XVIII

Había empacado sólo las cosas necesarias, no pensaba quedarse más de dos días en su ciudad natal. Nina no estaba ahí, había salido desde temprano al hospital porque iba a iniciar sus prácticas, así que probablemente ni siquiera se iban a despedir. Estaba por llamar al taxi cuando vio un mensaje de Kaedi.

Lanzó un largo suspiro y dejó el teléfono de lado mientras se acercaba a la ventana para ver si no estaba abajo. Esta vez no era así. Su teléfono sonó una vez más.

Después de eso, un llamada de la chica entró en su móvil.
Lía, lamento haber sido una tonta ¿de verdad quieres que vaya contigo?
No se dio cuenta de que continuaba sonriendo como una adolescente enamorada, y le sudaban las manos.
—Claro que quiero que vayas conmigo. Y no te preocupes, te entiendo. Pensé en lo que me dijiste, no es justo para ti nada de esto.
No hablemos más de eso. Pasaremos por ti en diez minutos, ¿te parece?
La chica aceptó. Bajó con su maleta hasta la planta baja para esperarlos. Llegaron antes del tiempo acordado y fue Kaedi quien le ayudó a subir la maleta a la Caribe mientras le daba un tierno beso en la mejilla.
Salvador las llevó hasta la central de autobuses. Prometió que las mantendría al tanto de lo que pasara con Nailea. Ambas se despidieron y fueron a comprar sus pasajes. Se encontraban esperando el autobús y Lía no podía apartar su mirada de Kaedi. Llevaba una camisa a cuadros color verde olivo y unos jeans deslavados y rotos. Era un atuendo algo andrógino pero su cabello le daba esa presencia femenina que no dejaba de cautivarla. Sujetó su mano, sin creer aún que estuviera ahí, junto a ella. Estaba tan emocionada, que por un momento se asustó de ella misma, intentó controlar su entusiasmo, pero la verdad es que sus ganas de poder besarla eran más grandes que cualquier cosa. Continuaron en silencio, ninguna de las dos dijo nada. Únicamente se miraban y sonreían como dos chiquillas ilusionadas, hasta que el autobús llegó.

Una vez que abordaron, Lía recargó su cabeza sobre el hombro de Kaedi sin dejar de sujetar su mano, mientras ésta le acariciaba una mejilla.
—¿Qué fue lo que te hizo cambiar de opinión?
Kaedi se llevo una mano a la cabeza para frotar su cabello intentando ocultar su pena, recordar la reacción que había tenido cuando Lía le propuso viajar con ella, no era algo que la hiciera sentir orgullosa, especialmente porque ese tipo de comportamientos absurdos no iban con ella: 
—Sentí que no era justo que te pusiera en ese dilema. No estoy en posición de reclamar nada, Nina es tu novia después de todo y eso es algo que yo sabía desde el momento en que te conocí.
—Es sólo una etiqueta. Nina es simplemente la chica con la que vivo ¿podemos verlo así?
En el fondo deseo que aquello fuera cierto, pero sabía que no había nada más alejado de la realidad que esa nueva "etiqueta" que Lía había elegido para su novia. Sin embargo, decidió darle una tregua al tema.

Se quedaron dormidas durante una buena parte del trayecto, el viaje fue algo largo. La ciudad en la que había nacido Lía estaba considerablemente lejos. Hicieron alrededor de seis horas y en cuanto llegaron un frío extraño envolvió el lugar. Sintió el gélido viento en sus mejillas y el olor de la costa extendiéndose por todos lados.
—El mar está cerca de aquí. Es frío, mucho más que de donde venimos.
Las chicas tomaron su equipaje y desde ahí fue Lía quien la guio hasta llegar a la sala de espera en donde una pareja les aguardaba. Cuando vio al chico quedó sorprendida, era muy parecido a Lía y al verlos abrazarse un aura mágica los envolvió. Debía ser su hermano. Saludó a la chica que acompañaba al joven y ésta devolvió el saludo con cortesía.
Joaquín se quedó inmerso en Kaedi, sin dejar de mirar su larga y espesa cabellera de rizos.
—¿Y ella es...?
—¡Oh! —Exclamó Lía disculpándose—. Ella es mi chica Kaedi.
