—¿Por eso regresaste?
—Algo así —contestó la chica, dándole un trago a su vodka—. Tuve suerte de tener esta oportunidad.
La ronda del Karaoke comenzó, haciendo difícil que ambas pudieran seguir su profunda conversación. Algunos de los amigos de Lía comenzaron a animarla para que cantara, aún recordaban que la chica era como un gorrioncillo y lo hacía bastante bien. Lía negó, ya no era la misma chica tan necesitada de atención y con delirios de soprano. Eso había quedado atrás.
—Vamos, estoy segura de que tu voz sigue igual de impresionante que siempre —le dijo Kaedi sonriendo, alentándola.
No podía negarse, si era ella quien se lo pedía simplemente iba a hacerlo. Le daba el valor suficiente para subir a ese escenario y hacer de las suyas sin necesidad de estar ebria. Además, la noche era joven, se estaba divirtiendo y pasándola bien al lado de la chica. Nada podía salir mal.
Se puso de pie, se acercó al hombre de la cabina para hacerle su petición y el sujeto asintió. Finalmente se posicionó en el centro del escenario, con las luces cegando sus ojos, aferrándose al micrófono con fuerza por los inminentes nervios.
La música comenzó a sonar y así mismo la voz de Lía que llenó el lugar.
"I'm still alive but I'm barely breathing
Just praying to a god that I don't believe in
Cos I got time while she got freedom
Cos when a heart breaks no it don't break even"
Los ojos de Kaedi la contemplaban sin parpadear moviendo la cabeza al ritmo de la música, los amigos de Lía no dejaban de gritar y darle ánimos. La chica estaba haciéndolo más que bien, incluso el público en general estaba animado con su interpretación.
Cuando la canción terminó, Lía bajó del escenario, estaba ligeramente roja y se percató de que Kaedi estaba de pie aplaudiendo y silbando. Iba hacia ella cuando de pronto un chico de cabello oscuro la intercepto. Parecía realmente emocionado con su actuación de la noche.
Kaedi observó aquella escena, se sentó junto a Fabián y Romina mientras ésta mostraba interés particular en ella
—Me dijo Lía que estudiaste en Barcelona y escribiste un libro, impresionante.
Kaedi asintió. Supo durante la charla que Romina dirigía una casa de cultura en la ciudad y estaba muy interesada en su labor. Una poeta de renombre y originaria de ese lugar merecía una presentación y reconocimiento por parte de su casa cultural.
—¿También manejas una editorial? es estupendo, Kaedi. Me gustaría apoyarte con eso también.
Romina estaba totalmente inmersa en su charla, pero Kaedi solamente podía pensar en Lía a algunos metros de ella, junto a la barra, charlando con aquel sujeto con intenciones evidentes. Imaginó que quizá había vuelto esa cualidad de la manzana deliciosa. No culpaba al sujeto, ¿quién en su sano juicio no se sentiría atraído por una chica como ella? Además, no estaba en posición de recriminarle nada, eran amigas y Lía podía coquetear con quien quisiera. Después de todo era una mujer sin compromiso. No como ella. Sintió un fuerte dolor en el estómago y volvió a Romina que ahora hablaba de arte sacro y barroco. La noche comenzaba a ser larga.
—De verdad cantas increíble, además adoro esa canción es de The srick ¿verdad?
Lía miró hacia donde estaba Kaedi, parecía muy concentrada en su conversación con Romina. Le pareció que hacía apenas un instante estaba mirándola fijamente y ahora simplemente continuaba en lo suyo.
—The script —corrigió — y gracias.
—¿Por qué siento que te he visto en algún otro lado?
—No creo, no lo recuerdo.
Realmente aquel sujeto comenzaba a fastidiarla, ¿era mucho pedir un poco más de tiempo con Kaedi? No había nada que le interesara de él, ¿era tan difícil darse cuenta?
—¿Estudiaste en la facultad de química en la universidad regional del norte?
Lía asintió, retomando su atención en él. Imaginó que eso de que la conocía sería solamente una frase trillada para ligar, pero al parecer alguna vez habían coincidido.
—Sí, de hecho sí.
—¡Claro! ya lo recuerdo. Nos conocimos en una fiesta. Yo era amigo de Cristóbal ¿lo recuerdas? Cristóbal Rey.
