XXVIII
Llegaron temprano al departamento de Nailea. Al verla se dieron cuenta de que ahora estaba un poco mejor. Sonreía y hacía bromas sin parar como era usual en ella. Aquello era una buena señal. Quizá esta vez había aprendido la lección y su vida tomaría un rumbo diferente. La rubia las saludó emocionada y las invitó a pasar, dentro ya les esperaba algo de comida y bebida para amenizar su tarde de chicas.
—Me da gusto verlas después de tanto. Y sobre todo juntas, ¡son encantadoras!
Lía tomó la mano de Kaedi y sonrió.
—Bueno, te lo debo a ti. Fue gracias a ti que nos conocimos.
Kaedi compartió una mirada cómplice con su amiga, sintió un nudo en el estómago al escuchar las palabras de su novia. Desde que las cosas entre ellas habían comenzado a tomar forma había una constante que no dejaba de martillarle la cabeza: ¿qué pasaría si algún día por algún motivo Lía descubría la verdad sobre aquel tonto acuerdo entre ellas? Intentaba no pensar mucho en ello, pero a veces era imposible.
Continuaron conversando hasta que llegaron a las anécdotas del pasado. Conocer a Kaedi a través de otros era algo interesante. Parecía tener tantas personas a su alrededor que pudo comprender de dónde provenía esa seguridad y carisma con el que iba por la vida. Sin duda era muy afortunada.
—...Supe que estaba enamorada de mí desde la secundaria, pero nunca quise decirle nada.
— Nailea... —lanzó una mirada reprobatoria a su amiga mientras veía a su chica llevarse una mano a la boca totalmente sorprendida.
—¿Es en serio, Kaedi? ¿te enamoraste de tu amiga hetero?
Comenzaron a reír a carcajadas mientras la chica de cabello revoltoso se sonrojaba.
—Era una adolescente. Nailea era popular ¿Qué esperaban?
—¿Y por qué no le hiciste caso, Nai? ¿No te daba curiosidad?
Kaedi abrió sus ojos como platos mientras observaba a su amiga algo pensativa con la repentina pregunta de Lía. Después de un rato contestó:
—Creo que debí hacerlo. La verdad siempre me has parecido atractiva, cariño.
—Aún no es muy tarde —contestó Lía guiñándole un ojo— le daré un permiso especial.
Las chicas no dejaban de reír mientras Kaedi se sentía cada vez más amenazada por aquellas dos burlándose a su costa.
Un par de golpes en la puerta interrumpieron las risas. Fue Kaedi quien, familiarizada con aquel lugar, abrió para ver de quién se trataba. Para su sorpresa y desagrado, era nada más y nada menos que Diego.
Al cruzar sus miradas el chico alzó una sonrisa retorcida como si estuviera divirtiéndose con su expresión de rabia.
—¿¡Qué mierda estás haciendo aquí!?
—Vine a ver a mi novia, muévete —la empujó con fuerza provocando que golpeara su hombro contra la pared.
Lía se puso de pie cuando vio que el sujeto entraba con cara de matón y se acercaba hasta Nailea.
—Diego... ¿Qué haces aquí? —preguntó la rubia nerviosa mientras veía que Kaedi se acercaba hasta ellos hecha un demonio.
—¿Qué? ¿no puedo venir a ver a mi chica? —dijo tomándola del rostro para besarla pero Kaedi se interpuso para empujarlo.
—¡Lárgate de aquí antes de que llame a la policía, imbécil!
—¿Qué te pasa, desviada?
Lía sujetó a Kaedi al ver que ésta intentaría arremeter de nuevo contra el chico. Sabía que ponerse a la altura de un sujeto como él no era la mejor opción.
—Vete, por favor, hablamos después... —dijo Nailea acercándose a él para acariciarlo. El chico la quitó con desdén sin dejar de mirar colérico a Kaedi—... ¡Diego, por favor, yo te busco después, vete!
—Ya van dos, niña —dijo señalando con su dedo a Kaedi— no se me olvida.
—¡Vete al diablo, no te tengo miedo!
El sujeto sonrió cínicamente mientras Nailea lo arrastraba a la salida. Después de que Diego se marchó volvió los ojos a sus amigas que continuaban de pie confundidas. Lía estaba aterrada, conocía a los sujetos como Diego, capaces de todo. Recordó una relación antes de Nina, había salido con un chico llamado Marco. Al inicio era muy educado y comprensivo, pero con el tiempo descubrió que era un gran manipulador. Su comprensión comenzó a tener límites muy restrictivos e incluso violentos. Había sido difícil poderse alejar de él. Pero, por suerte, había sido Marco quien perdió interés en ella después de tres meses de esa relación enferma y aprensiva.