Melisa y Joaquín trataron de disimular su asombro, pero Kaedi sabía lo que pasaba. Quizá estaban un poco impresionados de no ver a la chica rubia y grosera que habían conocido en aquella ocasión. Decidieron disimular, como si intentaran cubrir a Lía que parecía divertida con sus expresiones.
—Es un placer, Kaedi. Soy Joaquín. Ella es Melisa, mi prometida.
—El placer es mío, gracias por invitarme. Es un honor compartir un momento tan especial para ustedes.
Joaquín se quedó asombrado contemplando a Kaedi. Parecía tan elocuente y educada, además tenía esa sonrisa contagiosa y amable que resultaba grata para cualquiera. Le regresó el gesto y luego se volvió hacia su hermana y le dedicó una mirada cómplice, como si aprobara a esa chica por sobre la rubia que había conocido antes en su departamento.
Joaquín les ayudó con el equipaje a pesar de que Kaedi se resistió. Llegaron hasta el vehículo en donde las llevarían hasta su nueva casa.
—No está muy equipada, pero seguro estarán cómodas ahí —les advirtió Melisa un poco apenada.
—No te preocupes, Melisa. Cabemos perfectamente en un sofá de hospital —aseguró Lía volviéndose a Kaedi para compartir una mirada cómplice.
Durante el rápido viaje, Kaedi observó aquel lugar, tenía un corte moderno pero conservaba una alineación de calles bastante colonial. Era un lugar peculiar, con un frío húmedo que calaba en los huesos y un olor a costa mucho más fuerte que el de casa.
—Te acostumbrarás al olor, Kaedi —dijo Joaquín percatándose de que la chica arrugaba la nariz en ocasiones—. Es característico de la ciudad, la economía se basa principalmente en la pesca. Es una lástima que vayan a estar tan poco tiempo.
—Siempre podremos volver. Este sitio parece agradable, aunque ese olor... —dijo suspirando, mientras escuchaba la risa del chico—. No lo encuentro desagradable, pero preferiría que no estuviera.
El joven asintió entusiasmado ante el comentario, como si compartiera su opinión y la aprobara con esmero. Lía no podía creer que Joaquín se sintiera tan en confianza con ella, quizá su sangre era vulnerable a los encantos de Kaedi, pensó la chica.
Llegaron a la pequeña casa cerca del vecindario donde habían crecido los hermanos. Lía podía recordar algunas partes, pero la ciudad estaba muy cambiada y había crecido considerablemente en esos tres años. Bajaron, pero esta vez Kaedi tomó su maleta sin decirle nada a Joaquín y la llevó hasta la entrada.
Abrieron la puerta y una encantadora y acogedora casa con pocos muebles les recibió. A pesar de su austeridad, era muy bonita. En el lugar había apenas lo necesario; una sala color gris, un pequeño comedor de cuatro sillas, refrigerador, estufa, algunos muebles de madera y cuadros minimalistas colgados de la pared.
—Pinturas de consumo... si fuera mi casa tendría un desnudo en la entrada —dijo Kaedi a Lía y ésta rio.
—¿Te gustaría que esa mujer de tu cuadro sea yo?
—Me encantaría —susurró para que ninguno de los otros dos chicos las escucharan.
Las llevaron a su habitación, había una cama individual, un clóset de madera y un tocador.
—Podemos traer un colchón extra si eso quieres, Lía.
—No es necesario —dijo la chica—. Nos gusta dormir algo apretadas, gracias.
Joaquín hizo una expresión pícara y cómplice con su hermana mientras Melisa y Kaedi observaban apenadas aquella escena.
—Las dejaremos para que se instalen. El baño está en la puerta de enseguida, son libres de usarlo y también hay algunas toallas por si quieren tomar una ducha —dijo Melisa tomando a su novio del brazo para llevarlo abajo.
—Más tarde iremos a cenar ¿Qué opinas, Kaedi?
La chica asintió conforme al igual que Lía.
—Les agradecemos mucho —respondió, regalándole una sincera sonrisa a la pareja.
Los chicos estuvieron a punto de irse cuando Joaquín recordó algo.
—Ah...y, cuando estés lista, hermanita, me gustaría hablar contigo. Es sobre mamá.
Lía tragó saliva, asintió y esbozó una leve sonrisa. Aquello no era su tema preferido pero de alguna forma no iba a poder evitar a su madre en la boda ni en ningún otro sitio mientras estuviera ahí.