—Sí, tomamos un par de materias juntos.
—Sabía que te había visto antes —el chico comenzó a reír, sorbió su cerveza y se acercó ligeramente más a ella.
—¿Y todavía eres amigo de Cristóbal? —preguntó curiosa.
Borró la sonrisa de su rostro y negó. Mirando sorprendido y acongojado a Lía.
—¿Cómo, no supiste? murió en un accidente hace dos años.
La chica no daba crédito, lo recordaba como un gran compañero. Nailea solía invitarlo a muchas de sus fiestas, quizá ahí es donde habían coincidido. No podía creerlo. Pobre Cristóbal, pensó.
—No tenía idea, lo siento mucho.
—Sí, fue muy trágico, un accidente de auto.
El chico comenzó a narrarle la historia de principio a fin sin interrupciones y con una elocuencia que Lía encontró admirable.
Para Kaedi fue evidente ver que Lía ahora estaba interesada en su charla con él. No quería pensarlo mucho pero era mejor que cuidara sus tragos. No sería conveniente estar ebria si quería irse con él. Sabía que si algo así pasaba tendría que intervenir e impedirlo. Sintió como si algo dentro de ella comenzara a quemarse de solo pensarlo.
Luis, que era el nombre del chico, llamó a una de las meseras.
—Oye ¿quieres otra cerveza? ¿o qué es lo que estás tomando?
—No, estoy bien —continuó Lía, mirando de reojo a Kaedi que continuaba en su charla con Romina y Fabián.
—¿Quieres venir a sentarte con nosotros? Vengo con unos amigos, de aquí vamos a ir a un club que acaban de inaugurar, ¿te gusta bailar?
Eran más que obvias las intenciones de Luis, no iba a arruinar su noche. Seguramente alguna otra chica estaría encantada de pasar esa velada con él bailando y bebiendo cerveza. Así que tenía que ser sincera.
—Eres muy amable pero, ¿ves a esa chica de ahí?
Lía señaló discretamente a Kaedi y Luis asintió con un poco de confusión en su mirada. La chica se inclinó hacia él para hablarle más de cerca.
—La verdad es que me interesa mucho, y ahora mismo debe estar pensando que me voy a ir contigo cuando la verdad es que solo quiero estar con ella.
El chico volvió su mirada a Lía, parecía bastante confundido e impresionado, pero después de un rato solamente sonrió. Asintió ante su petición y apenado se despidió de ella.
Regresó a donde estaba Kaedi cotilleando y bebiendo con sus amigos. Se sentó a su lado, recargando su cabeza sobre el hombro de la chica. Kaedi volvió su rostro, aspiró el dulce aroma de Lía que inesperadamente estaba a centímetros de su cara.
—¿Todo bien?
Asintió, reincorporándose para tomar su último gran trago de vodka. Era su tercer vaso y sentía que comenzaba a dar efecto. Supuso que quizá era porque su organismo se había desacostumbrado al alcohol.
—¿La estás pasando bien?
Kaedi afirmó:
—Romina es muy agradable, incluso me dijo que iba a buscar la forma de organizar una lectura para presentar mi libro en la ciudad y posiblemente la editorial.
—¿De verdad? ¡Eso sería increíble, Kaedi!
Las chicas continuaron con la fiesta por un par de horas más hasta que Lía comenzó a caer rendida de nuevo sobre el hombro de Kaedi. Ésta la miró, sin duda era momento de ir a casa y descansar. Colocó su mano sobre su cabeza acariciando su cabello lacio con los dedos. Parecía una chiquilla dormitando.
—¿Estás cansada?
Lía asintió:
—¿Podemos irnos ya?
—Por supuesto.
Ambas se despidieron de todos, salieron del bar en perfectas condiciones hasta que el aire golpeó el rostro de Lía.
—¿Vienes en tu auto?
—Sí —contestó, sintiendo como el piso le daba vueltas—, pero creo que no puedo conducir.
Kaedi rio, era evidente y por supuesto que no iba a permitir que se fuera sola.
—No te preocupes, dame las llaves yo lo haré.
Lía le entregó las llaves para que subieran al auto, una vez ahí le entregó su teléfono para poner la ruta de su GPS.
