XXV

No podía entender qué era lo que la chica hacía ahí. Parecía tranquila pero aun así su mirada estaba perdida. Miró a Lucía que al igual que ella estaba un poco inquieta y confundida. Nina bebió su vaso de agua y después suspiró.
—¿Vas a decirme a qué has venido? —preguntó Kaedi sin dejar de mirarla.
—Sólo vine a decirte algo sobre Lía. Digo, ahora que son amantes, quizá te interesa.
Kaedi suspiró. Miró a Lucía que se ponía de pie y tomaba el vaso de Nina para llevarlo a la cocina y finalmente no volver.
—Tú novia es muy hermosa, quizá lo mejor es que te quedes con ella.
—Basta, Nina. Ni siquiera dejo a mi padre decirme que hacer con mi vida. Al grano, ¿qué quieres?
Nina sonrió sarcásticamente y después habló:
—Lía acaba de dejarme. Supongo que por ti. Pero al llegar aquí no pude entenderlo, no puedo entender que me haya dejado por alguien que tiene novia. Esta vez se superó.
Kaedi no podía creer que Lía hubiera hecho algo así. Tragó saliva y volteó sus ojos hacia la cocina cerciorándose de que Lucía no estuviera cerca.
—Yo la amo, Nina. Me enamoré de ella desde el primer momento que la vi, pero ella te ama a ti. No hay forma de que...
—La hay —le interrumpió sonriendo—. ¿Has visto cómo los niños cuando van a las jugueterías con sus padres lloran por el juguete más caro? Luego lo tienen, se convierte en el favorito y después una empresa extranjera saca un juguete aún mejor. El pequeño se aburre y busca otro y otro y otro... por eso los niños tienen tantos juguetes.
—¿Qué intentas? —preguntó algo fastidiada—. ¿Qué me aleje de ella?
— No —intervino tranquila— quiero advertirte. Lía es como un niño en una juguetería, Kaedi. Ahora le gustas, en algún punto quizá llegue a amarte, pasará un tiempo y después nada de lo que le gustaba en ti le gustará. Encontrará a alguien diferente, un nuevo juguete. Pero seguirá aferrándose a ti. Cambiará todo lo bueno que tu creías tener, y cada vez que hagas algo bueno por ella se irá, pero si haces algo malo, si te alejas y te comportas como una maldita basura ella querrá estar a tu lado, entonces volverá a ver eso que tanto le gustaba en ti ¿sabes por qué? —miró a Kaedi negar—. Porque es un pedazo de mierda, Lía es una maldita ególatra egoísta. No le gusta perder y sólo quiere tener a todos a su lado, alabándola, admirándola, aunque muchas veces aquello signifique tenerle lástima. Dime algo, Kaedi ¿alguna vez sentiste lástima por ella?
Kaedi no pudo contestar aquello. Un nudo se le hizo en la garganta mientras se recordaba a ella misma en el café, escribiendo sobre la servilleta. Miró a Nina y no pudo evitar sentirse como una presa atrapada entre los dientes de su depredador, la chica la observaba fijamente, como si pudiera leer lo que pasaba por su cabeza en realidad.
—No te culpes. Es imposible no tenerle lastima a alguien que su propia madre desdeña, que su padre parece ignorar y su hermano considerar a su conveniencia. Sin mencionar el infierno que vivió en ese hospital. Es lamentable.
Kaedi continuó mirándola fijamente. En ese momento sentía tanta rabia que podría arrojarle una bofetada, pero se contuvo, siguió mirando esos terribles ojos azules que se mostraban cada vez más cínicos.
—¿Es todo lo que venías a decirme? —preguntó dándose cuenta de la mirada confundida de la rubia que posteriormente asintió—. Perfecto, ahora lárgate de mi casa. No quiero volver a verte aquí.
Nina sonrió, se puso de pie y caminó hacia la puerta seguida por Kaedi.
—Piensa en lo que te dije, sé que no eres tonta. Si analizas bien todo, te darás cuenta de que es mejor estar lejos de ella. No te quedes por compasión.
—Escúchame bien —dijo finalmente Kaedi— yo me quedaré con ella porque la quiero. Sé lo que ha sufrido y también sé que fuera del monstruo que acabas de describirme hay una mujer noble, con un corazón tan fuerte y bondadoso que no cabe en su pecho. Puedo demostrarle que no está rota y que siempre has sido tú la que ha sacado lo peor de ella.
—Como quieras —contestó la rubia encogiéndose de hombros— luego no digas que no te advertí.
Finalmente la vio alejarse por el corredor hasta el elevador. Volvió a la sala en donde Lucía ya la esperaba. Parecía incluso más conmocionada que ella.
—Acaba de llamarte Lía.
Kaedi se llevó las manos a la cabeza frotando su rizada cabellera. Tendría que hablar con ella lo antes posible, pero no podía dejar a Lucía ahí simplemente después de lo que acababa de pasar.
—Kaedi, tengo un mal presentimiento, ¿por qué no vas a verla?
La chica se sorprendió.
—¿Lo dices en serio?
—Sí —respondió un poco nerviosa— esa chica no parece estar bien y ésta que acaba de irse no está mejor. Si fue capaz de decirte todas esas cosas no me imagino lo que pudo haberle hecho a ella. Ve a buscarla.
Pudo sentir un poco de temor al escuchar aquellas palabras de boca de Lucía así que tomó sus llaves y se marchó.

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