Kaedi se zafó de las manos de Lía sin dejar de negar mientras posaba sus ojos en Nailea. Tomó su mochila y el bolso de su novia y se acercó a la salida.
—Kaedi, espera déjame explicarte —dijo de repente la rubia detrás de ellas.
—No quiero escucharte, Nailea, estoy harta de tus estupideces, de que te sabotees la vida metiéndote con imbéciles como él.
—Él me quiere, entiéndelo. Está arrepentido...
Kaedi sintió que algo le explotaba en las entrañas. No podía creer que su amiga fuera capaz de hablar de amor cuando se refería a un sujeto sin escrúpulos que la había usado de esa forma.
—Por favor ¡no seas estúpida! Ese infeliz no te quiere, ¡te está usando!
La chica hizo un mohín con sus labios. Una vena se exaltó en su garganta cuando comenzó a gritarle a Kaedi:
—¡Discúlpame por no ser tan lista y perfecta como tú!
—¿Qué ra...? ¿sabes qué? ni siquiera voy a discutir esto. Si quieres hundirte, adelante. Púdrete con él —tomó de la mano a Lía que miraba aterrada aquella discusión, se dirigían a la puerta pero la rubia alcanzó a tomarle del brazo haciéndola girar hacia ella.
—¡Que no hayas podido salvarla no te da derecho de ir por la vida tratando de salvar a todo el mundo! —sus ojos esmeralda brillaron chispeantes mientras veía cómo en el rostro de su amiga se dibujaba un gesto de dolor. Como si un golpe fuerte le atravesara los sentidos. Fue hasta que pudo ver esa reacción de sufrimiento en ella que recobró la cordura, cayó en cuenta de que había cometido un terrible error—. Kaedi... lo siento, yo no quise...
La chica apretó sus quijadas. Soltó la mano de Lía y miró frente a frente a su amiga:
—Descuida, siempre supe que también me culpabas por eso —dio la media vuelta y comenzó a alejarse.
Lía se percató de que Nailea lloraba desconsolada, pero sabía que su lugar ahora era al lado de Kaedi. Así que corrió hasta llegar a ella que ya estaba sentada en las escaleras con un semblante que jamás había visto dibujado en su rostro. Era como si la vida se le estuviera escapando poco a poco, como si la luz de sus ojos se desvaneciera mientras se quedaba inmersa en un punto fijo.
—¿Estás bien?
Kaedi negó. Durante un rato no pronunció palabra mientras su chica la aferraba en un abrazo. —Nada está bien, Nailea tiene razón, no pude salvarla, y ahora no soy capaz de ayudarla a ella y no sé si vaya a poder...
Lía se le quedó mirando sin comprender ni una palabra de lo que decía. A quién era a quien no había podido salvar y por qué era que estaba tan desconsolada. Se aferró al cuello de Lía y comenzó a sollozar despacio. También había comenzado a llover en la ciudad. Se quedaron un rato en silencio, mientras Lía consolaba con caricias tiernas a Kaedi y esta parecía caer en una somnolencia ligera.
***
Cuando llegaron al departamento Kaedi tomó una ducha mientras Lía no dejaba de pensar en lo que había ocurrido ¿qué era lo suficientemente duro como para oscurecer su existencia? Ese dolor que era capaz de hacerla llorar y sufrir como aquella tarde.
Cuando salió del baño regresó a la habitación y comenzó a escribir sin parar, llevada por un frenesí que la dominó por completo. Lía observaba la lluvia por la ventana y luego a Kaedi que estaba inmersa en su libreta. Pasaba ya de media noche y la chica cambiaba de una página a otra sin detenerse.
—Vayamos a dormir, ya es tarde.
—En un momento te alcanzo —contestó la chica— me quedaré sólo un rato, ¿de acuerdo?
Kaedi intentó sonreír con simpatía pero Lía sabía que aquella sonrisa no era genuina.
—Kaedi... ¿de quién estaba hablando Nailea?
La chica detuvo su pluma. Hizo nuevamente ese semblante de dolor y suspiró.
—Lo siento, no es necesario que me lo digas. Sólo quiero que estés tranquila.
Lía se inclinó para darle un beso pero Kaedi le hizo una señal para que se sentara en su regazo. Sin dejar de pensar, por dónde era mejor comenzar esa terrible historia.
...
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