—Creo que alguien está muy ebria
Lía comenzó a reír, en realidad era cierto. Pero tenía que disimular por cuestión de honor.
—Claro que no, es solo que mi cuerpo ya no tiene la resistencia de antes, ni siquiera tomé tanto.
—De hecho sí, pero, ¿qué importa? Te veías muy feliz —Kaedi sostenía el volante y colocaba el móvil sobre su pierna.
Lía la observaba, estaba tan radiante esa noche, no sabía si el alcohol le iba a quitar la inhibición como para robarle un beso antes de que bajara del auto.
—La verdad es que la pasé muy bien, tenía muchas ganas de verlos a todos —mintió, lo cierto es que no había nadie a quien quisiera ver más que a ella. No estaba arrepentida de haberla invitado si eso le daba la oportunidad de compartir un momento juntas.
Kaedi continuó conduciendo hasta llegar a los departamentos, reconoció el lugar y el edificio de inmediato. No podía creerlo.
—¿Vives aquí?
—Sí, departamento trescientos ocho en el segundo piso.
Kaedi le dio un golpecito al volante y se echó a reír. Aquello debía ser una maldita broma. De todos los lugares, ¿por qué Lía tenía que vivir ahí?
—¿Qué sucede?
La chica suspiró, sacando un manojo de llaves como el de Lía.
—Acabo de rentar un departamento justo aquí, cuatrocientos ocho en el tercer piso.
Lía sintió una punzada en el corazón, estaba impresionada y al mismo tiempo feliz eso debía ser parte del destino. Era una señal de que quizá las cosas podrían mejorar.
Kaedi le extendió las llaves a Lía y sacó su móvil para pedirse un Uber. Pero ésta última le detuvo.
—¿Por qué no te quedas? Es muy tarde ya para que te vayas... tengo dos habitaciones.
Kaedi tragó saliva, no parecía muy convencida.
—No creo que sea buena idea, no quiero molestar.
—No es molestia, por favor —Lía abrió la puerta de golpe—. De verdad no me voy a quedar tranquila si te vas.
Kaedi no estaba segura de que fuera una buena idea, no quería arriesgarse a que pudieran pasar cosas que complicarían su naciente amistad con Lía. Pero irse era desconfiar incluso de ella misma y darle la razón a otros. Si podía quedarse en el departamento y nada pasaba, entonces se probaría a ella misma que nada era más fuerte que su lealtad hacia Ileana y hacia lo que había trabajado en terapia. No caería ante la tentación del fruto prohibido, así que aceptó.
Subieron al edificio y al entrar al departamento Kaedi se percató de que era igual al suyo, estaba distribuido de la misma manera pero en sentido inverso.
—¿Tienes hambre, sed? —le preguntó Lía, sacando un poco de agua del refrigerador.
—Estoy bien, bueno, un poco de agua tal vez.
Lía vertió el líquido sobre su vaso de cristal y se lo entregó a Kaedi.
—¿Podrías prestarme el cargador de tu móvil? me quedé sin batería.
Lía fue a su recamara para traerlo. En ese instante Kaedi pudo echar un vistazo al lugar a detalle, reparando en la espacialidad del departamento y en las fotografías que Lía tenía en su repisa junto a un montón de libros. Había una fotografía de la boda de su hermano, en ella aparecían Joaquín, Melisa, Lía y ella, usando un extraño vestido azul. Observó su expresión, se veía realmente feliz. En ese momento estaba locamente enamorada de Lía. Imaginó que el futuro tendría grandes planes para ambas y que su amor trascendería, pero se había equivocado. Quién pensaría que la vida les tendría preparado ese final.
Junto a aquella foto también estaba la de un par de chiquillos sobre las piernas de Lía, una Lía sin duda más reciente, supuso que se trataba de sus sobrinos Dante y Athenea. Debajo de esa foto, una más de Joaquín, la misma Lía y una mujer que debía ser su madre pero a la cual Kaedi no pudo reconocer al instante. Se veía realmente acabada, quizá había sido tomada en sus últimos días. No recordaba haberla visto sonreír cerca de su madre. Era bueno saber que al final había hecho las paces con ella.
—Aquí tienes, te traje también una camiseta limpia para que duermas, era de Joaquín creo que te va a quedar bien.