—De acuerdo —se limitó a responder.
Cuando los novios se fueron finalmente, Kaedi comenzó a desempacar la ropa que se pondría esa noche, Lía se sentó en la orilla de la cama. Hacía tiempo que no le pasaba, pero estar ahí le recordaba a aquel hospital en el que su madre la había internado. Se llevó las manos alrededor, como si abrazara su cuerpo encogiéndose un poco. No podía evitar sentir escalofríos, y dolor en el estómago al recordar ese doloroso capítulo de su vida.
—¿Estás bien? —preguntó Kaedi inclinando su cuerpo para abrazarla por la espalda—. Estás temblando, Lía, ¿te sientes mal? —Asustada, fue hasta la cama y extrajo una manta para cubrirla—. Ven, vamos a recostarnos.
Lía se dejó caer sobre su pecho, mientras ella frotaba su cuerpo intentando darle calor. Pronto aquellas imágenes se fueron borrando de su mente. Alzó ligeramente su rostro y miró embebida la quijada de Kaedi dejando un beso en su barbilla.
—Estoy contigo, tranquila, me quedaré contigo —dijo la chica de los cabellos rizados sin dejar de abrazarla
Sonrió, aferró con más fuerza aún su cuerpo al de Kaedi mientras se hundía entre las cobijas y bajaba hasta su pecho desabotonando la camisa de la chica.
Sintió los ligeros dedos de Lía quitando uno a uno los primeros botones hasta dejar al descubierto su pecho. Sus labios hicieron una ligera presión en uno de sus senos y subieron hasta su cuello.
—Tú y yo tenemos algo pendiente... —le susurró al oído.
Kaedi se estremeció y la piel se le erizó al tiempo que una risa nerviosa se escapaba de su boca.
—Tu hermano nos invitó cenar, quizá después...
La chica le llevó un dedo a los labios para hacerla callar. Se incorporó rápidamente para quedar sobre la chica de los anteojos y se quitó el suéter gris que llevaba para quedar en una blusa de tirantes blanca. Kaedi vio que sus pezones se transparentaban porque no llevaba sostén. Sentía la cara caliente y una sensación que comenzaba a sofocarla.
En ese instante tocaron a la puerta, era Melisa que llevaba unas copas de vino que había traído de Inglaterra en su último viaje de trabajo. Quería brindar con las chicas, ya que no habían tenido oportunidad de acudir a su despedida de soltera. Las chicas no pudieron negarse a la petición de su anfitriona y bajaron a la sala para beber un par de copas.
—Es muy bueno, Melisa. Pero creo que ya estoy ebria —confesó Kaedi. Y comenzaron a reír—. Los ingleses beben vino todo el día, todos los días. Hay más vino que agua. No sé cómo lo hacen.
—Existe el rumor de que el agua en la ciudad está demasiado contaminada por una cantidad de sustancias que no podrían ni imaginar.  Así que yo prefería estar ebria antes que intoxicada con algo extraño —dijo Melisa.
Continuaron charlando hasta que se dieron cuenta de que ninguna estaba lista aún y Joaquín volvería en cualquier momento. Así que un momento después todas se apresuraron a prepararse. Las chicas regresaron a su habitación y Kaedi pudo sentir sobre ella los ojos traviesos de Lía:
—¿Te bañas conmigo?
La chica se dio cuenta de que las cosas serían inminentes entre ellas a partir de ese instante. Lía no iba a quitar el dedo del renglón hasta que culminaran con ese asunto que llevaban pendiente desde hacía semanas.
—Tú hermano vendrá en cualquier momento. Ve tú primero, anda.
Lía sonrió haciendo evidente su inconformidad. Hizo una expresión infantil de niña regañada mientras tomaba su ropa de la maleta y entraba al baño señalando con su dedo las lágrimas que no corrían de sus ojos.
—No te vas a arrepentir... —dijo aun en la puerta tratando de persuadirla.
Kaedi se echó a reír:
—No voy a caer ante tu seducción.
—No me hagas desnudarme enfrente de ti.
Kaedi tragó saliva mientras veía como se desprendía de su blusa y sus preciosos senos caían con una gravedad agraciada.
Escucharon que Melisa subía por las escaleras y después de hacer un gesto de decepción, Lía entró finalmente al cuarto de baño.