Kaedi tomó la ropa limpia y agradeció. Observando el rostro de Lía sin maquillaje tan hermoso y terso.
—Si necesitas algo estoy en la habitación de enseguida
Kaedi asintió, deseándole buenas noches. Le regaló una sonrisa que la chica correspondió y la vio alejarse a su habitación con pasos torpes. Ella sabía perfectamente dónde quedaba la suya así que no tuvo problemas.
Cerró la puerta y conectó el móvil que al encender alertó la llegada de un nuevo mensaje. Era Ileana, diciéndole buenas noches como cada día que pasaba. Se sentó sobre el borde de la cama, aunque supiera que no estaba haciendo nada malo no podía evitar sentirse como si así fuera. Estar en una habitación contigua en casa de su ex novia no era infidelidad, pero pensar en Lía sí. Y durante toda la velada no había hecho nada más que pensar en ella, oler su perfume, sentir su calor; y ahora estaba ahí, jugando con las tentaciones de ese demonio que llevaba en el pecho.
***
Por la mañana Kaedi despertó temprano, trató de no hacer mucho ruido para no despertar a Lía pero para su sorpresa la chica ya estaba de pie en la cocina. Llevaba una camiseta y evidentemente solo usaba calzoncillos dejando al descubierto sus tersas piernas. De fondo podía escuchar algo de Depeche Mode, no le pareció extraño, era una de sus bandas favoritas después de todo.
Kaedi la contempló durante un momento, era increíble que alguien se viera tan bien después de una noche de fiesta y a esas horas de la mañana.
Lía pudo sentir la mirada de Kaedi, volvió sus ojos y la encontró detrás de ella, al parecer había estado observándola. Haber salido en calzoncillos había sido una excelente idea.
—Buenos días, ¿dormiste bien? —le preguntó, bajando la música y volteando un par de pancakes de avena y plátano sobre un plato.
—Sí, gracias. Aquí está tu cargador. Me voy...
—¿Tan pronto? —intervino, sirviendo un líquido oscuro sobre una taza—. El desayuno ya está listo, incluso preparé café.
Lía le entregó la taza y Kaedi la tomó entre sus manos. Sonrió, no tenía el valor para despreciar su desayuno, no después de que se hubiera levantado tan temprano y tener la mesa servida. Era una grosería.
Kedi se sentó a la mesa observando su delicioso desayuno y se preguntó ¿cuándo había mejorado sus dotes culinarios? La observaba ir y venir de la estufa a la mesa, mientras tarareaba una canción. Parecía feliz y relajada.
En un momento se estiró para coger una taza que estaba en la gaveta, exponiendo no solo sus muslos, sino media parte de su trasero delineado que sobresalía de esos hermosos calzoncillos negros. Kaedi sintió que las fuerzas le fallaban, miró sin poder contenerse pero en ese instante su teléfono sonó. Era una llamada de Salvador.
—Buenos días.
—¿Dónde estás?
Kaedi sintió que aquella pregunta era muy directa. Sus nervios la traicionaban.
—Desayunando...
—¿Dónde estás, Kaedi? Tu madre me llamó para asegurarse de que estabas con nosotros porque no llegaste a dormir.
—Salí anoche, me pasé de tragos así que me quedé aquí.
—¿Es en serio? ¿Estás con Lía?
—Claro, te veo más tarde —contestó con naturalidad, no quería que Lía supiera sobre ese maldito espionaje por parte de todos. Podría ofenderse y no era para menos.
—No lo puedo creer, ¿Kaedi, qué demonios estás...?
—Sí, no te preocupes —intervino Kaedi, fingiendo simpatía—. Salúdame a Nailea, ¡nos vemos!
Lía se sentó en la mesa después de que Kaedi colgó. A decir por su expresión aquella llamada no había sido para nada amistosa.
—¿Salvador?
—Sí, quería saber si tenía unos papeles —mintió—. Oye, esto se ve muy bien.
—Recordé que eran tus favoritos —dijo la chica, provocando que Kaedi sintiera un aleteo en su estómago.
—Gracias, huelen delicioso.
Comenzaron a desayunar finalmente cuando una llamada de Nailea entró al móvil de Lía.
—Hola, que agradable sorpresa.
—Hola, linda, buenos días. ¿Qué tal todo?