—Joaquín dijo que tardaría un poco más, así que no tengan prisa —dijo la chica sonriendo.
Kaedi asintió. Temió que sus mejillas se notaran algo rojas así que entró a la habitación de nuevo y preparó su ropa nuevamente.
No podía dejar de pensar en Lía, en su cuerpo, en lo suave de sus labios. Se estaba engañando a si misma, la deseaba, y mucho. Pero también le gustaba provocar desconcierto en la chica al hacer aquello que no esperaba, su reacción al sentir que dejaba de lado lo sexual hacía que creciera una tensión entre ellas que era mucho más placentera que el sexo como finalidad.
En ese instante su celular sonó. Se sorprendió mucho al darse cuenta de que era Lucía. Dudó un instante en contestar, pero no quería ser grosera, sabía que si la chica le hablaba era porque se estaba dando un tiempo para charlar con ella.
—¡Hey, extraña!...Qué sorpresa.
Hola, preciosa. Espero no llamar en mal momento.
—No, claro que no —contestó mirando hacia la puerta, esperando que Lía no entrara.
¿Cómo va todo? ¿aún estás en la librería ?
—En realidad estoy fuera de la ciudad. Vine a la boda de un amigo.
¿Acaso Salvador ha sentado cabeza al fin?
Kaedi soltó una carcajada. Ese había sido sin duda el mejor de los chistes.
En ese momento, Lía entró a la habitación. Llevaba una toalla en la cabeza, y su ropa de esa noche puesta. Se veía encantadora, usaba jeans color negro que ornaban su figura y una blusa color guinda que dejaba ver un provocador escote.
—¿Te gusta? O ¿crees que debo ponerme esto? —preguntó sin percatarse de que Kaedi hablaba por teléfono.
¿Hay alguien ahí contigo?
—Sí, es que ya vamos de salida... —contestó intentando no sonar más nerviosa de lo que se sentía.
—¿Quién es, Kaedi? —preguntó Lía mientras se acercaba a ella.
—Es...Lucía.
El semblante de Lía cambió por completo al imaginar de quién se trataba, a pesar de que Kaedi no había dicho su nombre antes era claro que se debía ser ella, la mujer con la que mantenía una relación a distancia. Dio la media vuelta y fue hasta el peinador para cepillar su cabello sin decir nada más.
Kaedi la observó detenidamente, era claro que estaba furiosa.
¿Esa chica sabe de mí? Interesante —dijo Lucía en la bocina—. ¿Sabe también que soy tu novia? ¿Qué pronto vendrás a estudiar a Barcelona?
—Lucía, tengo que colgar. Hablamos después. La próxima vez seré yo quien te llame ¿de acuerdo? —Suspiró. Jamás se había sentido tan incómoda en su vida como en ese momento.
Claro —contestó con una voz seria y apagada—. Disfruta tu noche.
—Buenas noches... —intentó despedirse, pero la chica le había colgado antes.
Miró a Lía que continuaba inexpresiva frente al espejo mientras cepillaba su cabello.
Cuando Kaedi arrojó su móvil sobre la cama la miró sin decir una palabra. Se acercó despacio mientras le acariciaba el cabello húmedo que caía por su espalda.
—Creí que Lucía era tu ex novia.
Kaedi se quedó inmersa en las pequeñas pecas que cubrían ligeramente sus pómulos.
—Lo es...— mintió—. Y no entiendo por qué te pones de esa forma.
—No entiendo qué puede querer hablar contigo si está lejos y verdaderamente no son nada, ¿no crees que mi punto es comprensible?
No pudo evitar sentirse irritada y porque no, molesta. No era la indicada para reprocharle de esa forma, no ella, quien aún seguía con Nina.
—Creo, Lía, que no estás en la mejor postura para recriminarme algo así.
La chica cambió su semblante, era como si de repente Nina hubiera vuelto a su mente por primera vez en ese día.
—¿No crees que mi punto es comprensible? —continuó Kaedi, quien no dijo nada más ni espero respuesta de la chica, solo tomó su ropa y caminó hacia la habitación del baño. 
Lía se quedó ahí, maquillándose mientras una onda de rabia le hacía añicos las entrañas. No sabía por qué sentía algo así, siempre había sido bastante celosa con sus parejas, sin embargo, con Kaedi dolía de una manera que no alcanzaba a comprender. 

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