—Bien... —contestó Lía, algo extrañada y pensando en que la reciente llamada de Salvador y la de su amiga no era casualidad—... ¿a qué debo tu llamada?
—Nada especial, solo quería saludarte y saber si podemos vernos para comer o tomar algo.
Lía miró a Kaedi que parecía tan expectante como ella.
—Me parece una excelente idea, le había comentado a Kaedi que deberíamos organizar algo, puede ser en su casa así no tienen que preocuparse por Nicolás.
—¿En serio? y ¿cuándo se les ocurrió esa maravillosa idea?
Bingo, pensó Lía. Les diría justo lo que querían saber. Después de todo, nada había pasado y sus conciencias estaban tranquilas.
—Anoche. Fuimos a un bar con Fabián y los chicos.
—¿En serio? ¿y qué tal la pasaron?
—Bien, el ambiente era muy agradable. Aunque mi resistencia al alcohol es cada vez más baja, Kaedi tuvo que conducir y como era muy tarde le dije que se quedara aquí.
—¿Se quedó contigo?
Lía observó que Kaedi dejaba su comida de lado y lanzaba un fatigado suspiro. Parecía que ella llevaba más tiempo lidiando con aquellos molestos interrogatorios.
—Sí, de hecho ahora mismo estamos desayunando.
Hubo un silencio y Lía pudo escuchar apenas la voz de Salvador quejándose y maldiciendo. Supuso que su odio ahora estaba remasterizado.
—Dile a tu esposo que no es nada de lo que está pensando —dijo finalmente y Kaedi volvió su mirada a ella.
—Lía, cariño, no sé qué están haciendo ustedes dos pero deberían...
—¿Así que solo por eso llamaste?
—No... bueno en parte. Estábamos preocupados por Kaedi.
—Ella está bien —insistió, detonando una ligera irritación en su estado de ánimo—. Así que si no tienes nada más que decir te llamo otro día.
—Lía esp...
Colgó de golpe, colocando el teléfono sobre la mesa. Levantó su mirada y encontró los ojos de Kaedi que al parecer no habían dejado de observarla.
—No puedo creerlo. Voy a hablar con Salvador —soltó la chica llevándose una mano a los cabellos revoltosos, evidentemente irritada.
—No... ¿sabes? quizá tienen razón.
Kaedi estaba sorprendida, no podía entender a qué se refería. Si no habían hecho nada malo, por qué ellos tendrían razón.
—No puedo pretender que somos mejores amigas, no debí haberte invitado a salir.
—No digas eso, que ellos no tengan la capacidad de mantener una relación sana con sus ex parejas no es nuestra culpa.
Lía sonrió apenas, continuaron con su desayuno en silencio. Una vez que Kaedi terminó se puso de pie y le agradeció. Era tarde, tenía cosas que hacer en la editorial a pesar de ser fin de semana. Así que se despidió.
—Gracias, por todo. La pase muy bien.
—También yo, ¿te mudas hoy?
—Sí, en unas horas, no me llevará mucho, no tengo realmente muchas cosas aquí.
Lía asintió.
—Cualquier cosa que necesites ya sabes dónde encontrarme. ¿Segura que no quieres que te lleve?
—No te preocupes. Nos vemos después.
Kaedi se inclinó hacia ella, dándole un tierno beso en la mejilla antes de salir. Lía cerró los ojos, sentir la boca de la chica tocando su piel despertaba todas sus emociones. Kaedi pensaba que ambas podían comenzar una relación amistosa pero ella no estaba segura. Sus sentimientos eran distintos ahora, finalmente había asimilado su aún existente amor por ella. Sin embargo, también era consciente de que Kaedi era una mujer con compromisos, enamorada de su novia y al parecer había dejado lo suyo muy bien enterrado. No había muchas esperanzas y aquello era como construir castillos sobre nubes y podía ser letal.
Lo mejor era alejarse, darle un tiempo y un espacio a esas emociones. Quizá, si tenía suerte, desaparecerían con la misma rapidez con la que habían vuelto a surgir.
Se percató de la infinidad de mensajes que tenía de Nailea al mirar su teléfono, pero ella solamente quería ver a alguien en ese momento.
—Hola, jefa, que sorpresa —contestó Matías con entusiasmo.
—¿Estás libre hoy?
—Por supuesto.
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